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ElFinanciero

ll'ec:M

19.02.2018

1Seco:l6n

La

Constitución,

101

años después

O

besa,

lenta, enredada.

Así está la Constitución.

Con aciertos y virtudes,

pero parchada, enmendada, sin

definición ideológica por la acu–

mulación de variadas corrientes

en su curso y contradicciones

que dificultan la implementa–

ciónde sus postulados.

La Constituciónes la forma

jurídica de la democracia: si la

democracia mexicana no cuaja,

los principios constitucionales

no se cumplen y la brecha entre

el ciudadano y loque debe ser el

país se convierte en abismo ¿Por

qué celebramos? Hay progre–

sión institucional y normativa

real, mejory mayor catálogo de

derechos y más límites y defi–

nición para los entes públicos,

además de guardianes orgáni–

cos que cumplen con su defensa.

Ambivalencia histórica, no todo

es blanco o negro.

Tras el puente de febrero en el

que pocos recordaron la efemé–

ride del constituyente de Que-

;alvador~

NavaGomar

rétaro,

fui

invitado a platicar

con el ágil Javier Solórzano en

el Canal del Congreso, junto con

6

el senador Enrillke Bu;gos

y

la

magistrada Pa Mana García

Villegas sobre el estatus de la

Constitución. Fueron sólo pince–

ladas lo que tres constituciona–

listas alcanzamos a decir enuna

hora.

El senador Burgos es un hom–

bre de instituciones y orgulloso

de

la

historia constitucional del

siglo pasado. Lajoven magis–

trada señaló con acierto

las

joyas

constitucionales que delinean

nuestros derechos, desde la vida

y

la

convencionalidad constitu–

cionalizada del artículo 1

o,

hasta

el derecho al deporte.

Sumé también algunas de mis

preocupaciones:

El federalismo, por ejemplo,

opera de forma distinta depen–

diendo de

la

materia: no es lo

mismo la coordinación fiscal, las

normas penales, la relación de

los órganos electorales o la im-

plantación de los programas de

salud, de tal suerte que así como

definimos federales por decreto

pareciera un eufemismo (sobre

ello viene un libro prometedor

de Raúl Mejía y LauraRojas en

elFCE).

Expresé, y coincidieron mis

compañeros de panel, que mu–

chas de las reformas recientes

obedecen a coyunturas políti–

cas en aras de gobernabilidad,

como la estructura orgánica de

la autoridad electoral, en la que

se quebró la autodeterminación

federalista y se subsumió a los

institutos electorales a

la

jerar–

quía del INE y, peor, se separó a

los tribunales electorales de los

estados de sus respectivos pode–

res judiciales, creando híbridos

orgánicos alejados de su natu–

raleza para evitar la influencia

perversa de los gobernadores en

su nombramiento y operación.

¿El resultado? Ahora los gober–

nadores cabildean en el INE los

nombramientos de los conseje–

ros estatales y en el Senado el

de los magistrados locales, que

por cierto batallan cada año para

conseguir presupuesto.

Pescadillaque se muerde la

cola: la Constitución regla y li–

mita la actividad de los políticos,

pero son estos quienes cambian

sus reglas. Jugadores regulando

al árbitro.

El principio básico de divi–

sión de poderes se ha extendido

y flexibilizado. Tenemos una

mexicanizaciónde los llamados

órganos constitucionales autó-

r--·7;

nomos: INE, INAI, INEGI, Banco

de México, CNDHy un complejo

y vasto sistema anticorrupción.

En

otros países los poderes tra–

dicionales bastan.

Aquí

no, la

desconfianza es generalizada y

con normas enredadas e institu–

ciones monstruosas se pretende

combatir problemas culturales

arraigados.

Si me dieran una varita

mágica y pudiera escoger,

parlamentarizaríamás al Par–

lamento. Deben pesar más

nuestros contrapesos.

En

la

elección que viene tendremos

un resultado a tercios. Quién

gane la Presidencia tendrá el

respaldo del 30o/o de los votan–

tes (equivale al 70o/o de

falta

de

legitimidad). El presidente y sus

secretarios tendrían que

ir

más

al Congreso, rendir cuentas,

responder preguntas, explicar

y negociar políticas públicas.

El centro de la representación

y la legitimidad estará en las

cámaras. Si no hay herramien–

tas

frente al jefe de Estado, di–

fícilmente podremos combatir

márgenes de discrecionalidad,

abusos de reparto presupuesta!

y asimetría del federalismo por

acomodos políticos.

La Constitución es la carta de

navegación del Estado, su aeta

de nacimiento.

En

ella consta

nuestra titularidad soberana

(por eso es la norma suprema),

nuestros derechos y el límite al

poder público a partir de la vi–

gencia o restablecimiento de los

mismos. ¿Usted sabía eso? ¿Ha

leído la Constitución? ¿Se la ha

explicado a sus hijos? Educación

constitucional es la respuesta

a

la

falta de cultura democrá–

tica, cívica y responsabilidad

social. Más que celebrarla con

discursos y asuetos, deberíamos

honrarla difundiendo su valor e

importancia.