Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

PRESIDENCIA DEL CIUDADANO SENADOR MANLIO FABIO BELTRONES RIVERA

-EL C. PRESIDENTE MANLIO FABIO BELTRONES RIVERA: (11:23 horas) Ruego a la Secretaría informe a la Asamblea del resultado del cómputo de asistencia de los ciudadanos senadores de la República.

-LA C. SECRETARIA MARTHA LETICIA SOSA GOVEA: Honorable Asamblea, de acuerdo al sistema electrónico, y como lo dispone el artículo 59 del Reglamento del Senado, informo que se han acreditado 68 ciudadanos senadores y senadoras.

En consecuencia, hay quórum, señor presidente.

-EL C. PRESIDENTE BELTRONES RIVERA: Con fundamento en lo dispuesto por el artículo 56 fracción I del Reglamento, se abre la Sesión Solemne, para conmemorar el Centenario del Inicio de la Revolución Mexicana.

Esta Sesión Solemne, se convoca en reconocimiento a la importancia histórica, que el movimiento armado de 1919, ha tenido para el desarrollo de nuestro país.

Informo a la Asamblea, que nos acompañaran en esta Sesión Solemne, el ingeniero Julio César Cleto Cobos, vicepresidente de Argentina y presidente del Senado de esa nación, su señora esposa doña Cristina Cerruti de Cobos.

El diputado Luiz Carlos Hauly, miembro de la Cámara de Diputados de Brasil y presidente del Foro Interparlamentario de las Américas.

Y el senador Jorge Pizarro Soto, que es presidente del Senado chileno, y también presidente del Parlamento Latinoamericano, quienes se encuentran, junto con algunos otros legisladores, que también son invitados a esta ceremonia, en un salón adjunto.

Por lo que solicito a los senadores Alberto Villarreal García, Rosario Green Macías, José Guadarrama Márquez, Manuel Velasco Coello, Francisco García Lizardi y Alfonso Elías Serrano, sean tan amable en introducirlo a este salón de sesiones.

(La comisión cumple.)

Se reanuda la sesión.

A nombre del Senado de la República, me complace saludar la presencia, en este recinto parlamentario, del ingeniero Julio César Cleto Cobos, vicepresidente de la Nación Argentina y presidente del Senado de este mismo país, que hoy nos honra con su presencia, acompañado de su distinguida esposa. Muchas gracias. (Aplausos)

Saludo también la presencia del señor diputado Luiz Carlos Hauly, miembro de la Cámara de Diputados de Brasil y presidente del Foro Interparlamentario de las Américas, sea usted muy bienvenido. (Aplausos)

Hacemos lo propio también, con nuestro amigo el senador Jorge Pizarro Soto, presidente del Senado de Chile y del Parlamento Latinoamericano, bienvenido, nuevamente. (Aplausos)

A través de ellos, también, y con la distinguida presencia de muchos invitados especiales, hoy saludamos a senadores y diputados, que de diferentes países de nuestra América, nos acompañan, atendiendo una invitación de la comisión para la celebración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución del Senado de la República, se encuentran presentes para un encuentro internacional de análisis y prospectivas sobre la situación política, económica, social y cultural en América Latina. Senadores y diputados de nuestra América, que hoy nos acompañan en esta Sesión Solemne, sean ustedes bienvenidos. (Aplausos)

La Cámara de Senadores de México, se honra, el día de hoy, en tener esta Sesión Solemne conmemorativa de los 100 años del inicio de la gesta revolucionaria de nuestro país.

Conforme al acuerdo aprobado, tendremos una ronda de intervenciones de los grupos parlamentarios, hasta por ocho minutos, cada una. A fin de cumplir con el propósito de conmemorar esta gesta heroica.

Dicho lo anterior, entonces, para iniciar tiene el uso de la palabra la senadora Leticia Jasso Valencia.

-LA C. SENADORA LETICIA JASSO VALENCIA: Gracias, señor presidente.

Distinguidos invitados especiales; señoras y señores senadores: Hace unos años, cuando en diversos foros académicos se reflexionaba sobre las modalidades que podía adquirir la conmemoración de dos hitos fundamentales de nuestra historia, algunas voces advertían el riesgo de dar paso al debate infértil que abriría viejas heridas que siguen lastrando nuestra vida pública.

Más allá de diferencias superficiales, el Bicentenario de la Independencia no planteaba mayores razones para la discrepancia; los mexicanos de cualquier origen, trayectoria y definición ideológica, podíamos encontrar un espacio común en el acto fundacional de México como nación independiente.

Historia y mito terminaban por confluir, en una suerte de memoria compartida. El Grito de Dolores inauguró el ciclo de la liberación, que se concretaría mucho más tarde, transcurriendo una década de guerra y desolación, y se consolidaría como Estado nacional en los siguientes cincuenta años.

Los 200 años al inicio de la Guerra de Independencia, ofrecían la oportunidad de cohesionar, compartir, reclamar, no la aridez del dato histórico, sino la perseverancia de proyecto nacional.

Dos siglos de esfuerzo, tesón, vida comunitaria, memoria colectiva.

Algo muy distinto ocurrió en la Revolución, por su carácter de historia viva, por la continuidad de sus afluentes en muy diversas expresiones de vida institucional, política, sociocultural del país.

El Centenario de la Revolución adquiría tonos de abierta incomodidad para algunos sectores de la sociedad.

El principal riesgo consistía en hacer de la conmemoración, una irreflexiva y premeditada celebración de la fiesta de las balas.

Avalar o legitimar la ruptura violencia que terminó cobrando la vida de cientos de miles de mexicanos en casi una década de guerra civil; y una más de accidentada estabilización.

El componente bélico, la crueldad del enfrentamiento entre hermanos y su capacidad destructiva en todos los…

(SIGUE 2ª PARTE)

… de accidentada estabilización.

El componente bélico, la crueldad del enfrentamiento entre hermanos y su capacidad destructiva en todos los órdenes: infraestructura, servicios, instituciones, vida civil, no encontraba acomodo en la mentalidad de todos los mexicanos del nuevo milenio.

Desde otra perspectiva, mucho más ideológica que estrictamente histórico moral, actores políticos y figuras del mundo académico desplegaron inteligencia y saberes para desacreditar a la primera gran Revolución social del Siglo XX, por alguno de los frutos amargos del régimen surgido de ella.

Por los promotores de este enfoque, si el baño de sangre y el desgarramiento fraticida había sido conducido al establecimiento de un sistema político cerrado, concentrador y autoritario, la Revolución Mexicana debiera ser reducida a la historia del horror, la intriga palaciega y la pedagogía del cuartelazo.

Entre el mito sangriento de caudillos primitivos y el desvarío de faltos redentores, entre las promesas de igualdad, justicia y libertad negadas, o instrumentadas por el nuevo estado, la Revolución de 1910 se desenvolvía en el ácido de la confusión.

La historia de bronce se encargaría más tarde de consagrar figuras señeras de todas las acciones en la fosa común del panteón oficial.

El idealismo de los Serdán.

Madero o el mito de la democracia imposible en un país ingobernable.

Villa y Zapata, la utopía del campesinado insumiso en los valores de la civilización.

Carranza o la ficción constitucionalista en un país sin ley.

Obregón y Calles, la tragedia del nuevo poder en trance de consolidación.

Saga de héroes y villanos hermanada en una constante, la Revolución como error histórico de un pueblo que no supo o no quiso explorar vías alternas para el cambio pacífico.

La irresponsabilidad de élites, liderazgos, caudillos y caciques que prefirieron la ruptura violenta en lugar de pugnar por el camino institucional.

A final de cuentas aseguran los nuevos científicos, el régimen se iba abriendo y estaba dispuesto a ceder y conceder México ya estaba listo para la democracia.

Entiendo, compañeras y compañeros senadores, que esta visión de la historia y del país forma parte de un debate político necesario e ineludible, en una sociedad diversa y plural.

Como ya ocurrió con figuras y pasajes de la guerra de Independencia, el Centenario de la Revolución ofrece la oportunidad de revisar criterios y replantear perspectivas contra la inercia de la historia oficial, la energía de la sociedad democrática reclamaba la actualización rigurosa y el estudio crítico de la memoria colectiva, la herencia que nos constituye como una nación y marcó el rostro de México en el Siglo XX.

Esta pluridad de voces, visiones, confusiones ideológicas y discursos políticos culturales, se ha expresado con pasión, inteligencia, ánimo de provocación o rigor científico a lo largo de este año.

El debate está abierto y la investigación multidisciplinaria seguirá aportando nuevas razones para la reflexión y la polémica.

La historia de México, de la Independencia, la Revolución, ha dejado de ser patrimonio de grupos o fracciones en el poder de élites, académicas o liderazgos sociales.

La diversidad de la sociedad moderna, democrática, ha demostrado por imponer criterios de respeto y civilidad en la confrontación de posiciones y el debate de ideas. de ahí que la Conmemoración del Centenario haya sido más una oportunidad de reconciliación que motivo de fractura.

Señoras y señores senadores, es una muestra de civilidad democrática que debe de enorgullecernos.

Sin replegar banderas ni ocultar convicciones debemos seguir debatiendo con serenidad, con seriedad, las múltiples aristas de un proceso histórico que se mantiene vivo, mientras no se cumpla cabalmente las promesas de justicia e igualdad, democracia y progreso.

Quienes no olvidamos la memoria de la gran Revolución Campesina y Popular de 1910, no apelamos a ninguna historia sagrada, asumimos la complejidad del momento y las contradicciones ineludibles, aunque no siempre justificables de la historia labrada por hombres y mujeres de carne y hueso.

Quienes no olvidamos la herencia de Emiliano Zapata y Francisco Villa, recuperamos las demandas de las comunidades campesinas y los pueblos indígenas que hoy a cien años del gran sacudimiento social siguen reclamando el lugar que les ha sido legado en el proyecto nacional.

Quienes no olvidamos el legado contractivo de la Revolución, el entramado de leyes e instituciones, el dominio soberano sobre los recursos naturales, no podemos menos que asumir la carga de responsabilidad y correspondientes por las desviaciones que terminaron por neutralizar la energía popular y obstaculizarla la dinámica de la sociedad civil.

Quienes no olvidamos y celebramos la Revolución de 1910, convocada por Francisco I. Madero, no apelamos al pasado, sino apostamos al porvenir.

Ese es el proyecto, la puesta presente y futura del Partido Nueva Alianza, por una patria libre y soberana capaz de afrontar los desafíos del complejo escenario global del Siglo XXI.

Por una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales.

Por un estado democrático de derecho que dé certidumbre al esfuerzo de la sociedad en todos los órdenes socio cultural, comunitario, familiar, privado y productivo.

Por un régimen de gobierno que perfeccione los mecanismos republicanos, el juego de pesos y contrapesos, la división innecesaria colaboración entre poderes.

Por el pleno respeto a los derechos humanos que no admiten excepciones o resistencia política de cualquier tipo.

La representación de Nueva Alianza en el Senado de la República, que enaltece y festeja el mensaje y la herencia de la Revolución Mexicana, asume el reto de consolidar una democracia eficaz y efectiva que responda a las necesidades de los sectores mayoritarios del país en materia de empleo digno y salario remunerador.

Salud y seguridad social, vivienda y alimentación, cultura y recreación, una democracia que ataque las causas de la pobreza, exclusión que padecen millones de mexicanos en el campo y en las grandes aglomeraciones urbanas.

Una democracia que garantice el acceso de todos nuestros niños y jóvenes a una educación de calidad útil para la vida y el empeño productivo, para la convivencia y la paz, para la tolerancia y la solidaridad.

Estamos seguras, compañeras y compañeros senadores, que el perfil de México en el Siglo XXI responderá en buena medida a esta agenda delineada en grandes trazos, ya que sólo de esta forma y por esta vía estaremos a la altura de nuestra historia y de las grandes promesas de la Revolución de 1910.

Muchas gracias.

(Aplausos)

-EL C. PRESIDENTE BELTRONES RIVERA: Gracias a la senadora Leticia Jasso Valencia, del Partido Alianza Nacional. Tiene ahora el uso de la palabra el senador Ricardo Monreal Ávila, coordinador del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo, en el Senado.

-EL C. SENADOR RICARDO MONREAL ÁVILA: Gracias ciudadano presidente; distinguidos visitantes; legisladoras y legisladores.

En su primer Centenario la Revolución Mexicana ha recibido el más triste de los homenajes para un gran movimiento histórico: el olvido.

En el Congreso de la Unión, diputados y senadores no fuimos capaces si quiera de acordar una conmemoración el día que fijó con precisión Francisco I. Madero como el inicio de este gran movimiento, que junto con el movimiento de independencia transformó al país, cien años se cumplen el próximo sábado. Este y los otros recintos parlamentarios estarán cerrados. Esa es la digna celebración de Cien Años de nuestra Revolución Mexicana.

Pudo más la cultura del asueto y el ocio burocrático,…

(Sigue 3ª parte)

. . . pudo más la cultura del asueto y el ocio burocrático, pudo más que la tradición popular y ciudadana de honrar a nuestros héroes y a nuestros movimientos sociales.

Estrictamente, históricamente hoy deberíamos celebrar el asesinato de uno de los precursores de la Revolución Mexicana, Aquiles Serdán y su familia, que en la Ciudad de Puebla el 18 de noviembre fue acribillado, junto con su familia y ciudadanos que intentaban despertar el movimiento de Revolución Mexicana el día 20 de noviembre, es ahora lo que deberíamos estar celebrando, conmemorando y no el 20 de noviembre que será el próximo sábado.

Por parte del Ejecutivo Federal, el olvido tomó forma de desdén, de los 3 mil millones de pesos para las dos conmemoraciones de este año a la Revolución se le destinó sólo una o menos de la tercera parte, y el catálogo de obras programadas desde hace cuatro años que llegó a contemplar un total de mil 200 obras para quedar reducido a poco más de 200, las destinadas a la Revolución fueron acortadas, aplazadas o canceladas.

El olvido en forma de desdén de una fracción del Legislativo y del Ejecutivo Federal es explicable, un grupo en el poder no está obligado a conmemorar un movimiento histórico que no entiende, que no se identifica ideológica ni programáticamente con él o que de plano considera un lamentable accidente de la historia que no debe volver a repetirse o por lo menos cuando menos no debe recordarse.

Lo verdaderamente inexplicable es que otra de las fracciones predominantes del Legislativo se haya contagiado de este olvido y desdén del Estado, cuando a lo largo de 7 décadas hizo de la Revolución Mexicana su guía doctrinal, su discurso de gobierno y hasta una historia oficial.

El descargo de unos y de otros tal vez sirva de consuelo la siguiente observación, el olvido, el desdén, el ninguneo hacia la Revolución Mexicana no es privativo de los que estamos en este recinto ni del Gobierno Federal. Es únicamente el reflejo de lo que está pasando en el resto del país y entre los mexicanos, un desánimo social generalizado, un deterioro de los valores nacionales y una pérdida del sentido de la grandeza como país, es lo que está en la base de este olvido de estado, que el día de hoy sólo da para una ceremonia burocrática más como cualquier día de cualquier semana, de cualquier año y de cualquier década, de cualquier centenario.

Epicuro lo advirtió hace siglos, el pueblo que olvida las hazañas de su pasado es un pueblo viejo y moribundo hoy, la muerte por olvido de la Revolución empezó hace tiempo, inició con la perversión de la principal bandera de la Revolución Maderista, el Sufragio Efectivo, aún recordamos cuando en nombre de la patria se cometían fraudes electorales, hoy los fraudes electorales son de tercera generación y tienen por objetivo conjurar imaginarios peligros para México.

Se continúo con la cancelación de la principal demanda de la Revolución Zapatista, justicia para el campo, reduciendo esta justicia al reparto de la tierra y dejando de lado las demandas complementarias de educación, tecnología, riego, crédito, comercio y precios justos. Hoy a cien años, el campo está en la peor crisis de su historia, abandonado en la pobreza ya en la miseria. Ese olvido se labró también sobre la marginación de los villistas y su plan de reparto agrario que buscaba crear una amplia clase media rural sobre la que floreciera la agricultura y la ganadería nacional, pero sobre todo y ante todo el olvido que dio muerte a la Revolución Mexicana fue haber convertido a la Constitución de 1917 en poco menos que letra muerta, un millón de muertos y 100 años de lucha fraticida y hemos preferido transfigurarla en lugar de cumplirla, reformarla más de 500 veces antes acatarla en su espíritu original, manosearla antes que ponerla de pie.

Comparto el rechazo y el hastío a una conmemoración retórica, discusiva y demagógica de la Revolución Mexicana, el exceso de palabras y discursos vanos cada 20 de noviembre durante 7 décadas vaciaron de contenido y referente histórico a esta fecha fundacional del país, pero una cosa es el discurso hueco sobre la Revolución Mexicana y otra muy distinta es la realidad rebosante dependiente, deudas y retos reiteradamente incumplidos. Este movimiento presenta al día de hoy, son presentes y desafíos, centenarios que si bien la demagogia afectiva no resuelve, mucho menos lo hará el olvido de estado en el que hoy incurrimos de manera deplorable. Gracias.

-EL C. PRESIDENTE BELTRONES RIVERA: Gracias a usted, señor Senador Monreal sobre su visión a esta Conmemoración.

Se concede ahora el uso de la palabra al Senador Dante Delgado, del Grupo Parlamentario del Partido Convergencia.

-EL C. SENADOR DANTE DELGADO RANNAURO: Señor Presidente, distinguidos diputados y senadores de los Congresos Latinoamericanos que visitan nuestro país para la reunión del Parlatino.

Compañeras y compañeros senadores, México vive uno de los momentos. . .

(Sigue 4ª parte)

. . . . . . . . .. …..compañeras y compañeros senadores:

México vive uno de los momentos más delicados de su historia, la crisis económica, el desempleo, la inseguridad y los poderes fácticos tienen a la república en vilo.

México vive en medio de la perversión política, económica y financiera con graves consecuencias en la seguridad y en la moral pública.

A cien años de la Revolución Mexicana estamos muy lejos de haber honrado sus postulados; nuestra historia del siglo pasado tuvo momentos estelares que apuntaban hacia la plena emancipación del pueblo de México, desde el sólido liderazgo de los revolucionarios hasta los grandes estadistas que tomaron decisiones fundamentales para resolver los problemas nacionales como lo ilustra la determinación que tomó el general Lázaro Cárdenas en 1938 con la Expropiación Petrolera.

En el júbilo de la victoria antes y después del constituyente de Querétaro en 1917, el pueblo consideró que al fin llegaría la justicia laboral a las fábricas y a las minas, que ahora sí sería posible disfrutar del bienestar social y del buen gobierno. Supuso el pueblo triunfante que se convertiría en realidad los planteamientos del anti-reeleccionismo reformar la Ley Electoral, garantizar la libertad de prensa y de enseñanza, mejorar las condiciones de trabajo de los obreros, repartir la tierra y hacer justicia en el campo, proteger al indígena, fomentar grandes y pequeñas industrias nacionales y afianzar las relaciones con los países latinoamericanos.

Eso fue hace 100 años. ¿Dónde está México hoy respecto a aquellos anhelos?

Las expectativas apuntaban hacia una revolución que gestara un régimen político y social democrático, incluyente y participativo.

En el 2000, la alternancia pareció traer nuevos bríos a la inconclusa transición democrática, a diez años del arribo de la derecha al poder la situación del país, lejos de haber mejorado, ha empeorado.

A los gobernantes de hoy, les intimidan los revolucionarios que hicieron mucho con tan poco; no distinguen entre el legado de Francisco I. Madero y el de Venustiano Carranza ni entre la lucha de Emiliano Zapata y de Francisco Villa, los evocan, los usan en su retórica, pero difícilmente vislumbran cómo contribuyeron a la construcción de México, entrampado hoy entre el crimen organizado y el autoritarismo regresivo.

La partidocracia se anticipa como el mayor retroceso que habrá de registrar el acta de defunción de la Revolución Mexicana.

La partidocracia en México está al servicio de los poderes fácticos y de grupo, no tiene vocación de cambio ni de perfeccionamiento de las instituciones que heredó del movimiento armado y de la Constitución de 1917.

Don Daniel Cosío Villegas, pionero en la promoción de un cambio democrático se sorprendería al saber que gracias a la alternancia y a unas reglas del juego político a modo, los poderes fácticos han terminado por repartirse en retazos al Estado Mexicano, y por anular al gobierno.

El anhelo de cambio de los mexicanos, desencantado por la alternancia se encuentra hoy bajo el acecho de intereses conservadores y restaurativos, una derecha antinacional, y un viejo partido con aires de falsa renovación pretenden conservar todo lo que durante décadas han significado ofensas y agravios para el pueblo de México, la exclusión y la desigualdad.

La pretendida imagen de desarrollo, progreso y estabilidad financiera que han querido construir mediáticamente desde Los Pinos nos obliga a recordar de dónde venimos, cuáles han sido las aspiraciones de nuestra sociedad, y sobre qué andamiaje legal e institucional pudimos haber sido en el pasado mediato ejemplo señero para América Latina y para el mundo.

Los datos no mienten, según el Banco Mundial, de 2006 a la fecha, 10 millones de mexicanos se sumaron a los 50 millones que están en situación de pobreza, incluidos los que enfrentan pobreza alimentaria, es decir, hambre.

El rescate de la banca privatizada sigue afectando las finanzas públicas por casi 50 mil millones de pesos anuales, vía el Instituto de Protección al Ahorro (IPAB) que no tiene suficientes recursos para proteger los depósitos y ahorros de los mexicanos.

La banca extranjerizada no apoya el crecimiento de la nación. En cambio, por sus carísimos servicios y sus prácticas especulativas es la fuente más rentable de utilidades para sus matrices en el extranjero.

Los intermediarios financieros no bancarios, como las casas de empeño han terminado por institucionalizar el agio; la pobreza de millones de mexicanos se ha convertido en un gran negocio para ellas, retorciendo toda lógica contable al más puro estilo “Henrom” el gobierno estableció un velo institucional sobre el monto de los verdaderos pasivos y obligaciones del gobierno de la república.

En 2010, oficialmente se pagarán por intereses de la deuda del gobierno federal un monto del orden de 315,000 millones de pesos que constituye casi el doble de lo pagado en 2007.

No obstante su capacidad productiva, México lleva casi seis lustros sin crecer. En 2009, fuimos la economía que más se contrajo en nuestro continente. Al inicio de 2011, tendremos el mismo tamaño económico que teníamos en 2008, serán tres años desperdiciados en producción, y miles de sueños cancelados.

El desempleo cree, la población ocupada en la economía informal aumentó el 28 por ciento, es decir, llegó a 12.4 millones, y todo anticipa que esta situación seguirá agudizándose.

El problema es tan grave como la migración de profesionistas, académicos, intelectuales y mano de obra; 400,000 mexicanos cruzan cada año la frontera hacia los Estados Unidos, país en el que viven ya casi 20 millones de compatriotas…..

(Sigue 5ª. Parte)

… país en el que viven ya casi 20 millones de compatriotas expulsados por la pobreza y la falta de oportunidades en su propia tierra. El abandono de la educación y de la cultura ofrecen resultados públicos patéticos, la “OCDE”, nos ha descalificado educativamente, las universidades públicas declinan por falta de apoyo, en tanto que cientos de miles de jóvenes son rechazados cada año porque no hay espacio ni oportunidades para ellos.

El Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro, ha señalado que son casi siete millones de jóvenes los que ni estudian ni trabajan, cifras que contrastan con las oficiales y que pretenden maquillar la realidad.

Además tenemos casi 35 millones de mexicanos sin educación básica terminada. La impericia técnica, incapacidad y deshonestidad de altos funcionarios de las administraciones panistas han llevado a nuestro país a uno de los más altos déficits en la capacidad de gestión de gobierno y a los más altos índices de corrupción, falta de transparencia, y rendición de cuentas, según señala Transparencia Internacional en su último reporte, no obstante, el gobierno pretende negar que estamos sumidos en una profunda crisis de diversos tipos.

El ánimo social está exhausto frente aun presente cancelado y a un futuro incierto, la percepción social es que el país se nos va de las manos, la situación no tiene paralelo en la historia civil de México, el país registra niveles de confrontación prácticamente en todos los ámbitos de la vida nacional.

Estamos en un patrón predecible de ingobernabilidad, un Estado fallido es preludio de un estallido social. La historia nos enseña que los hombres y las naciones buscan un nuevo camino cuando ven agotadas todas las alternativas, así sucedió con la Revolución Mexicana, o gobernamos y atendemos juntos los reclamos de la sociedad o terminaremos avasallados por un cambio sin nosotros.

-EL C. PRESIDENTE BELTRONES RIVERA: Ruego a la asamblea permita concluir al señor senador, que confío lo haga de manera pronta.

-EL C. SENADOR DANTE DELGADO RANNAURO: Señoras y señores senadores, mientras todos advierten señales de descomposición social y falta de esperanza, invito a todos ustedes a que asumamos con sentido autocrítico esta realidad, a reconocer nuestras fallas, a reconocer que no hemos estado a la altura de las apremiantes demandas nacionales en esta hora tan grave de la vida pública de México, quienes tenemos responsabilidades públicas, económicas o de gobierno, estamos obligados a darle a la sociedad una salida, cierta, pronta, democrática y, sobre todo, eficaz.

Se requiere de una nueva actitud y compromiso de todos nosotros, sin excepción para darle un nuevo rumbo y certeza a la nación. Luchemos contra el México pervertido en lo político, en lo económico, en lo financiero, en la seguridad y en la moral pública.

Desterremos la política pequeña, luchemos por las legítimas causas del pueblo, justicia e igualdad, luchemos por el derecho a la felicidad de nuestro pueblo. Muchas gracias. (Aplausos).

-EL C. PRESIDENTE BELTRONES RIVERA: Gracias, señor senador Dante Delgado. Tiene el uso de la tribuna el senador Jorge Legorreta Ordorica, del grupo parlamentario del Partido Verde Ecologista de México, hasta por ocho minutos, que estoy seguro son suficientes para decir todo lo que piensa en esta conmemoración.

-EL C. SENADOR JORGE LEGORRETA ORDORICA: Gracias, presidente, distinguidos invitados, compañeras y compañeros senadores. El México moderno se gestó después de casi un siglo de encarnizadas luchas entre liberales y conservadores, de la pérdida de la mitad del territorio nacional, de los sucesivos y ruinosos gobiernos de Santa Anna, de la Revolución de Ayutla, de la Guerra de Reforma, de 34 años de un porfiriato que se impuso con terror y autoritarismo, y que se preservó merced a un falso acuerdo de que eso era absolutamente necesario para conservar la paz, el crédito y el progreso material.

Sin embargo, este progreso se obtuvo con la sumisión extranjera, la represión y la destrucción de los partidos de oposición, con la simulación en las reelecciones, la traición a la democracia, y la ausencia de libertades, sobre todo con la miseria y el analfabetismo de más de seis y medio millones de mexicanos, y la explotación de millones de campesinos que dio origen a una de las más violentas guerras civiles del siglo XX.

En el pensamiento contemporáneo se acepta que tanto la Revolución Mexicana, como la rusa de 1917, generaron acontecimientos político, económicos y sociales, de la mayor importancia en este siglo; y ambas revoluciones vinieron a cerrar una era de la historia y abrieron una nueva época para la humanidad.

La Revolución Mexicana constituye el punto “culminante” de un proceso de descomposición de un modelo feudal y ditactorial que coincidió con el momento del máximo desarrollo del capitalismo puro.

A la para habían avanzado los reclamos liberales por alcanzar los ideales democráticos e igualitarios. Así surgió nuestra revolución, encabezada por una clase social visionario en nuestra historia, la naciente burguesía mexicana con personas como los hermanos Flores Magón, Carranza y Obregón, todos inspirados bajo el liderazgo de un personaje adelantado a su tiempo, el noble y honesto Francisco I. Madero, a quien podríamos considerar como un místico y santo de la política a la par de “Gant”.

Poco después predominaría el carácter popular y “reivindicatorio” del movimiento al favorecer la participación masiva del pueblo. Por eso el liderazgo social de figura como Emiliano Zapata y Francisco Villa, así como el avanzado contenido social en la Constitución de 1917.

Esta y la Constitución de “Güímar” en Alemania, representarían a nivel mundial y para orgullo de México el pensamiento social más adelantado de su tiempo.

También debemos de subrayar la naturaleza profundamente nacionalista de nuestro movimiento armado. Recordemos que México había sido agredido, amenazado y saqueado reiteradamente por parte de potencias extranjeras. Estos hechos dejaron en el pueblo mexicano una sólida conciencia nacionalista que se reflejó en la Constitución y en todas las leyes.

Pero el gran legado de nuestro movimiento revolucionario sería el de reordenar toda nuestra economía y a la propia sociedad en una nueva nación con un futuro promisorio.

En su conjunto, los gobiernos emanados de la Revolución impulsaron a nacionalizaciones de nuestras principales riquezas e industrias, como la petrolera, y la de energía eléctrica. Esos logros no deben de ser traicionados por nuestra generación. Su visión y compromiso permitió crear y desarrollar a PEMEX, a las empresas de electricidad, y a un amplio número de instituciones destinadas a impulsar el desarrollo.

Fueron apoyadas ……

(Sigue 6ª. Parte)

...a las empresas de electricidad y a un amplio número de instituciones destinadas a impulsar el desarrollo. Fueron apoyadas infinidad de empresas de capital privado en manos de mexicanos, y bajo este modelo México observó uno de los mayores crecimientos del mundo.

También se creó una avanzada legislación agraria y laboral, se desarrolló un nuevo sistema de educación pública gratuita a todos los niveles y se reestructuró la UNAM, todo iniciado por Vasconcelos, discípulo de Madero.

En materia de salud se instaló una amplia red sanitaria y de centros de salud, hospitales y sistemas de seguridad social que permitieron mejorar la salud de la población y conquistar para México uno de los modelos de seguridad social más avanzados del mundo en las primeras décadas del siglo XX.

Las fuerzas armadas sacrificaron con patriotismo su aspiración al poder y a partir de los gobiernos posrevolucionarios se sumaron al esfuerzo de rediseño nacional sirviendo con honor, honestidad y entrega ejemplar.

A la par que se gestó una fuerte clase obrera y una extensa clase media se consolidó un amplio sistema ejidal que permitió elevar la producción agropecuaria en beneficio de los campesinos.

Todos estos avances fueron haciendo realidad los derechos soñados por la Revolución en materia de salud, educación, vivienda y empleo mejor remunerado. Amplios estratos de la población por fin habían visto elevado su bienestar.

Estas clases despiertas más adelante y con mucho esfuerzo lograron ampliar el régimen democrático con el surgimiento y desarrollo de nuevos partidos políticos. México se hizo un país independiente en el aspecto económico y político y logró un sólido prestigio internacional con una política exterior independiente y humanista.

Por doquier podría advertirse un desarrollo urbano, turístico e industrial del país. Empero, siguen pendientes varias de las grandes metas de nuestra revolución.

A pesar de ser uno de los mayores productores de petróleo y exportadores de una gran diversidad de bienes, de poseer una multimillonaria reserva y un presupuesto de cinco billones de pesos, de tener orgullosamente varias empresas trasnacionales que acaparan increíbles fortunas prevalece un modelo que sojuzga en la pobreza a la mitad de la población.

Los indígenas siguen apartados en las sierras lejos de los beneficios de los modelos adoptados a partir de la Revolución. Y coexisten municipios y habitantes con índices de desarrollo a los que existen en Alemania o Somalia.

Hoy hemos, desafortunadamente, asistido al desmantelamiento complaciente de la planta industria y tecnológica del país, así como al despido de militares, de científicos, técnicos y obreros por la falta de incentivos y estrategias que nos hagan competir con China.

La economía informal está por doquier, padecemos un desempleo que lastima a millones de hogares. Nunca como ahora hemos condenado el futuro de siete millones de jóvenes a quienes se les niega la educación, trabajo y esperanza. Permanecen en el olvido casi 6 millones de analfabetas y 11 millones de indígenas, mientras han sido expulsados del campo infinidad de campesinos por el abandono agropecuario y el incremento desorbitado de las importaciones de alimentos.

Esta es una de las razones profundas de la migración al Norte de millones de mexicanos, y sin duda el mejor abono de cultivo para el floreciente crimen organizado.

Y ahora el mayor compromiso pendiente es el de lograr la plena seguridad de la población cuando presenciamos actos de barbarie, dignos del México bronco del que se quejaba Porfirio Díaz y del que después nos alertó Don Jesús Reyes Heroles.

¿Cómo entonces podremos recuperar el camino de México que nos mostraron nuestros abuelos? ¿Cómo podremos recuperar el crecimiento y legar un mejor país a las nuevas generaciones con el mismo orgullo que lo hicieron nos nuestros ancestros? Pues con el cumplimiento de los postulados de la Revolución y por tanto en la fortaleza y cumplimiento de nuestra Constitución.

Pero aún más, y hasta es tedioso repetir lo que de sentido común a todos se nos ocurre, porque suena hasta trillado, urge un nuevo pacto político como el que surgió de la Revolución entre todas las fuerzas y grupos y que nos permita renovar nuestras instituciones y redistribuir verdaderamente la riqueza del país. Fundar un sistema de desarrollo sustentable, ofrecer salud universal, elevar la educación y desterrar la impunidad y opacidad en las instituciones de seguridad y justicia.

Esto se va a lograr cuando todas las fuerzas y grupos se decidan de una vez por todas a poner su parte, pero a ceder en parte y pensar con patriotismo en México primero. Esto se va a lograr cuando terminemos con el miedo a competir hacia fuera, cuando imitemos a China en lo mejor de su política de exportaciones, cuando nos decidamos a terminar con los inmorales y cuantiosos privilegios fiscales y con el marasmo de nuestro modelo sindical. Cuando hagamos de la innovación tecnológica y de la conservación ecológica una política de Estado, y cuando el país entero sin divisiones se una al esfuerzo de combatir a las fuerzas criminales y oscuras que intentan desestabilizar a México.

Todos estos cambios resultan imprescindibles para honrar la Revolución. Obran entonces, compañeras y compañeros senadores, en consecuencia lógica de nuestro tiempo y superar nuestros actuales rezagos.

Que así sea por el honor de nuestros héroes que dieron su sangre por México. Muchas gracias. (Aplausos)

-EL C. PRESIDENTE BELTRONES RIVERA: Gracias a usted señor Senador Legorreta. Para continuar con el desahogo de esta Sesión Solemne se concede ahora el uso de la palabra al Senador José Guadarrama Márquez, del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática.

-EL C. SENADOR JOSE GUADARRAMA MARQUEZ: Presidente; compañeras y compañeros; amigas y amigos parlamentarios latinoamericanos:

Hay dos maneras de conmemorar un gran acontecimiento histórico: viendo hacia atrás o mirando hacia delante.

Los mexicanos somos descendientes de culturas milenarias, sí, como tales compartidos un pasado de grandeza y heroísmo. Para conquistar sus ansias libertarias nuestro pueblo ha tenido que cabalgar a golpes de sangre a lo largo de la historia y del tiempo y por el legítimo sendero de las revoluciones.

La esencia de nuestros pueblos originarios y la estirpe de las generaciones que han dado forma a la Nación Mexicana constituyen elementos enriquecedores y unificadores que han hecho que nuestros lazos hayan sido siempre más fuertes que nuestras diferencias.

Así lo demuestran los capítulos estelares de nuestra existencia en la lucha contra el colonialismo de las guerras de Independencia y de Reforma, y en los sucesivos combates en contra de la intervención y la dominación extranjeras, al igual que en el proceso revolucionario de 1910.

Con la lucha de Independencia consolidamos nuestra identidad y los perfiles de nuestra nacionalidad, de la Revolución convocada por Madero para garantizar la efectividad del Sufragio y la No Reelección resurgieron los ideales de justicia social en las voces de Zapata, Flores Magón y Villa, entre otros.

El objetivo primordial de Madero era canalizar el descontento social contra Díaz y promover una sucesión pacífica a través de reformas políticas democráticas. En la intención de asegurar la transición y la sustitución de un régimen por otro no figuraba concepción o referencia alguna a una revolución, como la que finalmente estallaría, una revolución desde abajo.

Un movimiento social basado en el campesinado y en el proletariado urbano que no tuvo otra alternativa más que la vía del conflicto armado y que decidió levantarse en contra de las formas más extremas de opresión, represión y explotación derivadas del modelo de desarrollo económico vigente sentando los cimientos de una lucha que se transformó en un verdadero ataque a los fundamentos de la organización capitalista del Estado y de la sociedad.

De esta forma lo que para muchos daba por concluido con el exilio de…

(SIGUE 7ª PARTE)

…y de la sociedad.

De esta forma, lo que para muchos daba por concluido con el exilio de Díaz y la entrada triunfal de Madero a la Ciudad de México, en realidad representaba sólo el inicio del verdadero proceso revolucionario; un proceso que llevó al incipiente reclamo democrático del Plan de San Luis, hasta la lucha profunda por la tierra enunciada en el Plan de Ayala que, en el fondo fue lo que en realidad convocó a las masas que hicieron posible la Constitución del 17 y el surgimiento de esa nueva concepción del Estado y de la sociedad que habría de guiarnos durante la mayor parte del Siglo XX.

A veces con rumbo firme, y en ocasiones a la deriva, pero el proyecto revolucionario fue la síntesis de las ideas y de los personajes que buscaron dar rumbo y certeza a la patria en tiempos de incertidumbre e indefinición.

Carranza y los constitucionalistas, representaron la consagración de la visión de los vencedores, aquellos que supieron retomar e incorporar las demandas más sentidas del pueblo, porque ya entendían el papel que tenían asignadas las masas en el sistema político posrevolucionario.

Ahí concluyó y claudicó la revolución, ahí comenzó a desviarse y a manipularse la energía transformadora. Las cosas no cambiaban, y no cambian por el simple hecho de escribirlas o pensarlas diferente.

Tuvo que aparecer alguien, como Lázaro Cárdenas, para convertir en realidad los anhelos de justicia social y de soberanía nacional. Fue hasta entonces que la preeminencia de la nación sobre la propiedad del suelo y del subsuelo dejó de ser letra muerta, y fue también hasta entonces que nuestro país adquirió una personalidad internacional basada en los principios.

Ahora bien, conmemorar sin reflexionar, resulta estéril y vanal.

La retórica y la gran elocuencia, nunca han devenido en solución para ninguno de nuestros males. Por el contrario, las exaltaciones nacionalistas y la transformación en espectáculo del acontecer histórico, a menudo nos impiden ver y aceptar que, a pesar de los avances naturales el México de hoy dolorosamente aún se parece mucho al México de 1910: desigualdad, pobreza, exclusión, injusticia, concentración de la tierra y de la riqueza, un campo y sus campesinos en franco abandono, medios y relaciones de producción que sólo benefician a unos cuantos, bienes colectivos al servicio de una minoría, esa sería la fotografía más precisa del México contemporáneo. Cien años de distancia, y aún no hemos sido capaces de resolver las grandes cuestiones plantadas por la revolución.

Los grandes problemas nacionales de los que nos hablaba Molina Enríquez, en 1909, aún siguen ahí, afuera, en la ciudad, en los pueblos, en nuestros estados, en la mayoría de nuestros municipios profundamente arraigados.

¿Y nosotros? Varados, perdidos en una disputa por la nación, en una simple y vulgar lucha por el poder político y el disfrute de sus beneficios económicos.

De esta forma, el verdadero tributo que hoy rendimos a los precursores de la revolución mexicana, es el triste espectáculo del que hoy da cuenta el país cien años después, una patria hecha guiñapos; un país inmerso en la violencia, en la desigualdad, en la injusticia, y eso no es todo.

Quienes nos encontramos aquí reunidos, representantes todos de la soberanía popular y del pacto federal, hemos incurrido en la imperdonable falta de tolerar que las instituciones nacionales, incluido el Congreso, nuevamente se encuentren al servicio de una minoría manipuladora, una minoría nacional y transnacional que hoy peligrosamente se ha apoderado de sectores y recursos estratégicos, y que detenta de manera fáctica el verdadero poder en nuestro país.

Pero que nadie se confunda. México no es un Estado fallido, lo que hay en nuestro país es un gobierno fallido y un modelo económico absolutamente incapaz de garantizar las condiciones, los derechos y los satisfactores más elementales para la mayoría de sus habitantes. Ese es el gran tema que debiera ocupar la mayoría de nuestras deliberaciones.

Desde su fundación, al PRD ha hecho suyos los principios y los valores que han dado sustento a los episodios más nobles y relevante de nuestra construcción histórica.

Retomando lo mejor de las luchas del pueblo mexicano, hemos buscado forjar una nación libre, igualitaria, plenamente democrática, republica e independiente en donde existan condiciones elementales de equidad y justicia, que simultáneamente promuevan el desarrollo humano y garanticen el progreso social e individual. Ese es y seguirá siendo nuestro compromiso con la nación.

No tenemos ninguna duda. El Siglo XX fue el siglo de la revolución y también el siglo de la contrarrevolución.

Al paso de los años, la revolución forma parte emblemática de una historia oficial, y se ha transformado en un concepto vacío y en un fondo discursivo muy lejano a la realización de un proyecto de nación concreto.

En este Siglo XXI, México se enfrenta a la necesidad de construir, no sólo un nuevo régimen, sino un nuevo modelo de nación.

Nuestro país necesita reinventarse, necesitamos dar paso a una nueva etapa en nuestro proceso de construcción histórica.

Compañeras y compañeros legisladores:

Es nuestro deber y compromiso trasladar las palabras y el discurso a los hechos. No tenemos alternativa.

Recuperemos las ideas y los principios sociales que dieron origen a la revolución.

A esta generación corresponde concluir la obra y cerrar las heridas abiertas que han delineado la historia del país.

Nuestros problemas persisten, no por la revolución, sino a pesar de la revolución. Por ello, es absolutamente indispensable que entendamos que sin justicia social, la libertad es precaria y quimérica.

El pueblo de México nació peleando contra la opresión hasta mirar cara cara al sol en libertad. Por ello, es nuestra obligación honrar a esas causas y a esos hombres empeñando todos nuestros esfuerzos en la consecución de esos ideales que no se han logrado.

Tenemos un compromiso con México. Por ello, como lo dijera el General Zapata, al rubricar El Plan de Ayala: “El que no tenga miedo, que pase a firmar”. (Aplausos).

-EL C. PRESIDENTE BELTRONES RIVERA: Muchas gracias, señor Senador Guadarrama.

-Pasamos a escuchar la intervención del Senador Heladio Ramírez López, del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional, para posteriormente escuchar la intervención del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional, y terminar esta Sesión Solemne.

(Sigue 8ª parte)

…de escuchar la intervención del grupo parlamentario del Partido Acción Nacional, y terminar esta Sesión Solemne.

-EL C. SENADOR HELADIO RAMIREZ LOPEZ: Señor presidente; respetables invitados; compañeras y compañeros senadores: Vengo a esta tribuna, a rendir homenaje al movimiento político, social y cultural, que en el Siglo XX transformó la vida del país.

Vengo a nombre de la fracción parlamentaria, de un partido que nació como respuesta a una nación que demandaba nuevas formas de hacer política, para encauzar las luchas por el poder.

Cuando México tenía necesidad de reorganizarse políticamente y construir la institucionalidad, que pudiera cumplir los fines de la revolución.

Hace un siglo, el 18 de noviembre, en Puebla, con la resistencia heroica de los hermanos Serdán, al descubrirse la conspiración revolucionaria, se desencadenó la eclosión social de 1910.

No fue un simple movimiento político, como consecuencia del llamado de Francisco I. Madero, por la no reelección o del hartazgo por el carácter despótico y dictatorial del Porfiriato.

El inicio de la Revolución Mexicana, tuvo además otras poderosas razones y causas económicas, sociales e ideológicas.

Era sí, la exigencia de cambios por parte de un pueblo sin derechos políticos; pero también la inconformidad de los obreros, sin derechos laborales; el deterioro de las condiciones de vida de los miles de peones, de analfabetos, que sufrían el abuso como forma cotidiana en las haciendas.

El atropello a la dignidad de los más desposeídos; la corrupción gubernamental, la miseria que cundía en los hogares de los campesinos; pero también el activismo de los intelectuales libertarios.

La paz, el orden, el mátalos en caliente; el se manda y obedece, eran los valores prevalecientes en el régimen de Porfirio Díaz.

Es en este contexto, donde surgió la personalidad vibrante, combativa y romántica, al mismo tiempo, de Ricardo Flores Magón. Él se convirtió en la conciencia, en el ideólogo y agitador social del descontento popular.

El programa del Partido Liberal, el pensamiento político de magonismo y el gesto decidido de Madero, fueron la gran convocatoria para la lucha armada.

En todo el país se multiplicaron los movimientos insurrecciónales en defensa de los derechos conculcados y la tierra arrebatada.

Las innumerables huelgas, ferozmente reprimidas, demostraban la naturaleza del régimen.

Germinó así la conciencia impulsora del gran incendio social, que culminó con el triunfo de una de las revoluciones sociales más dramáticas del Siglo XX en el mundo.

La Constitución surgida de esa revolución, fue el triunfo de las ideas más avanzadas, que fortalecieron los sagrados derechos individuales y propusieron las garantías sociales; las garantías de las clases trabajadoras del país; las garantías de l nación, para consolidar, ampliar y elevar a plenitud, su soberanía y su independencia.

A un siglo de distancia, sus postulados de justicia siguen vigentes; pero nuestra realidad está todavía muy lejos de los anhelos originales.

El programa de la revolución, construyó el México moderno y le dio una nueva concepción a la educación pública. Un sistema de seguridad social, una reforma agraria y una política laboral, al tiempo que la diplomacia mexicana escribía páginas inmortales, bajo los principios de autodeterminación y no intervención.

Nuestra patria sentó las bases de su independencia económica, cuyo más alto emblema sigue siendo, la expropiación petrolera de 1938, llevada a cabo por el Presidente Lázaro Cárdenas.

A 100 años del inicio de esa revolución, es indiscutible que la institucionalidad y el nacionalismo se han debilitado, en la misma medida en que han crecido la desigualdad social y la concentración de la riqueza en unas cuantas manos.

Los precursores, los ideólogos y los combatientes que debatieron en la Asamblea Revolucionaria del 16-17, soñaron un país, donde la democracia y un Estado rector de la economía, impulsara el desarrollo equitativo y justiciero, para los millones de pobres, que escaparan de su miseria; floreciera la justicia social y México pudiera avanzar hacia su plena independencia económica.

Sin embargo, las fuerzas sociales que surgieron a la sombra del Estado revolucionario, asociadas a las clases y empresas de los países hegemónicos, presionaron hasta imponer la política de más libertad para el capital; más facilidades para el libre comercio, menos Estado y más mercado.

Al ceder a esas pretensiones, la esencia de nuestra revolución, no pereció, pero fue debilitada.

Los disparos provinieron de quienes optaron por las recetas de un modelo económico. El neoliberal, que en el mundo mostró muy pronto su agotamiento y su fracaso.

Y en nuestro país, vino a atropellar las estrategias de desarrollo, de una economía mixta orientadas por nuestra Constitución.

El resultado de esa desviación ideológica, ha sido más sufrimiento y más desdichas para la mayoría del pueblo mexicano.

Los indígenas y campesinos, que con su sangre ganaron la batalla contra la dictadura, ahora están perdiendo 100 años después, la batalla contra la pobreza y las injusticias.

Mucha de nuestra juventud, especialmente los ninis, sin opción alguna, son atrapados por el crimen organizado; parafraseando al escritor Eduardo Galeano: “trabajar matando y, sobre todo, trabajar muriendo”

Lo que lastima la conciencia nacional, rompe los lazos de solidaridad, y hace trizas el tejido social comunitario.

Por estas ofensas sociales, nadie puede anticipar, hasta dónde llegará el descontento que permea actualmente a amplios sectores de la sociedad mexicana, como consecuencia del estancamiento de la economía, de la inseguridad pública, de la violencia incontrolada, del desempleo creciente, del incremento del número de pobres y de la incompetencia del gobierno en turno, para hacerle frente a esos retos insoslayables…

(SIGUE 9ª. PARTE)

… y de la incompetencia del gobierno en turno para hacerle frente a esos retos insoslayables.

Por todas partes una misma inquietud, una misma denuncia, un mismo murmullo, un mismo reclamo. La gente exige el cambio de rumbo y nos señala la ruta por donde debe transitar el país, quiere liderazgo y conducción política. No quiere más improvisación ni protagonismos mediáticos; no quiere medidas autoritarias, quiere que los cambios se den en el marco legal y que beneficien a la mayoría de los mexicanos.

Quiere vivir sin miedo en un país donde todos tengan las mismas oportunidades y el estado de derecho sea una realidad cotidiana.

Reclaman una política de largo plazo con visión de estado a partir de cambios profundos y reformas estructurales que hagan viable y posible nuestro desarrollo.

Compañeras y compañeros senadores, a cien años de su inicio podemos discutir los alcances de esta gesta revolucionaria. Pero no podemos regatear, minimizar ni menos ignorar su profundo significado.

La generación de hoy no puede desentenderse del legado de quienes soñaron la instauración de una nueva sociedad, todavía está pendiente por alcanzar la justicia social para los más desposeídos y saldar la cuenta histórica que tenemos con el campo mexicano, con los jornaleros agrícolas, con los pueblos indígenas, con los jubilados y rescatar la esperanza para nuestra juventud.

Nuestro más grande compromiso con Villa, Zapata, Madero, Carranza, Obregón, Calles, Lázaro Cárdenas, debe ser recuperar el mundo que nos allanó la Revolución de 1910.

Esta será, señoras y señores, nuestra mejor ofrenda a los millones de mexicanos decididos que participaron y murieron en la Revolución, todos ellos viven en nosotros. Pues como todos sabemos, la verdadera muerte, después de la muerte, ocurre cuando todos nos han olvidado.

Muchas gracias.

(Aplausos)

-EL C. PRESIDENTE BELTRONES RIVERA: Gracias a usted señor senador Heladio Ramírez. Se concede el uso de la palabra al señor senador Humberto Aguilar Coronado, del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional.

-EL C. SENADOR MARCO HUMBERTO AGUILAR CORONADO: Señor presidente; distinguidos invitados especiales; señoras y señores senadores.

La Revolución había terminado. Pensar en los Cien Años del Inicio de la Revolución Mexicana es mucho más que dirigir una mirada al pasado, es mucho más que recordar fechas y acontecimientos.

Pensar en el Centenario de la Revolución es pensar en nosotros mismos y sorprendernos y admirarnos por lo que fuimos y lo que somos. Es pensar en los tortuosos senderos que hemos recorrido como nación y sobre todo vislumbrar las rutas que se abren para nuestro futuro.

Los historiadores tratan de explicar los momentos definitorios de las naciones, explorando las causas que hicieron posibles los sucesos, intentan encontrar las conexiones que permitieron que en un espacio, en un tiempo y con unos actores, se encontraran en un punto específico y detonaran las grandes transformaciones que le den identidad a un pueblo.

Nuestra Revolución reta incesantemente a todos aquellos que pretender asomarse a su curso. Puso en jaque a muchos de los que las vivieron y mantiene alerta a los estudiosos modernos.

Si tenemos en cuenta que en septiembre de 1910, 36 misiones diplomáticas contemplaron la fastuosidad de la celebración del Centenario de la Independencia y se admiraron del progreso material de la República, no es extraño que se recibiera con sorpresa la noticia del estallido de la Revolución Armada con la profunda sorpresa de que alguien osara levantarse contra Porfirio Díaz.

La mayoría de los gobiernos extranjeros, incluido el de Estados Unidos, por supuesto, reiteraron su confianza al General Díaz porque el movimiento armado había nacido muerto, la Revolución había terminado.

Para muchos el movimiento maderista había terminado con la detención, encarcelamiento de Madero, acusado de conato de rebelión y ultraje a las autoridades. Y la fuga de Madero, la Organización de los antireeleccionistas en Texas, el llamado a las armas para el XX de noviembre contenido en el Plan de San Luis, la suma de los partidarios del Partido Liberal Mexicano encendieron nuevamente la llama, Madero pretendía retomar a México el 19 de noviembre para ponerse al frente del movimiento.

Sin embargo, las fuerzas federales descubrieron a los conspiradores e hicieron fracasar el plan en todo el país, un día como hoy de hace 100 años en Puebla.

El asesinato de Aquiles Serdán a manos de los policías que estaban encargados, a Cabrera y el fracaso inicial del Plan de San Luis, hicieron sentir en el corazón de muchos que la Revolución había terminado. Pero la llama seguía viva tras el azoro y la cautela inicial después del fallido intento.

Y en los últimos días de 1910 y en los primeros meses de 1911, la Revolución maderista cobra auge y surgen los primeros brotes armados en el noroeste y en el sureste del país.

En Morelos la promesa del tercero del Plan de San Luis despertó las ilusiones de los campesinos desposeídos quienes encabezados por Zapata tomaron varias ciudades y sitiaron Cuautla.

El fervor revolucionario prendió en varios estados del país. Pero fue en Chihuahua donde se decidió la suerte de Díaz y de Madero, el ataque conjunto de Pascual Orozco, Villa, José de la Luz Blanco y José Garibaldi, permitió la toma de Ciudad Juárez que significó un asiento para el gobierno de Madero y finalmente la firma del Tratado de Ciudad Juárez que provocó la renuncia y el exilio de Porfirio Díaz.

Para entonces la Revolución había terminado porque había triunfado. Y sin embargo las estipulaciones del tratado de Ciudad Juárez solo sacaron de la escena a Díaz, pero su régimen y los intereses que lo apoyaban seguían vigentes y actuantes en la sociedad.

El interinato de León de la Barra significó un mal disimulado esfuerzo por mantener el estatus quo de la era porfiriana en contra de los anhelos del pueblo que hizo la Revolución.

Y esta atención entre el régimen establecido y las aspiraciones de un futuro mejor, se mantuvo intacta incluso cuando Madero triunfó en las elecciones presidenciales de 1911 y provocó ruptura entre los revolucionarios.

No es difícil imaginar las dificultades que enfrentó Madero para mantener viva la Revolución y cumplir con sus promesas.

Es en ese escenario donde se dan los sucesos de la decena trágica iniciados con los levantamientos de Bernardo Reyes y de Félix Díaz, culminados con la traición de Huerta.

Profunda indignación todavía nos provoca el asesinato de los diputados Mastelín, Monroy, Gurrión, Origel y Serapio Rendón; y por supuesto el cobarde asesinato del senador Belisario Domínguez por atreverse a exigir la restauración del régimen constitucional.

La Revolución había terminado.

La etapa armada presenta muchos finales anticipados para una causa que sigue hasta nuestros días perfectamente viva, sin duda la…

(Sigue 10ª parte)

. . . presenta muchos finales anticipados para una causa que sigue hasta nuestros días perfectamente viva, sin duda la construcción de una patria exige muertes crueles y prematuras, así cayeron Serdán, Madero, Villa, Pino Suárez, Belisario Domínguez, Carranza y Zapata, así cayeron también millones de mexicanos dispuestos a cambiar su sangre por una patria mejor para sus hijos, hombres y mujeres valientes y arrojados que comprendieron cuál era su papel en la historia y cuál era su misión en la vida, y que supieron sin dejarse vencer por dudas y temores que vivían en el momento histórico propicio para construirlo.

Vista en perspectiva y en la magnífica conmemoración de su Centenario, la Revolución Mexicana significa el encuentro de una sociedad madura para el cambio y de causas y banderas con la fuerza suficiente para ser motor de ese cambio.

Las grandes demandas de la sociedad mexicana de principios del siglo XX, tenían que ver con la desigualdad y la injusticia en que vivían los grandes sectores de la población, las grandes demandas de hoy tienen que ver por abonar precisamente en el esfuerzo de tantos y tantos hombres que durante este centenario han aportado, porque México sea cada día mejor.

Además de las demandas sociales, la revolución hizo suyas las demandas políticas más sentidas de la sociedad entre las que sin duda destacan las de una democracia efectiva y una auténtica representación política, demandas recogidas por madero en su lucha por el sufragio efectivo, en sus esfuerzos y reflexiones para aterrizar en México, un país en el que la soberanía recibiera originaria y efectivamente en el pueblo y en el que éste contara con la herramienta más importante para su ejercicio, el voto libre y secreto.

Desde luego los problemas de hoy son distintos, o por decirlo mejor, tienen distintos matices, pero no hay duda de que en nuestro campo todavía hay pobreza, de que conseguir o mantener un trabajo es de los primeros asuntos que pasan por la mente de otros tantos, de que una democracia y un estado efectivo son el reclamo de todos aquellos que anhelan una vida segura, productiva y participativa.

Por eso estoy convencido que la Revolución no ha terminado, de que en estos primeros 100 años del México revolucionario, más allá de las soluciones que se han propuesto en cada momento histórico, lo fundamental es que entendamos que la agenda de causas y anhelos sigue vigente y que la responsabilidad de los nuevos actores políticos es la de diseñar nuevas soluciones, la de repensar los problemas sin atavismos ni falsas deferencias al pasado para hacer capaces de proyectar a México hacia el futuro. Ya no hay temas tabús ni temas intocables, una Revolución viva y actuante no puede darse el lujo de convertirse en reaccionaria y mucho menos en conservadora, pues ello sería convertirla en su propio asesino.

Ningún tema puede quedar exento de revisión, ni la reelección legislativa, si con ella mejoramos la calidad de la representación política y fomentamos la participación ciudadana, ni la propiedad del estado sobre los recursos naturales si queremos detonar inversiones y empleo en el contexto de la economía global, ni los derechos laborales, ni la propiedad de la tierra, ni las características de nuestro propio sistema de gobierno. Con esa mirada debemos enfrentar, desde los valores nacionalistas de la revolución los retos modernos como los efectos del calentamiento global, la mundialización de la delincuencia, los nuevos problemas de salud y los nuevos equilibrios entre las naciones.

La Revolución no terminó con la muerte de sus héroes, no terminó con la construcción de sus primeras instituciones, la Revolución termina y muere, pierde la vida y deja de actuar si los responsables de la conducción política del país pierden de vista las causas, pierden de vista a los ciudadanos y pierden de vista el futuro.

Hoy es un gran día para recordar que esos responsables de la coordinación política del país somos nosotros, la Revolución no ha terminado.

Muchas gracias. (Aplausos)

-EL C. PRESIDENTE BELTRONES RIVERA: Señores Legisladores, con esta intervención concluimos las consideradas en el programa de acuerdo que aprobamos el 11 de noviembre pasado.

Señores visitantes, amigos legisladores de nuestra América, de nuestra Iberoamérica, han escuchado ustedes las voces de las fracciones parlamentarias que conforman una Asamblea Plural, ustedes como parlamentaros conocen y han sido testigos de que las vigorosas deliberaciones al interior de un órgano colegiado como este son justificación de su naturaleza.

Al respecto es importante destacar que en el caso del Senado Mexicano ningún grupo parlamentario por sí mismo constituye mayoría absoluta, por lo que los acuerdos plenarios requieren el necesario consenso para su aprobación, lo que da mayor legitimidad a las resoluciones que asume.

Convivencia respetuosa y búsqueda de acuerdos en nuestra rica pluralidad ha sido nuestra principal fortaleza, gracias por haber estado aquí.

Concluimos con esta Sesión Solemne, cerrando la sesión en este momento e invitando a todos los presentes ponernos de pie para entonar nuestro Himno Nacional. (Todos de pie)

(Se entona el Himno Nacional)

-EL C. PRESIDENTE BELTRONES RIVERA: Muchas Gracias.

-EL C. PRESIDENTE FRANCISCO AGUSTIN ARROYO VIEYRA: Agradecemos la presencia en esta Sesión Solemne de nuestros distinguidos Invitados.

La Comisión designada se servirá acompañarlos hasta la puerta del Recinto.

Se cierra la Sesión Solemne y se solicita a los Señores Senadores y Señoras Senadoras, permanecer en sus lugares para iniciar nuestra Sesión Ordinaria de este día.

Se levantó la sesión a las 12:58 horas.

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