Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Versión estenográfica de la Conferencia Magistral “Retos y Perspectivas de las Relaciones Hemisféricas” por el doctor José Miguel Insulza Salinas, Secretario General de la Organización de Estados Americanos, en el marco del Foro “México en el Mundo: Diagnóstico y Perspectivas de las Relaciones Internacionales”, celebrado en el Patio Central de la sede de Xicoténcatl.

PRESENTADOR: Ahora, continuamos con la Conferencia Magistral: Retos y Perspectivas de las Relaciones Hemisféricas.
Nos acompaña para presentar y moderar esta Conferencia Magistral, el senador Luis Sánchez Jiménez, Vicepresidente de la Mesa Directiva del Senado de la República.
El senador Jiménez Sánchez, ha sido diputado federal durante la LX Legislatura.
También fue presidente municipal de Ciudad Nezahualcóyotl, en el Estado de México.
Fue tesorero municipal del municipio de Nezahualcóyotl y funcionario de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social en el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos.
Ha sido delegado de la zona norte del municipio de Nezahualcóyotl, en el Estado de México.
También fue presidente del Partido de la Revolución Democrática en el Estado de México y es integrante de la Comisión Política Nacional de este mismo Instituto.
Le damos la bienvenida. Muchas gracias.
SENADOR LUIS SÁNCHEZ JIMÉNEZ: Muchas gracias. Buenas tardes a todas y todos.
Es una hora difícil pero vemos que hay una excelente asistencia.
Retos y Perspectivas de las Relaciones Hemisféricas, es el tema que nos trae aquí.
Y quiero decirles que es un esfuerzo que se hace en el Senado de la República por estar coadyuvando con las relaciones internacionales, estar conociendo cómo van en algunos momentos sugiriendo también lo que haya que hacer en esta materia de relaciones multilaterales.
En este caso, y es el momento muy importante para nosotros, con la presencia del doctor José Miguel Insulza, Secretario General de la Organización de Estados Americanos.
Y quiero saludar también aquí al senador Juan Carlos Romero Hicks, Presidente de la Comisión de Educación, que nos acompaña, y por supuesto también agradezco a quienes del Cuerpo Diplomático nos acompañan.
Voy a leer la semblanza de nuestro invitado especial:
José Miguel Insulza Salinas, nació el 2 de junio de 1943, en Santiago, en Chile.
Es abogado por la Universidad de Chile y cuenta con un Master of Arts de Ciencias Políticas.
Realizó estudios de posgrado en la facultad latinoamericana de ciencias sociales, FLACSO, y en la Universidad de Michigan, en los Estados Unidos.
Ha sido profesor en la Universidad de Chile y en la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Miguel Insulza se inició en la política de las filas del Partido Democracia Cristiana como dirigente universitario, pero dejó ese partido para crear, junto con otros jóvenes, el Movimiento de Acción Popular Unitaria, conocido como MAPU, que apoyó en 1970 la candidatura presidencial de Salvador Allende.
Tras el golpe de estado en 1973, se exilió y vivió en Italia desde 1974 y hasta 1980, cuando se trasladó a México donde fue investigador y director del Instituto de Estudios de Estados Unidos, del Centro de Investigación y Docencia Económica, del CIDE.
Paralelamente fue catedrático en las universidades Nacional Autónoma de México, e Iberoamericana, y en el Instituto de Estudios Diplomáticos Matías Romero.
Tras el retorno de la democracia en Chile, se incorporó al gobierno del Presidente Patricio Aylwin, en 1990 al 94, en un cargo técnico en el Ministerio de Relaciones Exteriores, cartera de la cual fue titular en la siguiente administración del mandatario Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Esto fue de 1994 al año 2000.
En el lustro que sirvió como Canciller de Chile, José Miguel Insulza llevó a cabo una intensa labor diplomática que estuvo centrada en la integración comercial de Chile con una perspectiva regional e internacional muy abierta.
En este terreno destacaron hitos como el ingreso de Chile al Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico, la APEC, el 15 de noviembre de 1994, los tratados de libre comercio bilaterales con Canadá, el 5 de diciembre de 1996; y con México, el 17 de abril de 1998; y la aproximación también al Mercado Común del Sur, el MERCOSUR de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, bloque con el que el 25 de junio de 1996 se adoptó un acuerdo de complementación económica, con vistas a crear un área de libre comercio Chile-MECOSUR.
El 22 de junio de 1999, asumió como ministro Secretario General de la Presidencia. En marzo del 2000, bajo la presidencia de Ricardo Lagos, fue nombrado ministro del Interior y, como tal, ejerció el cargo de vicepresidente de la República.
Cuando dejó su cargo, en mayo de 2005, Insulza había ejercido funciones a nivel ministerial por más de una década, el mayor periodo continuo para un ministro en la historia chilena.
El 2 de mayo del 2005, Insulza logró más de los 18 votos necesarios para ser elegido como nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos. El 26 de mayo del 2005, Insulza tomó posesión como el noveno secretario general y el segundo de ese país, de Chile, después de Carlos Gregorio Dávila Espinoza, que fue elegido en 1954 y falleció en el cargo, teniendo el cargo, en 1955.
Tenemos, pues, un gran conocedor del tema, gran conocedor de México y alguien muy querido en México.
Vamos a darle la palabra. Gracias.
DOCTOR JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS: Muchas gracias por esta introducción.
Señor Canciller, señores y señoras embajadores, estimado amigo Ricardo Núñez, embajador de Chile en México; estimados amigos, Héctor Villalobos, que dirige un organismo hermano de la OEA, el Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola; a todos los participantes en este Seminario.
Es muy grato estar aquí compartiendo con ustedes este gran desafío de discutir –el embajador de México en Chile también está, por cierto– la política exterior o las relaciones hemisféricas; las relaciones, yo diría, de los países de América Latina y el Caribe, en un mundo tan complejo como el que vivimos hoy. Creo que esta es una gran iniciativa y estoy seguro que de ella surgirán muy importantes conclusiones.
Hace unos pocos meses apenas, el mundo celebró el 25 aniversario del fin de la Guerra Fría. Con la caída del Muro de Berlín, concluyó una era y se inició otra ya no marcada por el conflicto este-oeste, aunque aún jalonada de profundas incertidumbres.
A pesar de no saber muy bien qué nos deparaba el futuro, los pronósticos eran de gran optimismo. Muchos analistas de la realidad internacional que habían puesto la confrontación bipolar al centro de sus explicaciones, ya habían comenzado desde antes de 1989 a percibir una naciente confrontación entre las grandes economías del mundo desarrollado.
Y ahora virarían a predecir el futuro del sistema internacional, como uno de competencia económica, en que el enfrentamiento bélico era reemplazado por la competencia pacífica, por mayores espacios económicos, combatida con las armas de la capacidad financiera y el predominio tecnológico.
Este era en realidad el concepto del fin de la historia, la historia entendida como la historia sucesiva de guerras y hegemonías que habían caracterizado no sólo a las tres décadas anteriores; sino los cinco siglos transcurridos desde los grandes descubrimientos y la formación de los grandes imperios.
Pero el pronóstico tan optimista formulado, hizo agua muy rápidamente. Apenas dos años después de la caída del muro, la Guerra del Golfo nos recordó que los conflictos convencionales del periodo anterior no habían tenido como escenario la línea divisoria entre oriente y occidente, donde la disuasión había operado perfectamente, sino en escenarios mucho más remotos, entre países y con participación de fuerzas irregulares, todo generado por causas nacionales o regionales que permanecían intactas después del supuesto cambio de era estratégico.
Es verdad que muchos de esos conflictos de baja intensidad habían contado con el apoyo de las grandes potencias, pero el simplismo de pensar que ellos eran generados solamente por la confrontación ideológica y, por consiguiente desaparecerían con ella, demostró ser un grave error. Al contrario, desaparecidas las zonas de influencia, esos conflictos podían salirse de control con más facilidad que antes.
Las guerras locales aumentaron y la posibilidad de los países grandes, incluso de la única potencia global restante de ejercer la hegemonía de manera efectiva, disminuyó a pesar de los éxitos iniciales de la primera Guerra del Golfo y en los Balcanes.
Aunque de vez en cuanto –como diría nuestro recordado Carlos Rico– la tentación hegemónica se hiciera presente en la Segunda Guerra del Golfo, por ejemplo, la capacidad hegemónica e incluso una verdadera voluntad hegemónica son hoy menores que en la Guerra Fría.
Pero la Guerra Fría también nos legó algo que muchos de sus analistas tardíos habían desdeñado.
El Sistema Internacional desvencijado y todo, siguió existiendo y a falta de hegemonías claras, se ha mantenido y hasta fortalecido en una de sus características centrales: La conformación de ese sistema por estados nacionales, con sus propios objetivos y defensores antes que nada de su interés nacional.
En un mundo incierto en realidad, el mayor interés de todos debería ser la preservación del orden global, pero si ese mundo está constituido por estados nacionales, lo que prima en realidad, en la realidad más que en la retórica, es el interés nacional y la suma de los intereses muchas veces contrapuestos de países y regiones no da como resultado necesariamente un orden mundial.
En otras palabras, el pronóstico de un mundo manejado por las grandes multinacionales y los propietarios del capital en que los estados nacionales jugarían un papel cada vez más secundario ha estado lejos de cumplirse. No es que el peso económico de esas entidades no jueguen un papel sustantivo al interior de los estados en que se radica; no es que no existan nuevos actores dotados de peso e influencia, como lo es, por ejemplo, la sociedad civil organizada, presente de manera creciente en la asociación internacional.
Pero la centralidad del Estado sigue siendo dominante, aunque mediatizada naturalmente por la globalización y la fuerza relativa que cada país tiene. Y el predominio de interés nacional por sobre los intereses o los valores proclamados del sistema, es ostensible.
Ahora, en realidad cuando hablamos de actores nos referimos a los grandes países o a los bloques económicos y políticos que hoy predominan en la escena global. Todo el Estado nacional tiene sus intereses, aunque muchos no lo hayan definido con claridad, pero no todos tienen la posibilidad de expresarlo, ni mucho menos hacerlo valer por su propia cuenta en el escenario mundial.
La política internacional está condicionada por quienes tienen los recursos, por poderes regionales o globales nuevos y viejos que apuntan a proteger sus propios intereses por sobre los del sistema en su conjunto y a buscar alianzas que le permitan hacerlo al menor costo posible.
Los países intermedios, como la mayor parte los de esta región, los que requieren del Sistema Internacional para Supervivencia y Desarrollo, pero no tienen la fuerza para influir en él por sí solos, deben buscar hacerlo por medio de las alianzas o de los recursos que le proporciona el multilateralismo.
A raíz de estas realidad –inesperadas para muchos 25 años atrás– muchos autores han sostenido –lo recordaba el Canciller Meade esta mañana– han sostenido contra los pronósticos alegres de la postguerra fría, que la geopolítica está de vuelta en las políticas y cálculos de los estados nacionales.
La situación en Europa Central, por lo demás recientemente desarrollada, es clave para sostener esas afirmaciones. El avance de la OTAN en Europa, la respuesta de Rusia con la anexión de Crimea y el subsecuente conflicto en Ucrania, reviven ni más ni menos que la pugna por el centro de Europa que está en toda la historia de la geopolítica y de los orígenes de la Primera Guerra Mundial.
Pero efectivamente hay otros grandes temas que hoy ocupan la política global y tienen también un contenido geopolítico. En ella se confrontan intereses nacionales contrapuestos, sean de los países que ocupan los territorios, sean de potencias externas que ven en ellos una posibilidad de acrecentar sus recursos.
La atención se centra en el Medio Oriente, donde la violencia de Irak y Siria parece interminable, con la aparición de un actor aún más violento y el conflicto se mantiene en gaza y Palestina, avanza en Yemen, subsiste el cuerno de África; Afganistán, Somalia, Mali, Sudan del Sur, República Centroafricana, mantienen la imagen de conflicto que llevan desde prácticamente por toda una década.
En casi todos estos países además la acción de terrorismo es cotidiana y fenómenos como Isis en Irak y Siria, el talibán en Paquistán y Afganistán; Al Qaeda en la península árabe y Boko Haram en Nigeria, le confieren a este terrorismo una dimensión territorial que ante son tenía.
En la última reunión del Foro Económico Mundial, que es el símbolo mayor de la globalización económica, los temas geopolíticos y los conflictos ocuparon el centro del escenario, a pesar de la preocupación aún vigente sobre la recuperación de la economía mundial.
Sin embargo, la alarma coyuntural no debe apartarnos de la realidad principal y es que vivimos, desde hace varias décadas, en un mundo muy distinto del que existía 25 años atrás, principalmente marcado por el impresionante avance tecnológico que ha cambiado las formas productivas y la vida cotidiana de miles de millones de seres humanos, haciendo de la globalización un proceso irreversible que nos abarca a todos.
Hemos hablado, al comenzar esta conferencia, del Muro de Berlín. El nacimiento de la primera red interconectada que hoy llamamos internet, se produce en noviembre de 1989, en el mes siguiente a la caída del Muro de Berlín.
En mundo nuevo que nace es mucho más global en todos sus aspectos, aunque también más desafiante, porque a la globalización económica y a las comunicaciones se une el surgimiento de amenazas y problemas que no percibíamos.
Vivimos la globalización que se pronosticaba hace 25 años, pero sus efectos no son percibidos o son percibidos negativamente en muchos lugares de la tierra, lo cual detona entonces nuestra era más conflictiva de lo que entonces se imaginó.
La comunicación, el auge de la nueva comunicación permite a los seres humanos conocer más los problemas y limitaciones que vienen. Es verdad que la pobreza ha disminuido, pero hoy se ve mucho más en la televisión y en los medios de comunicación que lo que se veía hace apenas dos décadas atrás.
Esta es la realidad en la cual debemos hacer política internacional. El marco en que debemos ubicar los desafíos de nuestro hemisferio y especialmente de los países de América Latina y el Caribe en los próximos años…
Hago esta distinción inicial porque más allá de la existencia de numerosos temas vitales que abarcan a la totalidad del hemisferio, en el plano estratégico o en el área estratégica existen planos distintos.
Mientras Estados Unidos ha estado de manera predominante en la mayor parte de los focos de conflicto que hemos mencionado y Canadá como miembro de la OTAN ha jugado también un papel en varios de ellos, los países de América Latina y el Caribe han estado al margen y afortunadamente esos conflictos no han llegado a sus fronteras.
Eso da a nuestra Región una ventaja especial que todos queremos preservar, aunque la miremos desde una perspectiva en el norte y en el sur.
Nos une el interés común de evitar que el Hemisferio Occidental sea alcanzado por las guerras y los conflictos que afectan a otras regiones del mundo.
En realidad la Región del mundo que ha estado más ausente de los grandes conflictos que hoy caracterizan la realidad internacional, es la de América Latina y el Caribe.
Las razones de ello son variadas. La más obvia –casi no la digo por obvia- es la enorme distancia que nos separa de los escenarios de crisis. Hace algunos años se escribió en un trabajo que lo mejor para América Latina era que los “hots points”, -los puntos calientes-, que eran calificados en Washington como prioridades de política, nos quedaban a más de 10 mil kilómetros de distancia el que estaba más cerca.
Hay muchas otras razones pero quiero agregar solamente dos:
Primero. Que hace muchos años que no existen conflictos grandes entre estados latinoamericanos.
Nuestras fronteras siguen siendo más o menos las mismas de hace un siglo.
Más allá de problemas menores hemos mantenido la paz entre nosotros.
Y cuando hay un problema el escenario de la Corte internacional de Justicia y no un enfrentamiento armado.
Somos de lejos el Continente que ha tenido menos conflictos armados y de lejos también el Continente que más ha usado la Corte Internacional de Justicia.
La guerra del Atlántico Sur fue la única excepción en los últimos años, pero tuvo como protagonista una potencia europea contar uno de nuestros países en torno a un resabio colonial.
Una segunda razón es que más allá de las críticas que a muchos les merecen sus debilidades, los estados nacionales de América Latina estaban todos ya configurados hace más de un siglo y no han existido grandes cambios en esa realidad.
Puede ser paradójico que cuando muchos hablan de la debilidad de nuestros estados, llevan esta mención. Pero la verdad es que por muchos problemas que ellos tengan, representan jurídica y políticamente a naciones que todas existían al concluir la Guerra Mundial y han estado exentas de los vacíos y turbaciones que caracterizan el surgimiento de nuevas naciones en el Siglo XX.
Naciones Unidas fue fundada por 57 estados, de los cuales 19 eran países de América Latina y el Caribe. Es decir, un tercio exacto.
Hoy día existen 192 estados en el mundo, lo cual quiere decir que alrededor de 140 – 150 han sido creados después de la fundación de Naciones Unidas.
América Latina, con el más reciente agregado de las naciones anglo balantes del Caribe, ha sido po9r lo tanto una zona del desarrollo del multilateralismo.
América Latina y el Caribe tienen además importantes fortalezas que les permiten aspirar a un mayor papel en la escena mundial. Aunque también tienen debilidades que vamos a examinar más adelante.
Nuestras riquezas naturales son una de esas fortalezas. Somos un Continente superavitario en alimentos y en energía, y tenemos las mayores reservas de agua potable del mundo.
En la década reciente se ha incrementado nuestra estabilidad política y hemos tenido mejor crecimiento económico en términos generales.
Muy pocos países de nuestra Región son caracterizados aún como pobres, aunque la distribución del ingreso haga que quieren aún muchos pobres en estos países de desarrollo mediano.
Pero en la era de la globalización necesitamos abrirnos más al mundo. Tenemos aún una inserción internacional insuficiente, lo cual unido a las debilidades de nuestra propia integración nos hace perder competitividad.
Por cierto, una mayor inserción en la realidad global, como la que requerimos, trae consigo riesgos que hasta ahora hemos evitado.
El desafío entonces es alcanzar presencia y responsabilidad mucho mayores en el escenario internacional como región, evitando a la vez vernos arrastrados a conflictos similares a los que se viven en otras regiones del mundo.
Esto significa definir claramente nuestros intereses y por ende nuestras prioridades nacionales en la política exterior.
¿Cuáles son los desafíos de política exterior que se presentan ante nosotros? Y ¿En qué marco institucional nos movemos para cada una de estas prioridades? Son preguntas que aún se deben responder.
En cuanto a las prioridades, me gustaría agrupar algunos temas –no se pueden agrupar todos ellos– en cuatro grandes áreas:
Primero, nuestra política regional debe consolidar la región como un Continente de paz. Ello supone, primero, concluir los conflictos que aún subsisten; hablo por cierto, en primer lugar, de la guerra interna que ha afectado a Colombia. Toda América mira con esperanza el avance de ese proceso de paz.
Asimismo, el reciente anuncio de renovación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, abre paso a un proceso de normalización que todos los países del Hemisferio hemos auspiciado por décadas y eliminaría, de culminar exitosamente, un foco de tensión innecesaria que heredamos de la Guerra Fría.
Como ustedes bien saben, en la Organización de Estados Americanos toda sanción en contra de Cuba fue levantada ya hace seis años.
b) Fortalecer y otorgar plena vigencia a los instrumentos con que ya contamos, especialmente el Tratado de Tlatelolco. Los acuerdos sobre limitación de armamentos y hacer realidad el compromiso de la CELAC de 2014, de convertir a América Latina y el Caribe en una zona de paz.
c) Actuar de consuno a los escenarios multilaterales para promover y aportar a los intentos de pacificación de Naciones Unidas y otras organizaciones. Ello supone reforzar también nuestra participación en misiones de paz.
Supone también, por cierto, enfrentar unidos el mayor desafío que tenemos para nuestra paz interna, que es reducir sustantivamente la violencia interna en nuestros países, que aunque no tengan conflictos armados, ocupan los primeros lugares en muertes violentas en el mundo.
No seremos creíbles como región de paz, si en un país de América Central mueren al día, por violencia, el doble de los seres humanos que en Irak y en Siria.
Segundo objetivo o nuestra segunda prioridad: Nuestra política regional debe apuntar a fortalecer los procesos de integración y a vincularlos entre sí.
Desde este punto de vista, la realidad de nuestro Continente es una de regiones, no una totalidad. Existen diversos esquemas de integración, y aunque a veces nos parezcan abigarrados, debemos fortalecer su acción y buscar coordinaciones entre ellos: el Caricom, el SICA, el Mercosur, la Comunidad Andina, la Alianza del Pacífico, Mesoamérica, la Unasur.
Son proyectos a veces superpuestos y que parten, muchas veces, de propuestas distintas; pero nunca debemos tratarlos como contradictorios. Mientras promuevan el mejor entendimiento entre nuestras naciones y sirvan para aumentar el comercio y el intercambio entre ellas.
Si entendemos que nuestros intereses nacionales o regionales se definen en escenarios múltiples, debemos aceptar esa realidad y asegurarnos de que ella no genere competencia ni conflictividad.
Tercera prioridad: Nuestra región debe seguir abriéndose al mundo y mantener también plenamente vigente su condición hemisférica. A pretexto de la integración, no debemos rechazar ni desperdiciar la oportunidad de vincularnos con otros actores, antiguos y nuevos, en la realidad económica mundial.
Europa, el Asia-Pacífico y América del Norte son el 85 por ciento del total del comercio mundial. La política que muchos países siguen de buscar con ellos acuerdos comerciales y de inversión, no sólo es conveniente; es indispensable para que puedan crecer en un contexto global de comercio libre, flujo de inversiones y formación de cadenas de valor que aumenten nuestra competitividad.
La mirada hacia otras regiones, hacia el Asia-Pacífico, hacia Europa, que ha sido mencionada tantas veces en los últimos meses; es la gran novedad, pero no debe llevarnos a pensar por razones ideológicas que ello sirva para restarle importancia a la relación hemisférica entre América Latina, el Caribe, Estados Unidos y Canadá.
Este hemisferio llega ya a los mil millones de habitantes, la tercera parte de ellos vive en América del Norte. El 75 por ciento del producto geográfico bruto de América Latina y el Caribe, del hemisferio americano, se genera en América del Norte.
Estamos vinculados entre nosotros por un comercio mucho más equilibrado que el que existe en otras regiones, con fuentes de energía y recursos naturales inmensos, con crecientes lazos humanos y culturales producto de una acelerada migración, sobre todo del sur hacia el norte.
Sería absurdo pretender una mayor inserción global, sin seguir desarrollando una relación madura con la principal potencia de nuestro hemisferio, que es bastante más del 20 por ciento de la economía mundial.
Al contrario, más que alentar el ingenuo sueño de sustituir la relación hemisférica, debemos fortalecerla en base a los lazos de comercio, inversión, migración, seguridad, a los valores de democracia, libertad y defensa de los derechos humanos que compartimos y en base a la institucionalidad que nos hemos dado hace décadas en la organización de Estados Americanos, el Banco Interamericano de Desarrollo, la cumbre de las Américas y las demás instituciones del Sistema Interamericano.
Cuarto. Nuestra región debe proteger sus recursos naturales y compartirlos de manera racional para beneficio de todos nuestros pueblos.
No somos el continente del mundo más afectado por el deterioro ambiental, pero sí somos el que se deteriora más rápidamente con los efectos conocidos en materia de cambio climático, de deforestación, de deterior de la infraestructura de nuestras ciudades, etcétera.
Al mismo tiempo, la enorme riqueza y diversidad de nuestra naturaleza y la explotación racional que se requiere de estos recursos, nos impone desafíos enormes.
Las definiciones políticas, objetivos, metas y límites que se fijen para los grandes temas del desarrollo sustentable, son prioritarias para nuestra política exterior.
Quinto, y por último, un tema que no es propiamente de la política exterior, pero es indispensable para la política exterior, es el fortalecer nuestros estados nacionales como condición indispensable de nuestro desarrollo y de nuestra mayor protección internacional.
Nuestros estados son todavía pequeños comparativamente con la mayor parte de los países del mundo. Su participación en el producto geográfico bruto de nuestros países no les permite cumplir adecuadamente con las muchas demandas que sus habitantes le formulan. Tienen al menos, hoy día, compartimos al menos hoy día, tres grandes áreas de problemas, con los cuales yo quisiera concluir:
Primero: Ya lo había mencionado de la violencia, de la delincuencia, de la criminalidad.
Segundo: La desigualdad. No somos –como lo dijo alguna vez el presidente Fernando Enrique Cardoso– no somos ni muchos ni con mucho la región más pobre del mundo, pero somos la más injusta del mundo. Resolver esos problemas significa fortalecer la nacionalidad. Nuestros ciudadanos de hoy en el mundo de hoy no están disponibles para una afirmación de nacionalidad que no contemple la satisfacción de sus necesidades fundamentales.
Y, tercero: Tenemos graves problemas de división interna, de polarización interna.
Un proyecto nacional, una propuesta nacional, unos objetivos nacionales, significan consensos mínimos al interior de las sociedades que buscan proyectarse al mundo. Proyectarnos al mundo dividido, fracturados como ocurre hoy en muchas naciones de nuestras América no es ciertamente la mejor condición para, a pesar los acontecimientos internacionales, como queremos y como es indispensable lograrlo.
Yo espero sinceramente que esta conferencia vaya mucho más allá de las pocas cosas que puedo yo decir acá y que sirva para que nuestros países orienten su política internacional de la manera que lo requieren para el momento actual.
Muchas gracias.
SENADOR LUIS SÁNCHEZ JIMÉNEZ: Muchas gracias, doctor José Miguel Insulza.
Tenemos presencia de estudiantes de diversas universidades que nos acompañan, y quiero también saludar la presencia del embajador Otto Granados Roldan, embajador de México en Chile. Embajador.
Embajadora Socorro Flores, directora general de Organismos y Mecanismos Regionales. Bienvenida, embajadora.
También contamos con la presencia del Embajador Francisco Suárez Dávila, Embajador de México en Canadá, y del Embajador Alfredo Pérez Bravo. Señor embajador, bienvenido.
Vamos a dar paso a intervenciones de los asistentes, las asistentes, si alguien tiene una participación, con gusto y aquí nuestro invitado nos dará respuesta.
MARÍA MAGDALENA GONZÁLEZ Y ÁLVAREZ: Es un honor haber oído su conferencia. Mi nombre es María Magdalena González y Álvarez, soy autora de un himno mundial junto con mi hermano y de una constitución mundial, la cual le traigo copia de dichos documentos.
He sido autodidacta puesto que la carrera de Administración, Contabilidad, Derecho, Economía, no existe. Por eso es que cuando pienso que los problemas de nuestro mandatario se reflejan en todo el mundo, porque todos los mandatarios están pasando por lo mismo, es precisamente por la forma en la que se está dando a conocer la política a nivel mundial, que deja mucho que desear y que está creando la mayor pobreza en todo el mundo.
Quisiera de alguna manera resolver ese problema que tanto le aqueja a usted y hoy en la mañana que hablé con el de Relaciones Internacionales, me dijo que hablara con usted de la OEA y me dijo que me pusiera en contacto con usted y sin querer tocó que fuera en este momento.
Fue Salvador Musalem el que me recomendó que hablara con usted personalmente y tuve la suerte en este momento de que me tocara su conferencia magistral y me daría mucho gusto poderle dar copia de esos documentos para que usted pusiera saber cómo es posible que la Constitución pueda tener o se base en la administración.
Mi hermano tiene el interés de hacer una sede internacional de embajadas en México y precisamente traemos aquí el oficio del Presidente de la República, que nos quedó de contestar en quince días.
INTERVENCIÓN: Hemos recibido la comunicación del Presidente de la República mediante la cual nos apoya para denominar el Proyecto México Alrededor del Mundo para la construcción de una sede internacional de embajadas en nuestro país.
Muchas gracias.
SENADOR LUIS SÁNCHEZ JIMÉNEZ: Recibimos con gusto los documentos y vamos a dar paso, estamos esperando alguna pregunta para el doctor.
Si nos dice nombre y de dónde vienes, por favor.
C. OCTAVIO PACHECO: Vengo del Instituto Politécnico Nacional. Estudiante de negocios internacionales.
Mi pregunta es la siguiente:
Usted hablaba de perspectivas de integración. Y quisiera saber si esto supone recordar el proyecto de una América unida por el Libertador de América Simón Bolívar, dejando atrás las fuerzas relativas y unitarias.
Y qué le faltaría a América Latina para lograrlo. Y si no es así, por qué.
DOCTOR JOSÉ MIGUEL INSULZA SALINAS: Con mucho gusto. Voy a comenzar con una elegía.
Yo creo que si la Unión Europea se hubiera proclamado como objetivo allá por el 1956, la idea de una Europa unida desde los fiordos de Finlandia hasta las Islas Griegas, probablemente no existiría ninguna integración europea.
Yo creo que los procesos de integración se construyen a través de proyectos concretos y paulatinamente a medida que los países van descubriendo sus identidades, sus intereses comunes, y por lo tanto tenemos, como digo el ejemplo, el mismo ejemplo europeo, comenzó con una Unión Europea al carbón y el acero, como Unidad Europea el carbón y el acero, integraba muy pocos países y avanzó hasta cubrir enteramente Europa y las críticas que se dan hacia a la Unión Europea hoy día, son de poca integración, no es la insuficiente integración sobre todo en el plano financiero y en las macro políticas económicas.
En América nosotros hemos intentado propuestas de integración, y en América Latina también, que no han dado resultados.
Pero yo creo sinceramente que lo que se ha ido perfilando es lo que yo he llamado un hemisferio de regiones.
O sea, hay un proceso de integración económica en América del Norte, ciertamente lo hay, con muchas limitaciones.
Como lo hay también en Centroamérica, como lo hay en el Caribe y en América del Sur efectivamente se suscriben, existen varias alternativas, varias posibilidades.
Yo creo que dar paso a esas integraciones es hoy más realista que plantearse nuevamente el gran proyecto bolivariano como la gran opción.
Y creo que además la realidad me da la razón todos los días a medida que los países se van agrupando y fortaleciendo su actividad a través de esas regiones.
Ahora, qué nos falta: Pues yo creo que nosotros no hemos enfrentado casi en ninguna parte, y casi en ninguna parte lo digo, sobre todo en América Latina y el Caribe, logrando esquemas que son propiamente de la integración. Francamente no creo que en Estados Unidos, y perdón, que en el NAFTA tampoco que hayan enfrentado por completo.
Pero si se quiere hacer integración, la liberación de las fronteras, y la liberación de los productos y el comercio de todos debe ser una condición previa.
No existen; a nuestro juicio, todavía existen en nuestra Región demasiados límites, límites arancelarios y no arancelarios a los procesos de integración.
Y para qué hablar de la libre movilidad de los factores de la producción, fundamentalmente el factor humano.
Las trabas a la migración que todavía existen, son ciertamente un obstáculo para la integración.
En segundo lugar, los instrumentos de integración, por ejemplo los de América del Sur, no existen mecanismos de solución de controversias ni ningún mecanismo supranacional que dirima los problemas económicos que pueden surgir entre una y otras naciones, cuestión que es absolutamente esencial porque de lo contrario, como yo lo he dicho ya alguna vez, la integración termina siendo, digamos, la última instancia termina siendo los llamados telefónicos entre los Presidentes para solucionar algo que no está en las reglas de la integración.
En tercer lugar, no hay una consideración y esto en América Latina a mi juicio es esencial a las desigualdades entre los países.
La integración supone una cierta compensación de los países de más peso a los de menos peso.
A nosotros, a los latinoamericanos no nos gusta la llamada política agrícola común de la Unión Europea.
Pero la política agrícola común lo que hace es transferir una cantidad enorme de recursos de los países más desarrollados a los menos desarrollados y por lo tanto hacerles posible la adquisición de los productos de los cuales la parte desarrollada es más competitiva.
El mecanismo de compensaciones no existe tampoco en nuestra Región.
Creo que hay una serie de obstáculos todavía, que son probablemente producto de nuestro desarrollo, de nuestra forma de ser y sobre todo me refiero básicamente a América Latina, en esto, que han obstaculizado la integración y probablemente han hecho de ello un proceso mucho más lento de lo que yo esperaría.
Espero que algunos de los procesos más recientes, Alianza del Pacífico, otros, puedan superar esos obstáculos de manera que sirva también para el resto del Continente. Y no descarto, hace poco, semanas atrás me correspondió a mí presidir una mesa en Santiago de Chile, de un diálogo entre el MERCOSUR y la Alianza del Pacífico, por ejemplo.
No descarto la cooperación entre estas áreas, pero me importa más que se desarrollen las áreas regionales que lanzar proyectos muy altos que nadie va a cumplir.
Muchas gracias.
SENADOR LUIS SÁNCHEZ JIMÉNEZ: Vamos a dar oportunidad de dos intervenciones más, breves.
A ver, quisiera que fuera una mujer que primero alzó la mano. Allá atrás.
Adelante.
INTERVENCIÓN: Muy buenas tardes, nuevamente acaparo el micrófono.
Haciendo alusión a los comentarios que vienen dándose desde la mañana sobre esta nueva geopolítica a la que nos tenemos que enfrentar y de acuerdo a su conferencia; los organismos internacionales y nuestras instituciones gubernamentales en esta era de globalización tan cambiante, tan desafiante, ¿cómo pueden cambiar?
Me parece que tanto organismos internacionales, tan relevantes como la OEA, como la ONU misma; más allá de una reforma que se pueda anexar a los textos que ya se tienen de sus instituciones como estatutos; ¿cómo podrían enfrentar este cambio de globalización?
La globalización nos está llevando, entonces quiero saber cuál es la propuesta que usted podría darnos a nosotros los jóvenes para que podamos hacer esta transformación de instituciones para la nueva globalización.
SENADOR LUIS SÁNCHEZ JIMÉNEZ: Gracias.
Vamos a escuchar a la compañera que estaba atrás.
INTERVENCIÓN: Buenas tardes. Mi nombre es Isela Reyes, vengo de la Escuela Superior de Comercio y Administración del Instituto Politécnico Nacional. Estudio Negocios Internacionales.
Y mi pregunta es: estamos teniendo ahora la Alianza Pacífico, este es un gran paso para América Latina, para crecer como economía, si se puede como potencia; aunque sea solamente un gran paso, sin embargo, ¿cómo afectaría las relaciones que está teniendo de nueva cuenta Estados Unidos con Cuba?
Nosotros tenemos un Tratado de Libre Comercio con América del Norte, que es con Estados Unidos y Canadá, en esta misma Alianza del Pacífico también entran estos países, ¿dónde quedaría el TLCAN o qué es lo que pasaría en este aspecto?
Gracias.
DOCTOR JOSÉ MIGUEL INSULZA SALINAS: A ver, voy a empezar por la primera pregunta.
La verdad que el sistema internacional, con todos los defectos que nos merece, responde precisamente a lo que yo he dicho sobre cómo está conformado, usar la palabra “sistema” para dos cosas no es bueno: los organismos internacionales están configurados de la misma manera en que está configurado el orden mundial, que es un orden mundial de estados nacionales.
Por lo tanto, con muy pocas excepciones –a las cuales me voy a referir–, las organizaciones internacionales son organizaciones multilaterales y no organizaciones supranacionales. Una organización supranacional, desde el punto de vista completamente conceptual, sería aquella que de alguna manera toma decisiones que pesan o que obligan a los países que se han adherido a ellas o que forman parte de ellas.
Eso casi no existe, digo casi por qué no, pondría dos excepciones y media:
La media es la Unión Europea, que ciertamente es un proceso con claro contenido supranacional, especialmente en el plano económico y financiero. Más económico, algo menos financiero; menos en lo político, si bien tiene una política exterior común, la mayor parte de las decisiones importantes en materia de política tienen que ser tomadas por cada país.
Pero tiene un grado interesante, que hace que algunos incluso opinen que debería fortalecerse su política exterior teniendo propiamente una política exterior común.
La otra excepción es el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que es supranacional para todos los miembros del sistema mundial, excepto para los cinco países miembro permanentes del Consejo de Seguridad que tienen derecho a vetar aquellas declaraciones, aquellas decisiones que perjudican lo que consideran su propio interés nacional.
Naturalmente, por ejemplo, el otro día una ex subsecretaria norteamericana, me pareció raro que lo hiciera conociendo perfectamente la situación, dijo que el Presidente de Rusia debía ser llevado al Tribunal Penal Internacional. Eso está explícitamente prohibido en el estatuto del Tribunal Penal Internacional, que dice que esas cosas tienen que decidirlas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Es una institución supranacional, pero que me permite decir en realidad el fondo del problema.
El fondo del problema que existe en estados, este no solamente es un orden internacional de estados nacionales, es de estados nacionales profundamente desiguales, algunos de los cuales pueden cumplir o no cumplir con las decisiones de los organismos internacionales. Hay países que no cumplen con las organizaciones, decisiones de organismo, por ejemplo, judiciales e internacionales, sin que eso sea ningún problema.
La famosa sentencia, por ejemplo, de la Corte Internacional de Justicia sobre el bloqueo del Golfo de Fonseca, al principio de los años 80’s, jamás fue cumplida. Nicaragua todavía espera que le paguen esa sentencia.
Lo que quiero decir entonces es que mientras exista un sistema estrictamente de estados nacionales de estados nacionales tan desiguales, es difícil cambiar el sistema y es difícil además obtener los resultados que usted está proponiendo.
Y lo que nosotros tenemos que hacer es tratar de constituir la mayor cantidad de alianzas posibles al interior de nuestra región, la manera de pensar en ese sistema de las condiciones que existen.
A mi juicio, por ejemplo, la unidad de todos los latinoamericanos y el Caribe –y Obama lo ha dicho, el Presidente Obama, no lo he dicho yo – tuvo un peso enorme en la decisión de Estados Unidos de cambiar su política respecto de Cuba.
Hace tres días atrás lo dijo un funcionario norteamericano en una reunión que yo estaba presente y dijo: “Finalmente eso eliminó una cosa que nos dividía de los latinoamericanos que nos importaba mucho más”.
En conjunto podemos advertidamente, por lo menos, si no cambiar el sistema, lograr dentro de él tener un peso mucho mayor que el que hemos tenido hasta ahora.
Respecto del tema, yo creo que la Alianza del Pacífico no tiene que ver y no perjudica, no afecta de ninguna manera el nuevo proceso entre Cuba y Estados Unidos; creo que son cosas que son paralelas y que no están vinculadas unas con otras.
El riesgo de las alianzas, más bien yo creo que para las alianzas económicas proviene desde fuera del continente que desde dentro.
O sea, se ha mencionado –yo, como ustedes, recordé cuando leyó mi currículum– yo firmé el acuerdo de Chile para ingresar a la APEC, pero hay países de América Latina que son miembros de la APEC y otros que no son. Hay que ser del Pacífico para ser de la APEC. De hecho los cuatro de la Alianza del Pacífico tienen la ventaja de ser de la APEC los cuatro, menos Colombia que quiere ingresar, pero seguramente va a ingresar en unos años más.
Y por el otro lado está el intento de la expansión de la alianza Económica Atlántica, el Acuerdo del Atlántico entre los países de Europa, Estados Unidos y Canadá, pero naturalmente México y los países del Atlántico –México es de los dos, no es una gran ventaja– también tiene intereses en participar de estos grandes bloques.
Nosotros lo que tenemos que cuidar siempre es que la pertenencia a los grandes bloques económicos que se van formando en el mundo no divida a los latinoamericanos, no nos divida entre los del Pacífico y los del Atlántico. Eso yo creo que es el principal riesgo que existe y creo que una buena política de integración entre nosotros podría favorecer, podría permitir que eso no ocurra así.
De hecho, hoy día, cuando se reúnen e Asia-Pacífico con América Latina también los países del Atlántico están asistiendo y es un buen desarrollo.
Muchas gracias.
SENADOR LUIS SÁNCHEZ JIMÉNEZ: Desafortunadamente se nos terminó el tiempo para esta exposición y no me queda más que, a nombre del Senado de la República, agradecer la participación, la presencia del doctor del doctor José Miguel Insulza, Secretario General de la Organización de Estados Americanos.
Y si me permite, vamos a darle una corbata, un pequeño presente y nuestro agradecimiento, doctor Insulza.

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