Versión estenográfica del mensaje del senador Martí Batres Guadarrama, durante el evento “Canto a Pellicer”, en homenaje al poeta Carlos Pellicer, con la participación del diputado Porfirio Muñoz Ledo, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, en la Antigua Casona de Xicoténcatl.
Muchas gracias. Bienvenidas y bienvenidos.
Amigos del presídium, han sido ya presentados. Obviaré nuevamente su presentación, pero los saludo con cariño, con afecto y respeto.
Saludo a todo el público que asiste el día de hoy a este evento, que honra la memoria de uno de los grandes intelectuales políticos o políticos intelectuales; personajes de una era que recordamos con cierta nostalgia y también con aspiración.
La iniciativa de este evento nació, en buena parte, alrededor de una convicción: recuperar nuestra memoria histórica reciente. Carlos Pellicer se solidarizó siempre con las causas justas en las sociedades latinoamericanas; abominaba el horrendo oficio de matar hombres y esclavizar pueblos.
Joven en sus 20’s y en los 20’s del siglo pasado, Pellicer recorrió los barrios populares de la Ciudad de México dentro de la iniciativa del nuevo ateneo de la juventud, en los días en que José Vasconcelos llamaba a los universitarios a volverse misioneros culturales.
Daniel Cosío Villegas lo recordaba repartiendo volantes el Peralvillo y entrando a las vecindades, preguntando a voz en cuello: “¿quién riega las macetas? ¿Quién lava los corredores? ¿Quién barre el patio?”. Se trataba de convocar a los nunca convocados.
Las señoras, muchachos y ancianos de esas vecindades, se encontraban con que el gritón venía a ofrecerles una conferencia universitaria. Se trataba de llevar los conocimientos de la Academia, entonces elitista, a las masas populares.
Pellicer en este sentido, es un popularizador. Pero desde muy pronto se identificó con los creadores originales. Una década más tarde, departía con el grupo de los contemporáneos.
Como ellos, sabía que la cultura mexicana debía abrevar en las muchas culturas del mundo. Contrario a ellos, siempre sintió la necesidad de reconectarse con su tierra, Tabasco, y con su gente, los pueblos que forman nuestro México.
Así, entre otras muchas cosas, lo que él aprendió de museografía en el viejo mundo, vendría a plasmarse en ese maravilloso Museo Jardín, que recrea los hallazgos olmecas de La Venta, en la moderna Villahermosa.
Esa necesidad de conectarse hacia abajo, hizo que Pellicer aborreciese la política que favorecía a las élites y a los imperios. Hijo del siglo XX, su antiimperialismo significó ser militante contra la intervención estadounidense en Vietnam. Por eso no es de extrañar que la Dirección Federal de Seguridad mantuviese vigilancia continua sobre el poeta, desde 1954 y aún hasta 1977, en su velorio.
Por todo lo anterior, parecería paradójico que en 1976 Carlos Pellicer haya aceptado contender por uno de los escaños tabasqueños en el Senado de la República, bajo la bandera del entonces partido oficial, desde donde se daba esa advocación siniestra que lo vigilaba y temía por su filosofía “filocomunista”, entre comillas.
El poeta murió siendo senador, pero nunca se traicionó a sí mismo.
Hoy día, aún falta por sistematizar esta última parte de su trabajo como hombre político.
Sugiere una línea explicativa: no es casual que el crítico de la explotación, quien, al inicio de su campaña de 1976, bromeaba diciendo que su experiencia política se reducía a repartir volantes, haya convocado a trabajar con él a varias mujeres y hombres jóvenes que sabían que el trabajo de base, cerca de la gente, de cara al pueblo, es el único modelo para hacer buena política, trabajar con la gente y representar a la gente.
Esas y esos jóvenes que acompañaron la paradójica aventura electoral del senador Pellicer, están aún activos en la política nacional.
Aunque el poeta senador falleció antes de cumplir seis meses en su escaño, ellas y ellos continuaron dando servicio al pueblo de Tabasco, recorriendo calles y veredas, barrios y ejidos, recorriendo todo, batiendo lodo.
Recordaba Pellicer, es pertinente hoy, ahora, porque esta ocasión de recuerdo, puede ser, también, pretexto de reflexión.
Es seguro que, el diputado Porfirio Muñoz Ledo, quien fuera actor determinante de aquella última jornada pública de Pellicer, podrá contarnos mucho más acerca de contextos y experiencias de esos días, que hoy parecen lejanos, pero que importa en el actual momento de México.
Cierto es que, parafraseando un verso del difunto senador, el tiempo pudre los años que en las selvas pululan, pero ese pudrirse es convertirse en alimento del futuro, en semilla del porvenir, es parte de un ciclo en que la selva se renueva perpetuamente.
Los practicantes del horrendo oficio de matar hombres y esclavizar pueblos, siguen activos en muchos lugares del mundo.
Reflexionemos y actuemos, como hizo en su día, ese gran intelectual, artista, poeta y político, Carlos Pellicer.
Muchas gracias por su atención.
Y gracias también, por la iniciativa, el empuje en este evento a Maru López Brun, una gran promotora cultural. A la senadora Mónica Fernández, que cada día, en cada sesión de la Mesa Directiva nos estaba recordando que teníamos que hacer este homenaje a Carlos Pellicer. Y también a Porfirio Muñoz Ledo, uno de esos grandes políticos intelectuales, forjados en el siglo XX.