Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Versión estenográfica de la Sesión Solemne del Senado de la República para recibir la visita del doctor Luis Almagro Lemes, Secretario General de la Organización de los Estados Americanos.

SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: La Cámara de Senadores del Honorable Congreso de la Unión de los Estados Unidos Mexicanos, expresa la más cordial bienvenida al señor Luis Almagro Lemes, secretario general de la Organización de los Estados Americanos.
También doy la bienvenida a la licenciada Vanessa Rubio Márquez, subsecretaria para América Latina y el Caribe, quien asiste en representación de la titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
A la diputada María Bárbara Botello Santibáñez, vicepresidenta de la Cámara de Diputados, quien asiste en representación del diputado José de Jesús Zambrano Grijalva, presidente de nuestra colegisladora.
Nos acompañan también en esta sesión solemne, el doctor Francisco Guerrero Aguirre, secretario de Asuntos Políticos de la Organización de Estados Americanos.
El embajador Emilio Rabasa Gamboa, representante permanente de México ante la Organización de Estados Americanos.
El embajador Aníbal Enrique Quiñonez Abarca, representante de la Organización de Estados Americanos en México.
Doctor Luis Almagro Lemes, secretario general de la Organización de Estados Americanos, sea usted bienvenido al Senado de la República.
Honorable Asamblea:
La aspiración de los Estados americanos es un orden de paz y justicia para la región. Desde esa aspiración, nuestras naciones se constituyeron en un organismo regional para la observancia y defensa de los derechos humanos; para la vigilancia de la democracia representativa; las libertades políticas y el pluralismo; para velar por la seguridad común en un marco de colaboración entre distintas soberanías, para alentar la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones.
Ese anhelo se ha materializado en un potente andamiaje de reglas, principios e instituciones. La cooperación no sólo ha estrechado los lazos políticos y culturales; sino que ha fomentado el desarrollo integral y fortalecido las capacidades de los Estados miembros.
La democracia, como forma de organización social, se ha expandido en el Hemisferio a pesar de las latentes y persistentes tentaciones a las regresiones autoritarias.
Las tensiones entre las naciones han encontrado una solución pacífica, antes que una represalia bélica. La paz regional es, sin duda, resultado de la prevención de las causas de los conflictos y del diálogo como instrumento de encuentro.
Debemos reconocer que el anhelo de desarrollo con justicia y equidad está aún muy lejos. La desigualdad social es la estampa de buena parte de las naciones del sur; no hemos encontrado un modelo de desarrollo que genere oportunidades iguales para todos y garantice a cada uno, el acceso a los bienes y servicios públicos.
En nuestras sociedades unos pocos tienen mucho y los muchos tienen muy poco. No hay justicia en las carencias y en la ausencia de los satisfactores básicos; en el desplazamiento de las familias; en las miles de personas que sufren vejaciones por la sencilla razón de migrar hacia un destino menos oprobioso.
La realidad nos ha revelado que no basta con el tránsito democrático, con la apertura de mercados o con el redimensionamiento de las funciones económicas del Estado. El Estado omnipresente ha fecundado arbitrariedades, pero también la mano invisible del mercado salvaje, terribles injusticias.
El reto por venir, es impulsar un orden que promueva las libertades y que al mismo tiempo sea capaz de corregir las desigualdades.
Un orden en el que cada persona pueda salir adelante con su propio esfuerzo, pero que también encuentre la solidaridad de otros para alcanzar objetivos vitales cada vez más altos.
Un orden común para enfrentar los problemas desde sus raíces y causas, como la migración, que no se limita a paliativos coyunturales de contención.
Un orden capaz de proteger a los ciudadanos de la violencia, de esa violencia política que sigue viva en los rezagos autoritarios y de esa violencia criminal que ejercen los delincuentes.
Un orden de convivencia que asume como razón única de actuación el respeto irrestricto de los derechos humanos.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos es hoy una de las realidades más esperanzadoras del arreglo regional que nos hemos dado. Ha servido para visibilizar las injusticias, para cerrar círculos de impunidad, para enmendar la complicidad o la negligencia de las autoridades estatales.
Se ha convertido en el instrumento para pacificar a nuestras sociedades a fuerza de buscar la verdad material, de reparar el daño causado y evitar la repetición del hecho generador.
Es, sin duda, la caja de resonancia de miles de víctimas que no tuvieron voz en la tierra en la que nacieron o en el espacio al que pertenecieron.
Cruel paradoja. El drama humano del caso Ayotzinapa nos ha recordado la enorme valía de esa construcción.
Como país, como sociedad, debemos reconocer al grupo de expertos independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que han revisado la investigación sobre la desaparición de los 43 estudiantes en Iguala, Guerrero. Su participación en la revisión de los hechos y las conclusiones pueden evitar una nueva experiencia de impunidad.
Se ha generado la oportunidad para corregir la doble victimización de aquellos que no encuentran a los suyos, y a los que además se les ha denegado la justicia.
El Estado Mexicano tiene una deuda con los estudiantes y sus familias y, por tanto, está obligado no sólo a reconducir la investigación y a atender las recomendaciones de ese grupo de expertos, sino fundamentalmente a generar capacidades institucionales para que nunca más se repita una tragedia como esta. El Estado Mexicano en su conjunto, empezando por el ejemplo responsable del Congreso para generar soluciones a nuestras crónicas debilidades.
Para reducir la violencia criminal en nuestras naciones, el Foro de Estados Americanos debe impulsar el diálogo sobre la política con relación al tráfico, comercio y consumo de drogas.
La era punitiva ha sido la era de los mercados negros y, por tanto, la era de los mercados de violencia.
El debate se ha abierto inevitablemente en las recientes políticas de descriminalización del consumo de marihuana en Uruguay, su país, y en algunos estados de la Unión Americana.
También con los programas que sustituyen la cárcel por tratamientos u otras medidas de control social y de disuasión menos invasivas y perjudiciales para los entornos familiares y sociales; entre ellas, los ensayos de excarcelación o reducción de sentencias a mujeres que participaron sin violencia y por necesidad en delitos contra la salud en pequeña escala.
Tenemos que reconocer que la gran mayoría de las mujeres presas en América Latina están ahí por participar en la cadena de tráfico, y que cada madre en prisión es una familia destrozada.
La Organización de los Estados Americanos, ha contribuido gradualmente a sentar el enfoque de salud pública en la aproximación política al fenómeno de las drogas.
Los tribunales o cortes de tratamientos de adicciones que se han implementado, gracias al hospicio de la organización, representan un cambio de paradigma que poco a poco ha ganado legitimidad como mecanismo de solución al consumo de drogas y, en consecuencia, a la violencia asociada a este consumo.
Estos modelos parten de la premisa de que como reza el reciente informe de evaluación sobre el caso mexicano, cada vez en más evidente que el encarcelamiento no disuade la reincidencia y hasta puede resultar perjudicial para los infractores, sus familias y en el largo plazo para la comunidad.
Han demostrado que bajo ciertas condiciones, alternativas no punitivas, permiten romper círculos delictivos, brindar segundas oportunidades a infractores y humanizar los sistemas de justicia.
Son ejemplos de que el trato digno yd e respeto son mejores incentivos a los comportamientos conforme a la ley, que las penas o sanciones especialmente severas.
De cara a la Sesión especial de la Asamblea de las Naciones Unidas a realizarse en 2016, la Organización de los estados Americanos, como foro de diálogo, debe articular el consenso hemisférico e influir de manera mucho más decisiva en la política global sobre drogas.
Las transiciones democráticas en la región fueron posibles gracias al impulso político, la cooperación técnica y la observancia electoral de la organización. El cambio político mexicano es impensable sin su asistencia.
De hecho, en la última misión de observación para la elección de 2015 se señaló un pendiente de urgente atención en nuestra institucionalidad electoral. Se nos ha advertido que el régimen de comunicación política vigente, si bien es un esfuerzo encaminado a propiciar la equidad, entraña riesgos de restringir los espacios de expresión necesarios para la conducción de un debate político intenso, dinámico y democrático.
Debemos actuar en consecuencia para armonizar la equidad en la competencia, con la vigencia de las libertades en la atención a esta recomendación.
Porque la observación electoral no es un pretexto para la intervención extranjera o para la vulneración de la soberanía de nuestras naciones, sino una palanca para el mejoramiento de nuestras rutinas democráticas.

La Organización de los Estados Americanos debe redoblar esos esfuerzos para evitar precisamente que vuelvan los tiempos de la exclusión política o de la restricción de libertades de asociación, expresión y de sufragio.
Debemos insistir ahí donde las puertas se le han cerrado por ostracismo defensivo en que su intervención no es amenaza sino derrotero de credibilidad y de legitimidad políticas, convocar a otros en la presión respetuosa pero firme y liderar los esfuerzos por el sostenimiento y expansión de la democracia.
Y sin duda, la organización debe abrir una nueva era en la cooperación y ampliar su presencia, como lo ha hecho desde siempre en lo electoral y en la defensa de los derechos humanos hacia el combate a la corrupción y a la impunidad políticas, tal y como vimos recientemente en el verano guatemalteco.
Señor Secretario general, señoras y señores legisladores:
Nuestras sociedades están en la búsqueda de un futuro seguro y próspero. El viejo sueño de los Estados Americanos sigue latente entre nosotros. Vive en la esperanza y la solidaridad de pueblos que a lo largo de la historia se han hermanado.
El desarrollo de nuestras sociedades es tarea compartida que no admite pausa ni descanso. Debemos recuperar el espíritu del Pacto Panamericano para enfrentar juntos los nuevos desafíos.
Renovemos con el sentido de una sola patria, la permanente aspiración de una región en paz y con justicia.
Sea usted bienvenido a México y al Senado de la República, excelentísimo don Luis Almagro Lemes.
Conforme al acuerdo aprobado para esta Sesión Solemne, se concede el uso de la palabra al señor Luis Almagro Lemes, Secretario General de la Organización de los Estados Americanos.
Tiene la palabra el señor Luis Almagro Lemes.
SECRETARIO LUIS ALMAGRO LEMES: Solamente podemos pensarnos como políticos para llevar adelante los cambios necesarios para hacer mejor la vida de nuestras sociedades, para hacer nuestros los valores de la ciudadanía, para reemplazar la falsedad por la verdad.
Y por eso debemos ser consistentes a la hora de defender la verdad.
Para que nuestra táctica política sea una práctica ética que vaya redimensionando y absorbiendo nuevos principios, nuevos valores, nuevas demandas de la ciudadanía, en función de las necesidades que la sociedad nueva va planteando.
Debemos dar solución a los problemas de la gente.
Debemos atender la vida de las comunidades.
Debemos, en instituciones como ésta o como la nuestra, trasladar los valores que siente el pueblo, a nuestras instituciones. Hacerlos nuestros, transformarlos en leyes o en regulaciones que permitan la solución a los temas sociales.
La evolución del pensamiento político ha necesitado de los políticos respuestas fuertes, para que hayamos llegado a resolver temas como el funcionamiento pleno de la democracia, temas como la discriminación o la desigualdad, a rechazar variadas formas de discriminación por género, raza o religión.
La desigualdad es causa de las fallas de nuestras democracias.
Para hacer nuestras democracias más fuertes, debemos construir equidad y acceso a derechos.
Una parte importante de nuestros derechos es cómo actuamos para evitar el sufrimiento de otros.
Las instituciones, como este Senado, representan todas las tendencias políticas.
Son, por lo tanto, el instrumento substancial para construir cada día más democracia, cada día más igualdad, cada día más equidad, cada día más justicia.
Quizás en la política podemos medir lo que hemos perdido y lo que hemos ganado, pero ello no sirve de nada en la dimensión humana, social y política cuando el bien y los derechos de otros no son respetados.
Hacemos enorme daño a las dinámicas del cambio político.
Debemos impulsar entonces, motivar las nuevas soluciones, las que evitan el sufrimiento de la gente, el dolor o la muerte.
Debemos asumir la política con valentía para llevar adelante los cambios, porque para bien debemos modificar nuestras sociedades para hacerlas más justas.
La incapacidad de trasladar los valores de nuestras sociedades y de resolver sus necesidades, nos deslegitima como políticos, en algunos casos nos hace fracasar.
Todas las soluciones deben garantizar todos los derechos. Hasta la más ínfima minoría debe ser respetada en su opinión.
Nuestros progresos éticos, hacer que nuestros juicios de valor tengan en cuenta nuevos componentes y características de la vida en sociedad, y por eso los avances que promovemos siempre en materia de derechos humanos, y por eso nuestra dimensión de un enfoque integral para el tema de las drogas.
La ruta social de la humanidad está plagada de formulaciones erróneas. Una de esas formulaciones erróneas fue una fórmula represiva que se repitió 100 mil veces en el fracaso.
La práctica ética nos hace buscar nuevos consensos para poder construir nuevos pactos sociales y atendiendo las diferentes dinámicas sociales, traer soluciones para nuestras comunidades.
La dimensión de autoridad que podemos proponer, está en el deber ser en las condiciones nuevas que nos imponen las relaciones humanas.
La OEA está para aspirar a ese deber ser.
Quizás podamos facilitar o mediar en algunas ocasiones, pero fundamentalmente debemos proponer a nuestra sociedad hemisférica el bien intrínseco en las relaciones entre los países, en las relaciones de los estados con los diferentes actores sociales y políticos, las relaciones del sistema interamericano con toda la sociedad hemisférica, con los pueblos y con las personas.
Buscar en una definición del bien protegiendo, promoviendo, defendiendo cada derecho.
Debemos procurar la justicia en nuestra sociedad, debemos procurar la felicidad de cada una de nuestra gente. La libertad de consciencia para ir resolviendo los problemas de las dinámicas sociales; nuestro compromiso ético con el progreso social, con el desarrollo humano es hacer frente a los problemas evidentes para que podamos trabajar en la solución.
En América Latina y el Caribe, las transiciones de la democracia significaron un paso esencial hacia la instalación de una forma de gobierno que respeta las libertades civiles y los derechos políticos de sus ciudadanos y ciudadanas.
México es un Estado miembro de la OEA que conoce profundamente lo que conlleva un proceso de transición democrática porque México es un pueblo que ha luchado por instalar la democracia: luchó en su momento a través de la vía de la Revolución, por derrocar una dictadura y luchó durante muchos años por instalar una democracia electoral.
Lo cierto es que la gradual transición hacia la democracia en este gran país, se dio en parte por consensos alcanzados al más alto nivel y por la incansable lucha en pos del pluralismo y la competencia electoral por parte de la clase política.
Sin embargo, así como hay una lista respetable de logros, también es una realidad que existen temas pendientes en la agenda del fortalecimiento democrático; después de todo, la democracia es un proceso continuo que no tiene fin, cuya finalidad siempre puede mejorar. La democracia mexicana, así como otras jóvenes democracias de la región, enfrentan complejos desafíos para continuar enriqueciendo el sistema y hacerlo más receptivo de las demandas ciudadanas.
El campo de acción de nuestra Organización derivado de un proceso realizado por los propios Estados miembros, se concentra en cuatro pilares fundamentales:
Democracia, derechos humanos, desarrollo integral y seguridad multidimensional. Esta es una visión creada y aprobada por los Estados miembros.
El trabajo realizado por el embajador Emilio Rabasa al respecto, debe ser reconocido por todos nosotros y el paso adelante que dio en nuestra organización, redimensionándose estratégicamente para asumir nuevos compromisos en la globalidad mundial.
Estos cuatro pilares están estrechamente relacionados y se condicionan mutuamente y debemos trabajarlos en conjunto. En otras palabras, el respeto a la democracia, el Estado de Derecho y a los derechos humanos, no puede concebirse una sociedad justa.
El desarrollo integral es condición básica y se ampara necesariamente en el respeto de los derechos humanos, siempre en el contexto de una sociedad democrática. Finalmente, la paz y la seguridad son condiciones previas, necesarias e imprescindibles para la subsistencia de la democracia, el pleno respeto de los derechos humanos y el desarrollo integral de las sociedades.
Aquí los viejos y los nuevos retos de la democracia se relacionan de una u otra forma a los pilares de la OEA. La desigualdad y la pobreza son retos viejos, pero apremiantes; son desafíos de desarrollos estructurales y persistentes, pero con complicaciones políticas y democráticas sustantivas.
A pesar de los avances en los últimos años en materia de reducción de pobreza, una gran parte de las Américas es víctima de la exclusión. Son ciudadanos que no tienen acceso al sistema de justicia, a una educación de calidad, a un trabajo digno, a vivir sin miedo a la violencia; por eso es importante redoblar esfuerzos para atender este desafío.
Además los conflictos que se suceden dentro de la democracia, surgidos ante la desigualdad y ante la pobreza, ante la fragilidad de la clase media; deben ser el instrumento, debe ser lo que debemos absorber para generar las soluciones que nos pide la gente.
Más derechos para más personas. Es más que un slogan: es una forma de pensar la democracia. Los retos de la democracia se vuelven y se resuelven con más democracia.
En el campo de los derechos humanos hay avances, pero queda camino por recorrer. La desigualdad de nuestro continente no está dada solamente por las condiciones de redistribución o distribución de la riqueza; están dadas por las condiciones de acceso a derechos y las diferencias que existen a las sociedades para acceder a los derechos.
Desde la perspectiva de nuestra organización, tenemos que lograr que se resguarden y protejan efectivamente los derechos humanos de la ciudadanía, en algunos contextos como la protección de los derechos humanos, los defensores de derechos humanos, de periodistas, de migrantes. Esto se vuelve una tarea cada vez más prioritaria.
Desde la perspectiva nuestra, debemos fortalecer el papel de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como órgano de promoción y protección de derechos humanos, y fortalecer el rol de la Corte como órgano jurisdiccional.
La gente que ha sufrido la desigualdad y la pobreza, es muy difícil que no sienta la crueldad y la injusticia sobre sus hombros. La indignación en su expresión cuando falta la capacidad para acceder a los derechos en términos equitativos.
Debemos ser capaces de levantar esas frustraciones.
Algunos de los nuevos retos han surgido del propio éxito de la democracia. Administrábamos aspiraciones más altas de la gente, del aumento de las demandas sociales, económicas, culturales, ambientales; de la democracia esperamos más y exigimos más. Los ciudadanos y ciudadanas de las Américas quieren más transparencia, quieren menos corrupción.
En cada uno de estos temas, debemos poner la impronta de la OEA para colaborar, para ayudar y para generar los espacios de justicia y verdad que se necesitan en cada país.
La democracia exige la mayor tolerancia política e implica pluralismo. La convivencia pacífica de diversidad de opiniones, diálogo, negociación y acuerdos.
En este contexto, la OEA tiene un lugar privilegiado como foro político hemisférico de promover una cultura de entendimientos y consensos, especialmente para desafíos internacionales compartidos, como la inseguridad y el combate al crimen organizado.
América Latina y el Caribe es la región más violenta del mundo. La tasa de homicidios per cápita es de 23.4 por cada 100 mil habitantes, el doble que África.
América Latina y el Caribe corresponde sólo al 8 por ciento de la población mundial, pero el 31 por ciento de los homicidios ocurren en esta región.
Hemos asumido responsabilidades en cuanto a esto, como las hemos asumido en cuanto al tema de drogas.
Es importante destacar cada uno de los nuevos retos y cada uno de los nuevos problemas. Estamos en tiempo de una democracia digital, de la comunicación multidireccional y de los twitts o videos que se vuelven virales en minutos.
A esos apostamos para la participación política; para que nuestras comunidades políticas puedan ser más fuertes, se enriquezcan y tengan una idea y vuelta mucho más fluida para transitar los desafíos y los problemas del Siglo XXI.
La OEA se propone tener un rol esencial para la promoción de la democracia, ese es esencialmente nuestro trabajo.
Los espacios de diálogo, consenso, negociación, los foros plurales y deliberativos constituyen el contrapeso central en el sistema político.
Uno de los principios básicos de los gobiernos democráticos es la separación de poderes. Al mismo tiempo, para que este principio sea efectivo, es muy importante tener una rama legislativa que tenga la capacidad de representar genuinamente a los ciudadanos y al tiempo legislar de manera efectiva.
La OEA, desde 1990, viene trabajando permanentemente con los poderes legislativos. Hay leyes modelo y esquemas de trabajo, para lograr resultados en temas como la lucha contra la corrupción, el acceso a la información, la equidad, y muy puntualmente trabajar de la mano en instituciones legislativas para revertir la actual desafección ciudadana hacia la labor parlamentaria.
Hemos tomado iniciativas en temas parlamentarios y acompañar los foros interamericanos de presidentes de poderes legislativos, foros de integración, foros parlamentarios.
Ya hemos asistido a reuniones también del Foro Interamericano de Jóvenes.
Tenemos que seguir construyendo propuestas también y recibiendo la dimensión representativa de ustedes en cuanto a su contacto directo de inmediato con la ciudadanía.
Debemos generar confianza ciudadana, es uno de los retos que enfrentamos. No es propia de las Américas, es un fenómeno mundial. Tenemos la posibilidad de transformar a los parlamentos en mejores instrumentos al servicio de la ciudadanía, de hacer partícipes a los jóvenes, de convertir a la tecnología en una herramienta que incida positivamente sobre una mejor gobernabilidad democrática y rendición de cuentas y el lazo entre gobernantes y ciudadanía.
La OEA tiene un firme compromiso en ese sentido.
La OEA tiene la capacidad para articular esfuerzos. Somos facilitadores en soluciones a la medida de los países miembros.
La OEA debe ser la fuerza de la democracia y la democratización en las libertades públicas y debe mantener los estándares más altos en materia de derechos humanos, sin dobles estándares.
La OEA es gobierno y oposición, como este Senado; tiene la voz del más débil, del más discriminado, del más pobre. Esa construcción política es para absorber y trasladar valores de nuestra gente en soluciones para eso, a través de decisiones de gobierno, a través de nuevas leyes.
Nosotros, en ese sentido proponemos trabajar conjuntamente en la dimensión de una escuela de gobierno para mejor capacitar y profesionalizar el trabajo parlamentario; a posarlos en temas de derechos humanos, a posar también en la dimensión continental, trabajo y respeto a la migración con clave de derechos.
Proponemos, en ese sentido, la negociación de una carta interamericana de migración y en cada caso debemos tener una opinión política fuerte, que no permita ni admita discursos contra migrantes, como el realizado por el precandidato norteamericano Donald Trump.
Sí a la inclusión y al respeto a los derechos humanos; no a la xenofobia.
La OEA hace suyo el informe del Grupo de Expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Le hemos dado la bienvenida y creemos que el mismo es una importante contribución en la lucha contra la impunidad.
Saludamos al gobierno del presidente Peña Nieto por asumir también este informe, por aceptar las recomendaciones y por ponerse al frente en la búsqueda de la justicia y la verdad.

Les agradezco a todos la atención.
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Gracias por su mensaje, señor Secretario General.
Señor Luis Almagro Lemes agradecemos su visita a la Cámara de Senadores del Congreso de la Unión.
También damos el agradecimiento a la licenciada Vanesa Rubio Márquez, subsecretaria para América Latina y el Caribe, y a la diputada María Bárbara Botello Santibáñez, vicepresidenta de la Cámara de Diputados, por su asistencia a esta Sesión Solemne.
Igualmente agradecemos a todos los distinguidos invitados que nos han acompañado en esta ceremonia.
Voy a solicitar a las comisiones designadas se sirvan acompañar a nuestros invitados hasta las puertas de este reciento.
Y antes de retirarse del salón, señor Luis Almagro Lemes, le solicito nos acompañe en la toma de la foto oficial de la Sesión Solemne.

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