Senado de la República

A convocatoria de la Comisión de Autosuficiencia Alimentaria, investigadores y especialistas debatieron esta mañana sobre las oportunidades o amenazas que representa la biotecnología aplicada a la producción de alimentos.
El senador perredista Isidro Pedraza Chávez, titular del órgano legislativo, recalcó que en este tema, el Senado de la República está abierto a todas las opiniones “porque no se pueden satanizar –desde una perspectiva ideológica- las investigaciones, modelos productivos, propuestas de investigación científico-tecnológica.
“Estamos encaminados a reglamentar el derecho a la alimentación en el país, consagrado en la Constitución, no queremos impulsar una legislación desde un sentido, desde un punto  de vista ideológico, satanizando a las otras áreas”, argumentó.
En este sentido, apuntó que lo importante es que se podría ayudar a las regiones más pobres del país, porque este tipo de agricultura está orientada a las zonas de agricultura más ricas, las de riego, dejando rezagadas a las zonas temporaleras y la agricultura de autosuficiente.
En la inauguración del foro, la senadora Lisbeth Hernández Lecona reconoció que este es un tema controvertido, pero también que es indispensable retomar el debate sobre los cultivos genéticamente modificados para abatir la inseguridad por la escasez de productos básicos y garantizar la seguridad alimentaria.
La legisladora priista argumentó que frente a problemas como el hambre, pobreza y desnutrición en México estamos a tiempo para buscar mecanismos, “sin retóricas y sin planteamientos infundados”, para alcanzar la soberanía y sustentabilidad alimentaria.
Recordó que el uso de la biotecnología “puede promover beneficios inmensos que se relacionan con una mayor producción de alimentos”, con más calidad y valor nutricional, "lo que influye en el futuro para un buen consumo y en el desempeño económico de los países”.
Al respecto, enfatizó, la información científica debe garantizar a la sociedad que la biotecnología aplicada a los alimentos puede contribuir la salud humana.
En el primer panel, Jaime Padilla, director técnico de AgroBio, México, afirmó que los cultivos genéticamente modificados son una herramienta más y una posibilidad factible para contribuir a la autosuficiencia alimentaria.
Destacó que este tipo de aplicaciones no representan la “panacea” para resolver el problema alimenticio, pero tampoco son una amenaza y “el aparente rechazo” o las posturas en contra muchas veces están “ligadas al desconocimiento”.
Aseguró que prácticamente la tercera parte de maíz que se produce en el mundo es transgénico y se exporta a diversas naciones y que en México existen 116 tipos de cultivos que cumplen todos los requerimientos de inocuidad, de tal manera que son confiables desde el punto de vista de que ninguna de sus características es riesgosa.
Por otra parte, Sergio Roberto Márquez Berber, investigador de la Universidad Autónoma de Chapingo, resaltó que los transgénicos contaminan variedades nativas, ponen en peligro el germoplasma vital y no ofrecen ventajas económicas, en rendimiento, ni en manejo.
Reconoció que en producción de maíz “tenemos un problema serio” porque México es el segundo o tercer importador de este insumo y para el 2030, si tenemos la misma tasa de crecimiento que tuvimos en los últimos 50 años, “vamos a necesitar 72 millones de toneladas, tres veces lo que se produjo en 2008”.
Ante este escenario, expresó, urge incrementar la producción, pero una variedad transgénica no garantiza mayor rendimiento y puede poner en riesgo a los agricultores orgánicos ante la contaminación de sus cultivos; además, los transgénicos son los productos con menor valor en el mercado y no existen los controles adecuados.
A su vez, el doctor José Luis Solleiro aseguró que a pesar de que la biotecnología agrícola ha demostrado aumentar los rendimientos y reducir los costos para los productores en otros países latinoamericanos, no es la “bala de plata” con la que se resolverán los problemas de autosuficiencia alimentaria en México.
Después de todo, señaló el investigador del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo tecnológico de la UNAM, esta última se encuentra ligada a factores como infraestructura, canales de distribución, intereses de determinados grupos y aspectos culturales de la población en general.
Además, el doctor Fernando Castillo González, investigador del Colegio de Post Graduados, refirió que la manera más efectiva y segura para generar productividad y calidad en los cultivos es el mejoramiento genético convencional, es decir, la selección de plantas por observación directa en el campo.
Para ello, señaló que es necesario reforzar y reactivar los programas nacionales de mejoramiento genético, así como mejorar los sistemas de producción y acompañar a los productores tradicionales en una mejor selección de su semilla.
En tanto, la doctora Caroline Burgeff D’Hondt, asesora en Bioseguridad y Recursos Genéticos de la Comisión Nacional para el conocimiento y uso de la biodiversidad, destacó que se debe poner en su justa dimensión la contribución de la biodiversidad genética y de la biotecnología moderna en la seguridad alimentaria, a fin de garantizar que la primera no se vea afectada por la segunda.
En ese contexto, apuntó que no existe una tecnología que genere la capacidad de respuesta de la diversidad genética natural, por lo que se debe analizar el valor intrínseco de la biodiversidad, “patrimonio enorme no valorado en su justa dimensión y que por lo mismo podría estar en riesgo”.
Finalmente, la académica Sara Esther Valdés Martínez subrayó que “la inocuidad de los alimentos no es negociable” y que los organismos genéticamente modificados han sido estudiados desde 1970 por lo que las variedades que existen en el mercado ya cuentan con una verificación probada.
Los productos, dijo, se analizan bajo estrictas guías internacionales, con la mejor ciencia disponible especialmente diseñada para identificar efectos potencialmente dañinos para el hombre. “Hay años de ciencia detrás de todo esto, estamos basados en ciencia dura, no en magia”.
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