Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Se reanuda la Sesión Solemne para recibir la visita de presidentes y presidentas de Poderes Legislativos de Centroamérica y la Cuenca del Caribe.


La Cámara de Senadores del Honorable Congreso de la Unión de los Estados Unidos Mexicanos, expresa la más cordial bienvenida al diputado Mario Taracena Díaz Sol, presidente del Congreso de la República de Guatemala y presidente pro tempore de Foro de Presidentes y Presidentas de Poderes Legislativos de Centroamérica y la Cuenca del Caribe.
Al diputado Michael George Peyrefitte, presidente de la Cámara de Representantes de Belice.
Al diputado Rafael Ángel Ortiz Fábrega, presidente de la Asamblea Legislativa de la República de Costa Rica.
Al diputado Mauricio Oliva Herrera, presidente del Congreso Nacional de la República de Honduras.
A la diputada Lorena Guadalupe Peña Mendoza, presidenta de la Asamblea Legislativa de la República de El Salvador.
Al diputado Jaime Perelló Borrás, presidente de la Cámara de Representantes de Puerto Rico.
Al diputado Rachid Talbi Alami, presidente de la Cámara de Representantes del Reino de Marruecos, miembro observador de FOPREL.
A la diputada Iris Marina Montenegro Blandón, primera vicepresidenta de la Asamblea Nacional de la República de Nicaragua.
Al diputado Demóstenes Martínez, delegado del presidente de la Cámara de Diputados de la República Dominicana.
Al doctor Santiago Rivas Leclair, secretario ejecutivo del FOPREL.
A la señora Evelin García, esposa del diputado Mario Taracena.
Esta Presidencia da la bienvenida al diputado Alejandro Jerónimo Ojeda Anguiano, vicepresidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, quien asiste con la representación del diputado José de Jesús Zambrano Grijalva, presidente de nuestra colegisladora.
Saludamos también la presencia de la distinguida comitiva que acompaña a los presidentes y presidentas de Poderes Legislativos de Centroamérica y la Cuenca del Caribe; así como a los representantes del cuerpo diplomático acreditado en México.
Sean todos ustedes bienvenidos al Senado de la República.
Honorable Asamblea.
Señoras y señores presidentes:
Hoy nos acompañan en este recinto representantes del Foro de Presidentes de Poderes Legislativos de Centroamérica y la Cuenca del Caribe.
Centroamérica, América Central, nombres de nuestra región, sinónimos de una historia común, compañeros de la misma lengua, países de geografía compleja y realidades contradictorias. Hijos de la Colonia y herederos de la Independencia; hermanos de la Revolución y huérfanos del desarrollo.
En el último siglo nos hemos definido por una constante transición, vimos a nuestros pueblos armarse en sus revoluciones y suicidarse en las dictaduras militares. Vivimos la revolución que sacudió al Continente en una esperanza de justicia social, que nos acercó a la Cortina de Hierro y sus implicaciones geopolíticas.
Naufragamos en regímenes que asfixiaron la libertad en la promesa de la redención. Nos estancamos en modelos de desarrollo que le dejaban todo al Estado y muy poco a la sociedad y a los individuos.
Hemos tomado conciencia poco a poco de nuestro subdesarrollo. Decidimos dejar de ser mera promesa de futuro, para ser protagonistas actuantes del presente.
Transitamos hacia la pluralidad y a la democracia. Ordenamos nuestra economía y contuvimos nuestro despilfarro. Liberamos nuestro comercio, abrimos nuestras fronteras, nos integramos al mundo, nos abrazamos en los derechos humanos.
Buscamos la forma de encarar nuestro bono demográfico, abandonamos gradualmente el estatismo, los viejos impulsos colectivistas y la idea de que sólo el campo nos daría de comer y reafirmaría nuestra soberanía.
Cerramos la enorme brecha ideológica que nos superaba y nos separaba de Norteamérica y de Europa; pero todavía no hemos podido cerrar la brecha que nos separa en términos de bienestar y de desarrollo.
Reivindicamos las generaciones perdidas en una apuesta clara por la modernización y en ese camino andamos.
El mundo ha cambiado y nos ha cambiado. Persisten los viejos problemas: desigualdad, migración, debilidad institucional. Por otro lado, surgen nuevos: el desafecto por la política democrática, el declive del modelo energético basado en el petróleo, el agotamiento de la economía sustentada en la proveeduría de materias primas, la intensa competencia global, la incapacidad del Estado-nación para gestionar por sí y desde sí los problemas colectivos y los satisfactores básicos de nuestras sociedades.
Viejos y nuevos problemas son, ante todo, desafíos políticos; desafíos que tenemos que enfrentar juntos porque nos involucran y porque en muchos casos nos sobrepasan.
Debemos dejar de ser la región de la excepcionalidad y de los fracasos cíclicos para asumirnos plenamente como sociedades de rutinas institucionales y rutas de normalidad.
No podemos darnos el lujo de perder otra generación en la incapacidad, en la frustración o en la irresponsabilidad.
Tenemos una deuda pendiente con nuestros jóvenes, con su educación y con su realización; con proveer las oportunidades que sólo una sociedad justa ofrece.
Nuestros jóvenes necesitan competencias tecnológicas para enfrentar el mundo digital. Quieren innovar, quieren generar alternativas de energías limpias, desarrollar medicamentos, revolucionar nuestros sistemas productivos, participar activamente en política, influir, decidir, transformar.
Quieren una alternativa al dinero fácil y a la violencia. No quieren vivir más en la condena de ser sicarios, pandilleros o migrantes sin hogar y sin destino. Quieren ser futuro y no sólo estadística.
Para dejar de ser el subcontinente de la injusticia debemos resolver de fondo nuestro déficit institucional; reconciliar la libertad con el orden, los derechos humanos con el imperio de la ley, la eficacia del Estado con la integridad y la honestidad en el servicio público.
Nuestras sociedades no serán justas mientras no enfrentemos el problema de la desigualdad, y la desigualdad no se resuelve con ideología sino con política y con políticas públicas; con decisión política y con técnica.
La desigualdad no se remedia con asistencialismos sino con habilidades, destrezas, competencias, plataformas igualitarias de salida para que cada quién persiga y alcance su propio proyecto de vida.
La crisis migratoria que se nos ha relevado, sobre la cual hablaremos en este foro, es producto de esa desigualdad, de la inequidad que expulsa, de la indiferencia que la ve pasar y de la intolerancia que le pone muros.
La desigualdad no es sólo un problema de ingreso; es una cuestión de acceso a derechos y bienes públicos, de igualdad frente a la ley sin privilegios de unos frente a los muchos; de igual consideración y trato con independencia de género, raza, religión, identidad sexual o procedencia.
Porque la desigualdad en nuestras sociedades es discriminación y exclusión, pobreza y marginación, y para enfrentarla sólo existe el camino de la vigencia plena de los derechos humanos y de crear instituciones inclusivas, eficientes y compasivas desde la comunidad más próxima hasta la gobernanza global.
Decía Mario Vargas Llosa que él había encontrado en la literatura la forma de escapar a lo intolerable.
Nosotros, los que hemos elegido la política, debiéramos entender nuestra profesión como la actividad para corregir lo intolerable y para cambiar lo inaceptable.
Reconozcamos que juntos somos más fuertes.
Estrechar nuestras relaciones y nuestra amistad es la ruta para encarar el futuro.
Somos una comunidad; una comunidad internacional, una comunidad regional y debemos asumirnos como tal, con todas sus ventajas y también con todos sus desafíos.
Cada vez que nos reunimos en cualquier espacio regional tenemos una nueva oportunidad para repensar nuestro destino juntos, de borrar las fronteras que nos dividen porque los problemas que compartimos no responden a esas imaginarias líneas.
Este espacio, FOPREL, es uno más de los muchos que debemos aprovechar para vincularlos, acercarnos y hermanarnos. Debe ser un foro de encuentro, de decisión, de acción.
México y su Senado los recibimos con amistad. Con la esperanza de encontrarnos en un nuevo empeño común; ese empeño que todos los días debe renovarse por la deuda que tenemos contraída con las generaciones que vienen detrás de nosotros. Con la convicción de que ha llegado nuestra hora; la hora de Centroamérica, la hora del Caribe, la hora de nuestras sociedades.
Bienvenidas y amigas y amigos, presidentes de Centroamérica y de la Cuenca del Caribe.

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