Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Versión estenográfica del mensaje del senador Roberto Gil Zuarth, presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República, durante la ceremonia de inauguración de la Cumbre WIP (Women in Parliaments Global Forum) México 2015, celebrada en la Secretaría de Relaciones Exteriores.

PRESENTADOR: Solicitamos al senador Roberto Gil Zuarth, presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República, sea tan amable de dirigir un mensaje y formule la declaratoria inaugural de esta Cumbre WIP México 2015.
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Muy buenos días tengan todas y todos ustedes. Bienvenidas a México.
Diputado Jesús Zambrano Grijalva, presidente de la Cámara de los Diputados, muchísimas gracias por su presencia y por representar a esta Cámara en este importante evento.
Silvana Koch-Mehrin, fundadora del Foro Global de Mujeres Parlamentarias, bienvenida a nuestro país y gracias por todas las atenciones que hemos tenido de este Foro Global en la organización de este evento.
Parlamentarios de todo el mundo, buenos días.
En primer lugar, quiero reconocer a las senadoras que han organizado la edición de este encuentro. A partir de la experiencia en una reunión previa del Foro Mundial de Mujeres Parlamentarias, destacadas senadoras mexicanas tuvieron la iniciativa de celebrarlo justamente en México; y con éxito han convocado a representantes de 37 países que hoy nos acompañan.
Muchas felicidades a todas ustedes por este notable esfuerzo.
A la WIP, gracias también por aceptar la iniciativa del Senado mexicano.
Y por supuesto, muchísimas gracias a la secretaria de Relaciones Exteriores, a Claudia Ruiz Massieu Salinas, por habernos prestado no solamente las condiciones logísticas para poder recibir a las parlamentarias de todo el mundo; sino sobre todo, por su hospitalidad y por siempre su amistad.
Es una destacada política, una entrañable amiga del Senado de la República, pero sobre todo un orgullo de las mujeres mexicanas.
El objetivo de este Foro es impulsar agendas que permitan aumentar la influencia y el poder de las mujeres en nuestras sociedades. Atinadamente durante estas jornadas, se analizarán y debatirán prácticamente todos los aspectos en donde la presencia de la mujer no ha adquirido la intensidad debida: en la política, en la empresa, en las relaciones económicas, en la salud, en el reconocimiento y garantía plena de sus derechos.
En todos los países del mundo, las mujeres viven una situación de desventaja respecto a los hombres. Muchas mujeres carecen de oportunidades, no tienen acceso a los bienes y satisfactores básicos, sufren acoso y discriminación como parte rutinaria de su vida.
La igualdad sustancial no es todavía una conquista irreversible de la humanidad. Pero también es cierto que por fortuna, hay mujeres trabajando por las mujeres, como todas ustedes, que han asumido la causa de otras mujeres como vocación propia.
A nombre de mis hijas, de 5 y 1 años, pero también a nombre de miles y millones de padres muchas, muchas gracias por lo que hacen ustedes por otras mujeres.
Foros como este nos permiten visibilizar los avances, pero sobre todo los enormes pendientes que como sociedades tenemos por delante. En foros como este nos preguntamos cómo terminar con la desigualdad prevaleciente; cómo lograr salarios justos e iguales; cómo garantizar entornos sin violencia y cómo promover que las mujeres tomen cada una y como parte esencial de nuestras sociedades su vida y la de otros en sus propias manos.
En los últimos años, ya lo decían, en nuestro país se han logrado importantes avances.
Por ejemplo, en el 2001 creamos el Instituto Nacional de las Mujeres para promover la igualdad de oportunidades y la no discriminación.
Cinco años más tarde, por el impulso de las mujeres en los parlamentos, expedimos la ley general para la igualdad entre hombres y mujeres.
Decidimos hacer un esfuerzo nacional por la igualdad y, por tanto, corregir las disparidades regionales existentes en un país tan complejo y plural como el nuestro.
Un año después, también por el impulso de las parlamentarias mexicanas, publicamos la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, porque unos años antes una encuesta del Instituto de Estadística de nuestro país revelaba que la mitad de las mujeres mexicanas que vivían en pareja habían declarado ser víctimas de violencia por parte de sus mismas parejas; 15 por ciento reconocía violencia sexual.
Establecimos, pues, en la ley, en normas; creamos instituciones y previmos y nos propusimos defender y proteger esos derechos.
Delineamos una política de Estado y nos comprometimos como país a llevarla adelante, gracias a la incansable insistencia de miles de mujeres en la política y fuera de la política, pero también de hombres que decidieron tomar parte de esta causa.
Hoy, seguimos buscando que esos derechos que ya están plasmados en la ley se conviertan en realidades tangibles y vivas para todos.
Y lo cierto es que el trato legal diferenciado de las mujeres, el hecho de que tengamos que promover legislaciones especiales y acciones afirmativas para atender sus necesidades y expectativas, es consecuencia de que los derechos de las mujeres siguen sin ser reconocidos como derechos humanos.
En consecuencia, no hemos cerrado la brecha histórica de la desigualdad material.
En nuestras sociedades todavía se regatea a las mujeres el ejercicio de sus derechos más básicos. Y cada vez que se vulnera el derecho de una mujer se están violando derechos humanos.
Porque viola los derechos de las mujeres quien deja de contratar a una mujer porque se puede embarazar. Quien les niega méritos y obstaculiza su ascenso profesional. Quien les paga un menor sueldo por el mismo trabajo.
Porque viola los derechos de las mujeres un papá que saca de la escuela a su hija y la pone a trabajar para asegurar que sus hermanos varones sigan capacitándose en la escuela.
Se violan los derechos de las mujeres cuando los médicos de un hospital público o privado imponen a las mujeres una operación para esterilizarla sin su anuencia o consentimiento.
Se violan sus derechos, su condición de dignidad, cuando una mujer es secuestrada, vendida, explotada sexualmente como si se tratara de un objeto hecho para satisfacer a otro, como si su libertad y su dignidad fuera una mercancía.
Es una atrocidad, una violación a los derechos humanos cuando un agente del Ministerio Público acusa a una mujer violada de ser la ocasión de lo que denuncia, diciéndole que su forma de vestir o de caminar justifica la agresión.
Traiciona la confianza, el amor y la solidaridad, pero sobre todo viola derechos humanos aquél hombre que maltrata a su pareja; humillarla, golpearla, violarla, como sucede, de una u otra forma, a casi la mitad de las mujeres mexicanas.
Los derechos de las mujeres tienen que defenderse porque son derechos humanos. No pueden discutirse los derechos de las mujeres como si fueran algo escindido de los derechos humanos.
Si los derechos humanos representan la lucha y la conquista de la humanidad por hacer valer la dignidad y la autonomía de las personas, los derechos de las mujeres son precisamente la justa proyección de la dignidad y la autonomía de las mujeres en su condición de personas.
No podemos negar que hay avances importantes. Hoy el 40 por ciento del congreso mexicano está ocupada por mujeres. Casi el 35 por ciento de mis compañeras senadoras son mujeres, pero costó mucho, a muchas mujeres, esta afortunada pero insuficiente realidad.
Mil novecientos veintitrés, la primera diputada local en nuestro país, por cierto una destacada promotora del sufragio femenino; 30 años más tarde la primera mujer en la Cámara de los Diputados federal; 10 años después la primera senadora, y por supuesto una lenta apertura de oportunidades en los gobiernos, en el servicio exterior, en las administraciones públicas.
Las mujeres han entrado a la fuerza laboral sin duda, pero es igualmente cierto que siguen contribuyendo desproporcionadamente con trabajo en el hogar, no remunerado y que sus salarios son distintos, menores por el sólo hecho de ser mujeres. Esta situación es aún peor para las mujeres indígenas y para las mujeres migrantes.
Las mujeres terminan con mejores calificaciones en las universidades, pero se tardan en promedio cinco años más en alcanzar el sueldo que tiene un hombre al salir de la universidad. Hay muchas empresarias exitosas, sin duda, 30 por ciento en puestos gerenciales, pero aún sigue siendo menor que los hombres.
En muchas latitudes hay un sinfín de ejemplos de mujeres que son motores del cambio, promotoras del progreso y conquistadoras de la paz. Ustedes son el mejor ejemplo de que persiste el techo de cristal, pero que por fortuna ese techo invisible ya tiene grietas por las que trasluce la esperanza de que algún día, no muy lejano, ese techo se vendrá abajo en pedazos.
Ustedes representan, cada una de ustedes, esas grietas que permiten que las niñas, nuestras hijas, mis hijas y las de muchos otros puedan aspirar a un futuro mejor, a un destino más luminoso, un destino que quizás ustedes no imaginaban siquiera hace unas décadas.
Cuando las mujeres son excluidas del espacio público de la toma de decisiones, son aún más vulnerables.
Si queremos que la democracia se consolide, tenemos que garantizar la participación social y política de las mujeres, de todas las mujeres, porque sólo en la medida de su empoderamiento, lograremos vencer las resistencias culturales e históricas, a la plena igualdad de oportunidades y derechos.
Y la verdad, es que el mundo se beneficia en reconocer espacios a las mujeres.
El bienestar de las mujeres representa el bienestar de las comunidades. Así lo demuestran muchos estudios.
En la India, por ejemplo, se propusieron analizar en qué gastan las autoridades políticas por género.
Resulta que las mujeres alcaldesas pueden presumir mayor inversión en infraestructura comunitaria que los hombres alcaldes.
El bienestar de las mujeres también representa el bienestar de las empresas.
En Estados Unidos se ha demostrado que las 500 empresas más exitosas, las empresas con mayores rendimientos económicos, son casualmente las empresas con mayor número de mujeres en sus juntas de gobierno.
Son sin duda las mujeres -y nos consta en este proceso electoral reciente- son sin duda las mujeres mejores candidatas, pero también mejores legisladoras y mejores gobernantes.
El reto que tenemos como sociedad es alejarnos de la retórica. Es procurar una vida llena, plena, de igualdad substancial para todas.
Que las mujeres tengan derecho a expresarse y a ser escuchadas.
Que tienen derecho a que confiemos en sus decisiones, en sus capacidades, en su libertad para elegir la vida que quieran.
El derecho a gobernarse a sí mismas, pero también el derecho a gobernarnos a todos.
Amigas.
Amigos todos:
La historia de las mujeres ha sido en gran medida una historia de silencio frente al abuso y frente a la exclusión.
Construyamos espacios en donde las mujeres se apropien legítimamente de sus voces, en donde puedan conocerse y reconocerse como compañeras de batalla.
Permítannos, a los hombres, ser sus aliados.
Erradiquemos juntos toda forma de violencia, desde la física y la emocional, hasta la violencia política que las limita en su legítimo derecho y aspiración a tomar parte de las decisiones públicas.
Se los pido como padre de dos niñas, pero también como ciudadano que reconoce que su causa, es sencillamente una causa de justicia.
Porque luchar hoy por una mujer, es librar una batalla por sociedades más inclusivas, más libres, más solidarias.
Que este espacio, que este foro sirva para definir objetivos, diseñar políticas, provocar consensos que trasciendan nuestras fronteras, pero sobre todo, pero sobre todo, que sirva para recordarnos que su causa es nuestra causa, porque un mundo de igualdad substancial, es posible.
Muchísimas gracias por su atención.

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