Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

·  La Constitución define, con toda claridad, las instituciones que tienen la responsabilidad y el mandato de defender la independencia y la soberanía nacional, dijo

La unidad nacional a la que se ha convocado en la actual coyuntura nacional e internacional no debe construirse alrededor de una persona o intento de mesías, manifestó el coordinador de los senadores del Partido Acción Nacional (PAN), Fernando Herrera Ávila, en la sesión solemne del Senado de la República, con motivo del centenario de la Constitución.

Herrera Ávila subrayó que tienen razón las voces que dicen que México no puede depender ahora de un solo hombre; que no se requiere de un “salvador de la patria”, y que la unidad nacional no se construye alrededor de una persona o intento de mesías.

“Si la unidad nacional se da en torno a los intereses nacionales, hoy por hoy no hay mayor interés nacional que hacer realidad las promesas constitucionales y para eso se requieren instituciones de alta credibilidad y gran confianza ciudadana que estén libres de sospecha y de señalamiento”, expuso en tribuna del pleno camaral.

Recordó que en muchas ocasiones, nuestro país ha tenido que enfrentar agresiones, chantajes, presiones e incluso invasiones extranjeras.

Por eso, dijo, no es casual que en nuestra Constitución se hayan definido con toda claridad las instituciones que tienen la responsabilidad y el mandato de defender la independencia y la soberanía nacional.

“Las respuestas las encontramos en la Constitución. Por una parte, hay que consolidar y hacer más fuerte nuestra independencia; es decir, evitar todo aquello que pueda comprometer o debilitar la soberanía y la autodeterminación de los mexicanos en nuestro país”, dijo.

Siguiendo el mandato constitucional, señaló, no debe de haber duda:

“En el ámbito de las relaciones internacionales, ante una relación que ha hecho crisis por causas ajenas a la voluntad de los mexicanos, la Soberanía Nacional y los intereses nacionales deben defenderse: velando por los derechos inalienables de nuestros connacionales que viven, trabajan y estudian en los Estados Unidos así como en el resto de mundo, y lograr que nuestro país dependa menos de voluntades unilaterales”.

En su intervención, el legislador panista propuso:

“Como Senado de la República, pugnar para que el país salga fortalecido de la crisis de relaciones internacionales y comerciales; como país,  aprender la lección,  para ya no depender de voluntades ajenas, plagadas de racismo y primitivos apetitos imperiales, y como representación nacional, pugnar para que ningún muro o agresión imponga sombras en el futuro del país”.

(Se anexa versión)

 

9 de febrero de 2017

 

 

* Versión del discurso pronunciado por el Coordinador de los senadores del PAN, Fernando Herrera Ávila, en la sesión solemne del Senado de la República para conmemorar el Centenario de la Promulgación de la Constitución

Ciudadanas senadoras y ciudadanos senadores de la República.

Honorable Asamblea.

Señoras y señores:

Hemos asistido a las conmemoraciones del Centenario de la Promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917.

Como Senadores de la República tenemos el privilegio y la responsabilidad de formar parte de esta hora tan importante y compleja para la nación.

Independientemente de faros ideológicos, nuestra Constitución es una guía de lo que somos y lo que queremos ser como país. La Constitución conforma los sentimientos que como nación poseemos.

Destacamos también que tomó la forma de un pacto entre los ciudadanos para darse una nueva forma de gobierno, garante de estabilidad y democracia.

Y hemos insistido, a su vez, en que nuestra Constitución es el documento que expresa el proyecto de país que los mexicanos deseamos, con sueños y con aspiraciones.

También debemos resaltar que la Constitución ha sido el instrumento que ha guiado la ruta hacia la modernización del país en los siglos XX y XXI, y que en él se han registrado, como normas generales, los cambios que la voluntad popular ha dictado.

No es casual que la Constitución mexicana, promulgada en Querétaro hace 100 años, haya cumplido ese múltiple papel en nuestro país, pues la construcción de la legalidad constitucional ha sido el hilo conductor de nuestra historia.

No sólo ha sido el contrato social a la manera de Rousseau, ni el pacto de reglas básicas de los modelos políticos de otros países. Nuestra Constitución representa síntesis histórica, pacto revolucionario, diseño republicano y programa de acción del Estado mexicano.

La Carta Magna que nos dimos en 1917, se ha reconfigurado porque el país también se ha reconfigurado, y la voluntad popular ha determinado que se profundicen normas básicas, libertades, derechos e instituciones.

Por eso, fue necesario abrir paso a las grandes reformas para construir nuestra democracia electoral, también las reformas para darle claridad a la conducción de la economía y para garantizar los derechos humanos y el acceso a la justicia.

Incluso las llamadas reformas estructurales de los últimos años se inscriben en ese proceso de profundizar y precisar el proyecto de país que los mexicanos deseamos: modelo republicano, democracia política, libertades individuales, derechos humanos inalienables y derechos sociales irrenunciables, así como el entramado institucional de nuestro país.

Vale la pena recordar que, en muchas ocasiones, nuestro país ha tenido que enfrentar agresiones, chantajes, presiones e incluso invasiones extranjeras.

Por eso, no es casual que en nuestra Constitución se hayan definido con toda claridad las instituciones que tienen la responsabilidad y el mandato de defender la independencia y la soberanía nacional.

Ello no es una opción, ni tampoco una decisión personal de quienes ocupan e integran los poderes de la Unión; es un mandato constitucional, un imperativo, del cual, venturosamente, nuestra historia tiene ejemplos brillantes, desde la obcecación patriota de Juárez, la brega de eternidad de Gómez Morín, hasta los pasajes de Cárdenas y  López Mateos.

México hoy vive una encrucijada de su historia, tanto por las circunstancias internacionales, como por los problemas internos que obligan a que nuestro país y todas sus instancias públicas tomen decisiones trascendentales.

Tienen mucha razón  las voces que nos dicen que México no puede depender ahora de un solo hombre y que no requerimos un “salvador de la patria”, y que la unidad nacional no se construye alrededor de una persona o un intento de mesías.

La Carta Magna nos señala un principio básico para nuestra arquitectura política: “La soberanía nacional radica, esencial y originalmente, en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste”.

El México del presente y del futuro depende de que los órganos depositarios de la soberanía popular actúen con responsabilidad, inteligencia y patriotismo.

En esta encrucijada de la historia, la gran interrogante es: ¿De qué manera, en pleno siglo XXI, ante un mundo globalizado, se sirve mejor al interés nacional del pueblo de México?

Las respuestas las encontramos en la Constitución. Por una parte, hay que consolidar y hacer más fuerte nuestra independencia, es decir, evitar todo aquello que pueda comprometer o debilitar la soberanía y la autodeterminación de los mexicanos en nuestro país.

Pero ello también implica que las instituciones políticas y poderes públicos deben de cumplir con su obligación de velar por el bienestar, garantizar sus derechos y trabajar por el progreso y la dignificación constante de las condiciones de vida de todos los mexicanos.

Siguiendo el mandato constitucional, no debemos dudar: en el ámbito de las relaciones internacionales, ante una relación que ha hecho crisis por causas ajenas a la voluntad de los mexicanos, la soberanía nacional y los intereses nacionales deben defenderse: en primer lugar, velando por los derechos inalienables de nuestros connacionales que viven, trabajan y estudian en Estados Unidos, así como en el resto de mundo.

Además, debemos lograr que nuestro país dependa menos de voluntades unilaterales; hay que aprender la lección, y si hoy, por decisión de nuestro vecino y principal socio comercial, se nos orilla a replantear nuestras políticas comerciales y relaciones internacionales, hagámoslo con inteligencia, con prudencia y con audacia.

El reacomodo comercial en América del Norte, y tal vez en el mundo, es inevitable. El Gobierno de la República debe buscar que no se lastime a nuestra economía, pero de ninguna manera aceptar condiciones indignas, ofensivas o abusivas.

Estamos obligados a recordar lo ya dicho: con responsabilidad republicana, hemos construido reformas constitucionales de gran calado para modernizar la economía, la educación, nuestra democracia, las telecomunicaciones, la impartición de justicia, las políticas en materia de energía, las relaciones laborales y las finanzas del país, mas ese esfuerzo de actualización legislativa, hay que aceptarlo, aún no se ha reflejado en resultados concretos a favor de los mexicanos.

Y es que debemos de ser claros y congruentes: para hacer realidad los compromisos sociales de la Constitución y concretar los sueños de tener una patria soberana, libre y feliz hace falta lograr mejores gobiernos, eficientes y responsables.

La gran reforma que hace falta a nuestra Constitución es la correspondiente a nuestro modelo político republicano. Y seguramente será un debate público, político, legislativo de los próximos años.

La segunda vuelta electoral no tiene por qué rehuirla el Gobierno, y los que se denominan  progresistas no tienen por qué temer a los gobiernos de coalición. 

De lo que no hay duda es que las actuales instituciones a cargo de los poderes del Estado están obligadas a garantizar que los viejos lastres de la corrupción, la impunidad  y la opacidad ya sean erradicados de la vida pública.

Es impensable elegir un fiscal Anticorrupción si antes no se le dota de autonomía plena, modificando la ley y garantizándole autonomía constitucional.

No se trata de tender cortinas de humo; no se trata sólo de aprobar una Ley de Seguridad Interior, si antes no se aprueba un modelo de nueva policía. Se trata, como bien se ha señalado, de dar vigencia al constitucionalismo social, de que quienes menos posibilidades tienen obtengan  esas oportunidades que se le han regateado. Señoras y señores, se trata de México.

Cada acto de corrupción de parte de alguna autoridad es un golpe a la unidad nacional. Cada golpe a la economía popular es una lesión a la legitimidad de la autoridad.

Si la unidad nacional se da en torno a los intereses nacionales, hoy por hoy no hay mayor interés nacional que hacer realidad las promesas constitucionales y para eso se requieren instituciones de alta credibilidad y gran confianza ciudadana que estén libres de sospecha y de señalamiento.

Celebramos que la soberanía popular haya producido, hace 100 años, el documento básico del país, dinámico, innovador, visionario, pero a la vez reconozcamos que el país está en deuda con su pueblo y que falta mucho, mucho, para hacer realidad el bienestar prometido en nuestra Carta Magna.

Asumamos compromisos: construyamos integralmente el andamiaje para garantizar la total transparencia de las funciones de los órganos de la República, terminemos con la impunidad, aseguremos que no haya corrupción sin castigo. Demos al pueblo de México gobiernos y autoridades con estatura ética, de alta credibilidad y confianza ciudadana.

Como Senado de la República, pugnemos para que nuestro país salga fortalecido de las crisis de relaciones internacionales y comerciales.

Como país aprendamos la lección para ya no depender de voluntades ajenas, plagadas de racismo y primitivos instintos y apetitos imperiales.

Como representación nacional, pugnemos para que ningún muro o agresión imponga sombras en el futuro del país, trabajemos para derribar también los muros atávicos que dentro de nuestro país han  impedido que se hagan realidad todas las libertades y derechos que el pueblo de México se merece.

Ante quienes atentan contra la patria, México siempre estará alerta, ya que cuenta con su gente, apoyada en el imperio de la ley que representa su Constitución y con la cual las senadoras y los senadores de Acción Nacional estamos ciertos y seguros de que México va por delante.

Muchas gracias.

 

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