Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

SESIÓN SOLEMNE DE LA H. CÁMARA DE SENADORES, CELEBRADA EL MIÉRCOLES 14 DE NOVIEMBRE DE 2012.

PRESIDENCIA DEL CIUDADANO SENADOR ERNESTO JAVIER CORDERO ARROYO

 -EL C. PRESIDENTE ERNESTO JAVIER CORDERO ARROYO: (11:09 horas)  Solicito a la Secretaría informe a la Asamblea el resultado del cómputo de asistencia de los señores senadores.

 -LA C. SECRETARIA IRIS VIANEY MENDOZA MENDOZA: Honorable Asamblea, conforme al registro, tenemos una asistencia de 70 legisladores.

Hay quórum, señor presidente.

 -EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: Se abre la Sesión Solemne del Senado de la República, convocada para la entrega de la “Medalla de Honor Belisario Domínguez”.

 Solicito a la Secretaría, dé lectura a las comisiones de cortesía que han sido designadas para recibir y acompañar a nuestros distinguidos invitados a esta Sesión Solemne.

 Para recibir al ciudadano Presidente de la República, el senador Roberto Armando Albores, el senador Roberto Gil Zuarth, senador Carlos Alberto Puente Salas, la senadora Hilda Estela Flores Escalera y el senador Mario Delgado.

 Para recibir al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los senadores Raúl Cervantes, Martha Elena García, Manuel Camacho Solís, Pablo Escudero Morales, Arely Gómez González, Jorge Luis Preciado Rodríguez.

 Y para recibir al Presidente de la Cámara de Diputados, los senadores Arturo Zamora Jiménez, Rosa Adriana Díaz Lizama, Adán Augusto López y Juan Gerardo Flores Ramírez.

 Para recibir a la familia del señor Ernesto de la Peña, la senadora Itzel Sarahi Ríos, el senador Javier Lozano Alarcón, el senador Alejandro Encinas Rodríguez, el senador Luis Armando Melgar Bravo y la senadora Angélica del Rosario Araujo Lara.

 Para recibir al licenciado Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno del Distrito Federal, la senadora Ana Lilia Herrera, la senadora Mariana Gómez del Campo y la senadora Alejandra Barrales Magdaleno.

 -EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: Esta Presidencia solicita a las comisiones designadas, acudan a las puertas de este recinto, a fin de cumplir con su cometido.

 En tanto, se declara un receso.

(Las comisiones cumplen)

( R e c e s o )


 -EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: Se reanuda la Sesión Solemne.

 -LA C. SECRETARIA MENDOZA MENDOZA: Les solicito ponerse de pie, para recibir al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

(Todos de pie)

 Favor de tomar asiento.

 -EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: Con fundamento en el artículo 100 de la Ley Orgánica del Congreso General y el artículo noveno del Reglamento de la Medalla de Honor Belisario Domínguez, damos inicio a la Sesión Solemne, a fin de realizar la entrega de este galardón y del diploma correspondiente.


 -LA C. SECRETARIA MENDOZA MENDOZA: Nos ponemos de pie, a efecto de rendir los honores de ordenanza al Presidente de la República.

(Todos de pie. Honores de Ordenanza)

 Sírvanse tomar asiento.

 -EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: Damos la bienvenida al señor Presidente de la República, licenciado Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.

 Al Ministro Juan Silva Meza, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

 Al diputado Jesús Murillo Karam, Presidente de la Cámara de Diputados.

 Agradezco la presencia de los señores diputados federales, de los distinguidos miembros del Poder Ejecutivo Federal, de los representantes de los poderes del estado de Chiapas y del presidente municipal de Comitán, Chiapas.

 Reconozco y agradezco la presencia de las distinguidas ciudadanas y ciudadanos que con anterioridad recibieron la Medalla de Honor Belisario Domínguez, y que nos acompañan en esta Sesión Solemne.
 
 Todos honran con su presencia al Senado de la República.

 Solicito a la Secretaría, proceda a pasar lista de honor.

 -LA C. SECRETARIA MENDOZA MENDOZA: Les solicito ponerse de pie.

(Todos de pie)

(Todos de pie)

¡Senador Belisario Domínguez!
 -EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: ¡Murió por la Patria, en defensa de la libertad!

 -LA C. SECRETARIA MENDOZA MENDOZA: Sírvanse tomar asiento.

 -EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: Solicito a la senadora Iris Vianey Mendoza Mendoza, secretaria de la Mesa Directiva, dé lectura a la histórica proclama del doctor y senador Belisario Domínguez, correspondiente a la Vigésima Séptima Legislatura del Senado de la República.

 -LA C. SECRETARIA MENDOZA MENDOZA: Doy lectura al texto del discurso del senador Belisario Domínguez.
Proclama del senador Belisario Domínguez.


Señor Presidente del Senado: Por tratarse de un asunto urgentísimo para la salud de la Patria, me veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y suplicar a usted se sirva dar principio a esta sesión tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer en seguida a los señores Senadores. Insisto, señor Presidente, en que este asunto debe ser conocido por el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo conocerá el público y urge que el Senado lo conozca antes que nadie.

SEÑORES SENADORES: Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 del presente.

Indudablemente, señores Senadores, lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan de política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados sobre el particular. Se pretende engañar a la Nación Mexicana, a esta noble Patria que confiando en V. Honradez y en vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses.
 
¿Qué debe hacer en este caso la Representación Nacional?

Corresponder a la confianza con que la Patria la ha honrado, decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies.

La verdad es ésta: Durante el gobierno de don Victoriano Huerta, no solamente no se ha hecho nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la república es infinitamente peor que antes: La Revolución se ha extendido en casi todos los Estados: Muchas Naciones, antes buenas amigas de México, rehúsanse a reconocer su gobierno, por ilegal; nuestra moneda encuéntrase despreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa entera de la República amordazada o cobardemente vendida al gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados; muchos pueblos arrasados y por último, el hambre y la miseria en todas sus formas amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada Patria.

¿A qué se debe tan triste situación?

Primero y antes que todo, a que el pueblo mexicano no pueda resignarse a tener por Presidente de la República a don Victoriano Huerta, al soldado que se amparó del poder por medio de la traición y cuyo primer acto al subir a la Presidencia fue asesinar cobardemente al Presidente y Vicepresidente legalmente elegidos por el voto popular, habiendo sido el primero de éstos quien colmó de ascensos, honores y distinciones a don Victoriano Huerta, y habiendo sido él igualmente a quien don Victoriano Huerta juró públicamente lealtad y fidelidad inquebrantable.
 
Y segundo, se debe esta triste situación a los medios que don Victoriano Huerta se ha propuesto emplear para conseguir la pacificación. Esos medios ya sabéis cuáles han sido: Únicamente muerte y exterminio para todos los hombres, familias y pueblos que no simpaticen con su gobierno.

La paz se hará, cueste lo que cueste, ha dicho don Victoriano Huerta. ¿Habéis profundizado, señores Senadores, lo que significan esas palabras en el criterio egoísta y feroz de don Victoriano Huerta? Esas palabras significan que don Victoriano Huerta está dispuesto a derramar toda la sangre mexicana, a cubrir de cadáveres todo el Territorio Nacional, a convertir en una inmensa ruina toda la extensión de nuestra patria, con tal que él no abandone la Presidencia ni derrame una sola de su propia sangre.

En su loco afán por conservar la Presidencia, don Victoriano Huerta está cometiendo otra infamia: Está provocando con el pueblo de los Estados Unidos de América un conflicto internacional en el que, si llegara a resolverse por las armas irían estoicamente a dar y a encontrar la muerte todos los mexicanos sobrevivientes a las amenazas de don Victoriano Huerta; todos, menos don Victoriano Huerta ni don Aureliano Blanquet, porque esos desgraciados están manchados con el estigma de la traición, y el pueblo y el ejército los repudiarían llegado el caso.

Esa es en resumen la triste realidad. Para los espíritus débiles parece que nuestra ruina es inevitable, porque don Victoriano Huerta se ha adueñado tanto del poder, que para asegurar el triunfo de su candidatura a la Presidencia de la República en la parodia de elecciones anunciadas para el 26 de octubre próximo, no ha vacilado en violar la soberanía de la mayor parte de los Estados quitando a los Gobernadores constitucionales o imponiendo Gobernadores militares que se encargarán de burlar a los pueblos por medio de farsas ridículas y criminales.

Sin embargo, señores, un supremo esfuerzo puede salvarlo todo. Cumpla con su deber la Representación Nacional y la Patria está salvada y volverá a florecer más grande y más unida y más hermosa que nunca.
La representación Nacional debe deponer de la Presidencia de la República a don Victoriano Huerta, por ser él contra quien protestan con mucha razón, todos nuestros hermanos alzados en armas y de consiguiente por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos.

Me diréis, señores, que la tentativa es peligrosa, porque don Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz que asesina sin vacilación ni escrúpulo a todo aquél que le sirve de obstáculo: ¡No importa, señores! La Patria os exige que cumpláis con vuestro deber aún con el peligro y aún con la seguridad de perder la existencia. Si en vuestra ansiedad de volver a ver reinar la paz en la República os habéis equivocado, habéis creído las palabras falaces de un hombre que os ofreció pacificar a la Nación en dos meses, y le habéis nombrado Presidente de la República, hoy que veis claramente que este hombre es un impostor inepto y malvado, que lleva a la Patria con toda velocidad hacia la ruina. ¿Dejaréis por temor a la muerte que continúe en el poder?

Penetrad en vosotros mismos, señores, y resolved esta pregunta: ¿qué se diría de la tripulación de un gran navío que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso nombrara piloto a un carnicero que sin ningún conocimiento náutico navegara por primera vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al Capitán del barco?

Vuestro deber es imprescindible, señores, y la Patria espera de vosotros que sabréis cumplirla.

Cumpliendo ese primer deber, será fácil a la Representación Nacional cumplir los otros que de él se derivan, solicitándose en seguida de todos los jefes revolucionarios que cese toda hostilidad y nombren sus delegados para que de común acuerdo elijan al Presidente que deba convocar a elecciones presidenciales y cuidar que éstas se efectúen con toda legalidad.

El mundo está pendiente de vosotros, señores miembros del Congreso Nacional mexicano, y la Patria espera que la honréis ante el mundo evitándole la vergüenza de tener por Primer Mandatario a un traidor y asesino.


"Nota: Urge que el pueblo mexicano conozca este discurso para que apoye a la Representación Nacional; y no pudiendo disponer de ninguna imprenta, recomiendo a todo el que lo lea que saque cinco o más copias, insertando también esta nota y las distribuya a sus amigos y conocidos de la capital y de los Estados. ¡Ojalá hubiera un impresor honrado y sin miedo!"

Septiembre 29, de 1913


(SIGUE 2ª. PARTE)
 -EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: Se concede el uso de la palabra al senador Roberto Albores Gleason, a nombre de la Cámara de Senadores.

 -EL C. SENADOR ROBERTO ARMANDO ALBORES GLEASON: “Los hombres somos raza de una muy breve vigencia, de rápido estertor y ausencia larga. De creer que vivimos y estar yéndonos hacia donde las fuerzas se detienen y la escarcha nos borra y el cierzo desbarata nuestras bocas.

 Ya se quebró tu corazón hombre cualquiera, antes que el nuestro.

 Ya se apagó el torrente de tu sangre, se detuvo el perfil que te animaba y eres sólo la arena que se escurre o el agua que se va o el viento irregresable”.

 Maestro Ernesto de la Peña, poema réquiem.

 Y es ahí, señoras y señores, donde cobra absoluta relevancia en el caminar breve de los hombres el perfil que los anima. Todos seremos arena o agua, o viento, cuando las fuerzas se detengan y la escarcha nos borre.

 Queda ahí la ausencia larga de los que vivieron en plenitud y carácter.

 Queda ahí su legado y el torrente de su sangre.

 Ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Felipe Calderón Hinojosa; ciudadano Senador Ernesto Cordero Arroyo, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores; ciudadano Ministro Juan Silva Meza, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; ciudadano diputado Jesús Murillo Karam, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados; ciudadano Gobernador electo del Estado de Chiapas, licenciado Manuel Velasco Coello; ciudadano Jefe de Gobierno, Miguel Mancera; ciudadana María Luisa Tavernier, viuda del maestro don Ernesto de la Peña Muñoz; compañeras y compañeros senadores; distinguidas personalidades que nos honran hoy con su presencia; señoras y señores:

 La Medalla Belisario Domínguez, sin temor a equivocarme, es la máxima distinción que otorga el Estado mexicano a aquellos ciudadanos que se han distinguido por su ciencia o su virtud en grado eminente como servidores de nuestra patria de la humanidad.

 No es casualidad que esta distinción lleve el nombre del trágico héroe de la libertad y de la democracia, y tampoco lo es el que estén reunidos aquí los tres Poderes de la República, honrando a don Ernesto de la Peña Muñoz, como el galardonado de la Medalla 2012.

 En esta antigua casona de Xicoténcatl, respiramos hoy la grandeza de nuestra historia. Somos testigos afortunados del grado de un gran número de mujeres y hombres que con gran sentido patriótico, sacrificio y valentía, han aportado a la construcción permanente e inconclusa de un país libre, justo y democrático.

 Don Belisario Domínguez Palencia, senador chiapaneco, sin duda ha sido uno de ellos. Su memoria y sus hechos son inspiración para todos nosotros, referente del país de la libertad, de la democracia, del equilibrio de poderes y de la justicia social que día a día los mexicanos construimos.

 Cito al trágico héroe.

 “¿Qué debe hacer en este caso la representación nacional?

 Corresponder a la confianza con que la patria le ha honrado. Decir la verdad y no dejarla caer en el abismo que abre a sus pies. Un supremo esfuerzo puede salvarlo todo. Cumpla con su deber la representación nacional y la patria está salvada y volverá a florecer más grande, más unida y más hermosa que nunca”.

 Las palabras y acciones de Belisario Domínguez, que le….

(Sigue 3ª parte)
. . . . . . .. .  . ......Las palabras y acciones de Belisario Domínguez que le costaron su vida fueron el inicio del derrocamiento de Victoriano Huerta. Su aportación es de invaluables proporciones tanto históricas como morales. Es denuncia valiente, pero también eje de acción. Es terrible diagnóstico, pero también prospección de lucha en un país ávido de libertades y democracia.

La pregunta es obligada, señoras y señores. ¿Qué hubiera pasado en México sin la intervención valiente de Belisario Domínguez en contra del gobierno huertista, y de dictador?

Mientras otros callaron, el senador chiapaneco mostraba que la nación es mucho más que nosotros como individuos, y que los sacrificios, el mayor que es la vida, son indispensables en tiempos de sosiego e incertidumbre.

Belisario Domínguez es sitio y parteaguas del México contemporáneo, al margen trágico, a su inteligencia, a su calidad humana, a sus valores incuestionables de libertad, de democracia y bienestar social, México y los mexicanos debemos honrarlo permanentemente. Su legado trasciende ideologías, nos exhorta a lo importante mediante el diálogo y la construcción de acuerdos nos proyecta construir la patria que merecemos.

Decía Ortega y Gasset: “...No somos disparados de la existencia como una bala de fusil cuya trayectoria está absolutamente determinada...”. Es falso decir que lo que nos determina son las circunstancias. Al contrario.

Las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter. En consecuencia, es de gran emoción hoy, creo que para todos nosotros ser partícipes de la entrega de esta medalla, cuya relevancia histórica se refleja al honrar año con año, desde 1953 al trágico héroe chiapaneco.

Lo honramos de forma virtuosa, reconociendo la trascendencia y carácter de otros mexicanos, cuya aportación desde diversos ámbitos ha sido clave para la construcción de un mejor país.

En este 2012 no pudimos haber elegido mejor galardonado que el maestro Ernesto de la Peña Muñoz. El Senado de la República, las compañeras y los compañeros senadores de manera unánime así lo decidieron.

Dos mensajes trascendentes a la nación se derivan de este importante reconocimiento post mortem.

El primero, es que la medalla es un reconocimiento, no sólo a los mexicanos cuya vida se circunscribe al servicio público, a la política y a su análisis; sino también a aquellos que por su distinguida aportación a la ciencia, la cultura, el arte y el humanismo cimientan el engrandecimiento de México y fortalecen los valores de justicia, libertad y verdad.

El segundo mensaje es, que en un país ávido de construir acuerdos para avanzar existen personajes como el maestro Ernesto de la Peña que trascienden ideología. Nos conmueven y nos invitan a actuar unidos hacia un proyecto común.

Así, la edición 2012 de la Medalla “Belisario Domínguez” al  maestro de la Peña nos demuestra que la patria es la construcción de todos los mexicanos desde sus diversas trincheras y que su grandeza radica en que nuestros acuerdos son mayores a nuestros desacuerdos para que la nación progrese.

En palabras del propio maestro de la Peña al referirse a Edmundo Warman.

Confieso de primera intención que no es tarea fácil emprender el recorrido de una biografía; menos todavía si ésta se concreta en unas cuantas pinceladas a abocetar la personalidad y la obra ejecutada con pasión de un personaje de su talla.

Su semblanza mayor ameritaría mucha tinta, y la ocasión no lo permite.

Este es el caso, amigas y amigos que hoy nos ocupa con nuestro galardonado.

Pero aún con ciertas pinceladas es fácil distinguir la trascendencia del maestro Ernesto de la Peña.

Hombre de memoria portentosa, sabiduría deslumbrante.....

(Sigue 4ª. Parte)
...con ciertas pinceladas es fácil distinguir la trascendencia del maestro Ernesto de la Peña, hombre de memoria portentosa, sabiduría deslumbrante y humildad sorprendente, se forjó en los caminos complejos y sinuosos de los saberes del hombre.

Don Ernesto, el humanista, el escritor, el poeta, el lingüista, el traductor, el políglota y polígrafo humilde y sereno, era como la poesía joven, inconforme, inquieto y efusivo, siembre ávido de nuevos mundos, de otras vidas.

Roberto Sánchez Valencia escribe: “Con maestría, Ernesto de la Peña transita de la filología a la historia, de la historia a la filosofía, de la filosofía a las artes y de las artes a la esfera espiritual”.

Para De la Peña todo lo humano no le era ajeno, de ahí que su curiosidad por las creaciones humanas no tuvieron parangón, era un “chismoso”, como él mismo solía decirse cuando se le preguntaba el por qué tenía siempre la necesidad de aprender algo.

Hombre aferrado a la vida, “porque no hay de otra”, solía decir. Las palabras eran su embeleso, las consideraba un punto de encuentro y desencuentro, el lugar donde la nada se redescubre y con la poesía se vuelve verbo.

En su memoria Vicente Quirarte escribió: “Don Ernesto ha sido una de las mentes más nobles y poderosas de nuestra ultrajada Patria”.

Como él solía decir: “Soy mexicano hasta las cachas”. Nos recordaba de manera crítica la realidad de nuestro país y la necesidad apremiante de ser más solidarios entre nosotros los mexicanos. No vacilaba en hablar de nuestras carencias, pero tampoco de nuestras cualidades y de nuestros puntos comunes.

Ernesto de la Peña era un melómano y difusor de la ópera, un conocedor de la música, desde el barroco, pasando por Wagner, su Dios, hasta los tangos que alguna vez bailó en su juventud. Fue con toda seguridad un gran mexicano que de forma pedagógica, sencilla y apasionante, pero con profundo saber, difundió y comunicó la riqueza de la cultura, las letras y la música universal.

Cabe citar a Don Alfonso Reyes cuando decía: “Que lo que no se puede explicar con manzanas no está claro, lo que no se puede explicar con un lenguaje accesible es porque no está bien pensado, hablar claramente es pensar con claridad y transmitir las ideas con sencillez, es una virtud que sólo florece en los hombres realmente sabios”.

Quizá una de las grandes aportaciones a México del maestro de la Peña es que fue un gran democratizador de la cultura utilizando como instrumento los medios masivos de comunicación, y así demostrando que la cultura no puede y no debe ser ajena al común de los mexicanos, y éste es fundamental si deseamos consolidar un México más libre, justo y democráticos, valores que el prócer Belisario Domínguez defendió durante toda su vida.

Concluyo. Don Ernesto de la Peña, erudito convertido en un febril ensayista y divulgador de la cultura, su sensibilidad era profusa, encontraba en el goce de la vida la belleza de ésta. La rosa, fetiche de Don Ernesto, se convertía en una metáfora de lo que es ser, en su brevísima cápsula de belleza se encierra una permanencia hecha de una sola certidumbre indestructible, la de haber vivido.

Y aunque en réquiem, el maestro de la Peña aludía que los hombres somos raza de muy breve vigencia, en él no podrá apagarse el torrente de su sangre y el perfil que lo animaba, porque hoy sus palabras hacen eco entre nosotros y recae la brillantez de su inminente saber.

La patria se regocija al reconocer, con todas sus letras, a Don Ernesto de la Peña Muñoz con el recuerdo siempre de Belisario Domínguez. Enhorabuena para México.

Muchas gracias. (Aplausos)

-EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: Les solicito ponerse de pie…

(SIGUE 5ª PARTE)
. . . (Aplausos)

 -EL C. PRESIDENTE JAVIER CORDERO ARROYO: Les solicito ponerse de pie para el acto de entrega a la señora María Luisa Tavernier, quién recibirá la Medalla de Honor Belisario Domínguez y el diploma que acredita al maestro Ernesto de la Peña como miembro de la Orden Mexicana de esta presea.

 (Se hace entrega de la Medalla Belisario Domínguez)

 (Aplausos)

 -LA C. SECRETARIA MENDOZA MENDOZA: Sírvanse tomar asiento.

 --EL C. PRESIDENTE JAVIER CORDERO ARROYO: A nombre del Doctor Ernesto de la Peña, el Doctor Jaime Labastida hará uso de la tribuna, en consecuencia se le concede la palabra.

 -EL C. DR. JAIME LABASTIDA:  Muy buenos días.

 Señor Presidente de la República, señor Presidente de la Cámara de Senadores,  señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia, señor Presidente de la Cámara de Diputados, señora María Luisa Tavernier, señoras y señores, debo confesar que mi primera reacción fue de sorpresa, cómo -me dije- mi amigo Ernesto de la Peña ha sido propuesto a la Medalla Belisario Domínguez, creo  -me dije otra vez- esta Medalla se otorga a luchadores sociales, a personas que han levantado su voz contra la injusticia, a personas que a semejanza de don Belisario Domínguez, se oponen a los tiranos y ejercen con riesgo de su vida la libertad de expresión en su más alto grado.
 
 Es imposible –me dije, una vez más- que esa Medalla  le sea otorgada a un humanista como Ernesto de la Peña, un hombre, que por si lo anterior fuera poco, parecía inmune a los dictados de la política activa que le placía encerrarse entre libros, estudiar manuscritos, escarbar en lenguas antiguas.
 
 A esa primera reacción de sorpresa, le  sucedió otra mayor y tal vez de signo  contrario,  un sentimiento, lo diré así, de inmensa alegría, al saber que el Senado de la República le había concedido la Medalla Belisario Domínguez correspondiente a este año de 2012, el año en que falleció a Ernesto de la Peña. Quise entender la razón, examinar la causa de este hecho insólito para mí, sé que en otras ocasiones el Senado de la República ha distinguió la tarea de los intelectuales que contribuyeron con su pensamiento y con su acción a resolver los graves asuntos de la res pública, pero no es el caso de Ernesto de la Peña, hombre que parecía hecho de alguna materia extraña, ajena desde luego a los problemas inmediatos y más aún,  a los temas de la política, que asemejaba vivir en otra época, y que sin embargo  tenía bien puestos los pies en la tierra.

 Ernesto de la Peña gozaba a leer un texto en sánscrito, al traducir del griego antiguo  a los filósofos presocráticos, al hurgar en los escritos de “Rabille”, de “Villum” o de “Prush”,  pero también amaba la música  moderna y el buen vino y los refranes del pueblo mexicano.

 Era  a caso lo que podría llamarse un buen ciudadano, sin otro adjetivo más, que acudía a votar  tal vez sin demasiado entusiasmo, que pagaba sus obligaciones fiscales de modo  puntual, que cumplía con sus deberes cívicos, podría decirse así, sin que eso le causara mayor placer  ni lo distinguiera por ello solo de otros ciudadanos tan comunes pues y tan corrientes como él. . .

(Sigue 6ª parte)
.... y eso le causara mayor placer y lo distinguiera por ello solo de otros ciudadanos tan comunes, pues, y tan corrientes como “él”. ¿Por qué, repito mi pregunta el Senado de la República le concede la Medalla Belisario Domínguez a un hombre así sumido en sus estudios humanísticos? 

Acaso antes de continuar me parece necesario aclarar que el Senado de la República distingue con esta medalla a los luchadores sociales y que es imprescindible, sin duda, para la buena marcha del país, que haya personas que reclamen, en el nombre de otros, derechos conculcados y que asuman la voz de quienes no pueden o no se atreven a levantar su voz contra la injusticia. Así ha sido, así será.

Tal es el sentido original de esta medalla, reconocer la valentía de quienes aun a costa de su vida luchen por un mundo más justo; pero lo creo también, hay diversas maneras de hacer de este mundo, aunque sea en una medida escasa, un mundo más divino y más justo. 

No sé, por lo tanto, si las causas que propondrían que ustedes hayan sido las que movieron al Senado de la República tomar la decisión que tomó; pero si no lo fueron para mí bastaría y sobrarían, serían tal vez el indicio de que algo empieza a cambiar en nuestra nación y que no todo está podrido, gloso lo que dice “Shakespeare en Hamlet”, que no todo está podrido en el Estado de Dinamarca.

Creo que el Senado de la República ha reconocido ahora a un héroe  de otras dimensiones, a un héroe de naturaleza diferente, a un hombre que podríamos llamar, si no es lícito usar esta expresión, un héroe intelectual, un hombre que hizo de la palabra su herramienta de trabajo, porque fue la palabra el instrumento propio de Ernesto de la Peña,  sin que le importara el sonido de la voz ni el signo gráfico con el que esa palabra hubiera sido reproducida. 

Para Ernesto de la Peña, la palabra, la voz salida de la garganta de todo hombre, de hindú o hebreo, francés o italiano, egipcio o alemán, árabe o mexicano, el signo gráfico que esa voz asumía, de modo fonético, silábico, y biográfico  o jeroglífico, era lo decisivo, porque mostraba a los hombres que se agitaban dentro de ella.

Si el Senado de la República ha valorado por encima de otros rasgos, en este caso, el mérito que tiene un trabajo “en este”, callado, el enorme valor acumulado que posee la labor de un hombre excepcional, de un hombre que fue enemigo de estridencias, de un intelectual sumergido en el silencio profundo de su biblioteca, lo volvería a decir, algo y en un sentido profundo empieza a cambiar en el fondo de nuestra nación, añado para bien.

Ernesto de la Peña asumió, y en grado sumo, el rasgo fundamental de todos los humanistas, la comprensión de los otros, el respeto por los conceptos ajenos, en donde esa virtud que en ocasiones semeja lo contrario de lo que contiene la lucha política, hablo de una virtud extraña, la virtud de la tolerancia que a Ernesto de la Peña le era connatural y que jamás asumía desde un supuesto espacio superior, por el contrario, siempre se situaba a la altura de los hombres sin que le importara su nivel cultural o su profesión de...

Ernesto de la Peña era agnóstico, descreía de la existencia del alma y de la vida ultraterrena, tenía una visión amplia de la historia de las religiones, quizá por eso no aceptaba que hubiera algún Dios ni vengativo ni amoroso que se ocupara de los mínimos asuntos de los hombres, ni de los mayores problemas del universo.

Por esta causa, porque abarcaba la totalidad del mundo religioso, y se interesaba por el pensamiento mítico, porque estudiaba con igual pasión el pensamiento de los “vedas”, que el de los cristianos, los mitos y la religión de los antiguos egipcios, que los mitos y la religión de los caldeos, Ernesto de la Peña es respetuoso de las opiniones y las creencias ajenas.
¿Acaso no compartiera esas creencias? Pero no es menos cierto que las examinaba con profundo....

(Sigue 7ª. Parte)
…de los antiguos egipcios, que los mitos y la religión de los caldeos, Ernesto de la Peña es respetuoso de las opiniones y las creencias ajenas.

 ¿A caso no compartiera esas creencias? Pero no es menos cierto que las examinaba con profundo respeto.

 Jamás anidaba en su ánimo una ofensa. Nunca le oí hacer burla de opinión alguna, a pesar de que le pareciera absurda, falsa o inadmisible.

 No era un hombre religioso, y sin embargo, gozaba al estudiar los conceptos religiosos o las imágenes del pensamiento mítico. Diré por esto, que su curiosidad no conocía límites, y que su avidez de saber era casi infinita.

 Quisiera decir, por último, que este hombre, este gran humanista Ernesto de la Peña, le rindió a la Academia Mexicana de la Lengua lo mejor de sí mismo, que en ella prodigó su sabiduría y sus consejos, que nunca escatimó su talento y nos lo dio a raudales.
 Lo propio  --añado--  hizo en sus programas de radio y en sus charlas de televisión, tarea que le permitió ampliar el círculo de sus enseñanzas, que la gente se guía  --me consta--  con unción.

Por todos estos motivos, creo que el Senado de la República ha tomado una decisión correcta, que celebro con júbilo al reconocer el trabajo silencioso y limpio de un enorme humanista.

Muchas gracias. (Aplausos).

-EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: La Mesa Directiva, en nombre del Senado de la República, les solicita que puestos de pie guardemos un minuto de silencio a fin de honrar la memoria de los Miembros de la Orden Mexicana de la Medalla “Belisario Domínguez”, que han fallecido.

(Todos de pie guardan un minuto de silencio)

-LA C. SECRETARIA MENDOZA MENDOZA: Sírvanse tomar asiento.
-EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: A nombre del Senado de la República, deseo expresar nuestro agradecimiento al ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, el licenciado Felipe Calderón Hinojosa;

Al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Ministro Juan Silva Meza;

 Al Presidente de la Cámara de Diputados, Diputado Jesús Murillo Karam, así como a todos nuestros distinguidos invitados por su asistencia a esta Sesión Solemne.

En especial queremos agradecerle a la señora Margarita Zavala;

Al señor Don Luis Héctor Alvarez, recipiendario de la Meda “Belisario Domínguez” en el 2010;

A los señores integrantes del Gabinete Federal: al señor Miguel Angel Mancera, Jefe de Gobierno Electo del Distrito y,

Al señor Manuel Velasco, Gobernador Electo del Estado de Chiapas, y a los amigos y familiares del maestro Ernesto de la Peña.

Una vez que se rindan los honores al Titular del Poder Ejecutivo, se solicita al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos…

 

(Sigue 8ª. Parte)
… Jefe del Gobierno Electo del Distrito Federal y al señor Manuel Velasco, Gobernador Electo del estado de Chiapas, y a los amigos y familiares del maestro Ernesto de la Peña.

 Una vez que se rindan los honores al titular del Poder Ejecutivo, se solicita al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, a la señora María Luisa Tavernier, al Ministro Juan Silva Meza y al diputado Jesús Murillo Karam, se trasladen al Muro de Honor de la Medalla Belisario Domínguez, a fin de develar el nombre del galardonado.

 Asimismo, se solicita a nuestros invitados, nos acompañen al Patio Central, para las guardas de honor ante la estatua del senador Belisario Domínguez.

 -LA C. SECRETARIA MENDOZA MENDOZA: Se solicita ponerse de pie, para entonar nuestro Himno Nacional Mexicano.

(Todos de pie)

 -EL C. PRESIDENTE CORDERO ARROYO: Se levanta la Sesión Solemne.

 
Se levantó la Sesión Solemne a las 11:54 horas.

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