Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL


Versión estenográfica de la participación del presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República, senador Ernesto Cordero Arroyo, durante la conmemoración del Día de la Bandera, que encabezó el presidente Enrique Peña Nieto, en el Campo Marte.

SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: Licenciado Enrique Peña Nieto, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Diputado Edgar Romo García, presidente de la Cámara de Diputados.

Ministro Luis María Aguilar Morales, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

General Salvador Cienfuegos Zepeda, secretario de la Defensa Nacional.

Almirante Vidal Francisco Sobernón Sanz, secretario de Marina.

Integrantes del Gabinete Legal y Ampliado.

Representantes de las Fuerzas Armadas.

Hace 197 años, Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide protagonizaron uno de los capítulos más importantes de la historia nacional: un abrazo en Acatempan, Guerrero, que decidió el rumbo que seguiría la lucha por la independencia de México y unió en el Plan de Iguala las aspiraciones de un pueblo con hambre de libertad.

Al sellarse la alianza un sastre, José Magdaleno Ocampo, entregó a la lucha armada una bandera que simbolizaría la libertad, el respeto a las creencias y el trato igual para todas las personas. Tres franjas de colores: verde, blanco y rojo; serían desde ese momento el estandarte de una lucha y de un pueblo que está próximo a celebrar 200 años de vida independiente.

En este largo andar, nuestro lábaro patrio ha tenido diversos cambios, relejo inequívoco de una nación viva, que sabe adaptarse a la realidad para avanzar hacia el futuro.

La Bandera Nacional supo adaptarse una vez que se consumó la independencia, supo cambiar la posición y forma del águila de nuestro escudo. Pero sobre todo aprendió a ser reflejo de una nación convencida de que sólo juntos podemos andar y afrontar los retos de la historia. De ahí el profundo amor que mexicanas y mexicanos le guardamos a nuestra querida bandera.

En ella lo antiguo se une con lo moderno y se establece como símbolo de identidad, como una sociedad cada vez más diversa. Convergen nuestras raíces indígenas, de las que nos sentimos orgullosos y nuestro pasado de lucha por ser una nación de derechos y libertades.

En su corazón, en su corazón, está la identidad de una nación milenaria como pocas, que encuentran en la leyenda de la fundación de la gran Tenochtitlán, con el águila parada sobre el nopal devorando una serpiente, un pasado único que nos honra como nación y nos impulsa hacia adelante; una historia que nos da identidad y nos permite afrontar las dificultades con tesón, determinación y solidaridad.

Con este corazón afrontamos los complicados tiempos de las intervenciones extranjeras, caminamos de la mano de los liberales durante la Guerra de Reforma y logramos reinstaurar la República. Sufrimos la Decena Trágica y el martirio de Madero por la democracia o el de Belisario Domínguez por el de la libertad de expresión.

Vivimos las luchas por los derechos sociales durante la Revolución. Redactamos nuestra Constitución. Participamos de la alternancia y el cambio democrático en el país. Creamos y fortalecimos instituciones que dan confianza y certeza a nuestra economía. Celebramos los triunfos de nuestras selecciones nacionales, de nuestros boxeadores, de nuestros atletas, de nuestros artistas.

Implementamos las transformaciones que nuestro país necesitaba para colocarse en la ruta del desarrollo y nos unimos en las obras de rescate y salvamento, entre los escombros durante los sismos de septiembre pasado.

Con la finalidad de custodiar este espíritu nuestra independencia, nuestra unidad y nuestras libertades, se creó el Ejército Trigarante; cuyos sucesores el Ejército Mexicano y la Armada de México, han sabido con dignidad, lealtad y amor a la patria, cumplir con esta importante misión, como lo muestran en el combate a la delincuencia organizada.

Agradecemos la labor de las Fuerzas Armadas y confiamos que seguirán en este camino de lealtad y compromiso que las caracteriza.

Hace casi 200 años, cuando ondeó por primera vez la bandera tricolor, vio una nación que surgía de una prolongada lucha armada, que había perdido una sexta parte de los suyos y que las enfermedades limitaban la esperanza de vida, apenas 35 años. Con una economía y una infraestructura destruidas, con una hacienda pública en bancarrota y saqueada, y un alto nivel de deuda que puso en riesgo nuestra soberanía.

Desde entonces, nuestra bandera nos ha apoyado en la consolidación de una nación democrática, solidaria y respetada.

En las últimas tres décadas, nuestra bandera se ha vuelto compañera de una profunda transformación de las instituciones de nuestro país, respetuosos de las reglas que como Estado nos dimos.

La necesaria apertura al mundo, a la par de la modernización, permitieron superar las perniciosas crisis económicas que destruyeron los patrimonios de familias enteras.

Durante estos años, se reivindicaron la libertad real y el orden, mejoraron las condiciones de vida de las y los mexicanos y se trabajó por una paz con justicia.

Todo esto con una claridad evidente en el rumbo que deseamos seguir. Transitamos de esta menara a un México global, democrático, de derechos y de libertades. Sin embargo, estos cambios, como los de la independencia, provocan resistencias y reacciones opuestas.

De este modo surgen en el escenario nacional propuestas que en lugar de combatir los grandes problemas nacionales, reviven posturas anacrónicas e irresponsables, que han demostrado su ineficacia y efectos negativos en el país; e incluso simulan alianzas basadas en el oportunismo.

Esto no es nuevo, en nuestra historia tenemos episodios donde los gobiernos cayeron en la trampa y siguieron espejismos que prometían soluciones mágicas e inmediatas; y lo único que provocaron inflación y deuda.

Nuestra generación debe estar alerta. No debemos asumir, como se hizo en otros países, que la estabilidad, el crecimiento económico y las libertades que hoy gozamos, van a estar ahí por siempre.

Lo que hemos logrado con trabajo y esfuerzo, está en riesgo por visiones populistas; y los populistas no sólo están en la izquierda, también están en la derecha.

Seamos responsables, como dijera Carlos Castillo Peraza, y lo cito: “No es tiempo de inventar futuros, con el pretexto que inventar futuros salva el presente, sino es tiempo de preservar el futuro por la acción responsable en el presente”, termino la cita.

Dependerá de todos y cada uno de nosotros escribir la historia por venir de esta gran nación y honrar cada uno de los colores de nuestra insignia nacional.

La bandera es, sin duda, el símbolo patrio que más nos representa a las mexicanas y mexicanos; es signo distintivo de nuestro país en el exterior y refleja nuestra unidad nacional, una unidad que habla de reconciliación con responsabilidad, de instituciones solidas y de democracia.

Hoy más que nunca, es necesario contemplar a nuestro Lábaro Patrio, pero no desde un inmovilismo o desde una ideología que nos divida o distraiga de los asuntos importantes, sino de un patriotismo vivo, fundado por nuestros padres y antepasados, y que responde a los retos que enfrentamos como nación.

Se necesita comprender y sentir cada uno de los elementos que la componen, pero sobre todo vivirlos, así como el escudo nos inspira. El verde, debe reforzar nuestra esperanza en un país para mejorar la vida de nuestros hijos; el blanco, debe permear en nuestra realidad, brindando paz y justicia en cada uno de los rincones de nuestra patria; y, el rojo, de la sangre derramada por nuestros héroes, debe inspirar a cada uno para actuar con valentía.

Sólo con la experiencia plena y dinámica de todos estos elementos, permitirán que reforcemos el diálogo y se sigan construyendo los acuerdos que afianzarán el rumbo que seguimos y la prosperidad que necesitamos.

Amigas y amigos:

Vicente Guerrero, héroe de esta etapa final de la lucha independentista, pronunció una de las frases más importantes de nuestra historia y que están grabadas en el Pleno del Senado de la República “La Patria Es Primero”. Esta máxima nos ha conducido cada día de nuestra labor y debe seguir guiando el actuar de las instituciones públicas de nuestro país.

A la sombra de esta bandera monumental en el Campo Marte, renovemos el compromiso con la historia de México, sus aspiraciones más profundas y las instituciones que con tanto esfuerzo hemos construido.

Sigamos el camino a un México más libre, más justo y más próspero.

Muchas gracias.

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