Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Versión del discurso del Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional, Jorge Luis Preciado Rodríguez, al rendir su Informe de Labores en su calidad de Presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, correspondiente al Segundo Año de Ejercicio de la LXII Legislatura.

Decía Eduardo Galeano: “Somos lo que hacemos; pero fundamentalmente, lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
Quiero agradecer la presencia de mis compañeras y compañeros senadores de la República, así como de los compañeros diputados federales y de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
En especial quiero destacar la presencia del presidente de la Cámara de Diputados, el diputado José González Morfín, y del coordinador del Grupo Parlamentario del PAN en la Asamblea, el asambleísta Federico Döring Casar, bienvenido.
En especial, reconozco y agradezco la presencia de mis compañeros coordinadores de los grupos parlamentarios en el Senado de la República, integrantes de la Junta de Coordinación Política: del senador Emilio Gamboa Patrón, del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional; del senador Miguel Barbosa Huerta, del Grupo Parlamentario de la Revolución Democrática; del senador Jorge Emilio González Martínez, que en esta ocasión es representado por el senador Gerardo Flores, bienvenido, del Grupo Parlamentario del Partido Verde Ecologista de México y, por supuesto, del senador Manuel Bartlett Díaz, coordinador del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo.
Nos honra con su presencia el presidente del Senado de la República, el senador Cervantes, a quien le agradezco su presencia en este acto. Asimismo, quiero destacar la presencia del presidente del Partido Acción Nacional, el licenciado Gustavo Madero Muñoz, amigo entrañable y gran dirigente.
Agradezco la representación de los gobernadores de las entidades de la República, dignamente ostentada por el presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores, el gobernador Carlos Lozano, y, por supuesto, quiero agradecer la presencia del gobernador de Puebla, el gobernador Rafael Moreno Valle.
Permítanme también destacar la presencia de los respetables embajadores y embajadoras de Austria, Alemania, Bélgica, Irlanda, Panamá, Paraguay, República Argentina, República de Cuba, República Dominicana, Rusia, Tailandia y Vietnam. La solidaridad y amistad entre nuestros pueblos se fortalece y enriquece con esta presencia.
En general, agradezco muy sentidamente la presencia de todos y cada uno de ustedes en este acto, que significa la terminación del Segundo Año de Ejercicio de la LXII Legislatura del Congreso mexicano.
Cuando llegamos al Senado, teníamos la disyuntiva de impulsar un periodo de cambios radicales que cambiaran al país o, como mucha gente lo esperaba e incluso demandaba, convertirnos ahora nosotros en una oposición paralizante de la modernización y el progreso del país. En realidad, éramos expresión de una gran parte del debate de las fuerzas políticas nacionales que, junto con nuestras dirigencias nacionales, debíamos resolver.
En algunos momentos de la historia de los pueblos, éstos se transforman de manera radical. En estos meses, nuestra patria ha vivido uno de los procesos de cambio más profundos de su historia. En el Congreso federal, hicimos eco de las profundas transformaciones que han tenido lugar en prácticamente todos los rincones del mundo, trayendo consigo nuevas realidades, nuevos desafíos y retos y nuevas causas.
En tan sólo tres décadas, hemos pasado de un bipolarismo que dominó la mayor parte del siglo XX a un reacomodo mundial centrado en regiones económicas y políticas, a partir de similitudes o identidades económicas y culturales, proximidades geográficas o conveniencias estratégicas.
En América Latina, por ejemplo, dejamos atrás una larga era de regímenes autoritarios nacidos de recurrentes golpes de Estado o simplemente regímenes de facto, así como lustros de movimientos político-sociales que mantuvieron en constante inquietud su vida como Estados.
Por otra parte, experimentamos nuevas realidades demográficas; la continuidad de viejos conflictos y el cambio paulatino del modelo industrial, a la vez que un portentoso e incesante desarrollo de la ciencia y la tecnología en todos los espacios de la vida cotidiana.
Quizás por la velocidad en que se manifiestan, hoy como nunca vemos en toda su intensidad la vigencia de las leyes de causalidad: lo que pasa aquí afecta allá y viceversa.
Por lo mismo, más y más vivimos una era de globalización legislativa, donde las transformaciones de muchas de las causas, en causa de la humanidad, han derivado en que con arreglo a sus propias realidades, circunstancias e intereses, las naciones hayan venido adoptando marcos jurídicos comunes en temas diversos tanto del pasado como de lo que podríamos denominar nuevas causas de la humanidad.
¿Hacia dónde se dirige el mundo en el resto del Siglo XXI?, no creo que exista una sola respuesta firme porque simplemente no lo creo posible, podemos sí revisar los hechos destacados y las transformaciones del pasado, los del mundo y las de México, el resultado es asombroso, alguien pudo en su tiempo imaginar lo que sucedería, por decir algo, solamente en los Siglos XIX y XX, guerras mundiales, desmantelamiento de antiguas formas de gobiernos en regímenes o imperios milenarios, de crecimiento de la población mundial, el surgimiento de la democracia como forma imperante de gobierno, globalización económica, integración racial, exploración espacial, desarrollo portentoso de la medicina y las comunicaciones, por mencionar sólo algunos casos.
Así como la Tierra, en su sentido geológico, no cesa de moverse y reacomodarse, observamos en los diversos países y regiones del mundo la aplicación cotidiana de la regla del continuo cambio, del incesante surgimiento de nuevas realidades y por tanto del imperativo de reorganizarse para enfrentar con éxito los nuevos desafíos.
Como parte de esa realidad global, México no podía quedarse atrás, ciertamente nuestro país ha experimentado una enorme transformación en décadas pasadas, son de mencionarse principalmente los avances en cobertura de la educación, el desarrollo de la infraestructura y la apertura económica, así como la consolidación de nuestro régimen democrático.
No obstante, debemos reconocer que siendo un país con inmensos recursos naturales y una estructura demográfica envidiable, hemos venido acumulando grandes deudas sociales y rezagos diversos que han dificultado nuestra expansión económica y desarrollo; si a esto sumamos lo único cierto de los pronósticos acerca de nuestro futuro, el de que para el año 2050 habremos superado la marca de los 150 millones de habitantes, queda claro el imperativo de revisar nuestro modelo de gestión de desarrollo, queda claro el ineludible reconocimiento que no podíamos seguir igual, de que debíamos cambiar.
A partir de las proposiciones de un ejercicio político único, que fue el Pacto por México, el Congreso mexicano asumió el papel que le correspondía, valorando nuestras realidades, problemas, insuficiencias y capacidades, decidió emprender la ejecución de un programa de reformas legislativas sin precedentes en relación con diversos aspectos de la vida clave para el país.
Este programa produjo, primero reformas constitucionales en materia educativa, laboral, económica, anticorrupción y telecomunicaciones, reforma financiera, penal, Ley de Amparo, de competencia económica, de transparencia y de energía. Y posteriormente dentro del mismo periodo, en tan sólo 12 meses, generó las respectivas leyes reglamentarias.
Para ilustrar el alcance de lo realizado basta con recordar que si bien la Constitución Política que nos rige se creó en 1917, sus respectivas leyes reglamentarias fueron producidas a lo largo de las décadas de los años 20, 30 y aún de los 40. Las modificaciones que hizo esta Legislatura se llevaron a cabo en tan sólo 365 días.
Tal proceso constituye una página única en la historia del Congreso mexicano, pero sobre todo significa, dado los alcances y la profundidad de las reformas realizadas, el inicio de un enorme salto en la historia del desarrollo nacional, en la vida de cada mexicano. México no será más el mismo y confiamos que comenzará a experimentar una progresiva y trascendente transformación.
Hoy gracias a las reformas los mexicanos tenemos la posibilidad de asumir y construir un nuevo futuro, un mañana acorde con aquello que merecemos y habíamos postergado, un país con mejores oportunidades económicas y más empleo, un gobierno más transparente, con mecanismos que combatan firmemente a la corrupción, un sistema judicial más justo, unas elecciones más competitivas y, por supuesto, una economía mucha más abierta contraria a los monopolios y capaz de ofrecer a todos y a cada uno los beneficios de la riqueza que se genera en nuestra patria.
Esta transformación, a diferencia de otros cambios ocurridos en México, no resultó de la violencia ni del autoritarismo, ocurrió en un marco democrático, dialogante, capaz de respetar las opiniones de todos.
Así, estamos ante un cambio que ofrece un nuevo futuro y que también nos muestra cómo somos: una nación democrática con instituciones sólidas, donde todas las voces son escuchadas, todas las opciones son valoradas y donde las mayorías deciden con plena legitimidad.
Las reformas son una invitación, un llamado al esfuerzo, un reclamo de participación para que en breve den lugar a los resultados que todos esperamos. Ha llegado el tiempo de convertir la ley en realidad y eso sin duda nos corresponde a todos, al presidente de la República, a los legisladores, a empresarios y trabajadores, a los partidos y a la sociedad en su conjunto.
Los acuerdos no fueron absolutos ni tenían por qué serlo, las naturales diferencias entre los grupos parlamentarios se mostraron con toda su fortaleza, y en algunos casos fueron mantenidas hasta la votación final.
En la creación de las mayorías y de consensos parlamentarios, la Junta de Coordinación mostró a lo largo de este año su enorme importancia y utilidad. Como dijera uno de los clásicos, “su trabajo es de aquellos que no se ven, que no se tocan, sólo se sienten”. Y ello se debió a la prudencia y al talento de cada uno de sus integrantes.
En cada acuerdo y en cada desacuerdo refrendamos nuestra vocación democrática. Los caminos del diálogo y la negociación permanecen abiertos y se fortalecieron. Ahora el compromiso es seguir transitando por ellos. El diálogo y la negociación deben continuar, fortalecerse y seguir siendo la máxima de nuestro trabajo. Sin duda, con ello haremos de México un lugar cada vez mejor para vivir.
Así pues, quisiera concluir aprovechando esta oportunidad para expresar mi más sincero reconocimiento a cada uno de los integrantes del Senado. A nuestros respetados colegas coordinadores de los grupo parlamentarios, a los integrantes de la Mesa Directiva, que sin distinción han cumplido un papel extraordinario en la conducción de tan complejo proceso de debate y construcción parlamentaria, y a su presidente, el senador Raúl Cervantes Andrade, quien supo en todo momento conservar para sí y sembrar la mesura y la altura del debate a lo largo de todo el año de ejercicio.
Y por supuesto, agradecer a mis respetados y queridos compañeros de mi Grupo Parlamentario, quienes en todo momento respaldaron, en ocasiones no sin grandes debates, los acuerdos que finalmente se expresaron en acuerdos de la Junta de Coordinación Política.
Resumir en sólo unos minutos las reformas realizadas a 12 de los más importantes cuerpos de ley del país es casi una tarea imposible. Me limito a decir, por ejemplo, que para realizar la reforma energética fueron necesarias 172 horas de debate sólo en el pleno del Senado y de la Cámara de Diputados. Otro tanto igual de horas fueron en comisiones, con más de mil oradores, todo ello para crear nuevas leyes, modificar otras existentes, abrogar otras en relación con más de mil artículos. Ese es el tamaño del trabajo realizado por este Senado, en coordinación con los diputados federales y los diputados locales y, por supuesto, con el gobierno federal.
Por todo ello, como decía El Quijote, “no digo más aunque pudiera”.

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