En el marco de los festejos del Centenario de la Revolución Mexicana, el Senado de la República organizó el Seminario Internacional Las revoluciones del siglo XX, donde legisladores, diplomáticos, historiadores e investigadores dilucidaron sobre el desarrollo de las revoluciones cubana y china.
La senadora Yeidckol Polevnsky Gurwitz, del PRD, comentó que un común denominador en los movimientos revolucionarios es que detrás de ellos hay intereses económicos mezquinos de pequeños grupos de poder y abajo un grupo mayoritario que sufre vejaciones y clama por justicia social.
“La revolución cubana es un movimiento vivo que sigue teniendo grandes éxitos, pero que también sigue teniendo laceraciones en todos los campos, como lo hace el ‘embargo genocida’ en contra de Cuba por parte de Estados Unidos”, enfatizó.
Y expresó que a pesar de ello, a diferencia de México, Cuba ha tenido un crecimiento económico en los últimos años, generando empleos y bienestar.
A su vez, el embajador de Cuba en México, Manuel Aguilera de la Paz, agradeció a nuestro país la solidaridad con la revolución cubana y el no rompimiento de relaciones con Cuba, “pues fue el único que se mantuvo fiel a su política exterior”.
Afirmó que el bloqueo, de 50 años, ha generado pérdidas por más de 100 mil millones de dólares, cifra excesiva para un país tan pequeño y que ha sido obstáculo para el desarrollo económico y social, que no ha cambiado ni siquiera con el presidente Obama.
El diplomático aseveró que los cubanos saben que la revolución es un proceso de profundo cambio, al que están dispuestos; sin embargo, el cambio debe darse en paz y sin que Cuba renuncie a su soberanía e independencia.
Sostuvo que hay consenso en Cuba y un abrumador apoyo del pueblo a la revolución, “aunque los cubanos son muy críticos, pero nadie debe confundir la autocrítica y el debate nacional con la falta de apoyo a la revolución”.
Sobre la revolución china, el historiador Lothar Knauth destacó que las trayectorias de las revoluciones mexicana y china acontecieron en países humillados por sus vecinos expansionistas, por Estados Unidos y Japón, respectivamente.
Señaló que el triunfo del Ejército Popular de Liberación, el establecimiento de República Popular China y el exilio de las fuerzas de Chiang se dieron sobre el trasfondo de la entrada de la Unión Soviética a los escenarios de la Guerra del Pacífico el 8 de agosto de 1945, una semana antes que Japón aceptara su rendición incondicional.
Agregó que Mao proclamó el 1º de octubre de 1949 “China se puso de pie”, porque estaba seguro que encontraría eco en sus compatriotas.
Por otra parte, la investigadora Marisela Connelly, resaltó que la firma del Tratado de Shimonoseki permitió el establecimiento de fábricas de extranjeros en los puertos, y la competencia de la industria extranjera se convirtió en un elemento importante por lo que China no se modernizó como Japón.
Subrayó que la revolución de 1911 se dio por la fluidez en los grupos sociales, en donde los notables se ajustaron a los cambios en China y donde la naciente burguesía creció como grupo social y su participación política fue más notable.
La revolución de 1911 produce la caída de la Dinastía Chin y se estableció el régimen republicano, “pero es una revolución de élites que escasamente toca al pueblo”, finalizó.
Sobre la revolución cubana, el investigador Salvador Morales Pérez afirmó que surgió como un movimiento prometedor de cambio contra la dictadura, en un contexto económico e industrial devastadores.
Refirió que con la promulgación de la primera ley de reforma agraria en Cuba, donde se confiscaron campos que estaban en poder de extranjeros, comenzó a producirse el develamiento de un grueso antagonismo entre el gobierno de Washington y el gobierno de La Habana, quien exigió una indemnización justa, pronta y efectiva.
El también periodista cubano reveló que el hecho desencadenó un conflicto diplomático que poco a poco fueron subiendo de tono, “fenómeno que ha sido un coeficiente perturbador a lo largo de décadas y décadas del intento de la revolución cubana de establecer un proyecto igualitario, de desarrollo, independencia y soberanía”.
En tanto, el historiador Felipe Arturo Ávila Espinosa destacó que las revoluciones son fenómenos no deseables ni planeados, sino que ocurren por el hartazgo de la gente que decide poner un alto a la situación y decide arriesgar todo por tratar de cambiar.
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