Versión estenográfica de la visita del señor José Alberto Mujica Cordano, expresidente de la República Oriental de Uruguay, al Senado de la República.
SENADOR RICARDO MONREAL: Ciudadano y amigo de México, José Alberto Mujica Cordano, bienvenido al Senado de la República.
Este grupo de senadores, es un grupo que integra la corriente progresista de México. Están senadores de Morena y senadoras de Morena, que constituye la mayoría legislativa en esta Cámara.
Están senadoras y senadores del PT, cuya coordinadora es la senadora -aquí a un lado mío- Bañuelos, y están los senadores y senadoras del PES, del Partido Verde Ecologista de México.
Y, se incorpora la senadora Nuvia Mayorga, senadora del PRI.
Va a ser un ejercicio en el cual, lo que deseamos, Pepe es escucharte, y esa es la principal atención de esta tarde.
Sólo después de ti hablará la Presidenta de la Mesa Directiva para despedirte.
Así es que queremos aprovecharte y no hay más palabras que estas: Bienvenido. Y tienes el uso de la palabra.
SEÑOR JOSÉ ALBERTO MUJICA CORDANO: Queridos senadores, queridos compatriotas, una patria que no sé si algún día será posible, intelectualmente los considero compatriotas.
Pertenezco a una generación que se está yendo, de gente que quiso cambiar al mundo, que soñó que, cambiando las relaciones de producción y de distribución, podíamos tener un mundo un poco mejor.
Nietos o bisnietos del nacionalismo, no podíamos saber todavía que lo sistemas generan una cultura, una cultura subliminal; y que si no hay cambio cultural no cambia nada y que lo más difícil que hay en las sociedades es, precisamente, los cambios culturales.
Por eso, tengo 71 años de militancia y 85 de vida. Soy una especie de león herbívoro, envejecido y lleno de reumatismo; y estoy cumpliendo mi papel tirando semilla, como los usos del campo, no como las plantas de cultivo; porque la naturaleza hace las cosas para la vida, no para el negocio.
Tiene un largo proceso de semillación, porque las condiciones pueden no ser propicias para germinar y el asunto es mantener la vida de la especie.
Como los hombres van atrás de las ideas, como las carretas atrás de los bueyes, ando sembrando ideas por ahí. Alguna puede ser que quede en la cabeza de alguna gente.
Y ustedes, por mexicanos, por donde viven, por su historia, por latinoamericanos, por la lengua que tienen; permítanme decirles que tengo una onda preocupación, no por el tiempo que yo voy a vivir. Un sueño esta América integrada, bolivariana, todo lo que sé de los viejos libertadores; no, ahora no es de sueños ni de poesía, ahora es de susto.
Tendría que haber un cambio de raíz en la conducta humana, de creernos que el mundo va a ser noble, que va a respetar el derecho de los chicos y de los débiles, que va a ser ecuánime; más bien todos los síntomas nos dicen el peligro de lo contrario y hay que ser fuerte.
Y, los latinoamericanos por historia, asumimos la independencia política en el momento que se organiza el mercado mundial y quedamos dependientes y hemos seguido siendo dependientes, corriendo detrás de cientos y pico de años de historia, y tenemos este desafío.
Nuestros hijos, nuestros nietos tendrán que negociar en un mundo con un Estado multinacional, como China, que tiene cinco mil años, o la India, o la Unión Europea, o Estados Unidos con su tierra prometida o Canadá.
¿Y qué hacemos las repúblicas latinoamericanas en ese mundo? No existimos.
Claro, ya hay cuatro países de América Latina que son determinantes, obviamente Brasil, México, Argentina y Colombia.
Yo soy un hijo de un pequeño país, producto de las contradicciones de nuestra historia, pero también del zarpazo inglés que dominaba el mundo, que no podía tolerar el que la costa atlántica quedara en manos de dos países, y previendo el futuro aprovechó las contradicciones.
La garantía de independencia de mi país, hasta ahora es Gran Bretaña, 1828.
Suscribo esto, porque no necesariamente somos dueños absolutos de nuestra propia, qué le voy a decir a México, con lo que ha vivido México, ¿verdad?
Bueno, pero todos sabemos de esto; inventamos organismos para juntarnos, queremos hacer integración a los fenicios: te vendo tanto y tú me vendes tanto. Es un negocio, no una integración.
Se pueden hacer muchos negocios, pero no nos integran.
¿Dónde vieron que los comerciantes integren? Lo que integra es la política, si lo piensan.
Pero la batalla que viene es distinta.
Mi generación se preocupaba del proletariado, los obreros; íbamos a trabajar a la fábrica, vestían de brin, usaban gorra. Nostalgia.
Los trabajadores del futuro son los que están entrando en la universidad, son los que van a dejar plusvalías, calificado.
Después va a haber humanidad cuasisobrante, pero lo determinante va a ser eso.
Más claro, si no integramos la inteligencia, no nos integramos nunca; y tenemos desparramadas todas las universidades de América.
Y cuando se reciben bien en las multinacionales y nos miran las notas, y tratan de llevarse lo mejor calificado, y se llevan la nata de nuestra América Latina y no hacemos una vaca del cerebro de América Latina y defendemos nuestra independencia en la cabeza de nuestros mejores hijos.
Y si un ingeniero mexicano va a trabajar a mi país, no lo dejan porque no se puede, y viceversa, y al revés.
Y como nostalgiosamente nos queremos integrar, inventamos organismos, y esto y lo otro; y cuando no andan, inventamos otro, y después inventamos otro, parece que somos tributarios con las cadenas hoteleras y las empresas de aviación, y por supuesto muchas fotos, pero no pasa nada con eso. Lo único que hacemos es gastar plata inútilmente en burocracia.
Perdón que les hable con semejante claridad, pero tengo una batalla que hay que darla. Más vale tener alguien que se dedique a picanear a todos los ministros y a todos los que están con discusiones reales.
Que los ministros de Economía discutan si pueden ir acercando las políticas fiscales, los del trabajo las políticas laborales, pero sobre todo la cuestión universitaria.
Nada de organismos, nada de burocracia, responsabilidad directa y tenemos 30, 40 años por delante. No hay milagro posible y no sé si será posible.
Pero tengan presente lo siguiente: en la historia humana hay ganadores y perdedores y se puede ser perdedor porque no le dio la fuerza y porque lo aplastaron y porque lo superaron, pero se puede ser perdedores porque no se pelea, porque uno baja los brazos, porque que se entrega o porque trabaja a comisión de los de afuera.
Este es el desafío que tenemos. Yo no sé si es posible. Se que absolutamente necesario, porque el mundo que viene es cruel. Yo fui Presidente de la República, tenemos problemas ferroviarios, pequeños de un país, vienen los chinos y me ofrecen, cómo no, nosotros le construimos toda la vía, la ponemos en 25 años.
Dentro de 25 años esto será un cascajo viejo y nunca más, toda la vida les vamos a estar pagando ¿Verdad? Porque los chinos son gloriosos, maravillosos, pero no son Carmelitas Descalzas, por favor, no.
Bueno, nos tenemos que defender. No tenemos una política de crear un arancel latinoamericano y todavía los mismos de izquierda, a los que yo pertenezco, nos creemos que todos tienen 18, no, mi hijo, no. Hay que luchar por integrarse con lo que hay, porque esto es para el año del bolero.
Cn la derecha, con el medio, con lo que fuere, con lo que hay, respetar la realidad y pelear con eso. Salir una pompa de jabón de carácter idealista y bajar a la cancha de las necesidades, la política de libre albedrío rumbo a las generaciones que vienen.
Y a lo largo hay que hacer este tema no un tema de intelectuales que leen prensa, sino que las masas se den cuenta que se juegan la vida con esto.
Venir a México y hablar con gente del Senado de la República y no hablar de esto sería rifarme en lo principal. Yo sé que no es sencillo, yo sé que hay mucho obstáculo, cuando más divididos nos tengan más nos van a dominar. Con que existan armas para dominarnos, alcanza con nuestra estupidez, es suficiente.
Y entonces, está la invitación a una larga lucha, un largo proceso, un pacto de las universidades públicas, un acuerdo, una diplomacia de las universidades públicas y un acuerdo sencillo y humilde de trabajar lentamente en cada renglón.
No puede haber un milagro de un día para otro; que tenemos que comerciar, por supuesto que tenemos que comerciar, pero yo no veo que los fenicios hayan construido un imperio, hicieron mucho negocio.
Todos los imperios son construcción política y tenemos un punto a favor: es muy difícil en el mundo encontrar una masa de gente que a tantos kilómetros pueble y se entienda.
Tenemos la lengua en común, nada más ni nada menos ni una cultura en común y tenemos otra tradición, yo soy ateo, pero tengo respeto político por la Iglesia Católica, lo tengo que decir.
Porque compone un eje cultural en la historia d ellos pueblos latinoamericanos. Soy amigo del Papa, no creo en Dios, no creo en el alma, no creo en el espíritu, todo eso, no creo, ellos sí, pero respeto.
He estado boqueando en la cama de un hospital y vi que moría gente, y aquellos que creen tienen ayuda para bien morir, por eso respeto y respetaré siempre el mundo de las religiones, porque los seres humanos son animales utópicos.
En todas las épocas, en todos los lugares, desde hace dos millones de años aproximadamente, el sapiens inventó algo en qué creer, que no lo podía demostrar, algo sobrenatural a lo que le transfirió muchas explicaciones que en su cabeza no tenía.
Esas preguntas siguen estando, no tienen respuesta de dónde venimos, a dónde vamos, cuál es el fin de la vida, etcétera, al fin y al cabo, hay que tenerle piedad a la criatura humana. Por eso respeto mucho y creo que la cuestión religiosa compone un eje común de los latinoamericanos. Hasta aquí un tema que considero central.
Lo otro, recuerden que las de izquierda se dividen por ideas; la derecha, se juntan por intereses. No pueden en tener acuerdo hasta el juicio final, es imposible, traten de tener acuerdos con una etapa de cuatro, cinco años y después discuten y otra vuelta, y luego de mantener la unidad, tienen una responsabilidad tremenda.
Los partidos políticos están jaqueados, la idea de la representación en el mundo contemporáneo está cuestionada, y nos toca vivir en una época donde de hecho hay una cultura subliminal que triunfar en la vida es ser rico.
No nos lo enseñan, las cátedras nos dicen eso, pero el mensaje es subliminal de la cultura del marketing, de vender, triunfar en la vida y comprar cosas nuevas, de marca, y si tengo un Volkswagen tengo que tener un Audi, y si tengo el Audi es mejor un Mercedes, y así sucesivamente, y la casita en Acapulco y después mejor en Miami, dale, hasta que se te fue la vida y te pasaste la vida pagando cuentas.
Como estamos sometidos a esa cultura que es funcional de la ganancia y al mercado, es fácil criticarla pero estamos inmersa en ella y eso nos golpea; los políticos no son héroes, son gente del pueblo que dedica una parte de su vida al intento de mejorar la sociedad, pero la gente lo admira y lo juzga, y la gente quiere que sea mejor que ella, y es difícil porque toda la trampa está tendida, ponen la mesa, ponen mantel y te invitan, y cuando querés acordar no sabes de qué lado de la mesa estás, pero esa mesa no es tuya, quiere decir que mucha es trampa.
Cuiden la imagen, traten de vivir como piensan, porque tienen un tesoro de confianza de la gente, que se pierde, se pierde muy fácil y se le acusa de comunicación, más grande que pueden tener de lo que están defendiendo. Se los digo como viejo.
México tiene grandes desafíos y grandes obstáculos, enormes, y están decayendo los partidos en todas partes, en Francia prácticamente han desaparecido; en Italia han desaparecido.
Parece que vivimos en un mundo de grandes personalidades que van a cambiar la historia humana, pero las grandes personalidades se pelan, se mueren también.
En el mejor de los casos, y la lucha continúa, hay que construirse de colectivo, porque a la muerte se le contesta con la vida. Y el mejor dirigente no es el que hace más, el mejor dirigente es el que deja, gente que lo supera con ventaja.
Esto es de largo plazo, no hay un triunfo a la vuelta de la esquina; a la vuelta de la esquina nos espera el foso.
Hay que dejar criaturas, semillas, hijos; gente que levante las banderas cuando nuestros brazos no den.
Cuando éramos muy nacionalistas, pensábamos que un día íbamos a llegar y ese mundo perfecto no existe, existe una escalera, mejorar la civilización, vamos construyendo escalones; de vez en cuanto se nos rompe alguno y hay que volverlo a remendar y seguir.
No hay un triunfo definitivo, por lo tanto, tampoco hay una derrota definitiva. Los únicos derrotados son los que bajan los brazos, pero en la vida se puede vivir con causa o no.
No son senadores ni diputados ni representantes para ganar un sueldo, son por gastar buena parte del tiempo de su vida intentando que su pueblo pueda vivir un poco mejor. No se olviden.
Les doy un abrazo y cariño.
Y allá en el sur hay buena carne para comer, si algún día van.
SENADOR RICARDO MONREAL: Muchas gracias, Pepe. Muchas gracias por esta sabiduría.
Le voy a pedir a la Presidenta de la Mesa Directiva haga la clausura y dé su mensaje para despedir a nuestro invitado especial, José Alberto Mujica.
Por favor, Presidenta.
SENADORA MÓNICA FERNÁNDEZ BALBOA: Gracias.
¿Qué puedo decir después de todo lo que usted ha expresado aquí?
Es poco lo que puedo decir.
Nosotros reconocemos a un político coherente, a un político íntegro en sus ideas y en su manera de actuar.
Reconocemos el trabajo que hizo en su país, donde puso como objetivo el bienestar general antes que cualquier otra cosa; donde privilegió la lucha por los derechos, por las libertades de cada uno de sus paisanos.
Eso es lo que nosotros hemos visto de usted, de su gobierno, de su historia, de su carrera, y por eso estamos aquí todos reunidos.
Este es un público que no se junta tantas veces para esto.
Lo único que quiero decir es que tiene usted razón cuando dice que está sembrando ideas, y yo solamente quiero decir una idea que usted sembró, unas palabras de usted de hace dos días, del martes, que a mí se me quedaron muy grabadas y que quisiera que nunca se nos olvidaran, por eso las quiero retomar.
Usted señaló cuando le estaban entregando el Honoris Causa, y dijo: “El premio mayor es soñar, soñar que se puede construir un mundo más útil, menos egoísta que el que nos tocó vivir. ¿Qué será la vida si nos quitan la esperanza?”
A nombre de todas las senadoras y los senadores que estamos aquí, queremos agradecerle por transmitirnos esa esperanza.
Muchas gracias y esta casa es su casa.
SENADOR RICARDO MONREAL: Muchas gracias.
Vamos a, Pepe, a nombre del Senado de la República, te quiero entregar un muy modesto obsequio para que recuerdes al Senado mexicano, es una moneda de plata mexicana, que es la casa donde estamos y es el Senado mexicano.
SEÑOR JOSÉ ALBERTO MUJICA CORDANO: Preciosa. Muchas gracias.
A nombre de mi gente, de mi pueblo, un montón de vacas y algunos jugadores de fútbol, un abrazo.