Versión estenográfica de la Sesión Solemne del Senado de la República en el Recinto Parlamentario del Palacio Nacional, en el marco del seminario “La Constitución, análisis rumbo a su centenario”.
SENADOR MIGUEL BARBOSA HUERTA: Damos inicio a esta sesión solemne del día 15 de abril del año 2015.
Solicito a la Secretaría, dé lectura al decreto por el que se declara recinto oficial del Senado de la República, el recinto legislativo de Palacio Nacional, publicado este 10 de abril.
SENADORA LILIA MERODIO REZA: Doy lectura al decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación, el 10 de abril del año en curso.
Artículo único. Se declara recinto oficial de la Cámara de Senadores del Honorable Congreso de la Unión, el recinto parlamentario de Palacio Nacional, que fue sede del Congreso de la Unión el 1 de enero de 1829 al 22 de agosto de 1872; exclusivamente para que el Senado de la República celebre sesión solemne el miércoles 15 de abril de 2015, a las 11:00 horas, en el marco del Seminario La Constitución: Análisis rumbo a su centenario.
Es cuanto, señor presidente.
SENADOR MIGUEL BARBOSA HUERTA: Gracias, senadora.
Les solicito a las y los senadores, ponerse de pie para la declaratoria de recinto oficial.
Con fundamento en el decreto aprobado por el Senado, el 8 de abril, se declara recinto del Senado de la República al recinto parlamentario de Palacio Nacional, exclusivamente para celebrar sesión solemne este día 15 de abril del año 2015.
SENADORA LILIA MERODIO REZA: Favor de tomar asiento.
SENADOR MIGUEL BARBOSA HUERTA: Como es de su conocimiento, el pasado 8 de abril aprobamos un acuerdo para normar el desarrollo de esta sesión solemne, en el que se establece: Los invitados que asistirán a la ceremonia, la designación de comisiones para recibir a los invitados, el número de intervenciones y su orden de presencia; y la entonación del Himno Nacional.
Para dar cumplimiento al artículo 4º del acuerdo aprobado, solicito a la Secretaría dé lectura a las comisiones de cortesía que han sido designadas para recibir y acompañar a nuestros distinguidos invitados a esta sesión solemne.
SENADORA LILIA MERODIO REZA: Doy lectura a las comisiones protocolarias de esta sesión solemne.
Para recibir al licenciado Emilio Chuayffet Chemor, secretario de Educación Pública, en representación del licenciado Enrique Peña Nieto, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, senador Daniel Amador Gaxiola; senador Javier Lozano Alarcón; senadora Luz María Beristain Navarrete; senadora María Elena Barrera Tapia; y senadora Martha Palafox Gutiérrez.
Para recibir al ministro Luis María Aguilar Morales, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, senador Ernesto Gándara Camou; senador Roberto Gil Zuarth; senador Zoé Robledo Aburto; senador Juan Gerardo Flores Ramírez; y senadora Ana Gabriela Guevara Espinoza.
Para recibir al diputado Julio César Moreno Rivera, presidente de la Cámara de Diputados, senador Enrique Burgos García; senador Fernando Yunes Márquez; senadora Alejandra Barrales Magdaleno; y senador Jorge Aréchiga Ávila.
SENADOR MIGUEL BARBOSA HUERTA: Esta Presidencia solicita a las comisiones designadas, acudan a las puertas de este recinto a fin de dar cumplimiento con su cometido.
En tanto, se declara un receso.
(R E C E S O)
SENADOR MIGUEL BARBOSA HUERTA: Con fundamento en el artículo 56 del Reglamento del Senado y en el acuerdo aprobado el 8 de abril de este año 2015, se abre la Sesión Solemne.
Se les solicita ponerse de pie, a efecto de rendir los Honores a la Bandera.
(HONORES A LA BANDERA)
Sírvanse tomar asiento.
Damos la bienvenida a esta Sesión Solemne al licenciado Emilio Chuayffet Chemor, Secretario de Educación Pública, quien asiste con la representación del Presidente de la República;
Al Ministro Luis María Aguilar Morales, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación;
Al diputado Julio César Moreno Rivera, Presidente de la Cámara de Diputados;
Asimismo, saludo a todas las personalidades que nos acompañan. Su presencia distingue al Senado de la República.
Esta Sesión Solemne se convoca en el marco del Seminario “La Constitución, su análisis rumbo a su centenario”, organizado por el Senado de la República ante la cercanía de la conmemoración de los 100 años de la promulgación de nuestra Ley Fundamental de 1917.
El programa para esta Sesión Solemne contempla la participación de los titulares de los poderes de la unión o sus representantes, y de los presidentes de las cámaras del Congreso.
En consecuencia, y en cumplimiento al punto tercero del acuerdo aprobado por este Pleno, se concede el uso de la palabra al diputado Julio César Moreno Rivera, Presidente de la Cámara de Diputados.
DIPUTADO JULIO CÉSAR MORENO RIVERA: Muy buenos días a todos ustedes.
Licenciado Emilio Chuayffet Chemor, Secretario de Educación y representante del Ejecutivo Federal;
Ministro Luis María Aguilar Morales, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación;
Senador Miguel Barbosa Huerta, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República;
Igualmente saludo a todos las distinguidas senadoras y senadores aquí presentes.
El día de hoy, reunidos en este recinto, espacio de gran valor arquitectónico y cuya influencia neoclásica europea denota simbolismos que dan un valor cultural e histórico de la época, tendremos una oportunidad para analizar nuestra Constitución.
En este lugar se encuentran plasmados testimonios escritos de una parte de la historia de nuestra patria, ya que a partir de 1829 funcionó como la primera Cámara de Diputados del México Independiente a lo largo de 43 años.
Aquí podemos imaginar los intensos debates entre conservadores y liberales, centralistas y federalistas, monárquicos y republicanos, es decir. La expresión plural de las creencias e ideologías que en el ayer como en el presente, representan valores de libertad para transitar hacia un pueblo mexicano que aspira con justicia a su pleno desarrollo.
Con este majestuoso escenario, lugar en el que en 1872 tomó posesión don Sebastián Lerdo de Tejada, como Presidente de México, espacio que fue testigo del trabajo parlamentario sobre las constituciones mexicanas de 1829 a 1857, que antecedieron a la Constitución de 1917, hoy acudimos aquí a recordar y refrendar nuevos y mejores propósitos.
Como bien sabemos, la enorme riqueza histórica de nuestro México está enmarcada por diversas etapas que nos han dejado como herencia derechos, libertades, soberanía, laicidad y una vasta identidad cultural de la cual nos sentimos profundamente orgullosos, porque representan valores que han trascendido en el tiempo y que nos permitan afirmar con plena certeza hoy en día que somos una gran nación.
Es así como a principios del siglo pasado, ante los momentos de turbulencia y el deterioro de las instituciones, México se vio en la necesidad de fortalecer su sistema político, para garantizar la estabilidad de las instituciones, la seguridad de las personas y de su patrimonio.
De esta manera, en 1917 nuestra Constitución estableció las bases para una nueva etapa en el país. Una Constitución que se define como la norma fundamental suprema que incide en todo el orden jurídico mexicano.
En ella se recogieron las preocupaciones y propósitos de las fuerzas políticas de aquella época y el interés de las mexicanas y los mexicanos, por dejar asentados los acuerdos para regir nuestra nación.
En ella se plasmaron los logros que derivaron de una revolución política, pero también social, reconociendo los derechos sociales. También se establecieron derechos individuales y la organización política del Estado, así como los instrumentos para la administración de la justicia, todo ello bajo la preocupación fundamental del Constituyente, de adecuar el texto de la Constitución a la realidad nacional.
La Constitución Mexicana conceptualmente es, según las palabras del doctor Mario de la Cueva, no únicamente estatuto jurídico del poder, sino recinto superior de las decisiones políticas fundamentales.
En consecuencia, actualmente en el congreso las diferentes fuerzas políticas así lo hemos entendido y hemos alcanzado los acuerdos políticos necesarios para impulsar reformas de gran calado para el bien de nuestro México.
Así hemos aprobado reformas en materia educativa, político-electoral, fiscal, en materia de telecomunicación y competitividad, entre otras que nos permitan dar sentido a la consolidación de la democracia, al ejercicio de los derechos de las y los mexicanos y para el fortalecimiento de la economía.
Estamos a menos de dos años de cumplir el primer centenario de la promulgación de nuestra Constitución. En este marco es indispensable recordar su importancia, revalorar la trascendencia en su contenido para íntegro cumplimiento, para que las y los mexicanos tengamos el conocimiento pleno de nuestros derechos y obligaciones.
Conscientes estamos que México como país es muy diferente de aquél de 1917. En consecuencia, nuestra Constitución también ha cambiado y lo ha hecho profundamente, pero preservando siempre los grandes principios que la configuran y que definen el sistema jurídico, político y social mexicano.
Las reformas que sufre la ley fundamental, son para su propia evolución y como tal, configura el desarrollo de la norma con su historia y su presente.
Por ello, es necesario considerar lo que señalaba el doctor Jorge Carpizo, en el sentido de que la Constitución, con su deber, debe ser una perpetua educación entre la norma y la realidad.
La sociedad está en constante movimiento. Así sus instrumentos normativos se adaptan a los contextos y dan respuesta a lo que requiere el país.
En este sentido, los legisladores como representantes del pueblo hemos buscado cumplirles a las y los mexicanos, aún con nuestras diferencias ideológicas y visiones encontradas, hemos enaltecido el diálogo y el entendimiento, imprimiendo en todo momento a la imparcialidad, la horizontalidad, la práctica parlamentaria y el proceso deliberativo respetuoso, pero directo y fructífero, para encontrar los consensos en el diseño y las reformas a las leyes que reflejen el interés nacional y den el fundamento y bases para políticas públicas y planes de gobierno que mejoren las condiciones de vida de las y los mexicanos.
Los principios fundamentales del Estado Mexicano siguen vigentes, sobre todo porque forman parte de un mecanismo en constante dinamismo, como el concepto originario de la soberanía en la titularidad del pueblo, el ejercicio, la representación popular y la división de Poderes, que junto a los derechos humanos conforman los pilares del constitucionalismo liberal, siendo éste un gobierno que manda, pero manda obedeciendo a la ciudadanía, un gobierno que decide pero con base en los mandatos sociales, un gobierno que construye pero sobre las bases de los requerimientos de hombres y mujeres que integran nuestra República.
Se dice que las constituciones son permanentes pero no inmutables. Cambian para adecuarse a las necesidades de la sociedad. Así hemos entendido en el Congreso.
Y con este compromiso y convicción, hemos atendido nuestra responsabilidad histórica en estos momentos de profundas transformaciones.
Las reformas a la Constitución, suelen ser señaladas en términos cuantitativos.
Por ejemplo: se dice que la Constitución de 1857 tuvo en 50 años medio centenar de reformas.
En la actualidad este número de reformas se lleva a cabo en un sexenio.
Sin embargo, para los mexicanos, es más importante saber si las reformas a la Constitución son convenientes o apropiadas para el país.
Saber si dichas transformaciones obedecen a las necesidades y de mandas populares.
Puede tener la seguridad: esta Legislatura ha trabajado conforme a lo que la Patria y la sociedad esperan de todos nosotros.
Son imprescindibles los cambios de la Constitución, como señala Edmund Burke: “Una Constitución incapaz de transformarse, es una Constitución sin posibilidades de existencia”.
Por ello, en la Sexagésima Segunda Legislatura del Congreso de la Unión, los diputados y senadores hemos trabajado conjuntamente para lograr la aprobación de trascendentes reformas que hoy robustecen el catálogo de derechos de los que son titulares los mexicanos y que permiten vislumbrar en nuestra Constitución un México más sólido, el México que todos queremos, con educación de mayor calidad, con equidad de género en la política, con instrumentos que le permitan contar con una economía fuerte y en general con mayores oportunidades para todos.
Las constituciones mexicanas han estado sujetas a severos escrutinios. No es la excepción que la que hoy nos rige.
Por ello debemos estar abiertos siempre a seguir revisando y adecuando lo que sea conveniente para México.
En este sentido, recibimos con beneplácito esta iniciativa del Senado de la República, para la organización del seminario “La Constitución: Análisis rumbo a su Centenario”, evento de gran relevancia que se convoca en buen momento, de cara al centenario de su promulgación y que recoge reflexiones y propuestas de destacadas y destacados ponentes. A todos ellos nuestro respeto y reconocimiento.
Este análisis nos proporciona elementos para nuestra labor legislativa, porque para conocer y entender la Constitución no basta con leer únicamente su texto; es indispensable conocer sus reformas, así como sus transformaciones.
Nos permite comprender que la Constitución no sólo es un texto jurídico, cuyo estudio sería exclusivo de juristas y cuya interpretación definitiva sería responsabilidad exclusiva de los jueces. Que la Constitución es un producto cultural que tiene funciones más amplias de integración social y representación simbólica de la comunidad. La Constitución nos da certeza, rumbo a la nación.
Nos deja aquilatar el ejercicio de nuestros derechos, establecidos en el artículo 28 de la Declaración de los Derechos Humanos y del Ciudadano, de 1793, que señala: “Un pueblo tiene siempre el derecho de revisar, reformar y cambiar su Constitución”. Una generación no puede someterla a sus leyes, a las generaciones futuras.
Estoy seguro que ningún ejercicio teórico de análisis de la Constitución, debe quedarse en el aula. En nuestro país, las necesidades de las y los mexicanos están en la calle; por ello los resultados del análisis que nos ha convocado, debe ser difundido y tomados en cuenta con la responsabilidad y los tiempos necesarios en los que debemos de lograr los mayores consensos.
Valoremos todo lo bueno y positivo que tiene nuestra Constitución, pero escuchemos y atendamos las voces y percepciones de la ciudadanía, de la gente. Escuchemos a todos los sectores, sin distingo ni exclusiones; cambiemos lo que haya que cambiar, pero hagámoslo con el más alto sentido de responsabilidad.
Reitero, conmemorar el aniversario de nuestra Constitución, es honrar la memoria de grandes mujeres y hombres del pasado, que plasmaron en ella sus ideas para un mejor país. Una Constitución que en diferentes momentos ha sido adecuada a su tiempo, con el claro objetivo de que sea para bien del pueblo de México.
Con ese firme propósito, desde el Congreso estamos plenamente comprometidos a seguir trabajando, a redoblar esfuerzos para materializar en la vida de los mexicanos los preceptos constitucionales, para pasar del papel de la práctica del texto legal, a los beneficios concretos.
Estoy seguro que nuestra Constitución seguirá cambiando, seguirá transformándose para adaptarse a las circunstancias de las y los mexicanos para cumplir con su función relevante de dinamizar e innovar las relaciones sociales e institucionales.
No podemos ignorar los grandes y serios problemas que hoy aquejan a nuestro país; problemas que requieren de la unión de nuestras voluntades y de los acuerdos de todas las fuerzas políticas para encontrar mejores respuestas a estos retos.
No podemos ni debemos quedarnos al margen de nuestras responsabilidades. Todos tenemos el compromiso de trabajar en la ruta del crecimiento, desarrollo y bienestar que merecen las generaciones presentes y futuras; por ello, los cambios en nuestra Constitución seguirán para regular jurídicamente las nuevas situaciones, proteger con mayor eficacia los derechos humanos y para seguir fortaleciendo nuestro sistema democrático.
Ya sea en materia de transparencia, de rendición de cuentas, en materia educativa o energética; en el ámbito de protección a las y los migrantes o el impulso de la economía y la investigación y desarrollo de punta; en cualquiera de las esferas que se requiere tutelar, el Congreso de la Unión, con responsabilidad patriota, seguirá respondiendo de cara a la nación, con entendimiento nacionalista y práctico del momento que se vive y de las necesidades que se presentan.
A todos ustedes mi felicitación.
Muchas gracias.
SENADOR MIGUEL BARBOSA HUERTA: Gracias, diputado Presidente de la Cámara.
Se concede el uso de la palabra al Ministro Luis María Aguilar Morales, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Gracias.
MINISTRO LUIS MARÍA AGUILAR MORALES: Muy buenos días, respetables asistentes.
Don Emilio Chuayffet Chemor, Secretario de Educación y representante del Presidente de la República;
Señor senador don Miguel Barbosa Huerta, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores del Congreso de la Unión;
Señor diputado don Julio César Moreno Rivera, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión;
Señoras senadoras, señores senadores:
En el marco del Seminario “La Constitución, análisis rumbo a su centenario” cuyo objetivo es reflexionar sobre los fundamentos filosóficos, históricos y políticos de la Constitución de 1917, el Senado de la República ha tenido a bien declarar como reciento oficial para esta Sesión Solemne el recinto legislativo del Palacio Nacional, que fue sede del Congreso de la Unión del 1º de enero de 1829 al 22 de agosto de 1872.
Fue precisamente en este recinto donde el 5 de febrero del 57 se llevó a cabo la promulgación de la Carta Magna, que daba cumplimiento a la gran promesa de la Revolución de Ayutla, en palabras de Francisco Zarco, honrado por el Congreso Constituyente con el encargo de redactar el manifiesto que debería preceder a la Constitución, en el sentido de que los Estados Unidos Mexicanos volvían a la vida constitucional.
“El Congreso –decía Zarco– ha sancionado la Constitución más democrática que ha tenido la República; ha proclamado los derechos del hombre; ha trabajado por la libertad; ha edificado sobre el dogma de la soberanía del pueblo y no para arrebatársela sino para dejar al pueblo el ejercicio pleno de su soberanía”.
Fue la de 1857 una Constitución de libertades al cincelar en la historia que los derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales.
La ley suprema promulgada en este recinto en febrero del 57, puso no sólo los cimientos de la República Federal sino el andamiaje preciso a la división de poderes, al expresar que es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, federal, compuesta por estados libres y soberanos. Y tuvo el acierto de reconocer que es el pueblo, que es en el pueblo donde reside la soberanía de la Nación y que ésta se ejerce por medio de los Poderes de la Unión y de los estados.
El 1º de diciembre de 1916, en la sesión inaugural del Congreso Constituyente, don Venustiano Carranza advirtió que los legisladores del 57 parecía que se conformaron con la proclamación de principios generales que no procuraron llevar a la práctica.
Decía Carranza: “Acomodándolas a las necesidades del pueblo mexicano para darles pronta y cumplida satisfacción, de manera que nuestro código político tiene en general el aspecto de fórmulas abstractas en que se han condensado conclusiones científicas de gran valor especulativo, pero de la que no se ha podido derivar ninguna o muy poca utilidad positiva.
En su concepción original, la idea del constituyente de 1916-17, era conservar intacto el espíritu liberal de la Constitución del 57 y la forma de gobierno que en ella se establecía, y que las reformas sólo se reducirían a quitarle lo que la hacía inaplicable a suplir sus deficiencias, a disipar la oscuridad de algunos de sus preceptos y, como decía Carranza, a limpiarla de todas las reformas que no hayan sido inspiradas más que en la idea de poderse servir de ellas para entronizar la dictadura.
Fue así que hace ya casi 100 años, 218 diputados se congregaron para reformar la Constitución Política. Representaban no sólo a 29 estados y al Distrito Federal, sino también a distintas vertientes de la actividad humana.
Así, la Constitución de 1917 fue obra igual de farmacéuticos, comerciantes, abogados, periodistas, médicos, ingenieros, escritores, telegrafistas, maestros, economistas, tipógrafos, obreros, ferrocarrileros, topógrafos, impresores, militares y hasta un actor y un cochero.
En palabra de uno de ellos, don Manuel Aguirre Berlanga, diputado al Congreso Constituyente por Saltillo, Coahuila, se dijo: obra tan importante fue forjada en los talleres grandes arquitectos: el del pueblo, cuyas necesidades tomaron cuerpo en la opinión, penetraron en todas las conciencias y manifestándose en forma de fuerza irresistible, engendraron la revolución para alcanzar su objeto.
El artífice que la modeló y producto de la sabiduría, exteriorizó su pensamiento en su cabal proyecto de reformas que sometiera a los representantes del pueblo y el de estos integrantes del Congreso Constituyente de Querétaro, quienes después de sujetar el proyecto a largos debates y reñidas discusiones en que se dieron cita el talento, la erudición, la elocuencia y el patriotismo, convirtieron aquel modelo en lo que hoy es: Ley Fundamental de la República.
Tras la gesta armada, era indudable la necesidad de reactivar la institucionalidad, la legalidad, la democracia, la protección de los derechos de las personas. Por ello y para ello, la Constitución de 1917, al contener los fines del proyecto nacional y al ser el reflejo del arreglo político nacional, se convirtió en el gran legado cultural de la Revolución Mexicana.
Es así que conmemorar su promulgación representa, por un lado, el reconocimiento de que los anhelos del pueblo de México se concretan de manera permanente en el reconocimiento, el respeto y la protección de los derechos humanos, en la modernización de las instituciones fundamentales y en la adaptación a las necesidades y exigencias de una nación que evoluciona constantemente en el concierto internacional, así como la oportunidad de ratificar nuestra convicción con la libertad, con la justicia y con las exigencias históricas de nuestra sociedad.
Por ello, el cinco de febrero de 2013, los representantes de los tres poderes de la Unión, firmaron el acuerdo para la conmemoración del Centenario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y con el propósito de dar cumplimiento a dicho acuerdo, se conformó la Comisión Organizadora del Poder Judicial de la Federación para los festejos del Centenario, orientada de manera preponderante a identificar y relacionar los sucesos, las acciones, los personajes, los documentos jurídicos y jurisdiccionales que enmarcaron el rumbo de la nación mexicana durante el Siglo XX y la manera en que estos perfilan al Poder Judicial de la Federación como una institución fundamental en el proceso continuo de la construcción del Estado de Derecho en México.
Espacios de reflexión como el que hoy nos congregan en este recinto histórico, deben darse con la premisa de que las instituciones están obligadas a ofrecer soluciones eficaces a los grandes y urgentes problemas nacionales.
La ley suprema del país señala con nitidez, a través de sus preceptos, las responsabilidades imprescriptibles del Estado en todos los ámbitos de la vida pública, así como los principios rectores del vínculo entre gobernantes y gobernados.
La razón del Estado es el pueblo, la sociedad que le da origen. Por ello ninguna constitución, ningún gobierno y mucho menos ningún sistema de justicia es posible si no se sustenta en una real y concreta defensa y respeto a los derechos de las personas.
Nuestra Constitución sí lo hace, los gobiernos que de ella emanan están obligados a hacerlo y los jueces de la República tienen el deber de vigilar por su respeto y cumplimiento efectivo.
En el México actual, el Texto Constitucional se reafirma como la Guía Suprema para seguir edificando el país que anhelamos para las generaciones presentes y futuras.
La Constitución es el rumbo de la Nación, el pacto duradero de nuestra vida institucional y el soporte de nuestra convivencia social.
Por parte del Poder Judicial de la Federación, ratificamos nuestro compromiso por su pleno acatamiento, por su cabal observancia, convencidos de que la Constitución es la Norma Suprema que se alza como paradigma fundamental al que deben someterse todas las otras normas de origen nacional o internacional.
La Constitución no puede sino estar como referente único e insuperable de toda legitimidad y legalidad en el país.
Nadie por sobre la Constitución; nada por sobre la Constitución.
Es así que rumbo a la conmemoración del Centenario de nuestra Ley Fundamental, ratificamos el compromiso de trabajar de manera coordinada con los otros Poderes de la Unión, para difundir el contenido de la Constitución, concientizar sobre la importancia de su cumplimiento cabal, recordar su importancia histórica y su contribución al desarrollo económico, político y social del país, y para reflexionar sobre los mejores mecanismos para hacer efectivos los derechos fundamentales que en ella se consagran.
La Constitución es, y debe seguir siendo, norma de referencia, fundante y origen de creación institucional a la cual debe ajustarse y someterse toda otra norma que se genere dentro de su ámbito general de aplicación.
De igual manera, es necesario reafirmar, día con día, nuestras convicción para que al amparo de la Supremacía Constitucional, consolidemos el país de libertades, de justicia y de bienestar que el pueblo de México no sólo exige sino merece.
Muchas gracias.
SENADOR MIGUEL BARBOSA HUERTA: Gracias señor Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Tiene el uso de la palabra el licenciado Emilio Chuayffet Chemor, Secretario de Educación Pública, en representación del Titular del Poder Ejecutivo Federal.
LICENCIADO EMILIO CHUAYFFET CHEMOR: Senador Miguel Barbosa, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República.
Ministro Luis María Aguilar, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Diputado Julio César Moreno, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
Distinguidos senadores.
Señoras y señores:
Acudo a este acto en el marco del seminario La Constitución: Análisis Rumbo a su Centenario, con la honrosa representación del Presidente de los mexicanos y en su nombre transmito un respetuoso saludo a todos ustedes.
Como aquí ya se ha recordado, el recinto que hoy nos recibe fue sede del Poder Legislativo desde 1829 hasta el 22 de agosto de 1872, fecha en la que colapsó bajo un fatídico incendio.
Aquel día, un grupo de soldados y escribanos, dirigidos por el propio Ministro de la Guerra, se aventó entre las cenizas y las llamas para salvar el archivo del Congreso.
Aquellos valientes arriesgaron la vida para recuperar algo más que objetos: buscaban salvar la memoria de un sitio que, como ningún otro, había resguardado episodios fundamentales en la formación de la nacionalidad.
En efecto, aquí los liberales y los conservadores debatieron, en 1856, sobre cuáles serían nuestras instituciones y nuestra forma de gobierno. Bajo estos muros también, rindieron protesta como presidentes de la República Vicente Guerrero, Ignacio Comonfort, Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada.
Fue en estas curules donde los representantes del pueblo juraron la Constitución de 1857, que permitió que México entrara de lleno en la modernidad, estableciendo las bases para que todos pudieran alcanzar la libertad, pero en la igualdad.
De ahí que el liberalismo mexicano se decantó hacia la democracia igualitaria, propuesta por Valentín Gómez Farías; y abandonó el esquema de la democracia ilustrada, sostenida por el doctor José María Luis Mora.
Resulta un absoluto privilegio ocupar la misma tribuna desde la cual Francisco Zarco, como también se ha dicho, dio lectura al manifiesto del Congreso Constituyente. Y aquel entrañable 5 de febrero de 1857, este recinto recibió su voz gallarda para registrar el día en que la voluntad de un pueblo se consumó en texto patrio.
Este texto afirma la identidad de un pueblo que decidió oponerse a la dictadura y que se recuperó con firmeza y convicción, de los vendavales de su tiempo. Sesenta años después, los constituyentes de Querétaro entendieron que la memoria no está hecha para el pasado; sino para el futuro, al perfeccionar nuestro ideal democrático.
Síntesis dialéctica del pensamiento liberal de la reforma y de las corrientes sociales de la Revolución; el texto de 1917 consagra a un tiempo las garantías y las hace compatibles con los derechos sociales.
Es decir, no sólo se reconoció la existencia de grupos desprotegidos, sino también se asentaron sus derechos tutelares, buscando generar una sociedad igualitaria a través de la garantía real de que cada individuo gozara de las mismas prerrogativas.
Don Jesús Reyes Heroles, en su obra cumbre, explicó que la principal característica de los constituyentes fue apartarse de sistemas abstractos, de principios dogmáticos y de normas o directivas absolutas. En palabras del maestro, “empezaron a construirse una ideología que protegía a los más desfavorecidos, al tiempo que privilegiaba las libertades espirituales y políticas del hombre”.
De esta forma, la Constitución de 1917 pasó de un Estado de Derecho clásico e individualista; a una organización política y jurídica que reconoció la estructura heterogénea de la sociedad, y la necesidad de armonizar todos sus intereses.
La hazaña de estos hombres se reflejó en hacer de la educación pública, una potestad laica, gratuita y obligatoria. Pero también protegieron la propiedad originaria de la nación, sobre sus recursos naturales; fijaron límites a la jornada laboral; determinaron el salario mínimo y resguardaron la seguridad social de los trabajadores.
En definitiva, aquel Congreso definió un proyecto político de avanzada a elevar derechos derivados de las demandas más sentidas del pueblo y asignar al Estado la responsabilidad de vigilar su cumplimiento.
En virtud de este ejercicio histórico se confirmó lo dicho por Heverlee, al señalar que la Ley Suprema para un pueblo es el espejo de su patrimonio y el fundamento de sus esperanzas.
Hoy, hacemos honor al momento en el cual Morelos pronunció sus Sentimientos de la Nación durante la apertura del Congreso Constituyente en Chilpancingo.
Al pasaje ya relatado aquí, en el que Ponciano Arriaga dio inicio al debate de 1857 y también al episodio que recoge aquella tarde de diciembre de 1916 en el que se pronuncia uno de los mejores discursos del constituyente en la boca de Francisco Mújica, que inspirado y entusiasmado cambia el texto del proyecto para darle al artículo 3º constitucional sus bases primordiales.
La Constitución de 1917 es la culminación histórica de un prolongado camino que comenzamos a recorrer desde Apatzingán. A partir de entonces, los mexicanos hemos abrazado con orgullo y responsabilidad la consigna de hacer de este país un país donde sólo impere la ley.
Con el propósito de cumplir esta alta encomienda, se han requerido modificaciones para adaptar el texto de la Constitución a cada tiempo y circunstancia.
Los ideales, así como las aspiraciones más hondas de igualdad, libertad y justicia social, permanecen; las normas, sin embargo, se actualizan.
Pero reformar sin un claro proyecto de Estado, sólo redunda en el cambio de la reforma.
Quienes, en cambio, logran transformaciones que nacen del consenso de las diversas fuerzas políticas, terminan por vincular indisolublemente al plan maestro de la nacionalidad las reformas. De aquí que las emprendidas desde diciembre de 2012 sean hoy parte del pacto supremo de nuestra vida jurídica.
Las actividades enmarcadas en este seminario nos recuerdan que el de 1917 es un texto vivo que depende de nosotros para trascender los meros conceptos y volverlos tangibles, reales, para cada mexicano.
El Programa Nacional Conmemorativo del Centenario de nuestra Constitución, ayudará a que, con eventos como el que hoy nos reúne, coadyuvemos de manera decisiva y con sobriedad, como aconseja el senador Barbosa, en el cumplimiento de los tres principales ejes rectores, recordar la importancia histórica y contribución al desarrollo, difundir su contenido y reflexionar sobre los mejores mecanismos que hagan efectivos los derechos en ella consagrados.
Felicito a la Cámara de Senadores por ofrecernos una oportunidad que, en el marco de esta celebración, nos permite adentrarnos en la Ley Suprema.
Agradezco a su Presidente de Mesa Directiva por su voluntad y disposición para realizar este ejercicio cívico; confirmando que, como escribió el notable jurista Paolo Grossi: “Si alguna sociedad quiere tener futuro, antes tiene que lavar los ojos con las aguas de su historia”.
Señoras y señores:
Conmemorar la Carta Magna es un acto que reconoce su vigencia y su actualidad. Nuestra Ley Suprema es una escuela que forma ciudadanos y en la cual, a través de sus páginas, se refuerzan y defienden las potestades esenciales que son inherentes a nuestra propia vida.
La defensa de la ley es una lucha por la conservación de lo que valoramos como fundamental, pero también es una vía para delinear el futuro que habrá de consolidar nuestra democracia.
Sigamos transitando el camino que la obra máxima de los mexicanos ha trazado a lo largo de cien años. Este será el mejor reconocimiento que podemos hacer al espíritu de una nación que día a día lucha por hacer de México un país donde la Constitución siga siendo guía y meta.
Y corrijo: no es el mayor de los reconocimientos, el mejor de estos será que la Constitución sea cumplida por todos.
Muchas gracias.
SENADOR MIGUEL BARBOSA HUERTA: Gracias, señor Secretario de Educación.
Como lo establece el punto tercero del acuerdo aprobado para normar esta sesión, me permito hacer uso de la palabra para dirigir un mensaje a la asamblea.
Señoras y señores:
Qué gran honor hablar desde esta tribuna, en este hermoso salón cargado de historia y de símbolos. En el sitio donde fue promulgada la Constitución de 1857 y que recuerda episodios fundamentales de nuestra historia nacional.
Del 1º de enero de 1829 a agosto de 1872 este pleno albergó a la Cámara de Diputados. En 1872, un incendio lo destruyó y un siglo después, en 1972, se reconstruyó teniendo como guía la litografía de Pedro Gualdi, titulada Recinto Parlamentario.
El 18 de julio de ese año, 1972, la Comisión Permanente del Congreso de la Unión convocó a una sesión solemne, a la que asistieron los titulares de los Poderes de la Unión y los representantes de los parlamentos de varias naciones amigas.
Después de 43 años, con esta sesión, la Cámara de Senadores expresa a la República su voluntad de contribuir al rescate de nuestros sitios históricos.
Señor ministro Luis María Aguilar Morales, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Señor diputado Julio César Moreno, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.
Licenciado Emilio Chuayffet Chemor, secretario de Educación Pública y representante del Poder Ejecutivo Federal.
Excelentísimos integrantes del cuerpo diplomático acreditado en México que hoy nos honran con su presencia.
Señoras y señores.
En política, la voluntad es una cuestión fundamental. Celebramos esta sesión después de un importante esfuerzo organizativo, pero principalmente porque logramos trascender intereses particulares y de grupo; dejar a un lado el contexto electoral para poder impulsar trabajos conjuntos que nos fortalecen como Poder del Estado mexicano y nos dan identidad como legislatura.
Una legislatura, señoras y señores, en donde valoramos el diálogo, la palabra y la cortesía para hacer la buena política, la buena política, que necesita nuestro país.
Reconozco a los grupos parlamentarios, a sus coordinadores: Emilio Gamboa Patrón, del Partido Revolucionario Institucional; a Fernando Herrera, del Partido Acción Nacional; a Carlos Puente, del Partido Verde Ecologista de México; y Manuel Bartlett, del Partido del Trabajo; a las comisiones de Justicia y Puntos Constitucionales del Senado, y a sus presidentes, Roberto Gil Zuarth y Enrique Burgos García su apoyo invaluable para la realización de este evento.
Agradezco al Presidente de la República, Enrique Peña Nieto y al Secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, su disposición para facilitarnos este recinto.
Señoras y señores.
Hablar de nuestra Carta Magna en el sitio que evoca el lugar donde se promulgó la Constitución de 1857 adquiere un significado especial.
En 98 años y después de más de 500 reformas hechas a su contenido, resulta necesario reflexionar sobre el espíritu que anima nuestro pacto social y nos lleva a una conclusión evidente: debemos ser capaces de preservar su esencia hacia un futuro compartido.
En el actual gobierno esta legislatura ha hecho reformas de gran relevancia en sectores estratégicos, las mismas constituyen decisiones fundamentales para el futuro de nuestra nación.
En torno a estas reformas se debatió intensamente, lo que demuestra la pluralidad del Senado y el vigor de Congreso de la Unión.
Estas reformas hoy son productos legislativos del Estado mexicano, hoy su adecuada aplicación deberá cumplirse puntualmente por las autoridades responsables.
En esta importante tarea, el Senado de la República reafirma su compromiso de dar seguimiento a la correcta aplicación de las reformas constitucionales.
Tenemos claro que la Constitución representa la unidad nacional. La unidad que debemos construir entorno a principios y valores; en torno a nuestro presente y a nuestro futuro como nación y como mexicanos.
En 1917, la Constitución recién promulgada representó la unidad de un pueblo exigente de una realidad política, social, cultural y económica nueva, distinta, la había precedido una Revolución.
En cada momento, el texto constitucional debe representar eso, la unidad nacional, la unidad nacional en torno a las aspiraciones de su pueblo, de lo contrario sería la antihistoria.
Hoy la unidad nacional en torno a la Constitución debe ser un esfuerzo conjunto en la lucha en contra de la pobreza y a favor de la equidad y la igualdad; así como en el impulso de la consolidación de nuestra democracia y la vigencia plena del Estado de derecho.
La unidad en torno a la Constitución debe encontrar mecanismos que garanticen el bienestar de las familias y proyectar al país hacia el desarrollo y la prosperidad.
Asimismo, la unidad nacional para combatir la corrupción, la impunidad y el autoritarismo.
Esta asamblea convoca a fortalecer la unidad en torno a nuestra Constitución, para amparar y proteger a todos los mexicanos; así como para procurar el bienestar de todas las familias.
El país atraviesa por un momento complejo, no es producto de los errores o la parálisis de uno sólo de los Poderes. Se trata de una combinación de situaciones coyunturales y estructurales que deben corregirse de fondo y en donde el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial deben asumir sus responsabilidades.
El dolor, la desconfianza y la inconformidad que se expresa en algunos sectores de nuestra sociedad tienen su origen en esas conductas antirrepublicanas que quebrantan la letra, el sentido y la finalidad de nuestro texto constitucional.
Ante las elecciones del próximo 7 de junio, esta soberanía llama a ejercer el voto, que la ciudadanía ejerza este derecho sin presiones, por el partido o candidato que pueda representarlos en la Cámara de Diputados, en su estado o en su municipio.
Particularmente, resulta relevante la participación de los jóvenes, de los que tienen la posibilidad de ejercer por primera vez este derecho.
Respetuosamente expresamos un exhorto a los partidos políticos a realizar campañas que contribuya al fortalecimiento de nuestra democracia y a los candidatos a ceñirse a las normas electorales.
Hoy, esta sesión se da en el marco del Seminario La Constitución, análisis rumbo a su Centenario, cuyo objetivo consiste en analizar los fundamentos filosóficos, históricos, políticos, situación actual y perspectivas de la Constitución de 1917, desde un enfoque amplio, plural e interdisciplinario, por medio de la participación de destacados historiadores, politólogos, constitucionalistas, directivos de institutos y carreras de derecho de las principales centros académicos de educación superior del país.
Esta suma de voluntades será de gran utilidad para el Senado y para el país.
Con esta sesión solemne, el Senado expresa a la Nación su voluntad de contribuir en la conmemoración del Centenario de la Constitución, no sólo como una ceremonia cívica, sino como parte de un proceso que fortalezca nuestro pacto social y que conlleve a una reflexión profunda sobre nuestra Carta Magna.
Qué importante resulta que los Poderes de la Unión posean la capacidad de reunirse en este salón de Plenos y en torno a la reflexión sobre nuestra Constitución.
Esta sesión quedará registrada, no me equivoco y lo repito, en la memoria legislativa como un signo de voluntad para que la política esté al servicio de las instituciones, sea eso, al servicio de las instituciones y en beneficio de nuestra sociedad.
Cumplamos y hagamos cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Señoras y señores Senadores, de verdad se los digo, les aprecio, les respeto y les agradezco.
Muchas gracias.
A nombre del Senado de la República, expreso el agradecimiento al licenciado Emilio Chuayffet Chemor, Secretario de Educación Pública y representante del titular del Poder Ejecutivo. Gracias, don Emilio.
Agradezco al Ministro Luis María Aguilar Morales, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Gracias, don Luis María.
Al diputado Julio César Moreno Rivera, Presidente de la Cámara de Diputados. Gracias, Julio César.
Agradezco también la presencia del Cuerpo Diplomático Acreditado en nuestro país, así como a todos los distinguidos invitados por su asistencia a esta Sesión.
Se les solicita ponerse de pie, a fin de entonar el Himno Nacional.
(HIMNO NACIONAL)
Solicito a las comisiones designadas se sirvan acompañar a nuestros distinguidos invitados en su salida del recinto.
A mis compañeros senadores y senadores les solicito permanecer en sus lugares para tomar una foto panorámica de esta LXII Legislatura en esta Sesión Solemne en este hermoso lugar.
Gracias. Se levanta la Sesión.
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