Versión estenográfica de la intervención del senador Miguel Barbosa Huerta, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República, durante la celebración del XCVIII Aniversario de la Promulgación de la Constitución de 1917, en el Teatro de la República, en Querétaro, Qro.

Señoras y señores:
Qué gran honor, qué enorme privilegio utilizar esta Tribuna para dirigirme a la República reunida.
Imposible resistirse a las remembranzas de aquellos debates en donde el Presidente del Congreso constituyente, el diputado Luis Manuel Rojas, del estado de Jalisco, conducía las sesiones asistido por su vicepresidente, el diputado Heriberto Jara.
El país estaba en armas, el pueblo en lucha exigía democracia, justicia, tierra; y en este recinto se desarrollaron intensas discusiones con intervenciones protagonizadas por personajes entrañables de nuestra historia legislativa, como Fernando Lizardi, Amado Aguirre, Rafael Márquez, Francisco J. Mújica, Juan N. Frías y Pastor Rouaix, por cierto, electo por Tehuacán, Puebla.
Acá, en el Teatro de la República, en sus pasillos, en sus salones, en este Pleno se debatió, se forcejeó, se acordó, se parlamentó. Acá se construyó la primera Constitución social del mundo.
Ciudadano Enrique Peña Nieto, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos;
Ministro Luis María Aguilar Morales, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación;
Diputado Silvano Aureoles Conejo, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados;
Ciudadano José Calzada Rovirosa, Gobernador Constitucional del estado de Querétaro, nuestro anfitrión;
Ciudadanos gobernadores, la república reunida, señoras, señores:
En 1917, los 127 integrantes del Congreso Constituyente que firmaron la Constitución, tuvieron y cumplieron la alta responsabilidad de plasmar sobre el papel las demandas de democracia, justicia y libertad, que la revolución había desencadenado.
La promulgación de la Constitución permitió avanzar hacia la pacificación, fincó las bases de un Estado moderno y trazó el sendero hacia el porvenir.
¿Qué constitucionalidad celebramos el día de hoy?
¿Dónde quedó el espíritu del Constituyente de 1917?
La Constitución está en el umbral de cumplir un siglo de su promulgación.
Es innegable que en este tiempo el país y la sociedad han avanzado de manera notable, pero desgraciadamente varias de las aspiraciones y preceptos fundacionales de nuestra Carta Magna aún están pendientes; particularmente las relacionadas con la igualdad y la justicia.
¿Cómo interpretan este aniversario los millones de mexicanos que viven en la pobreza y que día a día padecen los efectos de la desigualdad?
¿Cómo festejar la Constitución si la justicia continúa como una promesa para los familiares de los desaparecidos y asesinados por la violencia del crimen organizado?
En 98 años la Constitución ha experimentado una larga lista de reformas.
Primero, desde una sola visión y a través de una fuerza política que dominaba el Congreso; después y ante el avance de la pluralidad, con alianzas que han posibilitado mayorías calificadas.
Debemos comprender que las reformas constitucionales no son resultado de simples alianzas, sino debe ser el producto de amplios consensos sociales.
Sólo así, por medio de amplios consensos, la Constitución, nuestro pacto social podrá representar efectivamente la unidad nacional; la unidad en torno a principios y valores, en torno a la igualdad y a la democracia.
En el Congreso hemos expresado críticas. También reiteramos nuestro respaldo a las instituciones del Estado Mexicano.
El país atraviesa por un momento complejo, que no es producto de los errores o la parálisis de uno solo de los poderes. Se trata de una combinación de situaciones coyunturales y estructurales, que deben corregirse de fondo y en donde el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial deben asumir sus responsabilidades.
En lo económico y a pesar de los ajustes presupuestales, debemos encontrar los mecanismos para garantizar el bienestar de las familias.
No perdamos de vista que la corrupción y el conflicto de intereses, la impunidad y el autoritarismo pueden convertir a nuestra ley suprema en una declaración semántica que nadie observe.
El dolor, la desconfianza y la inconformidad que expresan diversos sectores de nuestra sociedad, tienen su origen en esas conductas antirrepublicanas que quebrantan la letra, el sentido y la finalidad de nuestro texto constitucional.
La inseguridad, la corrupción, el estancamiento económico, podrán superarse cuando los poderes públicos ejerzan sus funciones dentro de los parámetros que la Constitución establece.
En 1917, nuestra Constitución se promulgó entre pugnas, entre facciones revolucionarias: una sociedad dividida y una economía devastada por la guerra.
Ahora, en tiempos de tormenta, avancemos hacia la conmemoración del Centenario de la Constitución, no sólo como una ceremonia cívica, sino como parte de un proceso que fortalezca nuestro pacto social y conlleve a una reflexión profunda sobre nuestra Carta Magna.
Hagamos la buena política. Repito: hagamos la buena política.
Mantengamos un diálogo institucional y abierto entre poderes.
Ejerzamos cabalmente nuestra obligación, la de todos los servidores públicos, de los Tres Poderes de la Unión y de los Tres Órdenes de Gobierno, de cumplir y hacer cumplir nuestra Constitución.
Muchas gracias.

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