Versión estenográfica de la presentación de la Encuesta Nacional de Cultura Política, “El déficit de la democracia en México”, como parte de la colección “Los Mexicanos vistos por sí mismos. Los grandes temas nacionales”, Inventario de México en 12015, celebradas en el Senado de la República.

PRESENTADOR: El Senado de la República agradece su permanencia dentro de esta colección literaria titulada “Los mexicanos vistos por sí mismos. Los grandes temas nacionales”.

Ahora daremos paso a la presentación de la Encuesta Nacional de Cultura Política, titulada “El déficit de la democracia en México”. Para esto, contamos con la presencia del honorable secretario técnico de la Comisión de Justicia, el doctor Luis Felipe Nava.

Asimismo, contamos con la presencia del maestro Jaime Rivero, asesor de la Mesa Directiva.

Desde luego, contamos con la presencia de los autores de este tomo, la maestra Julia Isabel Flores Dávila; el maestro Omar Alejandre Galaz; y finalmente el doctor Salvador Vázquez del Mercado.

Sin más preámbulos, para dar la bienvenida a esta presentación literaria, yo cedo el uso de la palabra a nuestro moderador, el doctor Luis Felipe Nava.

DOCTOR LUIS FELIPE NAVA: Muchísimas gracias.

Es para mí un honor nuevamente presentar, dentro de la dinámica de las obras del Senado de la República, “Los mexicanos vistos por sí mismos”, la última obra que se presenta en esta dinámica.

Presento, en esta ocasión, en los grandes temas nacionales, el déficit de la democracia en México, “Encuesta nacional de cultura política”.

Los tres autores que nos acompañan en este día son: la maestra Julia Isabel Flores. Ella es coordinadora del área de investigación aplicada y opinión del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM e investigadora de ese mismo instituto.

Ha desempeñado, entre otros cargos, el de coordinadora de la Unidad de Estudios sobre la Opinión, UDESO, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

Es directora de apoyo técnico y académico de la Coordinación de Centros Regionales, el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Directora de la Casa Universitaria del Libro, de la Coordinación de Humanidades de la UNAM; y directora del Fondo Nacional para las Actividades Sociales y Culturales; y del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia del estado de Coahuila.

Entre sus libros más recientes se cuentan: “La naturaleza del compromiso cívico. Capital social y cultura política en México”. “Políticas públicas y derechos humanos”. Y “Cincuenta años de cultura política en México”. Entre otros.

El maestro Omar Alejandre Galaz, es licenciado en Ciencias Políticas por el ITAM. Se ha especializado en temas electorales y de opinión pública. Ha colaborado en el área de investigación aplicada y opinión del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, en donde ha participado en diversas investigaciones sobre cultura política, derechos humanos y sociología del derecho.

Ha trabajado como asistente de información en el periódico La Jornada, y como coordinador editorial de la Revista En pleno. Debate legislativo. Asimismo, se desempeñó como analista en la campaña presidencial de 2006 y actualmente forma parte del Instituto Nacional Electoral.

Por último, el maestro Salvador Vázquez del Mercado, es politólogo por formación académica y encuestador por práctica profesional. Salvador Vázquez del Mercado está interesado en la interacción entre la evolución de la democracia mexicana y el comportamiento político de sus ciudadanos.

Sin más, cedo la palabra a la maestra Julia Isabel Flores, una de las autoras de esta obra.

MAESTRA JULIA ISABEL FLORES: Muchas gracias.

Es para nosotros un gusto presentar a ustedes esta Encuesta Nacional de Cultura Política “El déficit de la democracia en México”. Afortunadamente, en México nosotros contamos con mediciones muy tempranas de lo que es la cultura política. La primera encuesta nacional de cultura política se levantó en 1959, fueron los profesores Gabriel Almond y Sidney Verba quienes levantaron esa encuesta.

En el Instituto de Investigaciones Jurídicas tuvimos el gusto y el honor de replicarla, a sus 50 años, con la participación del profesor Sidney Verba, quien todavía está presente en el mundo de la ciencia política, a pesar de su avanzada edad. Y es a él a quien le dedicamos esta investigación los autores.

Quiero empezar, vamos a tratar aquí el desfase que hay entre cultura política y democracia en México. Y para ello, de qué idea de cultura política partimos.

 

¿De qué hablamos –porque hay muchas necesidades– de qué hablamos cuando hablamos de cultura política democrática?

 

Una cultura política, porque muchas veces se dice: “La gente en México no tiene cultura política”. No, sí tenemos, todos tenemos una cultura política; lo que no tenemos es una cultura política democrática.

 

La cultura política en un sistema democrático supone que existen las condiciones para la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos y que cuentan con la información mínima para incidir en la toma de decisiones.

 

La cultura política, en consecuencia, es un componente indispensable para el fortalecimiento de los sistemas democráticos, y facilita también que la maquinaria electoral funcione de manera fluida y se retroalimente. De ahí que a todos nos interesa impulsar el desarrollo de una cultura política democrática.

 

¿Qué fue lo que quisimos hacer al hacer este libro?

 

Primero, quisimos definir la compatibilidad de la cultura política existente con un sistema de gobierno; bosquejar los valores, procedimientos y prácticas en los que se va a recrear dicha cultura, y registrar su contribución para procesar las decisiones políticas.

 

Este libro es un libro extenso, tiene 11 capítulos.

 

Y, ¿de qué nos habla el libro?

 

En términos generales, el libro nos da cuenta de cómo se ha modificado el interés de los ciudadanos en la política y los asuntos públicos, cómo interpretar estos cambios, cuáles son los elementos que permiten hablar de un compromiso cívico hoy, y cuáles son los elementos que componen lo que llamamos “el déficit de la democracia mexicana en la actualidad”.

 

Primero, para hablar del déficit de la democracia quisimos tratar una serie de temas. Y esto tiene que ver, es un tema que nos parece muy importante y que ha sido poco tocado.

 

Últimamente ustedes han estado oyendo hablar para unos del malhumor social, del malestar, del descontento. Nosotros levantamos esta encuesta precisamente en octubre-noviembre del 2014. Tuvimos la oportunidad de captar ese momento de quiebre cuando sucede esto de Ayotzinapa y toda una serie de cuestiones.

 

Quisimos dedicar un capítulo a esto, y nos preocupamos por estudiar la importancia de las emociones en la política; que eso es algo que ha sido poco estudiado.

 

AVIA es un tema que durante mucho tiempo fue dejado de lado, la importancia de las emociones de la política por aquellas separación que hacían los griegos, la distinción entre las emociones y la razón, y se pensaba que la razón, la racionalidad era propia de la política, pero también son las emociones, y de una manera muy importante. No sólo las emociones, sin otro tipo de factores culturales, y las emociones se adaptan a las distintas situaciones.

 

Hoy, la teoría política integra un abanico completo de emociones que se ponen en juego en la vida política. Aquí sólo vamos a tratar dos que son básicas:

 

Por un lado, lo que son: el enojo, la ira, la ansiedad, el miedo; pero por otro lado una cara contraria de esto, que es: la confianza.

 

¿Qué es lo que tenemos aquí? ¿Cuál de las siguientes emociones preguntamos en noviembre del 2014, reflejaba mejor lo que la gente sentía sobre México?

 

Al mismo tiempo que la gente sentía orgullo, esperanza y preocupación, también estaban presentes los sentimientos de desilusión, enojo y con muy bajo porcentaje la confianza.

 

Me da mucho gusto saludar a nuestro querido colega y amigo, Víctor Lorenzo Córdova.

 

Y al preguntar en noviembre de 2014 cuál cree que es el sentimiento que más predomina entre la gente en estos días, era: El enojo, el resentimiento, la ira, el coraje, la decepción, la desconfianza, la insatisfacción, el miedo, el temor y la incertidumbre; aunque venían también, con porcentajes mucho menores, algún otro tipo de sentimientos.

 

¿Por qué decíamos que es importante analizar el enojo y el miedo?

 

Porque el enojo puede llevar a la movilización, pero el miedo tiende a paralizar a la gente.

 

La confianza, sin embargo, es un sentimiento base, vital para la democracia, vital para la vida política. En México tenemos niveles de confianza muy bajos. Somos un país de desconfianza y en este país de desconfiados, los más desconfiados son los jóvenes y las mujeres.

 

Entonces, incluso si se fijan, sólo se confía en el aquél círculo que nos es más cercano, la familia. La paradoja, analizar la confianza individual, los únicos en los que confiamos son en la familia, no confiamos ni en nuestros vecinos, no confiamos en la gente con la que trabajamos.

 

O sea, los niveles de confianza son muy bajos ni en los más pobres ni en los más ricos, en quienes se confía menos, y en los extranjeros somos desafortunadamente un país homofóbico y mucho menos en los niveles de la comida o las personas que son de otro partido político.

 

Entonces, cuando hablamos de la confianza interpersonal con la comunidad que nos rodea, si bien la gente se siente ahuyentada como miembros de una comunidad, la mayoría piensa que la gente se interesa sólo en su propio bienestar. Son muy pocos los que están de acuerdo que la gente es honrada y se puede confiar en ella, disminuyen los porcentajes de quienes nos dicen que si hay un problema central de alguien que te dé la mano y hay que tener cuidado porque todos se quieren aprovechar de uno.

 

Vamos viendo cómo predomina la desconfianza.

 

¿Y qué pasa con la confianza en las instituciones y los actores políticos?

 

Vamos a ver de nuevo: sólo confiamos en la familia, pero luego pueden ustedes ver cómo disminuyen los niveles de confianza en ese momento, que es un momento muy difícil en el país, noviembre de 2014, octubre y noviembre, hay confianza en las universidades, el Ejército obtiene buenos porcentajes de confianza en el país.

 

¿A qué me refiero cuando digo buenos aquí?

 

Porque ustedes me van a decir todos están reprobados, casi todos, pero estamos hablando de lo que es la mayoría democrática, o sea, de la mitad más uno.

 

No se confía o se confía poco en los políticos, pero se confía mucho menos en los partidos políticos, los diputados y la policía y tenemos los diferentes niveles de gobierno, donde también tienen niveles de confianza muy bajos.

 

El Instituto Nacional Electoral tiene un nivel de confianza más alto que los políticos, pero a lo largo del tiempo ha tendido a disminuir.

 

Pero esta desconfianza se manifiesta de una manera muy clara hacia los partidos políticos, que están en los más bajos niveles de credibilidad.

 

La mayoría que está en relación con los partidos políticos, mayoría, más de la mitad, considera que los partidos se critican mucho entre sí, pero en realidad todos son iguales.

 

Casi 4 de cada 10 nos están diciendo que los partidos políticos no sirven para nada y están muy de acuerdo con esa frase. Un porcentaje de casi 3 de cada 10 nos dice que los partidos políticos solo sirven para dividir a la gente, pero casi uno de cada 4 nos está diciendo que gracias a los partidos, la gente puede participar en la vida política, esto se reconoce, que sin partidos no puede haber democracia y que los partidos son necesarios para defender los intereses de los distintos grupos y clases sociales.

 

Este descontento con los partidos no quiere decir que la gente no quiera que los partidos existan; no les gusta la manera en que se aproximan, ejercen el poder, etcétera, porque como vamos a ver en la siguiente lámina, por favor:

 

Al preguntar cómo puede contribuir mejor un ciudadano a la solución de los problemas de México, la mayoría, bueno estamos casi aquí en una opinión dividida, 3 de cada 10 nos dicen que la gente puede contribuir mejor si actúa entre un partido político y un porcentaje muy similar nos dice que la gente puede contribuir mejor si actúa fuera de los partidos políticos.

 

La titularidad de los derechos es algo muy importante en nuestra democracia para la participación ciudadana.

 

A lo largo de las diferentes encuestas que hemos nosotros levantado y hemos en distintos temas, nos encontramos cómo la gente no se siente titular de los derechos, y el momento en que no se siente titular de los derechos es muy difícil que pueda elegir, exigir su ejercicio, reclamarlo y ejercerlo.

 

Entonces cuando nosotros preguntamos, por ejemplo, la gente que acudió a un ministerio público, en una encuesta sobre los usos sociales de la ley y la justicia: ¿alguna vez te han tratado mal? ¿Consideras que han violado tus derechos? La gente nos dice que no.

 

En la Encuesta Nacional de Discriminación los porcentajes que nos dicen que sus derechos fueron violados, son muy bajos.

 

En la Encuesta Nacional que acabamos de hacer sobre violencia obstétrica, las mujeres ostensiblemente maltratadas en algunos casos y sin embargo dicen no, no nos violaron nuestros derechos.

 

Entonces todo esto da lugar a construir un modelo donde la pregunta no es otra más que por qué la gente no ejercer sus derechos.

 

Pero eso va mucho más allá de pensar que la gente no ejerce los derechos porque no los conoce. No sólo no los conoce; no se siente titular.

 

Para poder ejercer estos derechos es necesario sentirse el titular de un derecho, darse cuenta de que te lo están violando ¿perdón? nombrar ese responsable y una serie de recursos que se necesitan para poder ejercer ese derecho.

 

Entonces siempre las mujeres se quedan pensando, por ejemplo, en estos casos: bueno, me están violando mis derechos, ¿es o no? Es porque soy mujer, o es porque soy ignorante, o es porque soy tonta, o es porque no lo merezco.

 

Pero al momento en que la gente toma conciencia de la violación de sus derechos, en ese momento y además idéntica un responsable, se da cuenta qué es lo que está pasando, entonces empieza allí a cambiar la situación.

 

Entonces aquí la gente reconoce que en México, son 6 de cada 10, y si contamos el, a veces es un porcentaje muy alto, puede reunirse, se puede reunir con quien desee, se puede votar por el Partido que quiera, estudiar lo que quiera, no siempre, pero expresar lo que se piensa, trabajar en lo que se quiera y poner el negocio que se quiera.

 

La libertad que es menos reconocida en México es la libertad de expresión. Por favor.

 

Y aparte, además de esta titularidad en los derechos, hay algo que es básico digamos en la sociedad, que es la condición social.

 

Quisimos ver qué es lo que une y qué desune a la gente, a partir de recoger las voces de los entrevistados.

 

La gente piensa que lo que les une es recibir un trato igual, tener las mismas ideas y valores.

Y luego viene con porcentajes muy menores: no dejarse manipular los líderes por los líderes; tener la misma religión; no meterse en política, apoyar a un partido político.

Pero, ¿qué es lo que la gente cree que divide más a los mexicanos?

Estas diferencias entre pobres y ricos, es lo que se ve principalmente como causa de división.

Luego, con diez puntos menos: las ideologías de izquierda y derecha. Después, la diferencia o desigualdad en el pueblo, los que tienen poder y los que no lo tienen.

Hay quien más señaló las diferencias regionales entre el norte y el sur del país, que son muy evidentes a lo largo de las 25 encuestas. Y algo que siempre se nota: la diferencia de valores entre los jóvenes y los viejos.

Asistimos a la plática y a la presentación del libro sobre corrupción, transparencia, y se tocó el tema de cultura de la legalidad. Aquí, tangencialmente lo que quiero es cómo la gente, por una parte, exige que el gobierno cumpla estrictamente las leyes o que se apliquen a todos estrictamente; pero son contradicciones: por un lado se exige esto y al preguntarle a la gente, está de acuerdo con que en ocasiones para obrar correctamente, hay que cumplir la ley.

Y también con la idea de que en su afán por buscar la justicia, cómo deben actuar las autoridades, 6 de cada 10 nos dicen que deben apegarse a la ley estrictamente; pero 1 de cada 4 nos está diciendo que las autoridades deberían romper la ley con tal de lograr la justicia. Esto nos muestra un gran desapego con la ley en el país.

Y sin embargo, estamos hablando de la necesidad de transparencia, del apego a la ley; pero la gente sigue estando de acuerdo, aunque afortunadamente cada vez menos, desde la primera vez que lo medimos, con que un funcionario público puede aprovecharse del puesto si hace cosas buenas. Afortunadamente ya es mayor el desacuerdo. La última vez que medimos esta pregunta, teníamos más alto el acuerdo que el desacuerdo.

¿A qué se debe esta desconfianza y este malestar social?

Aquí es donde vamos a encontrar toda esta explicación.

¿Cuál debería ser la función principal del Gobierno?

Propiciar el desarrollo de la economía, nos dice la gente. Impartir justicia. Vigilar la seguridad de las personas y resolver los problemas sociales. Sin embargo, al preguntar ¿qué tanto el Gobierno propicia el desarrollo de la economía?

Sólo 7 por ciento, o sea, menos de 1 de cada 10 nos está diciendo que mucho. Impartir justicia: nos dijo que mucho sólo un 12 por ciento. Vigilar la seguridad de las personas: sólo un 8 por ciento. Resolver los problemas sociales: 5.6.

¿Qué quiere decir?

El Gobierno, de acuerdo a las expectativas de la gente, no está cumpliendo ni satisfaciendo aquellas funciones primarias que debería de llevar a cabo.

Quisiera yo dejar ahora a mi compañero Omar Alejandre.

MODERADOR: Muchas gracias.

Voy a ceder la palabra al doctor Lorenzo Córdova. El doctor Córdova es autor de varios textos sobre temas electorales, constitucionales y de teoría política.

Entre sus más recientes libros destacan “Derecho y poder. Kelsen versus Schmitt. Frente a frente”, en coautoría con César Astudillo.

“Los árbitros de las elecciones estatales. Una radiografía de su arquitectura institucional”, en coordinación conjunta también con César Astudillo.

Y “Reforma y control de la Constitución. Implicaciones y límites”, con Pedro Salazar… está mal redactado, perdón. “Implicaciones y límites y con Pedro Salazar “Democracias sin garantes: Las autoridades contra la reforma electoral”.

 

El 15 de diciembre de 2011, fue nombrado Consejero Electoral del Instituto Federal Electoral. Derivado de la Reforma Político-Electoral, el 3 de abril de 2014 la Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión lo nombró Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral, rindiendo protesta el 4 de abril de 2014.

 

Cedo la palabra al doctor Córdova. Bienvenido.

 

DOCTOR LORENZO CÓRDOVA VIANELLO: Muchas gracias. Creo que lo más importante del currículum, que agradezco mucho la gentil presentación, ahí sí de reciente publicación “El déficit de la democracia en México” con Julia Isabel Flores, con Omar Alejandre y con Salvador Vázquez del Mercado.

 

Muchas gracias por la invitación. Es un verdadero honor estar aquí.

 

Antes que nada quiero, o a la par del agradecimiento, quiero disculparme por el retraso. El día de hoy, como ustedes saben, se iniciaron desde las ocho de la mañana los cómputos distritales de en las entidades y municipales en las entidades que hubieron elecciones el domingo pasado, y justamente esta mañana tuvimos una sesión del Consejo General que se alargó tal vez más de lo debido para poder estar aquí.

 

Les pido una disculpa y un agradecimiento también por la comprensión del retraso.

 

He preparado unas notas para participar en esta presentación.

 

Quiero comenzar agradeciendo la invitación del Senado de la República para comentar junto con mis compañeros del Instituto de Investigaciones Jurídicas, que han sido convocados por el Instituto de Investigaciones Jurídicas los resultados de la Encuesta Nacional de Cultura Política realizada por la universidad como parte de la colección “Los mexicanos vistos por sí mismos”.

 

Y sobre el cual quisiera comenzar mi intervención recordando la premisa básica que guía la investigación que hoy presentamos, concretamente el libro dedicado al déficit de la democracia en México.

 

La cultura política –señala el texto en su premisa– es un componente indispensable para el fortalecimiento de los sistemas democráticos y facilita que la maquinaria electoral funcione de manera fluida y se retroalimente.

 

Sin embargo, vale la pena precisar que al hablar de cultura política nos referimos a un tipo especial de, ya no es cultura, hay una definición mucho más aterrizada, mucho menos genérica de la que hablar así, sin más de cultura política podría suponer.

 

Y es que el libro se centra en la cultura política democrática en específico. Es decir, en el conjunto de comportamientos, creencias, actitudes y valores sobre la política que son compatibles con un régimen democrático, ayudan a su recreación y contribuyen a su fortalecimiento.

 

Creo que esta primera distinción es fundamental para poder entender y, digamos, como código de lectura del libro en su conjunto, y de las valoraciones que nosotros hacemos a partir de los resultados que ya Julián en su intervención nos compartía.

 

En consecuencia, con ello, en el estudio que presentamos tiene como finalidad abordar temas como el interés de los ciudadanos en la política y los asuntos públicos; la percepción que tienen los ciudadanos sobre el sistema democrático; la relevancia de la titularidad de derechos y la cohesión social para la pertenencia a una comunidad, y lo que entendemos como compromiso democrático, entre otros tópicos.

 

De modo tal de poder contar con una evidencia empírica suficiente para señalar la importancia de impulsar el desarrollo de una cultura política que esté sincronizada con los avances que en el ámbito electoral hemos tenido a lo largo de los últimos, particularmente de los últimos 20 años, aunque por supuesto estamos justo en la víspera de la celebración de la Reforma Electoral, de la Reforma Política que dio origen, digamos, a todo el proceso de cambio político; es decir, la Reforma de 1977.

 

Lo anterior, cabe aclarar, no quiere decir que exista un divorcio entre nuestras instituciones democráticas y las creencias o actitudes de los mexicanos sobre la democracia, o que las reglas de nuestro juego democrático sólo sean el producto de la buena voluntad de los actores políticos o de la adopción acrítica de ideas tomadas de algún lugar.

 

Con esto, de entrada, quiero señalar que en instancia de todas aquellas voces que han planteado que el atraso, el avance, la evolución de las normas electorales, que es el cauce por el cual se ha transitado en el proceso de cambio político, sean simple y llanamente acuerdos copulares que caen desde lo alto, que se han concertado en lo alto de manera ajena a la ciudadanía, y que por lo tanto eso es lo que explica la falta de vinculación entre los mismos las y los ciudadanos y la evolución política que hemos tenido lugar y creo que apenas unas cuantas horas después de culminada la jornada del domingo pasado hay una buena lección que nos dan, sobre todo los mismos ciudadanos, a todos aquellos asumen que lo electoral no tiene nada que ver con la cotidianeidad de la vida de la sociedad.

 

La construcción de la democracia mexicana fue siempre una tarea en la que se involucró a la sociedad de manera convencida, mediante la movilización social.

 

Hay un sustrato social en la vida democrática, que a pesar de todos los problemas que tenemos y que el déficit de la democracia en México ilustra y que nos debe preocupar sin lugar a dudas, nos pueden llamar a atemperar el tremendismo, las lógicas maniqueas de blanco y negro, por cierto tan difundidas no sólo en el ámbito de la opinión pública sobre todo, sino también entre algunos estudiosos, insisto, sin bajar la guardia y sin hacernos ponderar, evaluar los problemas que sin duda tenemos, pero creo que, insisto, hoy nos tiene en donde estamos, no solamente porque ha habido una serie de arreglos políticos, que no hay que menospreciar, porque la construcción democrática implica que estos arreglos políticos se generen, pero que no habría sido posible que diera los frutos que hoy está dando, insuficientes si se quiere, pero frutos al fin y al cabo, sin el involucramiento de la sociedad, sin esa movilización, como decía, de la sociedad es indispensable para la recreación democrática.

 

Ya sea mediante la participación en las urnas, emitiendo el voto, o bien a través de su menosprecio de manera arrogante, desde el punto de vista de la opinión pública, es decir, la militancia en los partidos políticos.

 

Como ya lo han demostrado algunos investigadores, entre ellos la misma Julia, al reelaborar el clásico estudio de Alma Minerva sobre la cultura política de los mexicanos, el cambio de las actitudes y comportamientos políticos en la sociedad, es un proceso lento en comparación con el ritmo con el que se modifican las instituciones políticas y cuya velocidad del cambio depende en cierta medida de la velocidad que se tenga en la transformación de la sociedad misma en su conjunto.

 

Como ejemplo de lo anterior cabe mencionar algunos de los datos y pido una disculpa si eventualmente soy repetitivo con lo que ya Julia ilustraba, que arroja el estudio que hoy presentamos.


Seis de cada 10 entrevistados mencionaron que siempre se puede profesar la religión de su elección, de reunirse con quien deseen, casi la mitad y de votar por el partido de su preferencia, poco más de 4 de cada 10.


Por su parte, 3 de cada 10 opinan que siempre se puede expresar lo que se piensa o trabajar en lo que se desee y que uno de cada 4 aseguran que es posible establecer un tipo de negocio.


Las personas más interesadas en la política participan más en elecciones o en otras formas de expresión política. Es de señalar que el 45 por ciento de los encuestados dijo estar muy interesado en la política, si bien 8 de cada 10 personas opinan que es un tema complicado o muy complicado.

 

Otro aspecto previsible no deja de ser interesante y es el interés que en la política aumente, los que tienen interés en la política, aumenta también con el nivel de educación. A menor educación menor interés y viceversa.

 

Si nos concretamos a identificar el interés de la política por escolaridad podría destacarse que el 54.1 de quienes se interesan mucho o algo en política cuentan con estudios universitarios o de postgrado, mientras que el 45.9 de quienes tienen este nivel de estudios dicen no interesarse.

 

El 30 por ciento, por otra parte, de la personas dicen que las elecciones no son libres ni equitativas y en menor proporción, 28 por ciento, que en general sí lo son, pero con problemas severos.


Este índice de desconfianza, como ya se anticipaba, es menor entre los jóvenes de entre 15 y 24 años y menor entre los adultos de 55 y 64, lo cual pro cierto debería llevarnos a una reflexión de si hemos logrado y hablo de las generaciones que articulamos el cambio político en nuestro país, trasmitirle a los jóvenes o en todo caso, lograr ser enfáticos con los jóvenes, para poder traducir a ellos de dónde venimos y me temo que ese es un problema no menor.

 

El que la precaria en todo caso, con el cambio y con los resultados del cambio político sea mayor entre las personas de mayor edad, tal vez en una reflexión adicional a las que hacemos en el libro, se deba a que estamos hablando de que, digamos, hay unos que son los hijos de la transición y que abrevan de las insatisfacciones que podemos tener respecto de la misma frente a quienes son los que tuvieron ocasión de ver lo que era este país antes de la transición, al menos en la dimensión política.

 

No quiero abundar demasiado en las cifras, las cifras están ahí para eso, es el libro no las presentaciones, sino simple y sencillamente hacer una serie de reflexiones adicionales si se me permite.

 

Después de una breve recapitulación sobre los principales resultados de la encuesta, insisto, para eso me remito en lo que Julia ha presentado en su exposición, me parece que es posible hacer las siguientes reflexiones:

 

La primera: que siguiendo la tradición del pensamiento que parte del célebre estudio de Marshall, de mediados del siglo pasado, sobre la relación entre ciudadanía y clase social, la desigualdad es un problema que impacta seriamente en la concepción que las personas tienen de sí mismas como titulares de derechos y por ende como sujetos activos en la vida pública.

 

Como demuestran los datos que contiene el estudio, existe un escepticismo por parte de los mexicanos con respecto a la posibilidad real de ejercer sus derechos, con independencia que estén reconocidos en el texto constitucional y existan organismos públicos encargados de garantizar su libre ejercicio y algunas –esto valga como premisa- de una serie de reflexiones a propósito de los derechos como parte del eje vertebral de lo que debería ser una política pública para robustecer la cultura cívica entre la ciudadanía mexicana.

 

Segunda reflexión: como lo dejan entrever los resultados del estudio presentado y a pesar de que a estar alturas puede sonar como una verdad de Perogrullo, la educación es un componente central para avanzar en la transformación de la cultura política de los mexicanos en clave democrática.

 

Algo que no hemos hecho, de lo que no ha estado acompañado al proceso de cambio político en México, es lo que sí acompañó a los procesos de cambio político en clave democratizadora en los países europeos sobre todo en lo que Huntington denominaba “La Segunda Ola”.

 

Es decir, la ola posterior a la Segunda Guerra Mundial. Y lo que ya en la Tercera Ola, según Huntington, caracterizó a muchos de los procesos de transición política operados en los países del Este Asiático y que a la par del proceso de transformación política impulsaba una profundísima Reforma Educativa.

 

Insisto: el dato de que a mayor educación, mayor confianza en la política, a mayor educación, mayor interés y participación en la política no es un asunto menor.

 

Y justamente a la par del proceso de cambio político en México lo que hemos visto no solamente ha sido una erosión digamos del Estado, del bienestar social, que se refleja, digámoslo así, en el hecho de que las políticas públicas instrumentadas en este sentido en los últimos 30 años han sido políticas, como lo demuestran por cierto otros textos de la colección que hoy termina de presentarse aquí en el Senado, pienso por ejemplo en el texto de Rolando Cordera, en fin, las contribuciones de Rolando Cordera.

 

Es decir, el estancamiento económico que ha acompañado el proceso de cambio político por un lado, y la precarización no solamente de la calidad educativa sino también de la oferta educativa que ha acompañado este proceso, me parece que no se pueden desvincular con los resultados que este libro arroja. Es decir, es un dato que hay que reflexionar.

 

Nosotros hemos, creo que hemos, de mis conclusiones, que hemos sido exitosos en el proceso de cambio político, pero es un cambio político que ha corrido solo, es un cambio político que ha corrido sobre todo por la ruta electoral y que no ha tenido el acompañamiento y el acompasamiento de las necesidades de otra naturaleza, la satisfacción de las necesidades de otra naturaleza, no solamente las que tienen que ver con los derechos político que invariablemente han acompañado todos los procesos de democratización en el mundo, no el nuestro.

 

El proceso de democratización en Europa no es casual que haya dado los resultados que dio, siendo que fue acompañado del boom del welfare state.

No es casual que los procesos de transición a la democracia en el este Asiático, hayan sido acompañados de una inversión muy importante en el desarrollo económico, y por ende en el bienestar social; sino también en inversión educativa.

En México, el proceso de democratización estuvo acompañado de la interpretación más radical de los cánones del consenso de Washington y de las políticas neoliberales, que han traído como consecuencia una pauterización de la misma sociedad. Y hoy nos sorprendemos del desencanto con los resultados que está teniendo la democracia entre nosotros.

Dejo ahí, como un elemento de reflexión adicional, porque el desencanto de la ciudadanía con la democracia no es un desencanto gratuito, no es un desencanto con la forma de gobierno per sé; es un desencanto con la falta de resultados que están teniendo los gobiernos emanados del proceso de transición a la democracia; es un desencanto no con la democracia en sí misma, sino es un desencanto con las sobre expectativas que se generaron respecto a la democracia.

Aunque esto es algo que puede identificarse en general en América Latina, en esto no somos tampoco tan originales.

La importancia de la educación en general y de la escuela en particular, no sólo se debe al papel que juega esta última como difusora de conocimientos y prácticas que fortalecen la democracia, sino porque es junto con el hogar –como se mencionaba–, el espacio de socialización política por excelencia, donde todos los niños que asisten a ella desarrollan las habilidades y comportamientos que definirán el tipo de ciudadanos que serán en el futuro.

Por esa razón, estoy convencido de que en primer lugar, no sólo requerimos ciudadanos informados o con conocimiento sobre el funcionamiento de las instituciones del Estado; sino también capaces de ser críticos y emitir propuestas constructivas que aporten a soluciones. Olvídense de propuestas constructivas, creo que estoy exagerando; que sean capaces de discutir la cosa pública.

Creo que las épocas en las que la discusión de lo público es patrimonio exclusivo de los políticos, son épocas que se han quedado atrás, que debemos dejar atrás porque son cosustanciales con las sociedades autoritarias, como aquella de donde venimos. Una sociedad democrática, una sociedad participativa o deliberativa, supone la multiplicación de los espacios de debate público; y eso es lo que el proceso de la transición a la democracia no ha logrado construir.

Tenemos una pauperización del sustrato social que es indispensable para la recreación de la democracia.

Finalmente, la tercera reflexión que quiero compartir con ustedes tiene que ver con la importancia del consenso que debe existir entre los diferentes actores involucrados para lograr la sincronía entre el desarrollo de nuestra democracia y la cultura política que la sostiene. Y esto me lleva, inevitablemente, a plantear un par de reflexiones finales:

La primera tiene que ver con cómo hemos enfrentado, a la par del proceso de transición, el tema de la cultura política como algo que no nace o se genera de manera espontánea; sino como algo que tampoco puede imponerse y pretender que caiga verticalmente, no sería esa la mejor ruta para propiciar una cultura política democrática, en clave democrática; pero sí una política que estimule y ponga los énfasis en aquellos elementos que tienen que recrearse en la convivencia cotidiana, es decir, los principios y los valores democráticos.

Creo que en este sentido, lo que este estudio, junto con otros estudios de cultura política, pienso en el Informe País que realizó el IFE hace unos años; revelan –digámoslo así– que las políticas que se han seguido en materia de educación cívica, han sido políticas no digo erróneas, pero sin lugar a dudas insuficientes.

El grado de degradación de la confianza, a la que ya hacía referencia Julia, que cruza transversalmente todo el estudio que hoy presentamos y que está reflejada en los otros estudios a los que hago referencia, en México de acuerdo con las cifras que revela este estudio, pero me centro particularmente en una que articula todas las reflexiones del así llamado Informe País: en México, 7 de cada 10, 72 por ciento pues de las y los mexicanos consideramos que no se puede confiar en prácticamente nadie fuera del circuito familiar.

Es decir, esto que es indispensable para la recreación de la democracia, que es lo que los sociólogos definen como tejido social, en México en los últimos años ha vivido un proceso, o bien de erosión grave y pauperización, o bien incluso de desaparición.

 

¿Cómo demonios pretendemos que los ciudadanos confíen en las instituciones, en los espacios de decisión pública y demás, cuando los ciudadanos mexicanos no confían ni siquiera en sus vecinos?

 

Vuelvo al punto de los espacios de socialización como espacios que han venido pauperizándose en el mejor de los casos, sino es que desapareciendo.

 

Frente a esto, me parece que replantearnos el tipo de políticas públicas que hemos tenido en materia de educación cívica es indispensable. Y esto lo vinculo con el tema de los derechos.

 

Permítanme una anécdota que por supuesto no está contenida en el libro pero que viene a cuento con el tema del libro.

 

Hace algunos años, en 2010, tuve la fortuna de presenciar en una visita a París la gran cantidad de manifestaciones que, como protesta de los recortes producto de los intentos de superar la crisis económica de 2009 había venido imponiendo el entonces gobierno en aquel país.

 

Tuve la fortuna de que justo enfrente del hotel donde me estaba quedando pasaba una de las manifestaciones, luego al día siguiente los periódicos reportaban dos millones de franceses manifestándose por las calles de París.

 

Y lo curioso no era nada más el tipo de manifestantes, por aquello de que aquí tenemos también en esta lógica poco democrática, tendemos a exorcizar las manifestaciones o nos planteamos la lógica de exorcizar las manifestaciones.

 

Era muy curioso ver aquella vez en Francia a los jueces, al Sindicato de Jueces Democrático manifestándose, funcionarios públicos manifestándose en contra de las políticas de recorte del entonces gobierno.

 

Pero donde quiero poner el énfasis es en el tipo de protesta, las razones de la protesta, el lema de la protesta, trasversal todos los manifestantes, era: “Zarco, nuestros derechos no se tocan” o “Con nuestros derechos no te metes”.

 

Y de lo que me di cuenta es que los franceses nos llevan un poco de ventaja, por lo menos 200 años en el tema de apropiación de derechos.

 

Es decir, cómo podemos pretender que los derechos sean exigibles o la exigibilidad de los derechos cuando todavía los derechos para muchos son asumidos como privilegios y para muchos otros son vistos como algo que cae desde lo alto, no como algo que se exige cotidianamente.

 

Creo que esto deberíamos reflexionarlo. Sobre todo en la lógica de tratar de construir una política pública en materia de educación cívica.

 

Y cuando hablo de política pública, no hablo de lo que hacía el IFE y ahora tiene, por mandato legal, que hacer el INE. La construcción literalmente de una auténtica política de Estado; es decir, en la definición de cuáles son los ejes de largo aliento sobre los que vamos a estar articulando y tratando las actuaciones de cada uno de los entes públicos o incluso privados, de las universidades y de las organizaciones de la sociedad civil en concordancia con las instituciones del Estado para poder tratar de remontar esto que es, insisto, un sustrato social que poco favorece al consenso democrático.

 

Y termino ahora sí con un punto: Y, sin embargo, reflexiones como esta también están de alguna manera inspiradas por esa lógica de tremendismo, y procuro yo distanciarme, a mí no me gusta la salida fácil que rinde mucho, de la que lucran todos.

 

Es muy fácil decir que todo está mal. Es muy fácil decir que en el INE vivimos, ya me llamaron hasta “sueco”. Alguien me decía que siento que estoy administrando la autoridad electoral de Suecia, o que estoy hasta daltónico, porque vi en estos días un país que no es el que todo el mundo veía, porque decíamos que no había focos rojos, porque decíamos que la elección iba avanzando, porque decíamos que, a pesar de todos los signos ominosos y de los grandes problemas ominosos, los grandes problemas estructurales que afectan a la sociedad mexicana, estaba ocurriendo algo que nos llamaba la atención, sobre todo incluso contrastándolo con lo que ocurrió el año pasado, en donde se incrementaron entre un 30 y 40 por ciento las tasas de rechazo de los ciudadanos a ser funcionarios de casilla, cosa que se revirtió ahora.

 

Hoy, tuvimos casi un millón, el domingo pasado casi un medio millón de ciudadanos que fueron funcionarios de casilla y que hicieron posible la elección.

 

No es un asunto menor lo que ocurrió el domingo pasado porque es una lección que la propia ciudadanía nos da a los políticos, a los analistas, a los funcionarios públicos, a los opinadores, dejados y acostumbrados a dejarse llevar por, insisto, el tremendismo o el catastrofismo, por la estridencia que paga mucho y poco construye.


La lección nos la dieron los ciudadanos, esos mismos ciudadanos que no creen, esos mismos ciudadanos que desconfían, esos mismos ciudadanos alejados de la política, esos mismos ciudadanos que no en este estudio, pero que en latinobanómetro del año pasado colocaron a México en el ominoso último lugar de satisfacción con la democracia de todos los países de América Latina, esos que decían que solamente el 19 por ciento en México está satisfecho con la democracia, que es prácticamente la mitad de la media del continente, el 37 por ciento.

 

Y sin embargo, estas son de las paradojas que tendremos por cierto que reflexionar y sin embargo, salieron y votaron y sin embargo utilizaron el voto como mecanismo de cambio, no sé si de los grandes problemas sociales, eso habrá que verlo, pero sí de la decisión de quienes ejercen el poder en nuestro país.

 

Si los datos hoy y luego ante tribunales constatan lo que las cifras preliminares arrojaron en las 14 entidades donde hubo elecciones, en las 12 donde hubo elecciones de gobernador, en 8 estados habrá alternancia y no sé qué cultivos y eso no es producto de los partidos, no es producto de las campañas, mucho menos de estas que tuvimos, me da la impresión, sino que es producto de la asunción de que el derecho al voto es para una gran mayoría de los ciudadanos, ahí están las cifras de participación, no son nada desdeñables, lo de la Ciudad de México tiene otras explicaciones muy particulares y por cierto, depende con qué lo comparemos.


Por cierto un 28 por ciento es mucho más que la participación en las elecciones de presupuestos participativos o en las elecciones vecinales que hemos tenido, que siempre hemos tenido 8, 10 por ciento.

 

Tal vez la elección de un constituyente no tiene el mismo atractivo que la decisión de quien va a gobernar una delegación. Pero yo no desdeñaría, como muchos en esta lógica de tremendismo a la que hacía referencia, no desdeñaría el que dos millones de ciudadanos mexicanos, de la Ciudad de México, hayamos salido a votar el domingo pasado por una elección completamente inédita y que muchos, por cierto, no lograban entender.


Por eso dijimos que era importante que el INE tuviera espacio en la radio, en la televisión, durante el periodo previo a las campañas. Por eso pretendimos usar un tiempo de radio y televisión y muchos medios, lástima que hay medios que no se radiaron de la cobertura noticiosa, ahí está el estudio de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, hay medios que eliminaron del debate público la participación en la elección de la asamblea constituyente y luego el Tribunal Electoral nos sacó del aire en aquél tiempo.

 

Pero esa es otra historia, es para otras reflexiones, no me desvío.

 

Lo que quiero subrayar es que hay una elección que no podemos menospreciar y los mensajes que al sociedad me parece que sin duda tienen que ser tomados en cuenta, en la definición de lo que tendrá que ser, insisto, una política pública de largo aliento.

 

Porque a pesar de estos mensajes, no deja de ser paradójico, a pesar de que puede dejar buen sabor de boca, que pueda hablar de una sociedad involucrada y comprometida con su democracia, la que salió y con su voto decidió el futuro político, esto es, la continuidad de los gobiernos o bien la alternancia, pero por otra parte nos arroja estas cifras.

 

Creo que estamos ante paradojas, pero entre que son peras y son manzanas, como se dice, creo que no podemos menospreciar estas cifras que nos tienen que hacer repensar mucho el tipo de democracia que estamos construyendo.


Muchas gracias.

 

DOCTOR LUIS FELIPE NAVA: Muchas gracias al doctor Lorenzo Córdova.


Cedo la palabra al autor, al maestro Omar Alejandre Galaz.

 

DOCTOR OMAR ALEJANDRE GALAZ: Buenas tardes a todos.


Pues ya el doctor Lorenzo Córdova comentó un poco sobre las valoraciones que tenemos sobre la política.

 

Como él decía, somos una sociedad ahorita no tan interesante en política como a algunos les gustaría y pensamos que la política es muy complicada.

 

En cambio, si preguntamos qué tan importante es la política pues ahí sí los porcentajes empiezan a aumentar un poco más.

 

Si pasamos a la siguiente diapositiva vemos que la política como actividad humana que contribuye a mejorar el nivel de idea de todas las personas pues ahí el porcentaje aumenta un poco más.

 

Entonces aunque creemos que la política es complicada pues sí le damos este cierto valor que pues nos ayuda a mejorar la vida de las personas.

 

Entonces yo nada más quisiera enfatizar en esto que mencionaron hace rato sobre la coyuntura que estamos viendo ahorita sobre el Congreso Constituyente y la oportunidad que tenemos de pues mejorar un poco esta situación.

 

Una parte de las personas dicen que no se sienten titulares de los derechos y otra pues también importante sí considera que ellos pueden tener más acceso hacia estas formas de participación política que últimamente se han implementado en este país.

 

Por ejemplo, las candidaturas independientes, la iniciativa popular y la consulta ciudadana.

 

Pues algo en lo que podemos mejorar en esta oportunidad que ahora tenemos, es precisamente en ampliar estas maneras de participar, estas formas de participar.

 

En el estudio se presenta una de esas, pues sí vale la pena revisarlo y bueno, pues yo ahí lo dejaría.

 

Nada más diciendo que sí, ahorita el sentimiento de las personas hacia el cambio pues es muy, muy propenso. Ahorita las personas están muy propensas a que haya cambios que beneficien a la mayoría de la población.

 

Yo creo que ahí lo dejaríamos.

 

MAESTRO OMAR VELÁZQUEZ: Paso la palabra al doctor Salvador Vázquez del Mercado, también para cerrar.

 

DOCTOR SALVADOR VÁZQUEZ DEL MERCADO: Muy buenas tardes. Muchas gracias. Yo tengo que ser extraordinariamente breve.

 

Entonces, por favor, si pudiéramos adelantarnos a la sección 15, a la del compromiso de la democracia, acá arriba; nos vamos a brincar la participación pero todo está en el libro. Digo, entonces tampoco les estoy perdiendo mucho.

 

La discusión se ha centrado en las 4 participaciones en qué es lo que significa la democracia para los ciudadanos mexicanos.

 

Entonces, digo, aquí está este indicador de que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, la mitad de los mexicanos piensa que lo es; 54.2 pareciera alto pero nos deja un 47.8 que no piensa lo mismo.

 

Esto como ya bien escuchamos tiene muchísimos motivos. Pero por ejemplo, si nos vamos a la siguiente, cuando le preguntamos a la gente para qué sirve la democracia, lo que encontramos es que 70 por ciento nos dice algo que tiene que ver con lo que las instituciones formales, democráticas hacen, que es elegir gobernantes y ya no tanto resolver injusticias con la sociedad.

 

Esta es una pequeña, la primera indicación de que también los ciudadanos mexicanos tienen expectativas algo desmedidas sobre para qué sirve la democracia.

 

En la siguiente gráfica podemos ver que 28 por ciento, 29 por ciento a la hora de que les preguntamos qué tiene que hacer un gobierno para que lo consideremos democrático, nos dice que hay empleo para todos. Esa es la respuesta más frecuente.

 

Que es un bonito deseo, qué más quisiera yo y supongo que todos, que hubiera empleo para todos, pero las instituciones democráticas no sirven para eso. Pero esto nos da una indicación de la gravedad de la situación.

 

Si nos vamos ya a la sección 16, la del déficit democrático, el déficit democrático que calculamos en el libro es la diferencia entre lo que la gente, qué tan importante dice la gente que es la democracia y qué tan democrático es el régimen en el que vivimos los mexicanos.

Estos datos no están aquí graficados, pero estas preguntas se hicieron en el 2005 y diez años después las repetimos nosotros, en el 2014, nueve años después. Esta diferencia, no recuerdo ahora los números, se ha hecho más grave: los mexicanos están más decepcionados con su democracia.

Y una forma de entender este déficit democrático, esta brecha entre lo que los mexicanos quieren y lo que los mexicanos piensan que reciben de la democracia, la podemos ver acá arriba. Podemos ver que entre quienes piensan que la democracia es la forma preferible de gobierno, entre este 58 y tantos que vimos antes; el déficit es de 3.5, hay una diferencia de 3.5 puntos entre qué tan importante es y qué tan democrático sienten que es.

Este déficit es más pequeño entre quienes dicen que en algunas circunstancias un régimen democrático puede ser mejor. Que sea mayor el déficit para quienes piensan que la democracia es la forma en la que debemos ser gobernados, es una indicación de la decepción que sienten los mexicanos con el régimen que tienen.

Sucede una cosa similar si nos vamos a la tabla del otro lado, que dice: ¿Qué tan democrático es México hoy en día?

El déficit, la diferencia es mayor entre quienes piensan que la democracia tiene problemas severos, que entre quienes piensan que México es una democracia plena.

De nuevo, esta es una indicación de la importancia que le dan los mexicanos a la democracia, pero una vez que hacemos un contraste entre qué tan importante les parece y la democracia que reciben o que opinan que reciben, es cuando empezamos a notar que hay una brecha que se está abriendo: los mexicanos están cada vez más decepcionados de la democracia que tienen; aunque es una democracia que funciona, como bien lo dijo Lorenzo.

Por qué piensan que es una democracia que los ha decepcionado tanto, es un problema complejísimo, que apenas empezamos a responder con la investigación de este libro.

Pero, y con esto termino, creo que hay algo muy importante que también tenemos que tomar en cuenta a la hora de entender por qué la gente, los mexicanos están decepcionados con la democracia. Podemos ver, esto que ven acá arriba es el régimen; el ancho de las barra, pero lo que podemos ver es que el régimen, el déficit, la brecha entre la democracia que quieren y la democracia que observan es mayor conforme la gente se identifica con partidos que no han ganado elecciones, es el intervalo de confianza, es todo un rollo estadístico

 

Y esto es un fenómeno que ha sido observado en todo el mundo.

 

No sólo son los mexicanos los que creen que el país no es democrático porque su candidato no ganó, eso pasa en todos lados, y está registrado en cualquier cantidad de encuestas.

 

Pero aquí podemos ver que el régimen, quienes se identifican con el PRI, que son los que están hasta abajo en la esquina inferior derecha, el déficit es de menos 2.1, seguido por los panistas, seguido por quienes no se identifiquen con ningún partido, seguido por los que se identifican con partidos de izquierda y finalmente con quienes se identifican con pequeños partidos que no son de izquierda.

 

Esto es nada más una indicación de que en realidad parte del despecho de la democracia, es cierto, los mexicanos de pronto podemos sentirnos desesperanzados o decepcionados con la democracia que tenemos, pero parte de este despecho también tiene que ver con por el equipo al que le vamos, y esto es muy importante.

 

Es muy importante considerarlo así, porque nos da un poco de contexto para decir: Bueno, aquellos que han perdido las elecciones por los motivos que estos fueran –no estoy haciendo ningún juicio al respecto– son los que piensan que el país es menos democrático, pero eso pasa en todos lados.

 

Fue lo más sintético que pude.

 

Muchas gracias.

 

DOCTOR LUIS FELIPE NAVA: Agradecemos muchísimo a los autores de este libro. La verdad es que para el Senado de la República ha sido un placer estrenar esta serie de presentaciones de libros.

 

Lo más interesante de esta obra, y con esto se termina esta presentación, es que vean la posibilidad en la que se mide el Estado democrático en México, visto desde dos aristas:

 

La primera, y creo que hay un gran acierto en la obra, ver la manera en que se analiza, la manera en que en México se ejerce la libertad de expresión, el acceso a la información como pilares también para ejercer un verdadero Estado democrático.

 

Y no nada más, y me parece que lo decía también muy bien el último autor, la manera en que se participa políticamente en la democracia, que no nada más es a través de elecciones sino en la propia dinámica del parlamento democrático en el que estamos en este día.

 

Muchísimas gracias.

 

PRESENTADOR: Desde luego, fuerte el aplauso a los miembros de este honorable presídium y a nuestro moderador, el doctor Luis Felipe Nava.

 

Para finalizar esta presentación literaria, solicitamos a nuestro honorable presídium sean tan amables de ponerse de pie para realizar la foto conmemorativa de esta presentación.

 

Bien, señoras y señores, les comunicamos sean tan amables de permanecer en sus lugares, ya que en breve daremos inicio con nuestra ceremonia de clausura de esta serie, colección literaria titulada “Los mexicanos vistos por sí mismos: Los grandes temas nacionales”.