SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: …Presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, sea usted bienvenido al Senado de la República.
SENADORA HILDA ESTHELA FLORES ESCALERA: Les solicito ponerse de pie para recibir al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Con fundamento en el artículo 100 de la Ley Orgánica del Congreso General, y el artículo 9º del Reglamento de la Medalla de Honor “Belisario Domínguez”, damos inicio a la Sesión Solemne convocada para realizar la imposición de este galardón y la entrega del diploma correspondiente.
SENADORA HILDA ESTHELA FLORES ESCALERA: Se les solicita ponerse de pie, a efecto de rendir los Honores de Ordenanza al Presidente de la República.
(Honores de Ordenanza)
Sírvanse tomar asiento.
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: El Senado de la República da la bienvenida al Senado de la República al licenciado Enrique Peña Nieto.
Al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ministro Luis María Aguilar Morales;
Al Presidente de la Cámara de Diputados, José de Jesús Zambrano Grijalva;
Al señor Alberto Baillères González, galardonado con la Medalla “Belisario Domínguez”;
Al Jefe de Gobierno del Distrito Federal, doctor Miguel Mancera Espinoza;
Al gobernador del estado de Chiapas, licenciado Manuel Velasco Coello;
El Senado de la República agradece la presencia de los señores diputados federales; de los integrantes del Gabinete Legal y Ampliado del Poder Ejecutivo Federal; de los representantes de los poderes del estado de Chiapas y del Presidente Municipal de Comitán, Chiapas.
Asimismo, reconocemos y agradecemos la presencia de las distinguidas ciudadanas y ciudadanos que con anterioridad recibieron la Medalla de Honor “Belisario Domínguez”.
Todos ustedes honran al Senado con su presencia.
Solicito a la Secretaría proceda a pasar la lista de honor.
SENADORA HILDA ESTHELA FLORES ESCALERA: Se solicita a los presentes ponerse de pie.
Senador Belisario Domínguez:
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Murió por la Patria, en defensa de la libertad.
SENADORA HILDA ESTHELA FLORES ESCALERA: Sírvanse tomar asiento.
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Solicito al senador Luis Humberto Fernández Fuentes, secretario de la Mesa Directiva, dé lectura a la histórica proclama del doctor y senador Belisario Domínguez, correspondiente a la XXVII Legislatura del Senado de la República.
SENADOR LUIS HUMBERTO FERNÁNDEZ FUENTES: “Señor Presidente del Senado:
Por tratarse de un asunto urgentísimo para la salud de la Patria, me veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y suplicar a usted se sirva dar principio a esta sesión.
Tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los señores senadores, insisto, señor Presidente, que este asunto debe ser conocido por el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo conocerá el pueblo y urge que el Senado lo conozca antes que nadie.
Señores senadores:
Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 del presente.
Indudablemente, señores senadores, que lo mismo que a mí, nos ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra este documento.
¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión?
No, señores; todos ustedes, sus miembros, son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados por el particular.
Se pretende engañar a la Nación mexicana, a esta patria que, confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses.
¿Qué debe hacer en este caso la representación nacional?
Corresponder con la confianza con que la Patria la ha honrado y decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies.
La verdad es esta: Durante el gobierno de don Victoriano Huerta no solamente no se hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República es infinitamente peor que antes.

La revolución se ha extendido en casi todos los estados.
Muchas naciones, antes buenas amigas de México, rehúsanse a reconocer su gobierno por ilegal.
Nuestra moneda encuéntranse despreciada en el extranjero. Nuestro crédito en agonía. La prensa de la república amordazada o cobardemente vendida al gobierno, ocultando sistemáticamente la verdad.
Nuestros campos abandonados; nuestros pueblos arrasados. Y, por último, el hambre y la miseria, en todas sus formas, amenazan en extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria.
¿A qué se debe esta triste situación?
Primero, y antes de todo, a que el pueblo mexicano no puede resignarse a tener por Presidente de la República a don Victoriano Huerta, al soldado que se apoderó del gobierno por medio de la traición. Y cuyo primer acto, al subir a la Presidencia, fue asesinar cobardemente al Presidente y Vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular.
Habiendo sido el primero de éstos quien colmó de ascensos, honores y distinciones a don Victoriano Huerta. Habiendo sido él igualmente a quien don Victoriano Huerta juró únicamente lealtad y fidelidad inquebrantables.
Y segundo, se debe esta triste situación a los medios que Victoriano Huerta se ha propuesto emplear para conseguir la pacificación.
Estos medios ya sabéis cuáles han sido: únicamente muerte y exterminio para todos los hombres, familias y pueblos que no simpaticen con su gobierno.
“La paz se hará cueste lo que cueste”, ha dicho don Victoriano Huerta.
Habéis profundizado, señor senadores, lo que significan esas palabras en el criterio egoísta y feroz de don Victoriano Huerta.
Estas palabras significan que don Victoriano Huerta está dispuesto a derramar toda la sangre mexicana, a cubrir de cadáveres todo el territorio nacional, a convertir en una inmensa ruina toda la extensión de nuestra Patria, con tal de que él no abandone la Presidencia ni derrame una sola gota de su propia sangre.
En su loco afán de conservar la Presidencia, don Victoriano Huerta está cometiendo otra infamia:
Está provocando, con el pueblo de Estados Unidos de América un conflicto internacional en el que, si llegara a resolverse por las armas, irían estoicamente a dar y encontrar la muerte, todos los mexicanos sobrevivientes a las amenazas de don Victoriano Huerta.
Todos, menos don Victoriano Huerta, ni don Aurelio (sic) Blanquet, porque esos desgraciados están manchados con el estigma de la traición y el pueblo y el ejército los repudiarán, llegado el caso.
Esta es, en resumen, la triste realidad.
Para los espíritus débiles, parece que nuestra ruina es inevitable, porque don Victoriano Huerta se ha adueñado tanto del poder que para asegurar el triunfo de su candidatura a la Presidencia de la República, en la parodia de elecciones anunciadas para el 26 de octubre próximo, no ha vacilado en violar la soberanía de la mayor parte de los estados, quitando a los gobernadores constitucionales e imponiendo gobernadores militares que se encargarán de burlar a los pueblos por medio de farsas ridículas y criminales.
Sin embargo, señores, un supremo esfuerzo puede salvarlo todo.
Cumpla con su deber la representación Nacional y la Patria está salvada, y volverá a florecer más grande, más unida y más hermosa que nunca.
La representación Nacional debe deponer de la Presidencia de la República a don Victoriano Huerta, por ser él contra quien protestan, con mucha razón, todos nuestros hermanos alzados en armas y por consiguiente por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos.
Me diréis, señores, que la tentativa es peligrosa, porque don Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz, que asesina sin vacilación ni escrúpulo a todo aquel que le sirve de obstáculo.
No importa señores. La Patria os exige que cumpláis con vuestro deber, aún con el peligro, aún con la seguridad de perder la existencia.
Si en vuestra ansiedad de volver a reinar la paz en la República os habéis equivocado, habéis creído en las palabras falaces de un hombre que os ofreció pacificar a la Nación en dos meses y le habéis nombrado Presidente de la República, hoy que veis claramente que ese hombre es un inepto y malvado, que lleva a la Patria a toda velocidad hacia la ruina.
¿Dejaréis por temor a la muerte que continúe en el poder?
Penetrar en vosotros mismos, señores, y resolver esta pregunta:
¿Qué se diría de la tripulación de un gran navío que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso nombrara piloto a un carnicero, que sin ningún conocimiento náutico navegara por primera vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán del barco?
Vuestro deber es imprescindible, señores, y la patria espera de vosotros que sabréis cumplirlo.
Cumpliendo ese primer deber, será fácil a la representación nacional cumplir los otros que de él se derivan, solicitándose enseguida de todos los jefes revolucionarios que cesen toda hostilidad y nombren sus delegados para que, de común acuerdo, elijan al Presidente que debe convocar a elecciones presidenciales y cuidar que éstas se efectúen con toda legalidad.
El mundo está pendiente de vosotros, señores miembros del Congreso Nacional Mexicano, y la patria espera que la honraréis ante el mundo, evitándole la vergüenza de tener por primer mandatario, a un traidor y asesino”.
Firma don Belisario Domínguez, senador por el estado de Chiapas.
Leo la atenta nota:
“Urge que el pueblo mexicano conozca este discurso, para que apoye a la representación nacional; y no pudiendo disponer de ninguna imprenta, recomiendo a todo el que lo lea saque cinco o más copias, insertando también esta nota, y la distribuyan a sus amigos y conocidos de la capital y de los estados.
Ojalá hubiera un impresor honrado y sin miedo”.
Es cuanto, señor Presidente.
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Se concede el uso de la palabra al senador Roberto Armando Albores Gleason, a nombre de la Cámara de Senadores.

SENADOR ROBERTO ARMANDO ALBORES GLEASON: El 7 de octubre de 1913 el senador Belisario Domínguez fue ultimado en el panteón de Xoco.
La avaricia de poder de Victoriano Huerta y el temor de la representación nacional para oponerse a este, condujeron al senador a realizar el máximo sacrificio por la patria: la ofrenda de la vida en defensa de la libertad.
La brutalidad, parafraseando al maestro Ernesto de la Peña, apagó el torrente de su sangre y detuvo el perfil que lo animaba, pero fueron las ideas y acciones de don Belisario Domínguez las que despertaron la conciencia nacional, el compromiso y destino impostergable hacia la construcción de un México más próspero, más justo y más libre.
Ciudadano presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Enrique Peña Nieto.
Senador Roberto Gil Zuarth, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores.
Ministro Luis María Aguilar Morales, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la nación.
Diputado Jesús Zambrano Grijalva, presidente de la mesa Directiva de la Cámara de Diputados.

Señor gobernador constitucional del estado de Chiapas, Manuel Velasco Coello.
Señor jefe de gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinosa.
Distinguidos señores secretarios de Estado e integrantes del gabinete federal.
Distinguido doctor Alberto Baillères González.
Compañeras y compañeros senadores.
Señoras y señores:
En el poema número 20 de Neruda se lee: “La misma noche que hace blanquear los mismos árboles, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.”
Hoy, a 102 años del artero asesinato de don Belisario Domínguez, México y el mundo no son lo mismo. A un siglo de distancia no podemos dejar de sorprendernos que nuestro país y el mundo están viviendo transformaciones profundas.
Es asombroso, por ejemplo, el milagro económico que han experimentado algunos países, que con una mezcla inteligente y pragmática de incentivos de mercado y de estado, emprendedurismo y capital humano, hicieron lo que se antojaba imposible: lograron un crecimiento fuera de serie, disminuyeron radicalmente la pobreza, mejoraron de forma impresionante las oportunidades y la calidad de vida de su gente y consolidaron su democracia.

Relata el economista Ha-Joon Chang: “Corea del Sur, uno de los países más pobres del mundo, era el país de los lamentos en el que nacía el 7 de octubre de 1963.
“Hoy soy un ciudadano de uno de los países más prósperos. A lo largo de mi vida el ingreso per cápita de Corea ha crecido algo así como 14 veces. A Reino Unido le tomó dos siglos y a Estados Unidos siglo y medio para alcanzar el mismo resultado.”
A un siglo de distancia, amigas y amigos, no podemos dejar de sorprendernos, como dice Kent Robinson, que lo que distingue a la época actual son el ritmo y la escala de cambio, sus dos grandes fuerzas impulsoras son la innovación tecnológica y el crecimiento de la población.
En el 2030 seremos ocho mil 400 millones de habitantes en el mundo. En este devenir países y regiones tienen prisa para dinamizar su economía.
Por ejemplo, en el 2018 China tendrá la industria de la construcción más grande en el mundo, y en los próximos 10 años Rusia estará invirtiendo mil billones de dólares en infraestructura carretera, ferroviaria y aeroportuaria.
En otras palabras, en casi todos los frentes el ritmo del cambio se ha ido haciendo cada vez más frenético.
Pensemos en el avance tecnológico.
No nos creerían las nuevas generaciones que tienen desde el nacimiento una nueva necesidad: la de estar siempre conectado, que hace menos de dos décadas el Internet era todavía una novedad. No había teléfonos inteligentes ni existían las redes sociales.
O como diría Joaquín Sabina, en su versión en vivo de 19 días y 500 noches: “cuando yo escribí esta canción, no existía ni Facebook, ni twitter, ni hashtag, ni aquella que los parió.
Cuanto más complejo se hace el mundo, más creativos debemos de ser para afrontar sus retos.
Las consecuencias de la falta de creatividad pueden ser graves. Lo más probable es que las organizaciones que permanezcan inmóviles, atascadas a las viejas costumbres, sean barridas por los innovadores.
Señoras y señores:
Ciertamente a un siglo del asesinato de Don Belisario Domínguez, nosotros los de entonces ya no somos los mismos.
Sin embargo, los mexicanos mantenemos inquebrantable el anhelo de seguir construyendo y con mayor velocidad, un país más libre, más justo y más próspero, con mayores oportunidades y menos desigualdad.
Y en este sentido, el legado de nuestro héroe trágico no sólo está vigente, sino marcado en lo más hondo de nuestra conciencia.
Por ello, no es casualidad que la Medalla Belisario Domínguez sea la distinción más alta de la República, que honra a mexicanas y a mexicanos sobresalientes que han contribuido al fortalecimiento del México contemporáneo desde diversos ámbitos.
En consecuencia, es motivo de orgullo para este Senado que en la edición 2015 el galardonado de la Medalla Belisario Domínguez, sea el ciudadano Alberto Baillères González, un mexicano ejemplar que desde su trinchera, el sector privado, ha trabajado incansablemente por una Nación más próspera y competitiva.
De nuestro homenajeado podemos destacar:
Su espíritu emprendedor, su sentido de responsabilidad social y su profundo amor a México, le fueron inculcados por su señor padre, Don Raúl Baillères Chávez, quien fuera un extraordinario emprendedor que empezó con casi nada y a su muerte, en 1967, había llegado un grupo de empresas sumamente exitosas, además del Instituto Tecnológico Autónomo de México.
Economista graduado en 1957 con Mención Honorífica, don Alberto inició su carrera profesional en el Banco de Comercio.
Ingresó a la Cervecería Moctezuma como vendedor y posteriormente fue Director de El Palacio de Hierro y de la Compañía Cervecera.
Diez años después, tras el fallecimiento de su señor padre y con apenas 30 años, el joven Alberto asumió con decisión y arrojo la presidencia del grupo empresarial.
Don Alberto recuerda: “me volví casi invisible para mis amigos y para la sociedad, porque me di cuenta que necesitaba toda mi energía para estar con mi familia y dirigir la empresa. Casi no hubo tiempo para otra cosa”.
Parafraseando a Francisco Calderón, don Alberto, estratega de amplia visión, con una estricta honestidad personal y una exigente disciplina de trabajo, vendió empresas, como la Cervecería Moctezuma y Peñafiel; fusionó otras, como es el caso de la Aseguradora GNP, y concentró esfuerzos a sus áreas prioritarias del negocio.
Industrias Peñoles, la convirtió en una de las principales productoras de minerales de América Latina, así como una de las empresas líderes exportadoras, introductoras de divisas al país.
Sus propias palabras reflejan su visión empresarial:
En los momentos de auge hay que tener serenidad para evitar embelesarse con la efervescencia de la prosperidad, y en los declives, paciencia para superar los mayores obstáculos.
En retrospectiva, Alberto Baillères recibió un grupo de empresas que generaban 12 mil empleos formales.
Hoy, a casi 50 años de distancia, en un entorno de responsabilidad social y competencia económica, su Grupo es un ejemplo de dinamismo y orgullo de nuestro país, el cual genera más de 50 mil empleos de calidad y beneficia a más de 150 mil mexicanos de forma directa.
Sumado a las cualidades descritas, también hay que reconocerle su gran contribución a la educación, a la cultura y a la filantropía. Su liderazgo ha sido decisivo para la consolidación de la Fundación Mexicana para la Salud y de la Fundación para las Letras Mexicanas.
Especial mención habrá que hacerle a don Alberto por su decidido impulso al ITAM, hoy en día es una de las mejores universidades de América Latina, semillero de destacados profesionistas que tienen un alto compromiso social y que le aportan a México desde los ámbitos público, social y privado.
En palabras de Carlos de la Isla y Javier Beristain, don Alberto Baillères no sólo heredó de su señor padre su compromiso con México; sino que acrecentó su entusiasmo por la educación, por considerar que esta es la respuesta imperiosa para atender los graves problemas de México. Por ello, ha impulsado una universidad multidisciplinaria, plural y diversa que hace investigación, sin descuidar la formación integral de sus alumnos; esa formación a la que invita Ortega y Gasset. Por ello, no es casualidad que el ITAM es la institución privada en el país que más becas y apoyos financieros otorga a sus alumnos.
Finalmente, a Alberto Baillères hay que reconocerle su incesante aportación de ideas y propuestas concretas para un mejor país, como lo es el decálogo que esboza en su libro “Visión de país. De la pobreza a la prosperidad para todos”, en coautoría con el doctor Arturo Fernández.
Para Baillères, la erradicación de la pobreza debe ser la prioridad de la política pública. Raúl García Reimbert escribió las siguientes palabras: “No es fácil tener la responsabilidad de crear empleos y conservarlos. No es fácil multiplicar los beneficios en las comunidades donde se opera. No es fácil comprometerse con la educación superior y con decenas de jóvenes becados”.
Eso se basa y se construye en algo que se resume en la frase acuñada por don Alberto Baillères: “Nuestro querido México”.
Simon Sinek acierta cuando argumenta que los grandes líderes están dispuestos a sacrificar los números para salvar a su gente. Don Alberto Baillères, como señala José Barba, es un hombre parco en palabras y amplio en construcciones y logros, que responsablemente ha querido hacer crecer a los demás.
Decía Hegel: “Nada grande se lleva a cabo en la vida sin una gran pasión”.
A sus 80 años, don Alberto Baillères es un hombre de familia, muy apegado a su esposa, Teresa Gual, y a sus hijos y nietos, no presenta avisos de quererse jubilar pronto.
Es un líder de espíritu joven, un capitán de empresas, de instituciones avezado, un nacionalista comprometido. Es en el más estricto sentido de la palabra, un hombre apasionado para la creación.
Qué bueno que el Senado entregue esta presea a don Alberto Baillères, porque también es un reconocimiento a que los emprendedores y las empresas exitosas son los motores fundamentales de la prosperidad de una nación; y que éstos no son enemigos, sino aliados estratégicos para el cumplimiento de las metas nacionales.
Señoras y señores:
Vivimos en una revolución global, con fuerzas dinámicas que no tienen parangón, no es casualidad que urbes exitosas tengan slogans como este: “Berlín en movimiento. El que se detiene, se pierde”.
Hace tres años, en esta misma casona de Xicoténcatl, el doctor Jaime Labastida expresó: “Algo empieza a cambiar en nuestra nación”. Gloso lo que dice Shakespeare en Hamlet: “No todo está podrido en el estado de Dinamarca”.
México es un país en movimiento. Somos la treceava economía mundial, hemos crecido más que el promedio de países de la OCDE, somos el décimo país con mayor inversión extranjera directa, se disminuyó la pobreza extrema y creció el empleo; tenemos históricos de inflación mínimos, contamos con inversiones y producciones record en industrias como la automotriz y electrónica, somos más competitivos y tenemos un mejor clima de negocios.
No me malinterpreten, amigas y amigos:
Es claro que nuestro país aún tiene dolores muy profundos, como la pobreza, la desigualdad, la injusticia, la inseguridad y la corrupción, pero también es claro que somos una generación –parafraseando a Mario Benedetti– que no se quede inmóvil al borde del camino y no se llena de calma.
Somos una generación decidida, plural y optimista, que no administra la coyuntura sino que transforma con acciones contundentes la realidad que vivimos.
Así, a partir de diagnósticos certeros, un liderazgo sólido, acuerdos y reformas concretas, esta generación ha dicho “Sí”, y está decidida a transformar a nuestro país.
El diálogo y la concertación entre todas las fuerzas políticas ha dado frutos, porque México está en movimiento, seamos francos. Nuestro país no es el mismo.
Hace años era inimaginable pensar que nuestra clase política rompiera viejos yugos y le otorgara nuevamente al Estado la rectoría de la educación.
Estamos decididos a que la educación pública sea de calidad, que forme seres humanos integrales que potencialicen su talento y creatividad.
Seamos francos. Mientras que la mayoría de países hace décadas hicieron modificaciones trascendentes a sus marcos regulatorios de energía; México no despuntaba.
Era inimaginable lo que se logró: romper paradigmas y apostar a la productividad.
Estamos decididos a convertir a México en líder mundial en energía para dinamizar nuestro crecimiento.
Seamos francos. Hoy, nuestro país va en serio con esquemas de competencia económica que mejoren la calidad y precio de los productos y servicios y beneficien al consumidor.
Estamos decididos a que la competencia es una palanca de prosperidad y freno efectivo a las prácticas anticompetitivas.
Seamos francos. No titubeamos al fortalecer las finanzas del Estado que estaban ubicadas en los sótanos de recaudación del mundo.
Estamos decididos a fortalecer los ingresos del Estado para cubrir las enormes necesidades que tiene nuestro país con un federalismo fiscal equitativo y distributivo.
Seamos francos, México lucha por perfeccionar su democracia día a día. Son realidades el fortalecimiento permanente de nuestras instituciones electorales, el empoderamiento de las mujeres en la política y las candidaturas independientes.
Además, tenemos poderes públicos trabajando en plena autonomía, cada uno cumpliendo con su responsabilidad.
Estamos decididos a seguir consolidando nuestra democracia en pluralidad.
Seamos francos, México avanza en el rumbo de un menor desequilibrio regional, generando una política diferenciada a través de las Zonas Económicas Especiales.
Estamos decididos en que el sur de México crezca y así tengamos un país equitativo y próspero.
En suma, las reformas estructurales impulsadas con visión por el Ejecutivo Federal y aprobadas en el Congreso de la Unión, han sentado nuevas bases para el desarrollo sostenido e incluyente, así como para acabar con la pobreza y la desigualdad que tanto os lastiman.
Concluyo, señoras y señores:
Es tiempo de redoblar el paso en la transformación de México.
Ahora más que nunca requerimos el esfuerzo supremo de todos, de una revolución de emprendedores que innoven y aporten en todas las áreas de la República.
Es tiempo de pensar de forma creativa, comunicar y trabajar en equipo. Ser flexibles y adaptarse con rapidez.
Nos convoca don Alberto Baillères, no se trata de aspiraciones infundadas, creo firmemente que es posible. Otras naciones lo han conseguido y además tenemos las condiciones para lograrlo. Contamos con una población joven que tiene la creatividad y un gran espíritu emprendedor.
Así, pues, cierro con un pensamiento de don Belisario Domínguez:
“¿Qué nos toca hacer? Trabajar, mexicanos. A la obra. A la obra todos con entusiasmo y fe. México debe ser muy grande, muy rico y muy feliz, y lo será si cada uno de sus hijos sabe respetar sus derechos y cumplir con sus obligaciones”.
Viva México.
Muchas gracias.
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Les solicito ponerse de pie para el acto de imposición al señor Alberto Baillères González de la Medalla de Honor “Belisario Domínguez” y la entrega del diploma que lo acredita como miembro de la Orden Mexicana de esta presea, como reconocimiento a los servicios que en grado eminente ha prestado a la patria y a la humanidad.
Se concede el uso de la palabra al señor Alberto Baillères González galardonado con la Medalla de Honor “Belisario Domínguez” 2015.
DOCTOR ALBERTO BAILLÈRES GONZÁLEZ: Señor licenciado Enrique Peña Nieto, presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Señor senador Roberto Gil, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores.

Señor ministro Luis María Aguilar, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Señor diputado don Jesús Zambrano, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.
Señor doctor Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno del Distrito Federal.
Señor licenciado Manuel Velasco, gobernador del estado de Chiapas.
Señores secretarios de Estado.
Señoras y señores invitados.
Señoras y señores senadores:
Agradezco emocionado y con el corazón en la mano la deferencia que me concede el Senado de la República concediéndome la medalla Belisario Domínguez.
Señoras y señores senadores:
Aprecio mucho esta condecoración, aunque admito que el único mérito para recibirla es mi gran amor por México, que es lo que me mueve y me ha movido siempre.
Señor presidente Enrique Peña Nieto:
Es un honor para mí contar con su presencia en esta ceremonia, así como con la de los miembros del Poder Legislativo y Judicial.
Esta presea que hoy generosamente se me concede, me llena de orgullo y también, debo confesarlo, de cierta reserva.
De orgullo, por el reconocimiento que por mi conducto se rinde a la labor empresarial de millones de mexicanos.
Y de reserva, por concretarse en mí persona, a la vera de los ilustres hombres y mujeres que han sido distinguidos con esta presea en el pasado.
Entiendo que en esta ocasión el Senado reconoce a los mexicanos dedicados a la actividad empresarial, que generan riqueza, empleos y contribuciones para el erario público.
A quienes buscan fortalecer a nuestra Patria, construyendo y dirigiendo establecimientos que producen y distribuyen bienes y servicios para satisfacer las necesidades de la sociedad.
A quienes se empeñan en respetar la ley y privilegian el respeto a las personas.
A quienes ofrecen un espacio idóneo a sus colaboradores, para que consigan el lícito sustento de sus familias y su desarrollo como seres humanos.
Y aquellos mexicanos que consideran que la retribución por su actividad empresarial, debe ser acorde al provecho que recibe la sociedad, y no el fruto de privilegios, prebendas o abusos.
Siempre he sostenido que la riqueza material es un medio, no un fin.
Y cuando esta riqueza se invierte en el país, se transforma en un instrumento social que beneficia a todos.
Así, este reconocimiento que recibo con una emoción indescriptible, lo comparto con muchos empresarios que han servido fiel y eficazmente a México, que han participado con otros actores en la construcción de una economía moderna, que sustenta el nivel de vida alcanzado por nuestra sociedad.
No obstante, si bien estos logros son invaluables, reconozco con pesar, que aún son inferiores a nuestras aspiraciones y que no han alcanzado a muchos de nuestros compatriotas, con quienes tenemos una deuda inaplazable e ineludible que, estoy seguro, podremos saldar en un futuro cercado.
Mi padre perteneció a una generación de empresarios postrevolucionarios de la segunda a la sexta década del Siglo pasado que, junto a grandes educadores, ingenieros, médicos, artistas, intelectuales y políticos, establecieron los fundamentos del México Moderno.
Esta generación se sentía orgullosa de ser mexicana y mestiza. Con dignidad, celebró nuestra identidad nacional y cultivó nuestras tradiciones.
Tenía confianza en su capacidad de reconstruir a una Nación con graves carencias económicas y sociales.
Se empeñó en terminar con la ignorancia, el fanatismo, la indigencia, la violencia y el atraso social y económico.
Estas graves carencias afianzaron su empeño.
Fue una generación que construyó un Sistema Nacional de Educación y Salud, así como instituciones, infraestructura e industrias.
Durante mi niñez y juventud, viví y disfruté de esa época gloriosa de reconstrucción nacional.
Me embelesé con la pasión de realización y con el compromiso de contribuir, en todo lo posible, a cimentar una Nación soberana, libre, justa y próspera.
Guiado por la palabra de mis grandes maestros: Miguel Palacios Macedo, Mariano Alcocer, Mario de la Cueva, Virgilio Domínguez, Eduardo García Máynez, Josué Sánchez, Javier Barros Sierra, Lucio Mendieta y Núñez, entre otros, entendí el esfuerzo nacional que se estaba realizando, las necesidades imperiosas de desarrollo que exigía nuestra Nación, y la responsabilidad que compartía con mis contemporáneos, respecto del futuro de México.
Mi generación de empresarios continuó, empeñosa y entusiasta, con la obra de nuestros antecesores; participamos de la mano de nuestros obreros y colaboradores, en la construcción de industrias, instituciones financieras, establecimientos comerciales y de servicios; incorporamos nuevas tecnologías, fuimos innovadores, trabajamos hombro con hombro con los gobiernos para impulsar el desarrollo del país.
Celebramos nuestra contribución a la creación del Instituto Mexicano del Seguro Social, del Infonavit y del Sistema de Ahorro para el Retiro; como pilares de las reivindicaciones laborales. Aplaudimos la expansión del sistema público de educación, de los programas de salud y nos sumamos a la cruzada educativa mediante la fundación y el financiamiento de instituciones particulares de educación, sin afán de lucro.
Hoy, hoy miro hacia atrás y me asombro de los avances sociales, económicos y políticos que ha conseguido nuestra nación. El cabal reconocimiento de estas mejores, no me impide advertir las carencias de prosperidad y justicia que prevalecen; pero tampoco me acobardo ante ellas, pues sostengo que podemos hacerles frente y seguir luchando para superarlas.
Qué mejor día de inspiración para los mexicanos, que la de un ilustre ciudadano, el doctor Belisario Domínguez, para afrontar las carencias e injusticias que aún prevalecen.
Con todo respeto, me atrevo a imaginar cuál sería su mensaje y exhortación si él estuviera presente el día de hoy, aquí, en este honorable recinto.
Me aventuro a suponer que don Belisario apreciaría los significativos avances logrados por nuestro país en los últimos 102 años, desde su muerte. Es más, advertiría sin duda, todo lo que hemos logrado tan solo en los últimos 20 años.
Por ejemplo, en el ámbito económico se asombraría al saber que en este corto periodo, el ingreso anual por persona se ha incrementado en casi una tercera parte.
En materia social, le alegraría observar que la pobreza absoluta reportada por el Banco Mundial, se ha reducido a una tercera parte.
Como médico, seguramente celebraría que la tasa de mortalidad infantil ha disminuido en dos terceras partes y que la esperanza de vida se incrementó en casi cinco años.
En términos de educación, comprobaría que el acceso a la educación secundaria ha pasado de 57 por ciento a 88 por ciento; y que la educación terciaria se ha duplicado, para alcanzar el 30 por ciento de la población en solo 20 años. Y que todo ello ha sido posible, incluso, con 31 millones de mexicanos más.
En lo político, podría advertir cómo hemos avanzado en la construcción de una democracia. Observaría la conformación de un Congreso plural, donde están representadas todas las fuerzas políticas, por la voluntad popular expresada en las urnas.
Sin embargo, don Belisario nos haría un enérgico reclamo por todas las carencias e injusticias lacerantes que aún aquejan a la nación. Entre otras, la pobreza, la violencia, la corrupción y la debilidad del Estado de Derecho.
Enseguida, exhortaría no solamente al Senado de la República, sino a los Poderes de la Unión, a los partidos, a los empresarios, a los obreros, campesinos, artistas, intelectuales, maestros, a los jóvenes. En fin, a todas y cada una de las mexicanas y mexicanos, a seguir luchando con vehemencia contra estos escolios; y hacerlo con lealtad a nuestras instituciones, con unidad, con amor a la patria y con verdadero compromiso con los valores que él, don Belisario, defendió: La democracia, la justicia y la libertad.
Seguramente, como buen médico, también nos recordaría su receta para conseguir la mayor felicidad sobre la tierra: La fórmula “vate”, acrónimo de virtud, alegría, trabajo, estoicismo.
“En todos los actos de vuestra vida –aconsejaba don Belisario– acordaos de la fórmula “vate”, y estad seguros de que os guiará por los intrincados senderos de la vida y os indicará con precisión la línea de conducta que debéis seguir”.
Él mismo explicó su fórmula en estos términos:
“La virtud consiste en hacer el bien y evitar el mal; es la luz esplendorosa que ilumina la conciencia de todos los hombres.
La alegría debe ser la inseparable compañera del hombre de bien. Hablo del gozo interior que nace de la tranquilidad del alma y de la satisfacción del deber cumplido.
El trabajo es la más positiva y la más provechosa de las distracciones, y la que hace más grata todas las otras. Quien no trabaja, no puede ser feliz.
El estoicismo es la serenidad del alma, que permite al hombre ser dueño de sí mismo, rechazando el miedo, el abatimiento, la aflicción y la tristeza como estorbos perniciosos que jamás ayudarán a resolver una dificultad y contribuyen a empeorar notablemente una mala situación”.
Probablemente don Belisario terminaría diciéndonos, como en ese entonces, que cada mexicano cumpla con su deber y la patria está salvada.
A continuación, don Belisario Domínguez, asumo, recogería el firme compromiso de todos los mexicanos para navegar por la vida de nuestro querido México con virtud, alegría, trabajo y estoicismo. Y, en sus palabras, para amar con ternura a la patria; para amar con ternura a la Patria.
Mi larga experiencia de vida me concede la ventaja que dispensa la perspectiva.
Con cierto pesar me doy cuenta de que la ausencia de perspectiva provoca desesperanza y una impaciencia inmadura.
Nos desalientan los problemas, nos acongojan las dificultades; nos rasgamos las vestiduras cuando encontramos fallas y nos volvemos para menospreciar todo lo que hemos logrado.
Si don Belisario estuviera aquí nos alertaría, igual que lo hizo en su carta al Senado: “Para los espíritus débiles parece que nuestra ruina es inevitable”.
Pero contra estas actitudes debemos pensar que el presente y el porvenir individual y social son camino de vida y no utópico destino. Es camino de gozos y dificultades, donde es imperante avanzar y remontar las cuestas sin extraviar la brújula que nos guía.
Es preciso renovar el ánimo y el empeño, celebrando y disfrutando lo que conseguimos.
Es camino eterno de vida para seguir afrontando sin tregua los inconvenientes y los desafíos.
En mi vida tengo dos grandes amores: mi familia y nuestro México.
Siempre he sido muy optimista sobre el futuro del país.
Estoy convencido que México será pronto un país desarrollado, y esta aseveración no está basada en una confianza infundada, sino en la evidencia contundente de lo que hemos logrado en los últimos 20 años.
¿Cuánto tiempo nos llevará conseguirlo? ¿Otros 20 años? ¿50 años?
Puede parecer mucho tiempo, pero para el devenir histórico de una Nación no es nada.
¿Qué podría reducir este periodo de transformación?
Que todos los mexicanos creamos apasionadamente en nuestro país y respetando la pluralidad de opiniones nos unamos con empeño de realización, de amor infinito a nuestra patria.

La historia maravillosa de nuestro país nos demuestra que cuando estamos unidos somos capaces de alcanzar grandes logros y vencer las adversidades que parecían, en su momento, insuperables.
Estoy convencido de que México no lo va a cambiar sólo su gobierno, los partidos políticos o los empresarios. Quienes van a cambiar a México somos todos sus ciudadanos, cuando seamos capaces de desterrar el pesimismo y sustituirlo por un optimismo realista y fundado y con un apasionado amor a nuestra patria.
Recientemente esta administración, en concierto con los partidos políticos, convino medidas trascendentes para cimentar el futuro de México.

Los ciudadanos fuimos gratamente sorprendidos por una clase política que mostró que cuando hay visión compartida, diálogo, voluntad y amor a México, es posible lograr los cambios estructurales que hasta hace poco eran inimaginables.
Con la reforma educativa el Estado retomó con ahínco las riendas del tema más importante de la agenda de desarrollo del país: la educación.
Educación que cultiva los valores cívicos y humanos, que forma, informa, capacita y sustenta la reivindicación económica, social y humana de los mexicanos.
La educación de buena calidad es el instrumento más poderoso para reducir las desigualdades que padece nuestro país. Ésta y otras reformas trascendentales emprendidas acelerarán, sin duda, el desarrollo económico y social de México.
Enhorabuena, señor presidente Peña Nieto e integrantes del Congreso de la Unión.
Señores titulares de los tres poderes de la Unión, senadoras y senadores de la República:
Con una visión común de libertad, justicia y prosperidad para nuestro querido México, y con el acuerdo que logremos sobre los medios idóneos para conseguirlas, México no tardará en ser el país que queremos, un país desarrollado y justo, porque nuestra patria y su pueblo son entrañables.
Ante los resplandores del presente, atisbo el resplandor de un futuro próximo de México, porque nuestro país está llamado a la grandeza y el Siglo XXI será el Siglo de México.
Estoy conmovido, emocionado, muy emocionado y agradecido.
Este reconocimiento constituye el mejor legado para mi querida familia.
Me resulta imposible encontrar las palabras adecuadas para agradecer al Senado de la República semejante distinción.
Considerando el honor conferido por la Medalla Belisario Domínguez, en este acto solemne, en este histórico y Honorable Recinto, donde están representados los Poderes de la Unión.
Ante esta Tribuna, reitero; sí, reitero mi más compromiso, mi compromiso más vehemente con México.
Seguiré dedicando cada minuto de mi quehacer personal y profesional para contribuir, en la medida de mis pequeñas posibilidades, el engrandecimiento de nuestro mucho muy querido México.
Gracias. Gracias. ¡Muchísimas gracias!
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: La Mesa Directiva del Senado de la República, les solicita que puestos de pie, guardemos un minuto de silencio a fin de honrar le memoria de los miembros de la Orden Mexicana de la Medalla Belisario Domínguez, que ha fallecido.
A nombre del Senado de la República, expreso nuestro agradecimiento al Ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Enrique Peña Nieto.
Al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Ministro Luis María Aguilar Morales.
Al Presidente de la Cámara de Diputados, Jesús Zambrano Grijalva.
Así como a todos nuestros distinguidos invitados por su asistencia a esta Sesión Solemne.
Una vez que se rindan los honores al Titular del Poder Ejecutivo, se solicita:
Al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, a Don Alberto Baillères González, al Ministro Luis María Aguilar Morales, al diputado José de Jesús Zambrano Grijalva, al doctor Miguel Ángel Mancera Espinosa, al licenciado Manuel Velasco Coello, así como a los integrantes de la Mesa Directiva, se trasladen al Muro de Honor de la Medalla Belisario Domínguez, para develar el nombre de nuestro galardonado.
Asimismo, se solicita a nuestros invitados nos acompañen al Patio Central para las guardias de honor ante la estatua del senador Belisario Domínguez.
PRESENTADORA: Se les solicita ponerse de pie, a fin de entonar el Himno Nacional.
(HIMNO NACIONAL)
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Se da por finalizada la Sesión Solemne y se solicita a las y los señores senadores, reincorporarse a este Salón, una vez concluidas las actividades en el patio, para dar inicio a la sesión ordinaria convocada para este día.

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