Conferencia Magistral del doctor Juan Ramón de la Fuente, con el tema “El desarrollo incluyente y la cohesión social: hacia una agenda transformadora de la cooperación iberoamericana”.

DOCTOR JUAN RAMÓN DE LA FUENTE: Muchas gracias. Buenos días tengan todos ustedes. Muchas gracias por invitarme a compartir algunas reflexiones en el inicio de esta jornada. Procuraré ser breve y terminar a tiempo, de conformidad con el programa.

Me piden que analice el contexto de la agenda iberoamericana con un ánimo transformador.
Pensé que quizá lo propio hubiese sido simplemente decir: Hay que repensar Iberoamérica, pero no creo que sea lo correcto y después de haber escuchado las reflexiones en esta sesión inaugural, estoy convencido de que no se trata de repensar, puesto que repensamos cuando examinamos los mismos datos, las mismas señales con otra mirada, repensamos cuando releemos a los a los clásicos, pero el asunto de fondo –como bien nos dijo Rebeca hace unos momentos, es que en Iberoamérica muchas cosas han cambiado.
Hoy, en Iberoamérica hay menos asimetrías. El mundo iberoamericano es más homogéneo; dejó de ser ese mundo de dictaduras contra democracias.
Ya América Latina no es la causante de los desórdenes económicos. Atrás quedaron el efecto tequila, el efecto caipirinha; de hecho en la crisis financiera actual América Latina estuvo ausente en su origen. Nos podemos declarar inocentes frente a esta crisis económica.
Del G7 el mundo se organizó en el G8 y luego en el G20, y cuatro de nuestros países están representados ahí. No sé si sean muchos o sean pocos, pero ahí están representando a la región.
Por eso, más que repensar Iberoamérica, lo que procede es una reformulación de la cooperación, que considere, por supuesto, lo que sigue siendo, lo que sigue estando, lo que sigue vigente, y también lo que ha cambiado, que, como hemos escuchado, es mucho.
Subsiste, por supuesto, lo que Carlos Fuentes denominó el “Territorio de La Mancha”, la basta geografía de lengua española y portuguesa, por supuesto, que es nuestra patria común y no es poca cosa.
Y no es poca cosa, porque decir “lengua” es decir civilización; decir “lengua” es decir comunidad de valores, símbolos, usos, creencias, visiones, mitos, costumbres, tradiciones. En el mundo global, como diría Octavio Paz, nuestra lengua es una realidad tan importante como las ideas que profesamos o el oficio que ejercemos.
Pero la Península Ibérica y el Continente Latinoamericano también tienen un pasado distinto: el mundo índigo. Esa dimensión que no está para los latinoamericanos como un interlocutor frente nosotros, sino dentro de nosotros. El legado de una civilización que no conocía el cristianismo, pero que había descubierto el cero.
Somos, pues, al igual que los peninsulares con sus mesclas árabe-judía, entre otras, un territorio multiétnico. Creo que esto nos define mucho mejor que un territorio mestizo. Y también creo que subsiste en nuestro territorio una enorme deuda social con esa dimensión ineludible de Iberoamérica.
Otro elemento insoslayable que sigue pesando en nuestra imperfecta cohesión social, tiene que ver con el hecho de que el Siglo XVIII, el Siglo de la Ilustración, brilló muy poco en el mundo hispano. Fue el Siglo de la crisis, el siglo de las virtudes intelectuales, el siglo de la tolerancia.
Llegó tarde, claro; trajo el valor de la representación popular, la intención de los congresos y de la división de poderes; la capacidad de elegir una posibilidad, entre otras. Es decir, fue el siglo XVIII el que trajo la libertad y la democracia, que no son ciertamente términos equivalentes sino complementarios y que necesitan leyes para ser efectivos.
Iberoamérica sigue, entonces, siendo un proyecto que emerge desde lo cultural, que es lo que nos da identidad.
Iberoamérica tiene muchas carencias, pero la cultura no es una de ellas.
Lo que ocurre es que ese proyecto cultural se desarrolla hoy en un contexto que es en muchos aspectos distinto.
Hoy, el Talón de Aquiles de Iberoamérica es el tema distributivo.
Hoy, la preocupación es el debate entre la política y la sociedad.
Hoy, la demanda generalizada es de una mayor participación social.
Hoy, la pregunta obligada es por qué no podemos ser más competitivos.
Hoy, el gran tema es el de la renovación ética de la democracia.
Cómo ampliar la participación democrática.
Qué instituciones pueden responder a ello:
Nuestras instituciones no están respondiendo.
Cuál es esa nueva institucionalidad.
Los partidos políticos son necesarios, pero mucho me temo que ya no son eficientes.
¿Constituyen las redes sociales el quinto poder? ¿Es esto parte de la nueva realidad?
No hay duda que el gran impacto ha sido el de la tecnología, la posibilidad de comunicarnos en tiempo real.
Esta es una de las grandes nuevas variables que Iberoamérica no está evitando.
¿Cuál va a ser el nuevo sistema de representación, si es que vamos a diseñar un mejor sistema de representación?
La nueva participación ciudadana no está, no se siente políticamente representada.
Pero la plaza pública no puede reemplazar al Congreso, o al Parlamento.
Cómo damos, entonces, cauce a esta nueva participación ciudadana, que no se siente políticamente representada.
La triada en la democracia sigue siendo, a mi modo de ver, la misma: sociedad, estado y mercado.
¿Cómo se combinan? Es quizá lo que nos hace diferentes y al mismo tiempo nos mantiene en una situación similar.
En las sociedades más desarrolladas, en nuestra misma Región, no hay duda, pesa más el mercado. En las menos desarrolladas pesa más el Estado.
Pero el clamor es el mismo en unas y en otras. Gobiernos legítimos, eficientes, transparentes y cercanos a la gente.
Quienes se aferran al modelo liberal, deben aceptar que la libertad genera desigualdades. Y que ese es el problema del liberalismo. Históricamente lo ha sido y lo sigue siendo.
Por otro lado, quienes se aferran a un modelo más social, deben aceptar que la igualdad restringe ciertas libertades.
Por eso se antoja oportuno encontrar el equilibrio justo, preciso, que responda a las necesidades de cada cultura.
Y éstas no pueden ser las mismas, aún en una región menos asimétrica como es hoy Iberoamérica.
Dice la Presidenta de Chile: “Crecer para incluir, e incluir para crecer”. No podríamos estar más de acuerdo.
Y también nos dice el Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno, que las políticas de inclusión son políticas de inversión.
Pero, ¿cómo vamos a crecer si invertimos poco en lo que más puede impactar en nuestra productividad, que es sin duda la inversión en investigación y desarrollo?
Y por eso celebro que uno de los temas importantes de esta reunión de la Cumbre del mes que entra, toque precisamente ahí, en ese punto neural, en esa parte del sistema nervioso de Iberoamérica.
Y esto nos mete de lleno a los temas de la educación, que ya se mencionaron. Nuestros sistemas educativos, y hay que reconocerlo, no están a la altura de los que la sociedad en conocimiento demanda. El origen de la desigualdad en América Latina está en nuestro sistema educativo, que sigue siendo excluyente y de baja calidad.
Sin educación no hay conocimiento; sin conocimiento no hay información y, sin información, no hay desarrollo. Se puede ver al revés: para que haya desarrollo, hace falta información; la información requiere conocimiento y el conocimiento depende de la educación.
Puede haber desarrollo cuando solamente el 31 por ciento del primer quintil concluye la Primaria en América Latina, según nos dice la CEPAL; versus el 83 por ciento del quinto quintil. Ahí están las desigualdades: del sector más pobre, sólo el 30 por ciento concluye Primaria; versus casi el 90 por ciento del sector demande.
¿Puede haber desarrollo, cuando sólo el 6 por ciento de nuestras poblaciones indias acceden a la Educación Superior?
La estabilidad política, los logros democráticos y el bienestar alcanzado, no se sostendrán sin un acceso creciente de la población a la educación con calidad.
Las clases medias, que no existían, y que ya existen –como también se ha dicho–, y existen gracias en buena medida al esfuerzo educativo que se ha hecho, no van a sostenerse si no se amplían y se robustecen.
¿Cómo expandir las clases medias?
Hay cuatro elementos que son ineludibles: salud a lo largo de todo el ciclo vital; educación de calidad; empleo decorosamente remunerado y pensiones dignas.
¿Pero cómo lograrlo, cuando la carga tributaria promedio en América Latina es la mitad que el promedio de la OCDE, el 17 por ciento del producto versus el 35 por ciento del producto, como promedio de la OCDE?
Permítanme, para concluir, tocar otro punto que me parece fundamental, y tiene que ver con algo que también aquí ya se mencionó: el Estado de Derecho y la seguridad como temas ineludibles en la agenda para la cooperación.
Porque ese es otro factor que hace retroceder los avances sociales: la inseguridad. La inseguridad, que es causa y efecto; porque surge en buena medida por la falta de oportunidades y por la desigualdad; y mientras no se vea en esa óptica, mucho me temo que será poco el avance que podamos dar en la materia.
La violencia tiene raíces profundas y la impunidad la refuerza. Hay que revisar con cuidado, seguramente ya lo han hecho, el informe reciente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo sobre Seguridad Ciudadana en América Latina. Es un gran estudio, hay mucha información y creo que es mucho más que una radiografía: es un estudio profundo, es una resonancia magnética de la seguridad y la inseguridad en la región.
América Latina, con el 9 por ciento de la población mundial, tiene el 27 por ciento de los homicidios que se realizan en el mundo.
El tema es complejo y es grave. Pero lo que no nos puede fallar, lo que no puede fallar en una democracia, y está fallando, es la justicia. Ese es el clamor de las múltiples manifestaciones de estas últimas semanas en México y en el mundo entero en relación a México.
Justicia, ese es el clamor de una sociedad perpleja ante las muestras absurdas o las desapariciones inadmisibles por la barbarie, la sinrazón y la complicidad.
Por eso creo que en estos foros hay que decirlo con toda claridad. Progreso y desarrollo sí, pero con justicia; justicia, progreso y desarrollo sí, pero con democracia; democracia sí, pero con desarrollo y con justicia.
Se necesita construir derechos sociales universales en Iberoamérica y luego transformar estos derechos en ciudadanía, puesto que no basta con tener derechos, sino que hay que poder ejercerlos.
Mucho hemos avanzado en nuestro Estado de derecho y no tanto, en mi opinión, en las posibilidades reales de ejercer.
Qué bueno que la educación, la innovación y la cultura sean los temas que prevalezcan en la agenda internacional de los parlamentarios y de los jefes de estado y de gobierno, porque –ya lo decíamos– Iberoamérica tiene, cierto, muchas carencias, pero la cultura no es una de ellas.
Y digo cultura y digo conocimiento. Digo cultura y digo de nuevo educación; pero digo educación y pienso no sólo en escuelas sino en talleres, fábricas, en centros de salud y pienso en las familias y en los hogares.
Digo educación y pienso en capital humano, no sólo abundante sino inteligente, capital humano necesitado de instrumentos para rendir óptimamente su fruto.
Digo educación y pienso en iniciativas ciudadanas; pienso en la vida municipal, pienso en educación y pienso en política fiscal, ahorro, inversión, atracción de capitales, liberación de la mujer, protección del medio ambiente, fortalecimiento de la empresa privada productiva y de las organizaciones de la sociedad civil.
Pienso en educación para eliminar la injusticia, el abuso, la discriminación, la falta de respeto a nuestros conciudadanos y, sobre todo, la corrupción.
Pienso en educación y pienso en una cultura de la legalidad que despida para siempre la incultura de la arbitrariedad.
Pienso en educación y pienso en destino; destino de los actos y destino de las palabras.
Pienso en la fuerza de las palabras y las ideas que le subyacen para incluir en el destino de Iberoamérica.
Muchas gracias.

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