SÍNTESIS INFORMATIVA

demócratas, los apoyos a las derechas latinoamericanas son los mismos en ambas corrientes. El problema es que Trump no obedece a las consignas de lo que el mismo caracterizó, con razón, como Estado profundo o el bloque de mainstream media o medios de comunicación dominantes que fijan la cultura, la ideología y los intereses estadunidenses, junto con los empresarios, legisladores y hasta intelectuales dominantes. A lo largo de cinco años, los grandes medios del bloque liberal-conservador han descuartizado a Trump para sacarlo del poder. Ahora todos ellos, con The New York Times y el The Washington Post al frente, operan de manera abierta –se permite en la tradición de la prensa estadunidense– a favor de Biden, pero con parcialidad tramposa en su sección de noticias que debiera de ser equilibrada. Trump, en efecto, encabeza una facción racista, puritana, excluyente, pero lo ha hecho de manera abierta. Esa ideología no debe seguir en el poder, pero la opción es el mismo enfoque con Biden disfrazado de liberalismo. Y los medios que denuncian el racismo de Trump guardan silencio cómplice del racismo de Obama y liberales demócratas que sólo tratan de desmovilizar las protestas con cargos de conciencia y no con cambios en la correlación de fuerzas sociales en el Estado estadunidense. La legisladora demócrata Nancy Pelosi ha sido la encargada de bloquear en la cámara de representantes todas las iniciativas para beneficiar a los hispanos, calla en gobiernos demócratas y protesta en periodos republicanos. Pero su Congreso ha frenado esas reformas. En este sentido, no debe caerse en la trampa mediática de suponer que Trump es el malo y Biden es el bueno, cuando en realidad los dos responden a bloques de poder –militares, industriales, mediáticos, empresas financieras transnacionales, agencias de inteligencia y mecanismos de explotación de países subdesarrollados y hasta desarrollados– que están imponiendo el nuevo orden del siglo XXI. Trump lo hace de forma brutal, desordenada y arrogante y Biden lo hará engañando con las sonrisas, pero el objetivo final es el mismo. Obama prometió el fin del imperio en su discurso de primera campaña en Berlín y al final no quiso siquiera salir de la invasión de Afganistán e Irak. Y para enredar más las cosas, Biden –que tiene acusaciones de racismos contra afroamericanos y señalamientos de acosos sexuales– siempre ha sido un segundo en los intereses de Obama; en 2016 Obama prefirió la red de intereses de los Clinton y optó por la candidatura de Hillary; aplastada y humillada por Trump, ahora Obama voltea hacia Biden, cuya candidatura depende al cieno por ciento del expresidente afroamericano Las elecciones estadunidenses deben ser miradas con ojo crítico, desde la perspectiva de que demócratas y republicanos son lo mismo y que sólo cambian los rostros hipócritas o realistas. Los EE UU son un imperio explotador e invasor. Y los presidentes del imperio representan el bloque de poder hegemónico que fija las reglas del capitalismo y que maneja, en fase superior, el complejo financiero-militar-mediático que no quiere dejar ningún resquicio para el regreso del socialismo. http://indicadorpolitico.mx indicadorpoliticomx@gmail.com @carlosramirezh

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