5 de febrero de 2013

 

Versión del discurso pronunciado por el Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República, Ernesto Cordero Arroyo, durante la Ceremonia del XCVI Aniversario de la Constitución, que tuvo lugar en Querétaro, Qro.

 

 Licenciado Enrique Peña Nieto, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos; Ministro Juan Silva Meza, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; Diputado Francisco Arroyo Vieyra, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de los Diputados; licenciado José Calzada Rovirosa, Gobernador Constitucional del Estado de Querétaro; honorables integrantes del presídium; señores integrantes del Gabinete Presidencial; señoras y señores integrantes del Poder Judicial; señoras y señores Legisladores; señoras y señores Gobernadores y Jefe de Gobierno del Distrito Federal; señoras Presidentas y Presidentes Municipales; funcionarios públicos; invitados especiales.

 

Como cada 5 de febrero, México entero se une hoy en la conmemoración del Aniversario de la Constitución. En esta fecha, celebramos 96 años de vida de este documento fundacional que ha regido los destinos de nuestra República.

 

Son 96 años de lucha, de trabajo y de sacrificio de miles de mujeres y hombres valientes para hacer realidad los ideales de justicia social, democracia, libertad e igualdad ante la ley, que están contenidos en sus páginas.
 
 

Hoy, recordamos con respeto a los Constituyentes del 17, legisladores que, a pesar de sus diferentes formas de pensar y de concebir a México, supieron estar a la altura de su tiempo y de su responsabilidad histórica.
 
En esta fecha, rendimos homenaje a Félix Palavicini, a José Natividad Macías, a Heriberto Jara, a Cándido Aguilar, Alfonso Cravioto, Froylán Manjarrez, Francisco J. Múgica y a todos los legisladores del Congreso Constituyente, quienes brindaron a nuestro pueblo un contrato social que garantizara sus derechos y defendiera sus libertades bajo la bandera de la ley.

 

Reconocemos a estos grandes mexicanos por su altura de miras, por su capacidad de diálogo y por su gran patriotismo. Los reconocemos porque fueron capaces de entender que no legislaban para el momento, legislaban para el futuro, porque en cada artículo de la Carta Magna, se dibujaba el mapa que habríamos de seguir las generaciones venideras.

 

Con sensibilidad y visión, los Constituyentes del 17 establecieron en la Ley Suprema las garantías individuales, los principios de igualdad y libertad, el Federalismo y la división de Poderes.

Plantearon la soberanía de la Nación sobre sus recursos naturales y plasmaron los anhelos de un pueblo sediento de justicia, que acababa de romper las cadenas de la opresión y luchaba por forjar una Patria en la que todos tuvieran cabida.

En cada palabra, en cada Artículo de nuestra Constitución, estos grandes representantes de la ciudadanía supieron dejar la impronta de su profundo respeto a las instituciones y de su gran responsabilidad con los altos ideales de la República.

 

 A 96 años de su promulgación, la Constitución y las leyes que de ella emanan, son el marco en el que se debe desarrollar, invariablemente, la vida pública de nuestro país. Las  circunstancias son cambiantes, pero el respeto por nuestra Constitución, por nuestras leyes y por nuestras instituciones, debe ser permanente.
 
 

 Los representantes de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial nos damos cita aquí, como una muestra clara que, en el México del Siglo XXI, la división de Poderes es una realidad. Esto significa que cualquier modificación al marco constitucional y al andamiaje legal, debe ser producto del diálogo responsable entre los Poderes de la Unión.
 
 

Es positivo y saludable que hoy exista en el ambiente político la voluntad de seguir impulsando reformas importantes en los temas que más le importan a la Nación. Pero este impulso reformador no puede, ni debe, desperdiciarse, tratándose de forzar los tiempos y la agenda del Congreso.

 

La historia de nuestro país no deja lugar a dudas. Cuando el impulso reformador no goza de acuerdos políticos y sociales amplios, el resultado es invariablemente negativo para todos.

 

En cambio, cuando se actúa con verdadera generosidad, con responsabilidad, visión y espíritu genuinamente democrático y republicano, tal como lo hicieron los Constituyentes del 17, los resultados generan frutos que trascienden generaciones enteras.

 

Por eso, podemos afirmar: Reformas sí, pero sólo reformas producto del diálogo franco, del debate serio, de la reflexión a fondo y del respeto a las instituciones. Esa es la esencia de la gobernabilidad democrática que, en el México del Siglo XXI, es la única ruta posible para nuestro progreso como Nación.

 

Señoras y señores:

 

El mejor homenaje que los mexicanos de nuestro tiempo podemos rendir a los Constituyentes del 17, es guiar nuestra conducta por los valores y los ideales que están plasmados en nuestra Carta Magna. En especial, quienes tenemos responsabilidades públicas estamos doblemente obligados a ser los primeros en respetar, sin  cortapisas ni dobles discursos, la letra y los principios de nuestra Constitución.

 

Por eso, en esta fecha solemne, quiero refrendar el compromiso efectivo del Senado de la República con la construcción de un México de leyes efectivas y de instituciones fuertes.

 

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, es y debe ser, siempre, el eje rector de todo nuestro sistema democrático de Gobierno y el pilar fundamental de los derechos y las libertades de los ciudadanos.
 
 

Porque honrar la Constitución es respetar cada uno en sus Artículos. Es trabajar día con día para hacer realidad los ideales que le dieron origen. Es fortalecer a las instituciones democráticas mediante la práctica de la democracia misma.

 

Finalizo mi intervención citando las palabras del Presidente Venustiano Carranza quien, al protestar la Constitución de 1917, dijo: Ahora, sólo queda la obligación de ir a la práctica de la ley suprema, llevándola en nuestras manos como la enseña que nos hará grandes, justos y respetados entre los demás pueblos de la tierra; que nos traerá la paz y la prosperidad y que, acabando con todas nuestras rencillas, nos llevará a vivir la vida de tranquilidad de los pueblos libres, por el respeto a la libertad y al derecho de cada uno.

 

Muchas gracias.

 

 

 

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