Versión Estenográfica de la Sesión Solemne del Senado de la República, para entregar la Medalla de Honor Belisario Domínguez, correspondiente al año 2017, a la doctora Julia Carabias Lillo, llevada a cabo en la antigua sede de Xicoténcatl.

SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: Se reanuda la Sesión Solemne.

SENADOR JUAN GERARDO FLORES RAMÍREZ: Les solicito ponerse de pie para recibir al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

Favor de tomar asiento.

SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: Con fundamento en el artículo 100 de la Ley Orgánica del Congreso General; y el artículo 9º del Reglamento de la Medalla de Honor Belisario Domínguez, damos inicio a la Sesión Solemne convocada para realizar la imposición de este galardón y del diploma correspondiente.

SENADOR JUAN GERARDO FLORES RAMÍREZ: Se les solicita ponerse de pie a efecto de rendir los honores de ordenanza al Presidente de la República.

(ENTONACIÓN DEL HIMNO NACIONAL)

Sírvanse tomar asiento.

SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: Damos la bienvenida al señor presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Enrique Peña Nieto.

Al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ministro Luis María Aguilar Morales.

Al presidente de la Cámara de Diputados, diputado Jorge Carlos Ramírez Marín.

Al gobernador del estado de Chiapas, licenciado Manuel Velasco Coello.

Al jefe de Gobierno de la Ciudad de México, doctor Miguel Ángel Mancera Espinosa.

Y a la doctora Julia Carabias Lillo., damos la más cordial bienvenida al doctor Enrique Graue, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Al doctor Mario Alberto Rodríguez Casas, director general del Instituto Politécnico Nacional.

Y al doctor José Sarukhán Kermez, quien fuera rector de la Universidad Nacional Autónoma de México en el periodo de 1989 a 1995.

Agradecemos la presencia de los señores diputados federales. De los distinguidos miembros del Gabinete legal y ampliado del Poder Ejecutivo Federal. De los representantes de los poderes del estado de Chiapas y del presidente municipal de Comitán, Chiapas.

Reconocemos y agradecemos la presencia de las distinguidas ciudadanas y ciudadanos que con anterioridad recibieron la Medalla de Honor Belisario Domínguez. Todos honran con su presencia al Senado de la República.

Solicito a la Secretaría proceda a pasar lista de honor.

SENADOR JUAN GERARDO FLORES RAMÍREZ: Se solicita a los presentes ponerse de pie.

Senador Belisario Domínguez.

SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: ¡Murió por la patria y en defensa de la libertad!

SENADOR JUAN GERARDO FLORES RAMÍREZ: Sírvanse tomar asiento.

SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: Solicito al senador Juan Gerardo Flores Ramírez, secretario de la Mesa Directiva, dé lectura a la histórica proclama del doctor y senador Belisario Domínguez, correspondiente a la Vigésima Séptima Legislatura del Senado de la República.

SENADOR JUAN GERARDO FLORES RAMÍREZ: Procedo a dar lectura al texto del discurso del senador Belisario Domínguez.

“Señor Presidente del Senado: Por tratarse de un asunto urgentísimo para la salud de la patria, me veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y a suplicar a usted, se sirva dar principio a esta sesión tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los señores senadores.

Insisto, señor Presidente, en que este asunto debe ser conocido por el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo conocerá el pueblo y urge que el Senado lo conozca antes que nadie.

Señores senadores:

Todos vosotros habéis leído con profundo interés, el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 del presente. Indudablemente, señores senadores, que lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento.

¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados sobre el particular.

Se pretende engañar a la nación mexicana, a esta patria que, confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses.

¿Qué debe hacer en este caso la representación nacional?

Corresponder a la confianza con que la patria la ha honrado, decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies.

La verdad es ésta:

Durante el gobierno de don Victoriano Huerta, no solamente no se hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República es infinitamente peor que antes.

La Revolución se ha extendido en casi todos los estados. Muchas naciones, antes buenas amigas de México, rehúsanse a reconocer su gobierno, por ilegal. Nuestra moneda encuéntrase depreciada en el extranjero. Nuestro crédito en agonía. La prensa de la República amordazada o cobardemente vendida al gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad. Nuestros campos abandonados. Muchos pueblos arrasados y, por último, el hambre y la miseria en todas sus formas, amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria.

¿A qué se debe tan triste situación?

Primero, y antes de todo, a que el pueblo mexicano no puede resignarse a tener por Presidente de la República a don Victoriano Huerta, al soldado que se apoderó del gobierno por medio de la traición y cuyo primer acto al asumir la Presidencia fue asesinar cobardemente al presidente y vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular; habiendo sido el primero de éstos, quien colmó de ascensos, honores y distinciones a don Victoriano Huerta y habiendo sido él, igualmente, a quien don Victoriano Huerta juró públicamente lealtad y fidelidad inquebrantables.

Y segundo, se debe esta triste situación a los medios que Victoriano Huerta se ha propuesto emplear para conseguir la pacificación. Estos medios ya sabéis cuáles han sido: únicamente muerte y exterminio para todos los hombres, familias y pueblos que no simpaticen con su gobierno.

“La paz se hará cueste lo que cueste", ha dicho don Victoriano Huerta. ¿Habéis profundizado, señores senadores, lo que significan esas palabras en el criterio egoísta y feroz de don Victoriano Huerta?

Estas palabras significan que don Victoriano Huerta está dispuesto a derramar toda la sangre mexicana, a cubrir de cadáveres todo el territorio nacional, a convertir en una inmensa ruina toda la extensión de nuestra patria; con tal de que él no abandone la presidencia ni derrame una sola gota de su propia sangre.

En su loco afán de conservar la presidencia, don Victoriano Huerta está cometiendo otra infamia. Está provocando con el pueblo de Estados Unidos de América un conflicto internacional en el que, si llegara a resolverse por las armas, irían estoicamente a dar y a encontrar la muerte todos los mexicanos sobrevivientes a las amenazas de don Victoriano Huerta. Todos, todos menos don Victoriano Huerta, ni don Aureliano Blanquet, porque esos desgraciados están manchados con el estigma de la traición, y el pueblo y el ejército los repudiarían, llegado su momento.

Esa es, en resumen, la triste realidad. Para los espíritus débiles parece que nuestra ruina es inevitable, porque don Victoriano Huerta se ha adueñado tanto del poder, que para asegurar el triunfo de su candidatura a la Presidencia de la República, en la parodia de elecciones anunciadas para el 26 de octubre próximo, no ha vacilado en violar la soberanía de la mayor parte de los estados, quitando a los gobernadores constitucionales e imponiendo gobernadores militares, que se encargarán de burlar a los pueblos por medio de farsas ridículas y criminales.

Sin embargo, señores, un esfuerzo supremo puede salvarlo todo. Cumpla con su deber la representación nacional y la patria está salvada y volverá a florecer más grande, más unida y más hermosa que nunca.

La representación nacional debe deponer de la Presidencia de la República a don Victoriano Huerta, por ser él contra quien protestan con mucha razón todos nuestros hermanos alzados en armas, y de consiguiente por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos.

Me diréis, señores, que la tentativa es peligrosa porque don Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz, que asesina sin vacilación, sin escrúpulo, a todo aquel que le sirve de obstáculo.

¡No importa, señores! La patria os exige que cumpláis con vuestro deber, aun con el peligro y aun con la seguridad de perder la existencia.

Si en vuestra ansiedad de volver a ver reinar la paz en la República os habéis equivocado, habéis creído en las palabras falaces de un hombre que os ofreció pacificar a la nación en sólo dos meses y le habéis nombrado Presidente de la República; hoy que veis claramente que este hombre es un impostor, inepto y malvado, que lleva a la patria con toda velocidad hacia la ruina; ¿dejaréis por temor a la muerte que continúe en el poder?

Penetrad en vosotros mismos, señores, y resolved esta pregunta: ¿Qué se diría de la tripulación de un gran navío que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso, nombrara piloto a un carnicero que sin ningún conocimiento náutico, navegara por primera vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán del barco?

Vuestro deber es imprescindible, señores, y la patria espera de vosotros que sabréis cumplirlo.

Cumpliendo ese primer deber, será fácil para la representación nacional cumplir los otros que de él se derivan, solicitándose enseguida de todos los jefes revolucionarios que cesen toda hostilidad y nombren sus delegados para que, de común acuerdo, elijan al presidente que deba convocar a elecciones presidenciales y cuidar que éstas se efectúen con toda legalidad.

El mundo está pendiente de vosotros, señores miembros del Congreso Nacional Mexicano, y la patria espera que la honraréis ante el mundo, evitándole la vergüenza de tener por primer mandatario a un traidor y asesino.

Firma doctor Belisario Domínguez, senador por el estado de Chiapas.

Nota: Urge que el pueblo mexicano conozca este discurso para que apoye a la representación nacional, y no pudiendo disponer de ninguna imprenta, recomiendo a todo el que lo lea, saque cinco o más copias insertando también esta nota, y las distribuya a sus amigos y conocidos de la capital y de los estados.

¡Ojalá hubiera un impresor honrado y sin miedo!”

Es cuanto, señor presidente.

SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: Se concede el uso de la palabra al senador Zoé Robledo Aburto, a nombre de la Cámara de Senadores.

SENADOR ZOÉ ROBLEDO ABURTO: Con el permiso del senador presidente Ernesto Cordero Arroyo.

Ciudadano Enrique Peña Nieto, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Ministro Luis María Aguilar, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Diputado Jorge Carlos Ramírez Marín, presidente de la Cámara de Diputados.

Señor gobernador Manuel Velasco Coello, del estado libre y soberano de Chiapas.

Doctor Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

Señor secretario Chong. Señor secretario González Anaya. Señor secretario Paquiano.

Amigas, amigos.

Doctora Julia Carabias Lillo, galardonada con la Medalla Belisario Domínguez 2017.

Senadoras, senadores.

Señoras y señores:

En 1979, el esposo de Wangari Maathai le solicitó el divorcio. Ella era una de las primeras mujeres africanas en obtener el grado de Doctor; integrante destacada del Consejo Nacional de Mujeres de Kenia, una combativa ambientalista y líder del movimiento Cinturón Verde.

En la solicitud de divorcio ante el Tribunal, su marido alegaba el hecho de que su mujer fuera más exitosa que él, como una crueldad. Crueldad que lo había llevado a la enfermedad y al alcoholismo.

No sería la primera vez que un hombre culpa de sus debilidades a las fortalezas de una mujer. Ni tampoco la primera donde las instituciones se confabulan para humillarla.

El juez africano que llevó el caso la declaró culpable de la ruptura. Entre otras cosas, por el hecho de que ella tuviera un postgrado y él no. En la sentencia se lee: “Es demasiado culta, demasiado fuerte, demasiado afortunada, demasiado testaruda y demasiado difícil de controlar, para ser una buena esposa”.

Maathai se inconformó y eso le costó tres días en la cárcel; 25 años después recibió el Premio Nobel de la Paz.

Ese mismo año, a 15 mil kilómetros de distancia, Julia Carabias defendía su tesis de licenciatura en la Ciudad de México para convertirse en bióloga, por la UNAM.

Divorcio en África, titulación en México. Ese año importante para las dos, no es lo único que las une. La llamada “madre de los árboles de África”, fue la primera persona con la que el Premio Nobel reconoció que plantar 47 millones de árboles había contribuido a la paz. Y Julia, la primera persona con la que la Medalla Belisario Domínguez, y en ese sentido, el Estado Mexicano reconoce toda la ciencia, toda la virtud, toda la eminencia que tienen aquellos que entregan su vida a la defensa del patrimonio natural de México.

Es más común de lo que debería, que al referirnos a una mujer mexicana destacada, queramos entender su éxito a partir de la presencia de hombres en su vida. Es la hija de; es la esposa de; es la discípula de; es la colaboradora de.

Pero la hoja de vida de Julia Carabias puede dibujarse en un trazo largo por la fuerte presencia de muchas otras mujeres. Por eso, que sean ellas, las mujeres de Julia, las que nos cuenten algo sobre su vida.

Julia pertenece a una generación de hijas de españoles que llegaron a México huyendo de la Guerra Civil. Una generación de exiliados que, en palabras de la propia Julia Carabias, poco a poco fueron abriendo los baúles, echando nuevas raíces en el trabajo, con los hijos y con los nietos, con amistades mexicanas.

De esa generación, nuestra patria se benefició del arte de Remedios Varo; del pensamiento de la filósofa María Zambrano y desde luego, de la valentía de Julia Carabias.

El reconocimiento tardío ha estado en la familia Carabias Lillo desde hace tiempo.

Cuenta Julia que su padre, durante más de 30 años, criticaba rigurosamente la tortilla española que preparaba su madre.

A la muerte de Franco, el padre tuvo dos anhelos: Visitar el Escorial para profanar la tumba del dictador y comer el idealizado platillo.

Hizo lo primero, pero se llevó una decepción con lo segundo. Comprobó que en realidad no había mejor tortilla española que la que preparaban en su casa, en la colonia Juárez en la Ciudad de México.

Julia Carabias alguna vez pensó en seguir los pasos de Belisario Domínguez y ser doctora, pero decidió estudiar biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Ahí aprendió de las grandes maestras, hasta convertirse en una de ellas.

Porque si para hablar de cactáceas en México hay que referirnos a Elia Bravo, o si para referirnos al Darwinismo mexicano hay que citar a Rosaura Ruiz, Julia Carabias es el gran referente mexicano sobre un concepto muy citado pero poco comprendido: la sustentabilidad ambiental del desarrollo; es decir, la naturaleza como un todo, población, territorio, diversidad, identidad. Y la política pública como un eje articulador, eje articulador para regenerar y conservar ecosistemas, para restaurar el medio ambiente, y para que el manejo de recursos naturales no signifique su agotamiento.

Hablar de sustentabilidad ambiental del desarrollo, hoy nos resulta muy cotidiano, en gran medida gracias al trabajo de personas como Julia Carabias, pero mencionar esos conceptos hace 30 años, era garantía de ser llamado “hippie”, “comeflores”, “abrazaárboles”, cuando no “revoltoso” o “guerrillero”. Afortunadamente, a Julia Carabias los disfemismos nunca le han importado.

La sustentabilidad convertida en materia de estudio, pero también en causa, Julia la defendió desde la Academia, la docencia, las publicaciones, pero también lo hizo desde el activismo con el trabajo en tierra.

No hizo ese ambientalismo de lejitos, ya como profesora y al lado de una de sus mentoras, Patricia Moreno Casasola, y el otro de sus mentores que está aquí, don José Sarukhán, aprendió a combinar el escritorio con la calle, la pluma con la pancarta.

El 4 de marzo de 1982, Julia, junto a colegas y alumnos, encabezó la primera movilización ambientalista en México, que derivó en la creación de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel. Hoy, una capsula de megadiversidad en medio de la megametrópoli.

A la militancia académica le suma otras. Participa en la creación del Sindicato Único Nacional de Trabajadores Universitarios y fue Mapache, de los buenos, de los que fundaron el movimiento de Acción Política; y junto con Hortensia Santiago, junto con Milagros Camarena, integran la primer Comisión Política junto con otros 46 camaradas.

Julia, es cofundadora de lo que Christopher Domínguez llamó el proyecto político organizativo más ambicioso que comunistas y socialistas hayan emprendido en la historia de México, el Partido Socialista Unificado de México.

Son sus militantes, como Julia Carabias y Víctor Manuel Toledo, quienes intentan que el PSUM sea el primer partido con orientación ambientalista, bajo el principio “socialismo y ambientalismo, son dos movimientos simbióticos”.

Intentaron que lo que es práctica y doctrina en el mundo, lo fuera en México. Los verdaderos partidos políticos ambientalistas son partidos de izquierda.

A los 30 años, y quizá sin saberlo, emula a don Belisario Domínguez y, en vez de seguir el camino cómodo, opta por el camino correcto, junto a un camino de agrónomos, economistas y ecologistas, mochila al hombro marcha a la montaña de Guerrero, con el audaz propósito de atender la pobreza desde la autogestión de recursos naturales. Economía para generar ecología, y ecología en defensa de la economía popular.

Se necesitaba cierto tipo de talentos para hacer ese planteamiento en una zona ingobernable, donde narcotráfico, guerrilla y cacicazgos se encontraban en clave de muerte.

Julia tenía y tiene esos talentos: empatía, tenacidad, capacidad de diálogo y muchos, muchos motivos para estar ahí, en los rincones más oscuros de México, donde la vida no vale nada.

Julia Carabias es una crítica permanente de los privilegios, empezando por los propios. Por eso, cuando fue invitada a encabezar el Instituto Nacional de Ecología, y posteriormente la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, lo hizo sin sucumbir al canto del poder. Quizá porque, como bióloga, ella sabe que las sirenas no existen.

Ser Secretaria de Estado no supuso en ella un cambio en su carácter o en sus convicciones, nunca fue una Secretaria de adorno ni mucho menos de cuota.

Si algo no estaba claro, lo cuestionaba; si en algo no estaba de acuerdo, lo decía y si algo consideraba incorrecto, se oponía. El ejercicio de decir lo que se piensa y hacer lo que se dice, pero llevado al centro del poder.

La secretaria Carabias entendía que su lealtad al gobierno no era solaparlo o aplaudirlo o encubrirlo, sino hacer lo correcto a partir de su experiencia y de su conocimiento sobre los temas.

Cuando se anunció el gabinete presidencial de 1994, destacaba la presencia de tres mujeres: Norma Samaniego en la Contraloría, Cintya Hernández en Turismo y Julia Carabias en SEMARNAP y saludo desde esta tribuna a la única persona mexicana que ha sido senadora tres veces: doña Silvia Hernández.

Dos mujeres en el gabinete, Turismo y Medio Ambiente, encabezada por mujeres, eso va a explotar, pensaron algunos, pero la inteligencia de ellas dos y la ignorancia de los otros que pensaban esto, demostró lo contrario.

El primer evento de las dos secretarias, Carabias y Hernández, fue juntas y desde entonces lograron un equilibrio virtuoso: el turismo adquiere valor cuando los destinos se conservan mejor y el ambiente se nutre de recursos del turismo para su conservación.


Lo dice la propia Silvia Hernández: “Julia siempre ha ocupado posiciones en función de sus causas; a ella no le importan los cargos, sino lo que puede hacer con ellos para impulsarlas”.

A final de ese sexenio Julia Carabias volvió a las aulas de la UNAM, con modestia y humildad, aunque ya era toda una celebridad ambiental.

Su alumna, Alicia Mastretta, señala: “Como maestra, Carabias deja sus opiniones en la puerta, pone nombre y apellido en cada actor, incluyendo su propia participación como Secretaria, en la historia del uso, la conservación y la pérdida de la biodiversidad mexicana”.

Cosa curiosa, a Julia Carabias le cuesta echar raíces. No pasó mucho tiempo para que emprendiera una nueva odisea: la Selva Lacandona.

Y aquí nuevamente empata con Belisario, que desde su periódico “El Vate” hablaba de la importancia de que el entorno natural sea mejor para los hombres y las mujeres de Chiapas.

Hoy podemos decir sin equivocarnos, que hay una Selva Lacandona antes y después de Julia; antes de Julia no hubiera habido selva. Los saldos de la deforestación de la selva tropical húmeda en México son terroríficos.

Ese ecosistema ocupaba 12 millones de hectáreas y hoy quedan apenas medio millón. Estamos hablando de la última trinchera de la biodiversidad en México; en sólo 0.16 por ciento de nuestro territorio está el 20 por ciento de toda nuestra biodiversidad.

Sin Julia quizá ya no quedaría nada.


Después de Julia, en la Selva Lacandona hay esperanza, desde su campamento “Chajul”, ha emprendido acciones y programas de protección, conservación y monitoreo de especies en las más de 360 mil hectáreas que abarcan la reserva de la biósfera de Montes Azules y de Lacantún.


Defender la selva, obligación de todos, es incómodo para algunos, para quienes piensan que la depredación es progreso y las causas justas, obstáculos.

El 28 de abril del 2014, de madrugada, Julia Carabias fue sustraída de su dormitorio de su Estación Ambiental Chajul 4. Con armas largas fue encañonada, encapuchada y llevada hasta las inmediaciones de la frontera con Guatemala.


Le encadenaron una pierna a un árbol y dos días después la dejaron huir. Julia sigue y Julia seguirá.

Quizá esas más de 30 horas que estuvo encadenada al árbol, hizo que sus raíces se entrelazaran con él, se confundieran y se quedaran ahí para siempre.

Julia Carabias, como otras grandes mujeres mexicanas, fue la primera o una de las primeras en algo, la primer galardonada con el Premio Campeones de la Tierra de la ONU, junto con Sheila Watt Clouthier en 2005, galardón que años después ganarían Al Gor y Gorbachov.


la segunda mujer en ganar el Premio Internacional Cosmos y quizá la única que donó los 3.8 millones de pesos del premio para la construcción del Centro Latinoamericano de Capacitación para la Biodiversidad en la Selva Lacandona.

La tercera mujer en ganar el Premio Getty, en el año 2001, que otorga el Fondo Mundial para la Naturaleza, lo que muchos consideran el Nobel de Conservación.

La cuarta Secretaria de Estado en la historia de México.

Y es además –y esto lo digo con mucho orgullo–, la quinta persona de Chiapas, en recibir la Medalla Belisario Domínguez, después de Salomón Gonzáles Blanco, Andrés Serra Rojas, Jaime Sabines y Eraclio Zepeda, los que somos originarios del único estado de la República, que es mexicano por elección, reconocemos a Julia Carabias, como una chiapaneca por decisión.

Es, además, y de esto, este Senado se siente orgulloso, porque es, además, desde 1953, la sexta mujer en recibir la Medalla Belisario Domínguez.

Señoras y señores:

Es difícil justificar la racionalidad humana ante su logro más evidente, la destrucción del planeta.

Van ganando aquellos antropocentristas y el problema no es que no tengan razón, sino que hayan impuesto su sinrazón al resto del mundo.

El asunto revela una gran contradicción. En nuestra época, la naturaleza parece más civilizada, y la civilización se ha vuelto más salvaje.

Mientras que el ser humano camina ávido a su propia destrucción, la naturaleza encuentra sola sus equilibrios.

Los ecosistemas no se autodestruyen ni destruyen a otros. Las especies superiores no extinguen a las inferiores en la cadena alimenticia, consumen sólo lo necesario, no todo lo posible.

Hay selección natural, pero no discriminación. Los mamíferos eligen como líder al más apto, no al más escandaloso ni al que engaña mejor; prefieren el talento al tamaño de los colmillos, prefieren la supervivencia del todo que de las partes.

La naturaleza tiene un gran espectro de modalidades, pero siempre busca, al menos, conservarse.

La circunstancia humana es distinta y frecuentemente opuesta. La economía moderna es más salvaje que todas las plagas conocidas.

La corrupción, como recurso para la riqueza fácil, opera en el conocimiento de que es a costa de muchos y, en la cumbre de nuestra civilización, cuando contamos con los medios, con el conocimiento y con la tecnología para acabar con la pobreza y toda su zaga, nos decidimos por el camino contrario, el camino de la acumulación, el camino que confunde destrucción del entorno con desarrollo social, el camino de la inseguridad.

Mientras el mundo arde, la humanidad prende cerillos, pirómanos que seducen la idea de su propio exterminio. Hoy, parece más fuerte la idea de humanizar a la naturaleza, que de renaturalizar al ser humano.

Pero no hacemos caso y tomamos lo peor del comportamiento animal, y lo acentuamos, y somos más depredadores que las especie más temidas, y somos tan elementales como algunos organismos unicelulares. El mito de lemmings y su irracional sacrificio colectivo, hecho realidad. Salvajes y primitivos y suicidad, y mucho más cercanos a la bestialidad que a la iluminación.

Y en medio de todo eso, nosotros, todos nosotros, la clase política, la clase política que, como una manda que busca conservarse, lo hace fomentando su propia extinción.

Nuestro comportamiento ha hecho que, a quienes servimos, se sientan traicionados, y en esta separación la semilla de nuestro justo fin.

Aullamos ante la luna de nuestro propio ego, en lugar de ver por aquellos que le temen a la obscuridad.

En ese instinto, se despierta otro instinto en los demás, en el resto, entre los mexicanos a quienes debemos representar.

La incomodidad, producto de la desconfianza, de la frustración y del dolor, y también de los excesos, somos incómodos a quienes deberíamos de ser útiles, incómodos para la libertad e incómodos para el bienestar. No somos más. Las ceibas que darán sombra, sino la enredadera que ahorca el árbol que le permite existir.

Y es cierto, no somos los únicos incómodos.

Belisario, Julia, también lo fueron, pero ellos fueron incómodos para la gente adecuada.

Carabias y Domínguez, incomodaban a las personas que es correcto incomodar y por las causas adecuadas.

Incómodos por honestos, incómodos por irreverentes, incómodos por defender la verdad y luchar por ella.

Ellos son incómodos para los que son incómodos para todos los demás.

Qué honor incomodar así.

¿Qué hace la naturaleza ante situaciones como ésta, qué hacen las especies cuando se encuentran con un escenario adverso, como el que nos encontramos nosotros? Activan el mecanismo que permite la vida, el instinto de supervivencia.

Cambiar, pero no sólo para sobrevivir; cambiar para evolucionar.

La oruga que se convierte en mariposa, el espantoso polluelo que se convierte en el majestuoso Quetzal. Generosa como lo es, a los mexicanos la naturaleza nos ha regalado el mejor ejemplo, es casi una guía, casi un instructivo para inspirarnos a cambiar.

Se trata del magnífico ajolote, equivalente mexicano del ornitorrinco con sonrisa y manos humanas; branquias que parecen plantas, cola de lagartija y dinámica de pez; es el híbrido perfecto. El ajolote acaso es la raza cósmica de los animales, mitad reptil, mitad pez; atrapado en su mirada nostálgica y su resignación ante el estado de las cosas como están.

Es endémico de México y es único en el mundo. El ajolote ha cautivado a los sacerdotes aztecas, a los escritores latinoamericanos y a la ciencia médica, que insiste en entender su capacidad de regeneración. Por eso, sugerente, el ajolote es la potencia frustrada de la salamandra.

Algunos quieren que se quede así, como una larva que se niega a crecer, a madurar y a alcanzar su destino; renacuajo arraigado a su infancia que logra reproducirse y entonces crear una nueva especie. Destinado a ser el animal de fuego, prefirió quedarse como el inocente habitante de las aguas turbias de Xochimilco.

Pero hay una virtud que pocos conocen en el ajolote y que lo vuelven el más increíble de todos los animales. Enfrentado a situaciones extenuantes, falto de oxígeno y de agua; el ajolote tiene un as bajo la manga: puede forzar su propia evolución. No está escrito en su ADN, pero con los estímulos adecuados tiene la posibilidad de lograrlo.

Esa es la gran lección de este pequeño monstruo del agua y de toda nuestra naturaleza, queridas amigas y amigos. El ajolote nos da la respuesta certera: cuando se acabe el mundo en el que vivimos, cuando esté en riesgo, cuando se agote el oxígeno social, hay que forzar nuestro propio mecanismo de evolución, de cambio, de transformación.

Por eso, compañeras y compañeros, invitados:

Preservar las cosas como están hoy es un lujo de algunos. Evolucionar, una necesidad nacional. Esa evolución social tiene nombre, es el cambio de régimen; un cambio de régimen para un nuevo destino político, plural, ciudadano, transparente y sobre todo, humano.

Un cambio de régimen en el que todas las partes contribuyen al todo, empezando por nosotros. Es hora de exigir contratos electorales, que cumplan lo que se promete y que se vaya el que no cumpla. Cambio de régimen en el que se representan y no se disimulan los contrapesos; cambio de régimen en el que las agendas de nosotros los funcionarios sean públicas, para medirnos por las horas trabajadas y los resultados alcanzados.

Agendas públicas como público, es el tiempo de estudio del alumno, la jornada del obrero, las hectáreas sembradas del campesino.

Cambio de régimen en el que no existen las residencias oficiales de los gobernadores, quizá el mayor incentivo a replicar después del poder, los mismos privilegios. Un cambio de régimen en donde la viabilidad social sea tan importante como la financiera; donde se escucha más de lo que se dice; donde las exigencias del último habitante de nuestro país se atiendan, procesen y resuelvan.

Un cambio de régimen en el que todos respetan la ley y sus obligaciones, y también sus facultades. Y es el Senado el garante del Pacto Federal. Un cambio de régimen en donde no existe la CONAGO.

En el año 2000 cambiamos de siglo, cambiamos de milenio, cambiamos incluso de partido, pero no cambiamos de régimen. Cuando hubo legitimidad no hubo ideas; y cuando no hubo legitimidad, la mejor idea que hubo fue la fuerza. Y cuando hubo una buena y nueva idea que permitía algo nuevo, se regresó a lo de antes.

La idea de cambio de régimen es poderosamente simple: abrevar de la legitimidad de los votos, pero también de un auténtico combate a la corrupción y del fin de los privilegios.

El cambio de régimen tutelado y legitimado desde la política, la naturaleza lo dice: un ecosistema sobrevive cuando integra en su evolución a todos los elementos con disposición a evolucionar; un cambio de régimen en el que manden las ideas sobre los intereses, la empatía sobre el egoísmo, la orgullosa solidaridad que pensábamos perdida y que se nos apareció en forma de puño levantado durante los sismos. La inclusión de quienes hoy se sienten fuera de los beneficios de la democracia.

Somos, somos un país milenario pero con una vida republicana de apenas tres siglos. Evolucionemos, seamos ese fantástico ser que el ajolote pudo ser.

Fue Belisario Domínguez también un héroe, porque buscaba la evolución del régimen y por eso sacrificó su vida. La Constitución del 17 fue el doloroso parto de la Decena Trágica.

Julia Carabias también busca la evolución, pero para la conservación. Hoy empata su nombre al de los hombres y las mujeres dignos de estar junto con Belisario Domínguez. Está ahí por haber sido fiel a sus ideas y patriota para defenderlas; tan patriota el que defiende a las instituciones, como el que defiende las selvas. Tan importante para México la pluralidad que la biodiversidad; la libertad de expresión que la liberación de tortugas.

Julia ha hecho patria defendiendo el patrimonio de los mexicanos del futuro.

Julia, con ese hermoso nombre, ha defendido la evolución de lo que no sirve para la conservación de lo que realmente somos y de lo que podemos ser.

La evolución social mexicana, como un torrente que viene de lejos, que ya se escucha, que ya está cerca y ya suena a inevitabilidad.

Dijo Belisario: “Que cada generación llene dignamente la labor de su época y sus circunstancias y las que le imponen”. Eso escuchémoslo hoy, no como una oportunidad; quizá como la última.

Gracias.

SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: Les solicito ponerse de pie para el Acto de Imposición de la Medalla de Honor Belisario Domínguez y entrega del diploma correspondiente a la doctora Julia Carabias, que la acredita como miembro de la Orden Mexicana de esta presea.

(ACTO DE IMPOSICIÓN DE LA MEDALLA DE HONOR Y ENTREGA DE DIPLOMA)

SENADOR JUAN GERARDO FLORES RAMÍREZ: Sírvanse a tomar asiento.

SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: Se concede el uso de la palabra y de la Tribuna del Senado de la República a la doctora Julia Carabias Lillo, galardonada con la Medalla de Honor Belisario Domínguez 2017.

DOCTORA JULIA CARABIAS LILLO: Señor Presidente de la Mesa Directiva del Senado;

Señor Presidente de la República;

Señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia;

Señor Presidente de la Cámara de Diputados;

Señor gobernador;

Señor Jefe de Gobierno de la Ciudad de México;

Señores secretarios;

Señoras y señores legisladores de la LXIII Legislatura;

Señor senador Zoé, gracias, muchísimas gracias por sus palabras.

Recibo esta altísima distinción con mucho orgullo y una enorme gratitud.

Aunque hoy esta medalla de honor está recayendo sobre mi persona, la considero un reconocimiento a la vital importancia de la naturaleza y un medio ambiente sano que tiene en la construcción del país justo, equitativo, con bienestar social, principios por los que Belisario Domínguez, ejemplar y heroicamente entregó su vida en 1913.

Hace 40 años, me integré como profesora de carrera de la Facultad de Ciencias de la UNAM, en donde he permanecido toda mi vida, excepto por un periodo de siete años, en los que serví a mi país desde el gobierno, aunque sin interrumpir mi labor docente.

En aquel entonces, la conservación de la naturaleza y del medio ambiente en general, no sólo eran temas aparentes y ausentes, sino que incluso eran vistos con menosprecio por no formar parte de las ciencias duras y exactas, donde la Academia, estábamos hablando desde allí del ecodesarrollo.

Todavía no se había acuñado el concepto de desarrollo sustentable, no habían surgido todavía las organizaciones ambientales mexicanas y la incipiente política ambiental se limitaba al ámbito de la salud humana; sin embargo, ya había evidencias científicos sobre el deterioro que estaba provocando el crecimiento económico sin criterios ambientales.

Bajo la errónea visión del cuerno de la abundancia y de que el progreso justifica cualquier impacto ambiental, se deforestaron masivamente las selvas tropicales, degradaron los bosques, erosionaron los suelos, contaminaron los cuerpos de agua y aire, se abatieron los acuíferos y se arrojaron residuos sólidos y peligrosos por los campos, barrancas, ríos y mares.

En los años ochenta estas evidencias lograron trascender los muros de la academia, aunque de manera precaria y limitada. La sociedad reaccionó con una sorprendente proliferación de organizaciones, que lograron posicionar los temas ambientales en la agenda nacional.

Incluso los partidos políticos incorporaron esta preocupación en sus plataformas y el Estado respondió, en 1982, con la creación de la primera institución propiamente ambiental, la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología y poco después con una ley ejemplar: la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente, que fue un parteaguas no sólo para México, sino para América Latina.

Sin embargo, la dimensión ambiental seguía siendo muy marginal y confinada a resquicios que no estorbaran a la producción y a la inversión.

El contexto político y cultural motivó a muchos jóvenes a comprometerse con la protección de los ecosistemas naturales y con las comunidades campesinas, promoviendo sistemas productivos más amigables con el medio ambiente.

Las áreas naturales protegidas, particularmente las reservas de la biosfera, se fueron extendiendo, las investigaciones sobre el manejo de los recursos naturales empezaron a reconocerse y las organizaciones dedicadas a la conservación, se consolidaron.

En la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, en 1992, significó un parteaguas mundial y los temas ambientales alcanzaron el mayor momento de atención de las agendas globales.

México no se quedó atrás, en ese año nació la hoy prestigiadísima Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, la CONADIO, la mejor en su género en el mundo.


Poco después, en 1994 se creó la Secretaría de medio Ambiente, recursos Naturales y Pesca. Así surgieron nuevas instituciones, políticas, leyes e instrumentos y se formaron centenas de profesionistas en el tema ambiental.


Poco a poco se fueron acercando las dimensiones sociales, ambientales y económicas. Lamentablemente el ímpetu de los noventa se desaceleró en el mundo al cambiar el milenio y otros conflictos globales ganaron la atención, entre ellos el terrorismo y la violencia.

A pesar de los esfuerzos de las Naciones Unidas, la agenda ambiental no fue objeto del interés y la atención necesaria. Esto también se reflejó en México, las instituciones se debilitaron y los presupuestos disminuyeron.

El primer revés fue la separación de la Secretaría de medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, de su sector pesquera y quedó la actual SEMARNAT.

Con altibajos, las políticas ambientales han evolucionado en lo que va del siglo, pero aún sin la prioridad que demandan las apremiantes necesidades.

De manera destacada, la Suprema Corte de Justicia ha incorporado muy seriamente en su agenda la defensa de los derechos ambientales y se aprecian cambios muy significativos, que deben de ser profundizados y extendidos.

El reconocimiento de la responsabilidad por daño ambiental y el interés difuso para proteger al ambiente, es un gran avance. Sin embargo, el incumplimiento de la ley y de las sentencias de la Corte propicia el deterioro ambiental y en este tema también nos urge un cabal Estado de Derecho.

A pesar de los avances indiscutibles, no estamos ganando la batalla y el deterioro ambiental avanza más rápido que su freno y reversión. Sabemos que la producción de alimentos en la agricultura, ganadería y pesca es lo que ha provocado mayores transformaciones en nuestros ecosistemas naturales.

Hemos perdido más del 90 por ciento de las selvas tropicales húmedas; 16 por ciento de los acuíferos, de los que depende la agricultura de riego y el funcionamiento de las grandes ciudades están sobreexplotados; 83 por ciento de las pesquerías han llegado a su límite o están rebasadas; 50 por ciento de los suelos mexicanos tienen algún grado de erosión y la pérdida de la biodiversidad acompaña a esta degradación.

Esta perspectiva se agrava si consideramos que en las siguientes dos décadas será necesario incrementar sustantivamente la producción de alimentos, para satisfacer una demanda de más de 140 millones de personas, pero no será viable hacerlo con el enfoque de más de lo mismo.

Es imperativo que la producción de alimentos incorpore criterios ambientales y una política de seguridad alimentaria sustentable, que disminuya los impactos y respete los ecosistemas naturales.


Para ello hay que impulsar la investigación que se ha quedado muy marginada.


No estamos entendiendo el campo mexicano con todas sus dimensiones. El campesino no es sólo un agricultor, es el dueño de los ecosistemas naturales más valioso que tiene nuestro país y por ello, las políticas para el campo no pueden limitarse a la producción agropecuaria; sino a una verdadera conservación y manejo sustentable de los recursos naturales, que beneficie a sus propietarios, al tiempo que garantice a la Nación, la preservación de su patrimonio natural.

En la medida en que la población se concentró en las ciudades, se reforzó una cultura urbana desvinculada a la naturaleza, con la que hemos perdido conexión.

En general, se ignora de dónde provienen los alimentos y el agua, y el costo ambiental que conlleva su abasto.

Sólo se adquiere conciencia cuando nos enfrentamos a situaciones críticas como las inundaciones, o la escasez de agua, o el mejor de los casos, empiezan a entenderse los impactos del cambio climático.

Nuestra dependencia de la naturaleza no está reconocida ni arraigada en el imaginario colectivo.

La población de las ciudades seguirá creciendo, y con ello la demanda de recursos naturales.

Necesitamos un balance adecuado entre ciudades sustentables y el campo.

El progreso de la humanidad, muy real, ha incurrido en un costo inaceptable para el planeta y las especies.

La ciencia ha demostrado que la interferencia humana sobre el funcionamiento de la naturaleza no tiene precedentes, particularmente en las últimas siete décadas, y que se han transgredido muchos de los límites biofísicos que mantuvieron estable al medioambiente y a la civilización, en los últimos 10 mil años, poniendo en riesgo a muchas de las manifestaciones de vida, incluyendo a nuestra propia especie.

No estamos siquiera conscientes de que los humanos somos una especie más que habita en este planeta. Surgimos de los mismos procesos evolutivos que conformaron todas las demás especies y somos parte de la biodiversidad.

Nuestra característica diferenciadora como especie pensante, no nos da el derecho de interrumpir la evolución de las otras.

El embeleso de las sociedades por el crecimiento sin límites, la denegación al mercado y el consumo enajenado, la falta de criterios ambientales en los sistemas de producción, el incremento poblacional, son los principales factores que están degradando los propios recursos naturales en los que sustenta tanto el crecimiento económico como el propio consumo.

Se prioriza la maximización económica a corto plazo y el Producto Interno Bruto crece a costa del capital natural.

Por un lado, amplias franjas de la población que tienen un poder adquisitivo de medio alto, han sido presas del consumo obsesivo, al tiempo que se frustran y angustian si no logran esta aspiración.

Por otro, en algunas regiones de mayor pobreza del país, que coinciden con las de alta diversidad biológica, el incremento poblacional sigue siendo vertiginoso, y el resultado ha sido un círculo vicioso de pobreza y deterioro ambiental.

Se requiere reforzar las políticas poblacionales para que las mujeres con educación, acceso a la información, a los servicios de salud reproductiva, puedan tomar una decisión libre, informada y responsable sobre su maternidad.

Necesitamos políticas que abran oportunidades de educación, empleo, sobre todo para las jóvenes.

La actual ruta del desarrollo sustentable nos está llevando a un callejón sin salida, y nos confronta con dos problemas éticos.

Estamos limitando las opciones de las generaciones futuras, y estamos alterando las condiciones de vida del resto de los seres vivos, y quizás, el curso de la evolución.

El respeto a los derechos humanos, incluidos los de las generaciones futuras, el reconocimiento del valor intrínseco de la naturaleza, y el principio precautorio, son elementos que nos permitirán construir una nueva cultura y una nueva forma de desarrollo en nuestro Siglo.

De eso se trata el desarrollo sustentable, y para lograrlo, se requieren cambios muy sustantivos.

Sí hay, definitivamente, alternativas a la crisis ambiental que vivimos.

Estoy convencida de que uno de los elementos clave para el cambio, radica en basar la toma de decisiones en la mejor ciencia disponible, lo cual lamentablemente tampoco forma parte de la cultura política nacional.

Lograr este objetivo requiere ciencia de calidad, y México la tiene. Ponerla al alcance de quienes toman decisiones, lo cual no ocurre con frecuencia, generar más espacios de interacción entre la ciencia y la toma de decisiones, estar dispuestos a asumir el costo político y una decisión informada, reconociendo los riesgos inaceptables de la inacción. Monitorear y evaluar los resultados y calibrar y ajustar las políticas, si fuera necesario.

Este proceso debería de formar parte del ciclo del diseño, aplicación y evaluación de las políticas públicas. Lamentablemente, muy pocos científicos expresan sus hallazgos en el lenguaje asequible a la sociedad y a los tomadores de decisiones; en parte porque los mecanismos de evaluación de desempeño de los científicos no premian ni fomentan esta importante tarea. Esto debe de revertirse.

Las políticas públicas no pueden continuar fragmentadas, sectorial y temáticamente. Deben atender los problemas nacionales con una visión integral, territorial e interdisciplinaria. Es indispensable transitar hacia una nueva generación de instituciones y mecanismos de gestión, que respondan a los retos globales, ambientales y sociales del siglo XXI.

Las instituciones y los tres órdenes de gobierno requieren mecanismos de coordinación, con transparencia y rendición de cuentas, así como la apertura de espacios para la participación de la sociedad.

Las áreas naturales protegidas son los espacios que la nación decidió destinar a la conservación de los ecosistemas naturales por la importancia, por su biodiversidad y de los servicios ambientales que proveen.

Se necesita consolidarlas, fortaleciendo a la institución responsable, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, incrementando sus recursos económicos y humanos; respaldándola en su difícil trabajo cotidiano.

Deben desactivarse las presiones constantes que provienen de agresivos proyectos que van en contra de los objetivos para los que fueron creadas las áreas naturales protegidas; como es el caso de la minería, la construcción de infraestructura y de desarrollos turísticos; o incluso de las invasiones.

Las áreas naturales protegidas deben entenderse como espacios estratégicos que pueden detonar el desarrollo regional sustentable para la población que en ella habita; así como en su periferia, para que alcancen una calidad de vida digna.

La suma de otros instrumentos de protección y manejo de recursos naturales, y su aplicación coordinada, como el pago por servicios ambientales de la CONAFOR, el manejo de la vida silvestre, la restauración, el ecoturismo, el manejo forestal sustentable, el ordenamiento territorial; permitirán conciliar en estas regiones el desarrollo con la conservación.

Tenemos la oportunidad de reforzar estos temas en la Ley General de Biodiversidad, que se encuentra pendiente de dictamen en este Senado.

Reconozcamos que la conservación también genera importantes empleos e ingresos, y que ayuda a la superación de la pobreza de quienes habitan en estas regiones.

Señor Presidente:

Hace un año, para ser precisos, hace un año y un día usted visitó la Selva Lacandona en Chiapas, la región que por su alta biodiversidad y por sus indispensables servicios ecosistémicos, ha sido priorizada para la conservación de sus ecosistemas naturales. En ella habitan miles de personas que viven en condiciones de pobreza y padecen las tensiones entre la conservación y la forma en que se ha fomentado el desarrollo económico y social de la región.

En aquella ocasión, usted reconoció y escuchó a un grupo de representantes y organizaciones, quienes le expresaron sus preocupaciones por las amenazas que gravitan sobre sus recursos naturales y por las condiciones de precariedad en la que viven.

Usted definió, en esa ocasión, medidas de gran trascendencia. No se construirá una presa en el Usumacinta. Se decretó una región libre de explotación de hidrocarburos y de minería. Se refrendó la importancia de conservar las áreas naturales protegidas y de no permitir invasiones en ellas, y se comprometió un programa de inversión para proyectos sustentables con base en programas de desarrollo comunitario.

El Secretario de Medio Ambiente, en coordinación con otros secretarios de su gabinete, han ido cumpliendo este compromiso.

Por ejemplo, el 30 de agosto pasado, miembros de su Gobierno anunciaron una inversión anual a perpetuidad para fondear a través del Fideicomiso Nacional de Cambio Climático, parte de los proyectos de inversión en esta región.

La construcción de estos procesos se ha basado en la experiencia acumulada durante décadas en la región, por parte de asociaciones civiles, como lo es Natura y Ecosistemas Mexicanos, de instituciones gubernamentales como la CONABIO y de muchas personas y funcionarios comprometidos con la conservación de las áreas naturales protegidas y con el desarrollo sustentable desde el gobierno estatal y federal.

Ejemplo de ello, son las empresas comunitarias que operan proyectos productivos sustentables, y generan empleos e ingresos a partir de sus ecosistemas naturales conservados.

La clave de estas experiencias exitosas, ha sido involucrar a las comunidades locales y sus autoridades, a la sociedad civil autorizada, instituciones académicas, a los tres órdenes de gobierno, y sobre todo facilitar el diálogo constante, el cumplimiento de compromisos y la tolerancia, inclusión y respeto.

Estos procesos han generado confianza y esperanza, aunque no falta quien los obstaculiza por intereses ilegítimos.

Por ello, el proceso está aún en construcción y es frágil. Deben hacerse todos los esfuerzos por mantenerlo y consolidarlo y convertirlo en una política de largo plazo, no permitiendo que quede en una experiencia piloto más.

Su éxito, permitirá que la región más biodiversa del país, se conserve su población viva en condiciones dignas y de bienestar social, y que se convierta en un ejemplo replicable en otras regiones similares.

No puedo dejar de hacer una referencia a una coyuntura que se está discutiendo en estos momentos en el Senado de la República. Me refiero a la Ley de Seguridad Interior.

Considero que es de gran importancia abrir un debate profundo e incluyente, que permita encontrar una salida que reconozca la labor realizada por las Fuerzas Armadas, intente reconstruir la seguridad y revertir el espiral de la violencia, y al mismo tiempo, impulse alternativas en la procuración civil de justicia para fortalecer la democracia, la seguridad pública, el Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos, todo ello en consonancia con nuestra Constitución.

Concluyo esta intervención con un mensaje de esperanza: si bien falta mucho por andar, las experiencias exitosas, resultado del trabajo y convicción de centenas de organizaciones y ciudadanos, actuando en todo el país y muchos de ellos jóvenes, son una muestra de que se pueden hacer las cosas de manera distinta en beneficio de un futuro promisorio.


Pero estas experiencias deben de dejar de ser marginales y convertirse en políticas públicas de largo plazo. Los temas ambientales deben de ser una política de Estado.

Tenemos un compromiso con los jóvenes y con las futuras generaciones, debemos modificar el rumbo para detener el deterioro y entregar mejores cuentas, consumo responsable, sistemas productivos con criterios ambientales, un código de ética de respeto a la naturaleza, incorporación de la biodiversidad en todas las políticas públicas de manera transversal, fortalecimiento de capacidades, participación social, transparencia, rendición de cuentas en todos estos temas y otros más, debemos seguir trabajando.

Un país que no mantiene sus ecosistemas y sus recursos naturales sanos, es un país que se empobrece, vulnera su soberanía y no tiene futuro.

México, siendo un país megadiverso, ubicado entre los cinco mayores de entre mayor diversidad biológica del mundo, tiene una enorme responsabilidad con sus habitantes y con el mundo para conservar su riqueza natural y a partir de ella, consolidar el futuro.

El honor queme otorga el Estado Mexicano al hacerme depositaria de esta presea, incrementa mi responsabilidad para redoblar mis esfuerzos para la construcción de un México mejor, justo, equitativo, sin pobreza y con un medio ambiente sano.

Agradezco profundamente esta distinción y deseo compartirla con quien han sido los grandes maestros de muchos, muchos mexicanos en la conservación, conocimiento y manejo de la biodiversidad: los doctores José Sarukhán, el doctor Gonzalo Harter, Arturo Gómez Pompa, Alfredo Barrera, Efraín Hernández Equis y Jersey Rendovsky.

Además, con quien he compartido toda mi vida profesional, Rosaura Cadena, Enrique Provencio, Javier de la Mata. Con todos mis colegas con quienes he tenido la fortuna de trabajar a lo largo de 40 décadas, con todos aquellos que hemos dedicado nuestra vida para alcanzar un desarrollo justo y equitativo, con respeto al medio ambiente.

Con mi familia, con mis hermanos, y sobre todo contigo, Laura. Gracias, hija, por comprenderme, apoyarme y hacerme feliz.

SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: La Mesa Directiva, en nombre del Senado de la República, les solicita que, puestos de pie, guardemos un minuto de silencio, a fin de honrar la memoria de los miembros de la Orden Mexicana, de la Medalla Belisario Domínguez, que han fallecido.

(MINUTO DE SILENCIO)

CONTINÚA EL SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: A nombre del Senado de la República, expreso nuestro agradecimiento al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al Presidente de la Cámara de Diputados, al gobernador del Estado de Chiapas, al Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, al presidente municipal de Comitán.

Al señor Miguel Ángel Osorio Chong, Secretario de Gobernación, al señor José Antonio González Anaya, Secretario de Hacienda y Crédito Público, al señor Rafael Pacchiano Alamán, Secretario del Medio Ambiente y Recursos Naturales.

Asimismo, saludamos a la senadora Silvia Hernández, y a los familiares y amigos de la doctora Julia Carabias.

SENADOR JUAN GERARDO FLORES RAMÍREZ: Se les solicita ponerse de pie, a fin de entonar el Himno Nacional.

(HIMNO NACIONAL)

SENADOR ERNESTO CORDERO ARROYO: Favor de tomar asiento.

Se da por finalizada la Sesión Solemne.

Se solicita a los senadores permanezcan en sus lugares, a fin de continuar con nuestra Sesión Ordinaria.

 

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