Muy buenos días.

Saludo con enorme afecto y respeto a todos los miembros de la Academia Nacional. Lo hago a través de José Elías Romero Apis, nuestro amigo, del senador Francisco Labastida; del don Olegario Vázquez Raña y de Carlos Peralta.

También saludo con enorme afecto a los señores senadores-gobernadores electos que hoy están aquí y que también han sido recipiendarios de esta distinción con la cual ustedes nos han galardonado a varios de de nosotros a quienes también estoy, en este momento, saludando y reconociendo.

Es un estímulo que nos obliga a estar permanentemente a la altura de la distinción que ustedes nos han otorgado. Compartirla con mexicanos como los que ustedes han visto que han destacado por sus contribuciones al desarrollo, a la cultura, a la ciencia, al arte, al saber y al fortalecimiento de los valores cívicos del país, además de honrarme representa una gran responsabilidad.

Y es que el lema de la Legión, que repiten constantemente ustedes: "el respeto al deber honra la vida", es un llamado a retomar valores fundamentales que son muy necesarios en esta hora de México.

En todos los ámbitos de la vida social, el saber, la humildad, la solidaridad --como bien decía hace un momento el doctor Romero Apis-- y la hombría de bien, que profesa y promueve la Legión, nos exigen ser cada día mejores para servir el interés general.

Saludo también a los presidentes de los distintos Tribunales que hoy se encuentran aquí --que estoy seguro mantiene en buena parte ocupada la audiencia, ya que no están confiados en que ninguno de estos Tribunales el día de hoy esté girando alguna instrucción distinta a lo que es buena parte del interés de los abogados promoventes-- y lo hago también con todos y cada uno de quienes hoy ocupan esta mesa de honor, en especial con el Secretario de la Reforma Agraria del gobierno de la República.

Con muchos de ustedes he aprendido que todos estos valores que promueven la Legión, son especialmente relevantes en el terreno de la política, ya que sólo mediante esta actividad, en su sentido más noble, se puede transformar una realidad que hoy no es la que deseamos para México.

Tenemos ante nosotros el enorme reto de impedir que continúe el deterioro de nuestra vida institucional y de reivindicar la vigencia del estado de derecho, para al mismo tiempo lograr con esta la exigencia de reencontrar el camino del crecimiento económico, para generar empleos, para dar certidumbre jurídica y acceso a la justicia para la mayoría de nuestros compatriotas; y, sobre todo, poner por encima de todas las cosas, como valor irrenunciable, el respeto a la vida y la integridad de las personas.

Y es que los problemas de México --ustedes bien lo saben-- no se resuelven con el voluntarismo de improvisados o iluminados, mucho menos, como decía y bien, Jesús Reyes Heroles, con aquellos que “invocan una constitución, pero tienen por símbolo el sable y el despotismo”.

La solución parte de identificar, en forma colectiva, cuáles son las fórmulas para darle un nuevo rumbo a la Nación.

Habemos –y aquí hay muchos con quienes compartimos esta opinión-- quienes pensamos que se requieren reformas que den paso a una nueva gobernabilidad, que recuperen la seguridad pública y generen certeza jurídica, pero también crecimiento y empleo.

La Academia Nacional ha ayudado y mucho al Senado de la República a recorrer esta vía de las reformas. La reforma del Estado que se hizo ley tuvo mucho que ver con el apoyo de la Academia Nacional. La reforma Energética que se vivió y que transformó en buena parte a PEMEX y su estructura, también se debe en mucho a la Academia Nacional.

Por ello hemos aprendido que los partidos políticos están obligados a generar, hacia dentro de sí mismo, corrientes reformistas que están a favor de un modelo de desarrollo que recupere lo mejor de nuestra experiencia para volver crecer con base en un modelo propio, sin cerrarnos al mundo, pero confiados en nuestras capacidades y fortalezas.

En el Senado --y aquí se encuentran muchos de sus exponentes--, creemos en un modelo de desarrollo con un sistema educativo de calidad y excelencia, debidamente vinculado al aparato productivo.

Queremos un México en el que sea realidad la equidad social y disminuya en forma sustancial la pobreza y la desigualdad; con libertades y derechos garantizados --como bien aquí se decían a nombre de nuestra Universidad-- por un Estado fuerte y democrático; un régimen presidencial moderno y un Ejecutivo que base su autoridad en la incorporación de la pluralidad y el equilibrio democrático, y no simplemente en la inercia del híper-presidencialismo de otros tiempos.

Un Estado con órganos autónomos –estamos trabajando también en el Senado en varias de las reformas-- capaces de combatir los monopolios y generar certidumbre en la competencia económica; y un Estado fiscalmente sólido y transparente en el ejercicio de los recursos públicos, no simplemente buscando cómo recaudar sin saber a dónde gastar.

En fin, un México con una democracia productiva en sus resultados; y una mayor participación directa de los ciudadanos y responsabilidad de los partidos políticos frente a la sociedad y el interés público.

Este es el rumbo México, creemos muchos de nosotros que deben de buscar estas corrientes reformistas dentro de los partidos; que propongan construir y al que esté dedicada nuestra labor política y el esfuerzo institucional en cada uno de los espacios que ocupemos.

Esa es la ruta que queremos recorrer con el apoyo de la Academia Nacional. Es por ello que --y estoy seguro que así lo perciben muchos de mis compañeras y compañeros galardonados--, este estímulo y el reconocimiento de la Legión de Honor, nos hacen que hoy nos comprometamos a esforzarnos más para cumplir con todos estos deberes que la Nación nos exige, y con los que ustedes nos honran al otorgarnos la distinción que mucho agradecemos.

Muchas gracias.

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