Versión estenográfica del mensaje de la senadora Blanca María del Socorro Alcalá Ruiz durante los trabajos de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

SENADORA BLANCA MARÍA DEL SOCORRO ALCALÁ RUIZ: Muy buenos días tengan todas y todos ustedes.

Realmente para mí es un honor poder acompañar los trabajos de la Comisión Interamericana de Mujeres, de la CIM, de la Organización de los Estados Americanos, que es presidido precisamente por la excelentísima embajadora Carmen Moreno Toscano.

Aprovecho para felicitarla por el trabajo que a favor de la democracia y la necesaria inclusión de las mujeres, pues realizan los procesos de decisión de todo el continente.

Saludo también a quienes me acompañan en esta mesa principal, todas con una enorme experiencia y a quienes nos visitan desde distintas parte de todo el hemisferio de América Latina.

Sin duda, uno de los problemas de hablar, después de escuchar a quienes me han antecedido en el uso de la voz, es que poco queda que agregar frente a las explicaciones y exposiciones, todas con enorme experiencia que aquí han señalado.

De tal suerte que permítanme pues hacer una recapitulación de algunos de estos aspectos, pero, sobre todo, una analogía de lo que imagino debería ser el compendio de un libro sobre la participación de las mujeres en cualquier parte del mundo.

Estimo que, en primer lugar, tendríamos que poner un capítulo al que titularíamos “El largo camino a la igualdad”. Después las resistencias por compartir el poder, y finalmente la necesidad del empoderamiento y liderazgo, por cierto, destino de las mujeres. Por cierto, agregaría uno más, el que decía la magistrada Janice, sobre todo cuál es la ruta del cambio.

En ese sentido, les dije que el primer capítulo tendría que llamarse “El largo camino a la igualdad” y de verdad lo sostengo, porque mientras la comunicación y la conectividad han evolucionado de manera vertiginosa, hasta transformar nuestra vida cotidiana, hoy, al tener un dispositivo de cualquier sentido, vemos cómo ha cambiado el mundo, definitivamente en el caso de la igualdad para las mujeres el camino ha sido muy largo, a veces me parece sumamente largo y sumamente complejo y hay todavía muchos obstáculos qué vencer.

Desde el primer sufragio, por ejemplo, sin restricciones, que obtuvieron las mujeres en Nueva Zelanda en 1893 hasta la discusión de la paridad, ocurrida apenas hace unos tres años, ha transcurrido más de un siglo sin lograr desafortunadamente plenamente nuestros objetivos.

Por ello, sostengo que el camino ha sido largo y a pesar de que como también aquí se ha señalado, prácticamente el reconocimiento de derechos para las mujeres existe en todas las naciones del mundo, son pocos los países que incluyen el principio de paridad en sus sistemas políticos de representación.

En la región, ya lo han comentado, pues afortunadamente Ecuador, Bolivia y México lo han incorporado ya en sus legislaciones constitucionales; Costa Rica y Nicaragua en su legislación secundaria.

Pero más delicado aún es que a pesar del reconocimiento jurídico en distintos ámbitos, todos sabemos que para lograr la igualdad sustantiva, la igualdad real, falta mucho por hacer.

En México y en la región, desde hace ya algunos años, diputadas, senadoras, académicas, servidoras públicas, políticas, pues han colocado, no sin sortear dificultades, la agenda de las mujeres en el centro del debate.

En el ámbito legislativo, por ejemplo, la suma de esfuerzos ha diluido colores partidistas, fronteras ideológicas, lograr importantes avances, necesarios sí, suficientes, creo que no, pues el camino, insisto, en este sentido, ha sido además de largo, también sinuoso.

En México, por ejemplo, el próximo 17 de octubre apenas cumpliremos 64 de que en nuestro país se reconoció el derecho a decidir y participar en la construcción del rumbo de la nación. En Paraguay, el último país de América Latina fue precisamente hasta 1964 que se otorgó el derecho de las mujeres al voto.

En Guatemala, ya que están aquí algunas de las compañeras, también fue en ese año cuando entonces se reconoció plenamente. Antes sólo se les permitía a las mujeres letradas.

En los países de Oriente Medio, como Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Kuwait fue hace apenas unos años, en el 2015, la primera ocasión en que las mujeres pudieron hace ruso de este derecho.

En todos los casos, es cierto, las mujeres hemos encontrado aliados, pero también es cierto que son muchos más los obstáculos que aún faltan por sortear.

En México, como aquí ya se ha señalado, iniciamos con el reconocimiento de ser iguales ante la ley, pasamos por la inclusión de cuota, nos enfrentamos a la simulación de su cumplimiento, nos encontramos a las juanitas; también afortunadamente se encontraron, se dice “desaparecieron”.

Y después, en 2011 y en 2015, se lograron las resoluciones del Tribunal que emitieron criterios para la integración de fórmulas en la participación de género. Y finalmente, también en 2015, conquistamos la paridad aprobada en el Congreso de la Unión, sí por la mayoría; ¿pero qué creen? Tampoco por unanimidad.

En ese sentido, en el plano internacional la historia tampoco ha sido muy distinta. En el Parlatino, órgano que me honro en presidir, decidimos formular en coordinación con ONU Mujeres, la Ley Marco en materia de Democracia Paritaria.

Y en el momento de su aprobación, en la Asamblea General, también en el 2015, integrantes de diversas delegaciones de países caracterizados por amplias experiencias de alternancia en sus países, como es el caso de Perú; de liderazgos fuertes en el empoderamiento de las mujeres con Jefas de Estado, como Argentina, como Brasil, como Chile, y otros, identificados también por una amplia vocación democrática como Uruguay, mostraron algunos de los legisladores enormes resistencias.

Algunos se abstuvieron de votar, otros de plano votaron en contra. Y en las discusiones, en aquel momento y en sus Parlamentos, llegaron a sostener que nuestra condición de mujer no es suficiente para ocupar un cargo, que legislar en materia de paridad es trastocar la realidad de la democracia.

Olvidaron, al realizar su argumentación, el análisis que sostiene que efectivamente, no es nuestra condición de mujer lo que postula el derecho a constituir democracia paritaria; sino el reconocimiento mutuo de derechos entre iguales, lo que está en el fondo del debate y en la decisión de reconocer igualdad jurídica para todos, pero también para todas.

Es lamentable que en diversos sectores persista la idea de que nuestra condición de mujer nos exija someternos a un doble examen, como aquí también ya se señaló. Un doble examen de competencia, que en el caso de los hombres, por cierto, nunca es necesario.

Para nosotras, el desempeño de cualquier rol, en cualquier papel, exige demostrar que podemos, que nuestra sola condición nos hace avalar que efectivamente estamos preparados. A nosotros se nos exige, a los hombres desafortunadamente se les exime.

En el pleno Siglo XXI, cuando se trata de valorar el papel y el empoderamiento de las mujeres, parecería necesario que nosotras, insisto, hay que someternos a un doble filtro. Un doble filtro que por cierto, solemos asumir sin reparo.

Lo mismo es el papel de madre, que el de hija, que el de profesionista, que el de coproveedora. Además tenemos que ser exitosas, responsables y una larga lista de etcéteras, que por cierto, siempre estará sometida a ese escrutinio público de su cumplimiento, ya que viene incluida con la máxima de que debemos hacerlo, y debemos hacerlo muy bien.

En fin, por muchas circunstancias, hoy las sociedades –insisto– a las mujeres nos exigen, a los hombres les eximen.

Las sociedades democráticas en este sentido, tendrán que valorar una vez más el fundamento del reconocimiento entre iguales, seamos mujeres o seamos hombres.

Soy de la opinión que debemos en todos los campos, exigir por igual a ambos géneros: responsabilidad, rigor, inclusive experiencia, sensibilidad y competencia; porque las responsabilidades públicas, familiares, escolares o de salud, por ejemplo, hasta hoy, siguen siendo poco compartidas.

Creo que todas y todos estarán de acuerdo conmigo, no se trata de más, pero tampoco se trata de menos.

En fin, por lo hasta aquí referido, coincidirían conmigo en que a pesar de las resistencias, también hay avances; avances impulsados por las acciones afirmativas que se han promovido a lo largo de todo el mundo.

Sin embargo, como aquí también ya se ha señalado, en todos los casos son insuficientes. El récord, se ha referido en distintas oradoras, puede ser en ocasiones afortunado, en algunos de los países con algunas legislaciones progresistas, y en otras donde ha habido resistencias a tener legislaciones inclusivas, pues desafortunadamente sigue siendo aún no favorable.

Ciertamente en América Latina los análisis reportan que es la Región del mundo con mayor participación, pero también es muy desigual.

Es tan desigual que en algunas ocasiones tiene más del 53 por ciento, y en otras, no nos supera en el promedio ni siquiera el 19 por ciento, como sucede en 19 de los países de la Región.

Por supuesto en los otros planos, como es el Poder Ejecutivo, sobre todo a nivel local, pues sabemos, aquí ya refería en el caso de Perú, pero en general en toda la Región no supera el 10 por ciento la participación desde los gobiernos locales.

Y con esto nos vamos al siguiente paso, y es las resistencias por compartir el Poder.

Ya se ha referido también lo que implica la violencia política: entre más participan las mujeres, más es el hostigamiento al que son sometidas, y más, también, entre más altos son los cargos al que aspiran.

Muchas de quienes nos visitan, seguramente no conocen los casos que en México se han presentado y en donde afortunadamente el Tribunal Electoral ha sido un gran aliado.

Ha sido un gran aliado cuando se ha tenido que discutir las resistencias para que mujeres que han ganado sus elecciones de gobiernos locales en la sierra de Oaxaca, o en la sierra de Chiapas, definitivamente han sido obligadas a renunciar a sus cargos, o bien amenazas para que puedan retirarse de los mismos.

Recordaba, por ejemplo, mi propia experiencia cuando hace un año decidí participar para gobernar el quinto estado más importante de este país.

Se cuestionó desde mi situación de oriundez, como si ser mexicana no fuera suficiente derecho para aspirar a un cargo, hasta por ejemplo, que la propia autoridad electoral solamente convocaba, en su publicidad oficial, a elegir a un gobernador.

En fin, ejemplos, estoy segura, que muchas y muchos de ustedes tendrán de análisis de todo lo que no debe existir y de lo que tenemos que modificar.

Finalmente, concluiría mi intervención precisamente con el tema de empoderamiento y liderazgo, destino de las mujeres.

Estoy convencida que, efectivamente, no hay vuelta atrás, que no puede haber reversa en lo hasta aquí logrado.

Por el contrario, la Agenda 20-30 de Desarrollo Sostenible, adoptado por los jefes de Estado y de Gobierno, hoy incluyen en su objetivo número 5, la igualdad de las mujeres y el hombre para poder poner fin a todas las formas de discriminación contra las niñas y las mujeres.

Esto también debe de involucrar el ámbito político.

Refería, antes de iniciar esta conferencia, con quienes me acompañan en esta Mesa, que hace algunos meses –el 8 de marzo para ser exacto-, cuando en el Senado de la República se discutió la ley en la materia, relacionada con Violencia de Género, que hoy está en discusión en la Cámara de Diputados, y que afortunadamente aprobamos, me tocó presidir los trabajos.

En privado, prácticamente la mayoría de mis compañeros varones, todos se resistían a su votación, políticamente no podían esgrimir esto de manera pública.

Aunque en privado, siempre decían: “qué quieren las mujeres. Ya les otorgamos la paridad, ¿y ahora quieren que las protejamos? “Si están dispuestas a entrar en la política, la política es así. Que se aguanten”.

Como si efectivamente la manera en que observamos, la manera en que participamos, tenga efectivamente un doble código de conducta, para el caso de las mujeres.

Amigas y amigos:

Sé, insisto, que hoy el camino avanzado es importante, pero también, insisto, que es insuficiente.

La responsabilidad de las legisladoras, tendrá que seguir enfilándose hacia normas más estrictas: de los tribunales, hacia el cumplimiento de las mismas; pero de la sociedad en su conjunto, a poder construir verdaderamente democracias paritarias.

Democracias en donde, subrayo: sólo será posible si es de todos, cuando sea también para todas.

Muchas gracias.

Estoy a sus órdenes.