Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

SESIÓN SOLEMNE DE LA H. CÁMARA DE SENADORES, 

CELEBRADA EL JUEVES 9 DE FEBRERO DE 2017.

PRESIDENCIA DE LA SENADORA

BLANCA ALCALÁ RUIZ

La Presidenta Senadora Blanca Alcalá Ruiz: (12:34 horas) Se abre la sesión solemne del Senado de la República, convocada para conmemorar el Centenario de la Promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917.

La sesión solemne se desarrollará conforme al acuerdo aprobado por este Pleno el pasado jueves 2 de febrero.

Como parte de esta sesión solemne, rendiremos Honores a la Bandera.

Les solicito a las Senadoras y a los  Senadores, ponerse de pie y hacer el saludo a nuestra Bandera Nacional.

(Todos de pie)

(Se entona el Himno Nacional)

Les solicito mantenerse de pie para despedir a la Bandera Nacional.

(Todos de pie)

Como homenaje a los Diputados  Constituyentes de 1917, que en su totalidad han fallecido, les solicito que guardemos, puestos de pie, un minuto de silencio en su memoria.

(Todos de pie)

(Se guarda un minuto de silencio)

Muchas gracias.  

Sírvanse tomar asiento.

Queremos dar la bienvenida a esta sesión solemne a la doctora Patricia Galeana, directora general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.  

Bienvenida señora doctora

(Aplausos)

Señoras y señores Senadores: 

Como lo habrán notado, frente a este presídium, se encuentra una edición facsimilar del texto de la Constitución de 1917, este ejemplar se mantendrá en exhibición en el Senado durante el mes de febrero,  como parte del homenaje en el Centenario de su promulgación. 

Por otro lado, con base en el acuerdo aprobado, tiene la palabra el Senador Enrique Burgos, Presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales y representante de la Cámara de Senadores ante el Comité para la Conmemoración del Centenario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. 

Adelante, señor Senador Burgos. 

El Senador Enrique Burgos García: Ciudadana Presidente. 

Honorable Asamblea: 

En el crepúsculo de 1916, la ciudad de Querétaro, entonces declarada capital de la República, entre asombrada y expectante, recibía un puñado de mexicanos que provenían de todos los confines del país, no eran combatientes, eran hombres de paz, dispuestos paradójicamente a librar una batalla con el pensamiento y con la palabra libre; pluralidad de voces de un pueblo fatigado de tanto abrazo mortal. 

Sí era un pueblo y se sentía un pueblo, buscaban dar cauce a los reclamos y expresiones de la gran revolución social. 

Lo que resultaría de aquella asamblea plural, era impredecible, pero todos radicales, moderados, equilibristas, coincidían en poner fin a la lucha armada y sin celar un horizonte de largo aliento para la nación. 

Durante meses, aquella asamblea fue un incendio de pasiones, debates y serenas reflexiones que se resolvía en un documento, el más avanzado de su tiempo, síntesis de la historia patria, de sus aspiraciones diversas, de lo viejo y de lo nuevo. 

Al rendir homenaje a la Constitución de 1917 y en nuestros padres constituyentes, precisamente en el Centenario de su promulgación, no estamos recordando a un héroe, ni una gesta individual, sino un acontecimiento de creación colectiva, el más significativo en la vida de una comunidad que es el darse asimismo una Constitución. 

Ninguna Constitución como la de 1917 recoge la realidad mexicana tan puntualmente, ninguna modela mejor las aspiraciones populares. 

La Carta de Querétaro es por ello, original, y la originalidad no proviene entonces sólo de la incorporación y reconocimiento de derechos individuales y sociales, proviene de la audaz y exigente finalidad con que refleja el sentido de la nación. 

Nuestra Constitución asumió plenitud las decisiones políticas fundamentales: soberanía, división de poderes, sistema y forma de gobierno, reconoció derechos individuales y sociales, pero, sin duda, uno de sus aciertos mayores fue haber previsto su propia reformabilidad. 

Ello significó oportunidad para  advertir y conducir las transformaciones al impulso del tiempo y de la sociedad. 

En su centenaria travesía, incorporó entre otros, el reconocimiento pleno a los derechos humanos, como pilar de todo nuestro andamiaje jurídico. 

En el Centenario y complejo trayecto de nuestra Constitución también quedan los testimonios de nuestra pluralidad ideológica, étnica, lingüística, entre otros. 

Quedaron también las cicatrices profundas de la ocupación de tierras mexicanas por tropa extranjeras, hechos ominosos que nunca más volverán a ocurrir, y ya habían entrado el siglo XXI, el inevitable fenómeno de la globalización, que deja constancia de la caída de regímenes aparentemente invencibles, y con ello recomposición de una nueva geografía política mundial. 

Pero al propio tiempo, el asomo amenazante del exterior, nacionalismos dogmáticos, definiciones étnicas excluyentes,  envestidas a nuestros compatriotas, más claramente, la adversidad que muestra el gobierno de los Estados Unidos al que nunca se le ha regateado, como lo expresó el Presidente de la República, diálogo de respeto, franco, posición de entendimientos, con apertura, pero también  con dignidad.

Vale expresar con toda puntualidad nuestro aprecio pleno y reconocimiento cabal al gran pueblo norteamericano, al que le reiteramos nuestra admiración porque, en esencia, es el pueblo que contempló a Alexis de Tocqueville, porque compartimos principios e ideales.

Allá Adamson o Jefferson, aquí Morelos o Carranza; allá Abraham Lincoln, aquí Benito Juárez; allá Hemingway, aquí Octavio Paz; allá Abigail Scott, aquí Sor Juana.

En el actual diferendo tenemos que poner acento y énfasis en el marco constitucional, el Poder Constituyente Permanente.

En 1988 precisó los principios de nuestra política exterior, la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de las controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la igualdad jurídica de los estados, la cooperación internacional para el desarrollo, el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales, esa fue la definición y el mandamiento constitucional que se traduce o debe traducirse como política de Estado.

Es ello, precisamente, lo que ha concitado un sentimiento claro de unidad nacional y un respaldo al Jefe del Estado mexicano.

La sociedad mexicana sabe sopesar las circunstancias de unidad indispensable; quien afirma que son expresiones patrioteras lo hace por dolo, por mala fe, o simplemente por ignorancia.

Sin dogmatismos, sin ortodoxias, sin espejismos, sin ingenuidades, con respeto pleno a la diversidad, con tolerancia, pero con estricto apego a la ley y al sentir popular veamos el actual escenario mexicano como un reto formidable; pero también como la oportunidad para construir una unidad nacional de hondo calado, perdurable; reconociendo que subsisten desigualdades y contrastes, pobreza y desempleo; requerimientos para brindar oportunidades a los jóvenes sabedores que lo que hoy declara en riesgo a los Estados-nación es su incompetencia para vivir en democracia y en libertad, sus insuficiencias para responder a las legítimas aspiraciones de sus habitantes.

No temamos al futuro, siempre iremos más allá de nuestra rutina; iremos más allá de conformismos despojados de todo interés que nos paralice.

Ninguna circunstancia nos doblegará si cada entidad federativa asume su responsabilidad como instancia vigilante del bienestar de los suyos y del conjunto de la Nación.

Si cada uno de los poderes asume en toda su capacidad las tareas que la Constitución les asigna; si cada mujer y hombre mexicanos aportamos nuestra creatividad y nuestros mejores empeños; en fin, si somos capaces de apuntalar la unidad en torno a un Estado mexicano fuerte y emprendedor, no me refiero sólo al gobierno, sino al conjunto de elementos integradores del Estado mexicano contemporáneo.

La Constitución que hoy conmemoramos fue, en esencia, un gran acuerdo, sin duda el más importante acuerdo de nuestra historia.

En este Senado republicano seamos también capaces de diseñar y construir el entendimiento y el acuerdo para, en lo fundamental, cimentar un gran acuerdo por la unidad nacional, ese será el mejor homenaje a nuestra centenaria Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

¿Cómo aprender de nuestro devenir en el tiempo?, ¿cómo oponerse al torrente de la historia?

No hay razón alguna para desprendernos de nuestros orígenes, nuestra historia no puede desandar los valores políticos alcanzados, ni alejarse de las profundas raíces que nos identifican.

Nuestra Constitución no ha envejecido, sus principios perviven aunque las formas de asegurar su cumplimiento cambien; es la nuestra una Constitución viva y dinámica, es la síntesis de las reivindicaciones que demandó la revolución social, la Revolución Constitucionalista y el Ejército Constitucionalista del que hoy son dignas herederas nuestras Fuerzas Armadas.

En este febrero de 1917, como lo hicieron hace cien años nuestros forjadores constituyentes, allá en el Teatro de la República, hoy también sede senatorial, hacemos de esta nuestra Asamblea una Asamblea de la memoria, del compromiso y de la esperanza.

Muchas gracias

(Aplausos)

La Presidenta Senadora Blanca Alcalá Ruiz: Conforme al acuerdo de esta Mesa Directiva, damos paso a las intervenciones de los Senadores y de los grupos parlamentarios.

Por acuerdo de la Mesa Directiva, tiene el uso de la palabra el Senador Manuel Cárdenas Fonseca, hasta por cinco minutos.

El Senador Manuel Cárdenas Fonseca: Con el permiso de la Vicepresidencia, que por acuerdo de la Mesa Directiva preside esta sesión solemne.

Compañeros legisladores mexicanos:

Refrendando lo dicho, por quien me antecedió en la palabra, debo de advertir que en mi persona, la convicción de vivir con orden y respeto bajo el imperio de la ley es una premisa insoslayable que debo de tener presente en cada acto de vida, sea en mi conducta personal, o bien en el ejercicio de mi desempeño profesional, sin desconocer a la justicia en la que debemos ponderar el bien colectivo sobre el interés personal.

Hoy estamos aquí para conmemorar el centésimo aniversario de la Promulgación de nuestra Constitución Política.

Este espacio legislativo es propicio para dar cuenta de que siempre se debe de tener esperanza en que la ley se anteponga en su razón y la justicia, ante cualquier amenaza que se le presente.

Con mi participación para conmemorar el Centenario documento se da cuenta de que siempre hay espacio para los acuerdos, de que se puede transitar en el camino de la ley por sinuoso que se nos presente el mismo y las trampas que se nos pongan hacia adelante.

Que nos pongan, en ese afán planteado, con el carácter y nuestra mexicanidad, con la sobriedad de la razón y la justicia, enfrente de quienes adviertan amenazas a nuestra sociedad y a nuestra patria.

En mi expresión sin dilación partidista, doy cuenta de que tenemos un lugar común como pueblo y como nación.

Que es nuestra historia, que son nuestras raíces, que es nuestra civilidad y nuestro avance democrático, que los derechos de aquellos, también son los propios, que no lastimamos, pero tampoco permitimos que se nos ofenda.

En nuestra vida cotidiana, en el día a día damos cuenta, aquellos quienes hemos visto o trastocado nuestros derechos, que en esta Patria, quien busca la solución del camino de la ley la encuentra.

Así fue cuando algunas personas quisieron conculcar mis derechos para que rindiera la protesta de ley que, hoy me tiene aquí ante la sociedad mexicana, ante ustedes compañeros y ante el mundo.

Pero fue el interés del Presidente de la Mesa Directiva y de quienes la integraban, y de un servidor de que participáramos y viéramos el camino de la ley.

No nos equivocamos, y en lo personal hube de esgrimir la Constitución y las leyes que de ella emanan y la autoridad competente, dio cuenta de que en nuestra Patria, a pesar de las violaciones que pudiéramos enumerar, sí existe Estado de derecho.

En esta conmemoración y para honrar a nuestra Carta Magna, reitero la protesta que hice en este recinto de guardarla y hacerla guardar; a ella y a las leyes que de la misma emanen.

Ciertamente el problema de nuestra Constitución, pudiera no estar en sus reformas, sino por el contrario. Es que no se aplica a cabalidad.

Y en ese despropósito, hemos ensanchado la brecha de la desigualdad que hoy divide a algunos mexicanos.

No hemos sido justos, no nada más en su aplicación, en su interpretación, sino tampoco en el propósito del Constituyente.

Y el que en otros países también suceda eso, no debe de ser nuestro confort y en lugar en el que debemos de justificar nuestros errores.

Para nuestra fortuna, la sociedad mexicana ha cambiado y no tiene porqué tolerar justicia e impunidad selectivas que son origen y causa de una corrupción galopante que nos lacera, daña y ofende.

Pero honrando el compromiso de la razón de ser de este espacio-intervención de un servidor que no tiene filiación partidista y de una compañera que teniendo la, no tiene grupo parlamentario, a pesar de que el Congreso de la Unión pareciera en ocasiones más de partidos que de legisladores, expreso las palabras de nuestra compañera Martha Angélica Tagle. 

Cito: “Sin soslayar el carácter de avanzada de la Constitución de 1917 y el Nuevo Pacto Social invisibilizó a las mujeres, reconocemos que desde la Constitución del 24 hasta la del 17 en los cuerpos normativos la ausencia de las mujeres es evidente” 

Movimiento Ciudadano es uno de las voces de académicos como Diego Valadez, Pedro Salazar y Héctor Fix Zamudio quienes han planteado a la urgencia de una revisión que nos lleve a la Constitución los principios y mecanismos para que los derechos se hagan garantizados y exigibles por la ciudadanía.

Quiero insistir que para avanzar como sociedad tenemos que hacerlo mujeres y hombres, juntos; es momento de que se reconozca que cuando la mujer avanza, el hombre no retrocede. Crecen juntos, termina la cita. 

Mexicanos: Ya es tiempo de que dejemos de hacer conmemoraciones como simples actos de júbilo y alegorías para convertirlos en acciones y realidades para que la Constitución siga vigente, y no solamente en el papel, sino en la vida de todos los mexicanos.

Es en momentos como éste en los que con nuestras conductas debemos honrar la palabra comprometida, actuar con el ejemplo y cumplir a cabalidad con nuestras obligaciones, ejerciendo nuestros derechos a plenitud sin conculcar los de los demás.

Seamos verdaderos hombres libres, vivamos con orden y respeto en el imperio y bajo el imperio de la ley, que es lo que origina el bien común. 

Porque en un mundo con sociedades diversas y realidades cambiantes, hoy es absolutamente válido y vigente recordar el pensamiento del constituyente que se refleja en el cuerpo de la Constitución del 17.

El pensamiento de un México libre, digno y soberano que inclusive en el mismo nos da las herramientas para que defendamos esa libertad y nuestra dignidad de inclusive para el  logro de ello podamos aventurar hasta nuestra vida, sin ser mezquinos, pero sabedores que el derecho que le asiste a otros también es el propio.

Mexicanos: En sociedades que son interdependientes y en sociedades que hacen propios pensamientos universales la sociedad mexicana cada uno de los mexicanos  desde la trinchera en que se encuentre hacemos propio el pensamiento de León Felipe, y, le decimos al mundo: Que  los mexicanos vamos con la rienda tensa y refrenando el vuelo, porque no importa llegar primero, y solos, sino  con todos y a tiempo.

Lo que en otro tiempo fue patria de aquellos, hoy lo son de los presentes. A nadie le permitiremos que nos regateen nuestros derechos y nuestras libertades, y seguiremos pugnando por vivir en un mundo pacífico que nos honre como personas, que nos honre como humanos, y que nos dignifique como raza.

Es cuanto.

(Aplausos)

La Presidenta Senadora Blanca Alcalá Ruiz: Gracias señor Senador. 

Tiene ahora el uso de la palabra el Senador Manuel Bartlett Díaz, coordinador del grupo parlamentario del Partido del Trabajo.

El Senador Manuel Bartlett Díaz: Con su venia, señor Presidenta.  

Esta sesión solemne conmemorativa del Centenario de la Constitución de 1917 puede constituir un reconocimiento al extraordinario proceso de concreción de las demandas de las clases populares combatientes, la creación del constitucionalismo social, y asumir  los valores originales o simplemente reconocerlo o como ocurrió en el Teatro de la República el día 5, con la simulación ideológica del Ejecutivo, la más impúdica y falsa presentación como heredero de esa gesta histórica y de su proyecto de Nación en búsqueda de una legitimación que zozobras no generen. 

Aquí, precisamente aquí en este salón, se ha producido en cuatro años la más profunda contrarreforma constitucional, las reformas estructurales en un proceso inverso al de la revolución, el acuerdo popular del PRI, PAN y PRD con el Ejecutivo, que anuló la división de poderes, y el Judicial omiso en exigir constitucionalidad al Congreso. 

Acuerdo antidemocrático traiciona respectivos electorados bajo la tutela de organismos internacionales, particularmente la OCDE, contubernio que conformó una mayoría ficticia, ilegítima, que facilitó el injerto constitucional de textos antitéticos a los valores esenciales de 1917, diciéndose falsamente: continuadores del proyecto nacional trastocado. 

La Constitución de Querétaro, concreción de la revolución, fue el instrumento del cambio social conquistado popularmente, destacadamente en sus artículos 3º, 27, 123, que imprimieron un sentido social y nacional al ordenamiento jurídico y a la vida política, económica y social del país. 

Es verdad que esa Constitución produjo el presidencialismo mexicano como reacción a la fragmentación de 1857, y otras consecuencias negativas, pero asumió, como fuentes de legitimidad, la visión social de la vida política y la dignidad nacional. 

Los significados sociales y nacionales de 1917 comenzaron a trastocarse y menoscabarse en los años 80 del siglo pasado. 

En neoliberalismo económico introdujo abruptamente cambios sin ninguna consulta a la ciudadanía. 

En el sexenio de Salinas, liberalización del régimen jurídico de la tierra, del sentido social y nacional de la educación, de las relaciones Iglesia-Estado, la soberanía y autodeterminación económica del país fueron sustituidas por principios y reglas constitucionales que han minado las bases del Estado-nación y del estado de bienestar. 

La elite política y económica aceptó sin condiciones el modelo neoliberal impuesto. Correspondía, creyeron, a sus intereses oligárquicos.

De Zedillo a Calderón se acentúo la visión neoliberal y el desmantelamiento de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, gobiernos que vulneraron sistemáticamente la independencia nacional. 

El Estado mexicano ha cedido soberanía económica, política y jurídica al exterior, vía acuerdos comerciales y peligrosamente de seguridad nacional. 

México es hoy severamente dependiente, y los derechos sociales en vías de extinción: Se privilegia a la educación privada sobre la pública; se alienta el outsourcing. 

Los sindicatos independientes son debilitados. 

Se privatiza la electricidad, hidrocarburos, agua, costas y playas, los espacios públicos y comunes en las urbes. 

La brecha de desigualdad social se extiende y millones de jóvenes carecen de esperanza sin acceso a educación y al empleo. 

Las reformas estructurales han conformado un régimen político económico y jurídico, es elitista y extranjerizante. 

Las reformas constitucionales educativas, fiscales, electorales, energéticas, penales, etcétera, son la antítesis de la letra y espíritu de la Constitución de 1917. 

Hoy, merced a continuidad del Pacto por México, el Congreso, este Senado, obsecuentemente legisla a crítico conforme a la voluntad del Presidente, y este a su vez conforme a los intereses del gobierno norteamericano y los mandatos inviolables de los organismos internacionales. 

El Poder Judicial deviene en una salvaguarda del régimen neoliberal. 

Se destruye el federalismo, aquí en este recinto, el federalismo, concentrando al poder en el Presidente que acata la recomendación externa de la militarización del país, militarización del país, realidad atroz, que con su letalidad pulveriza la vida de miles de mexicanos, y amenaza hoy con nuevas legislaciones para el futuro. 

La oligarquía nacional celebra las reformas estructurales como modernización que nos permiten, dicen ellos, el entendimiento con el primer mundo y los organismos internacionales. 

En realidad, porque favorecen sus intereses económicos a la corrupción que enriquece a unos cuantos, pero sometidos con migajas al mandato de las trasnacionales. 

El constitucionalismo liberal es antidemocrático, los ciudadanos no participan en los asuntos que les afectan,  no participan aprobando los tratados comerciales de seguridad que nos supeditan a los intereses foráneos. 

No se les pregunta si están de acuerdo en la privatización de los recursos naturales, se les veda el derecho a la consulta, previsto en el artículo 35, fracción VIII de la Constitución. 

Los ciudadanos participan, sí, en los procesos electorales, pero sus resultados han sido manipulados por el poder mediático y económico, oligarquía, no democracia, oligarquía, no democracia. 

Los partidos políticos han perdido su contenido ideológico en componendas y alianzas cínicas sin más fines que el poder y la repartición de beneficios desprestigiados, el pueblo los rechaza, statu quo a ultranza, dado que las reformas que prosperan son las que no ponen en riesgo la estructura del poder económico en México y en el mundo. 

Hoy al conmemorar la Constitución de 1917 es evidente que su falsificación neoliberal nos ha llevado a la incapacidad del Estado, disminuido al interior, sometido al exterior de cumplir con su responsabilidad nacional y la defensa de sus intereses. 

Ahora bien, para quienes creen en los valores neoliberales injertados, lo auténtico y lo legítimo sería asumirlos hacia el pueblo de México, sí, reconocerlos, defenderlos, eso sería lo honesto, pero la hipocresía que rodea estas conmemoraciones no anuncia ni la sinceridad de los neoliberales ni la recuperación de un Estado quebrado económica y socialmente, ni el cambio de rumbo, la Constitución parchada, deformada, es camisa de fuerza que impide la regeneración nacional frente a la corrupción. 

La superación de la pobreza endémica impuesta por el modelo neoliberal y la construcción de la fortaleza también impedida de la construcción de la fortaleza democrática y social que requiere la salvación de una nación sometida, saqueada ,que impide también el rescate de la soberanía, que impide el rescate de la soberanía, expoliada, saqueada, que impide también el rescate de la soberanía enajenada de la unidad en una nación fracturada por el abandono de lo social, que impide también la reconstrucción en la fuerza nacional indispensable para el auténtico desarrollo del pueblo de México. 

Muchas gracias, Presidenta. 

(Aplausos)

La Presidenta Senadora Blanca Alcalá Ruiz: Gracias, señor Senador. 

Tiene ahora el uso de la palabra el Senador Carlos Alberto Puente Salas, coordinador del grupo parlamentario del Partido Verde Ecologista de México. 

El Senador Carlos Alberto Puente Salas: Muy buenas tardes. 

Con la venia de la Presidencia. 

Saludo con mucho gusto a las amigas y a nuestros amigos que nos siguen en esta sesión solemne a través del Canal del Congreso y por las redes sociales. 

Muy buenas tardes, compañeras y compañeros Senadores. 

En México y en el mundo estamos viviendo una época de cambio, hay un choque entre las fuerzas del pasado y las tendencias del futuro, entre el proteccionismo y apertura comercial, entre levantar muros y construir fronteras del siglo XXI, entre negar los retos de la globalización o enfrentarlos de forma conjunta. 

Ante estos momentos de incertidumbre y complejidad que la Constitución de 1917 sea punto de unión y no de desencuentro, que sea nuestra hoja de ruta para enfrentar estos retos. 

En 1917 nuestra Constitución surgió de la Revolución Mexicana, considerada la primera revolución del siglo XX. En el proceso de redacción convergieron liberales y revolucionarios para redactar una norma fundamental progresista para su tiempo. Nos enseñaron que unidad y pluralidad son fundamentales para construir y reconciliar a nuestra Nación.

Así, los Constituyentes de 1917 sentaron las bases para construir el México del siglo XX.  Cien años después conmemoramos esa misma Constitución, pero renovada, para responder a los retos que plantea la Cuarta Revolución Industrial.

Compañeras y compañeros Senadores:

Hace no muchos años, una parte del mundo experimentó una efervescencia ciudadana que provocó el derrocamiento de algunos regímenes políticos. 

Los avances tecnológicos y las redes sociales jugaron un rol importantísimo, a través de ellos, Occidente se enteraba prácticamente en el momento, de lo que ocurría, en lo que se denominó la primavera árabe o las Revoluciones Democráticas.

A la par de estos cambios potenciados por las redes sociales y la tecnología, en México se gestaba un movimiento ciudadano, un movimiento contundente, las y los mexicanos se organizaron para exigir la solución a uno de los temas que más preocupa, el combate a la corrupción.

Así, rumbo al Centenario de la Constitución de 1917, ciudadanos organizados, académicos, especialistas, empresarios, funcionarios del Ejecutivo, integrantes del Poder Judicial y Senadores, trabajamos en equipo y en unidad, para construir lo que hoy se conoce como el Sistema Nacional Anticorrupción, un sistema en el que los ciudadanos participaron no sólo en su diseño, sino que también presidirán y vigilarán su correcto funcionamiento.

El Sistema Nacional Anticorrupción, junto al Sistema Nacional de Transparencia, son unas de las reformas constitucionales más trascendentes de la historia reciente de nuestro país.

Por ello, en esta sesión solemne, destaco precisamente dicha unidad de las y los mexicanos para modernizar nuestra Constitución Política, para crear y fortalecer nuestras capacidades institucionales y para definir el rumbo de nuestra Nación hacia el futuro.

Esta unidad, este trabajo en equipo, este trabajo conjunto entre ciudadanos y los poderes del Estado, guiado por el formato de parlamento abierto, se dio también para que este Senado discutiera y aprobara otras reformas de gran trascendencia, como lo son la educativa, la de competencia económica, la de telecomunicaciones, la energética, la político-electoral, financiera, laboral e incluso justicia cotidiana.

En unidad, ciudadanos y legisladores hemos logrado grandes cambios, así, además de homenajear a los Diputados Constituyentes por su aportación, tenemos que reconocer que la conmemoración por el Centenario, también concierne a nosotros, al Senado de la República, que ha reescrito y actualizado la norma fundamental. 

Sin duda alguna, la LXII Legislatura, es histórica, hay quienes podrán tener su propia opinión, y aquí vienen a diferir de lo que he expresado. 

Pero aquí en este Senado de la República respetamos el libre pensamiento, eso es lo que hace grande a este Senado de la República, eso es lo que hace grande al Constituyente Permanente, y eso es lo que respalda las decisiones y las modificaciones a nuestra Constitución, la mayoría calificada, que se toma y con la cual se ha reformado nuestra norma fundamental.

Amigas y amigos.

Compañeros:

Nuestra Constitución, hoy al igual que hace 100 años, es el referente histórico de una comunión en la que los mexicanos encontramos origen, justificación, sentido y rumbo. Es el punto de encuentro de los derechos de corte liberal, de los derechos sociales y de la progresividad y convencionalidad de los derechos humanos.

La Constitución es nuestro proyecto de Nación, ella nos recuerda nuestro pasado y nos proyecta hacia el futuro, hacia el futuro que ha decidido la mayoría en el Constituyente Permanente, y la mayoría de las mexicanas y de los mexicanos.

Por lo mismo, en el Centenario de nuestra Constitución Política, el Partido Verde refrenda su compromiso con la promoción y defensa de los principios constitucionales, de libertad, igualdad, justicia, universalidad de los derechos humanos, soberanía nacional y convivencia pacífica entre las personas y las naciones. 

Dejemos atrás el encono, la división, la desinformación y el dogmatismo. 

Hoy, hoy debemos sumar esfuerzos para mandar al gobierno de Estados Unidos y al mundo entero un mensaje claro, potente. 

México, México está unido en torno a sus principios y valores constitucionales, unidos defenderemos nuestra Constitución y enfrentaremos los grandes retos de nuestro tiempo, unidos somos más fuertes, es por México. 

Muchas gracias. 

(Aplausos)

La Presidenta Senadora Blanca Alcalá Ruiz: Gracias, señor Senador. 

Toca el turno del uso de la palabra al Senador Miguel Barbosa Huerta, coordinador del grupo parlamentario del Partido de la Revolución Democrática. 

El Senador Miguel Barbosa Huerta: Saludo a todas y a todos ustedes, congresistas, parlamentarios, hombres de instituciones que hacen posible el funcionamiento de la República, los saludo con respeto. 

La Constitución de 1917 se promulgó en un país que olía a pólvora, de la lucha revolucionaria, en medio de una economía devastada por la guerra  y ante amenazas extranjeras, con el paso del tiempo se percibe el gran trabajo de los Constituyentes de 1917, gracias a su labor, un país prácticamente analfabeta y fundamentalmente rural hizo posible una de las constituciones más avanzadas del mundo. 

La Constitución fue un texto revolucionario de gran valor, sin embargo, la sociedad mexicana ya no es la misma, ha evolucionado, como ha evolucionado el mundo. 

Tenemos una sociedad con convicción democrática, cuyo desarrollo no necesita pólvora, sino diálogo, acuerdos y consensos. 

La Constitución, nuestra Constitución debe ser el reflejo de esa sociedad. 

Señoras y señores, ¿qué hemos hecho con nuestra Carta Magna en un siglo?

¿Se han cumplido los anhelos y los sueños ahí plasmados?   

Son preguntas. 

Si bien, nuestra Constitución se ha modificado para ampliar derechos y ponerla en sintonía con los nuevos tiempos, varias de las reformas constitucionales se han impuesto por mayorías parlamentarias para satisfacer intereses particulares o de poderes fácticos, en contra del interés público y en medio del rechazo de la sociedad. 

El resultado, más de la mitad de la población y la pobreza, y una sociedad desigual, una economía estancada, pérdida de soberanía, corrupción gubernamental  e inseguridad. 

Por ejemplo, modificar la Constitución para beneficio de unos cuantos, tuvo como consecuencia una reforma energética malograda, la privatización de nuestro petróleo, la quiebra de Pemex y de la Comisión Federal de Electricidad. 

Otro ejemplo, la reforma al artículo 27 para posibilitar la privatización del ejido no trajo la prosperidad de los campesinos, sino la devastación del campo, aumento de la migración y pobreza. 

Lo digo con toda responsabilidad, en este siglo se ha intentado matar el alma de nuestra Constitución de 1917. 

Los mismos que han modificado la Constitución a su antojo, también se han opuesto a cambios para que la rendición de cuentas y la trasparencia lleguen a los nichos más altos del poder.

Se han opuesto a definir con claridad la laicidad del Estado, han intentado regatear las libertades individuales e impedir nuevas estrategias en el combate a la inseguridad.

¿Qué le depara el futuro a nuestra Constitución? Es pregunta.

¿Seguiremos acaso engrosando la lista interminable de reformas dictadas desde el Ejecutivo o desde los poderes fácticos y aplicados por simples mayorías parlamentarias?

Considero que a cien años de su promulgación y después de más de 600 reformas no basta ya con reordenar, reorientar o pretender hacer coherente el texto vigente, es necesaria una nueva Carta Magna que restaure el constitucionalismo social instaurando un verdadero Estado social y democrático.

Un Estado constitucional basado en el derecho del trabajo, al salario, al salario remunerador; respecto a la dignidad humana y prevalencia del interés nacional con valores de responsabilidad y solidaridad como instrumentos de igualdad y justicia social para frenar la acumulación de riqueza y privilegios excluyentes, desde luego con pleno respeto de los derechos de propiedad, libre empresa y libertades individuales.

Necesitamos que la nueva Constitución emerja de un amplio acuerdo nacional, de un nuevo pacto social que logre el consenso y compromiso de elaboración y aplicación, no solo del Ejecutivo, no sólo de los partidos y de los grupos parlamentarios, sino de la ciudadanía y de todos los sectores de la sociedad, como la mejor garantía de legitimidad y efectividad de su contenido normativo.

Necesitamos construir un sistema constitucional de derechos fundamentales con esencia y dimensión social, que no sólo tenga un carácter formal, declarativo y programático, sino que éstos mandatos sean imperativos y directos con vigencia vertical y transversal efectiva, para que su cumplimiento, material, vincule y condiciones la actividad de los poderes y entes de los tres niveles de gobierno para alcanzar la satisfacción de las necesidades sociales.

Economía de mercado, sí, con sus características de propiedad privada, libertad de empresa, iniciativa privada fuerte, pero también rectoría del Estado desplegando políticas públicas, redistributivas con contenido humano y social para corregir excesos individuales y colectivos.

Gracias, Luz María, por atender mi discurso.

Se necesita una nueva Constitución para lograr un modelo solidario de desarrollo humano sustentable, alternativo al modelo actual, que centre al bienestar de la población como fin armonizando los intereses de la sociedad, la naturaleza y el mercado.

Un nuevo Estado social de derecho, cimentado en la solidaridad colectiva, equidad social y eficiencia productiva como la alternativa de una organización jurídica y política para garantizar el bienestar de la población a partir del ejercicio de derechos fundamentales.

Se debe de establecer un catálogo amplio, abierto y progresivo de derechos; obligaciones y garantías que incluya, entre otros, el derecho a la alimentación, el derecho al trabajo y a un salario remunerador; el derecho a la propiedad y libre empresa; el derecho a la integridad psíquica y física; el derecho a la igualdad y a la no discriminación; el derecho a la libertad de conciencia; el derecho a la información y a la libertad de expresión; los derechos de las mujeres; los derechos de los niños, niñas y adolescentes; el derecho de los pueblos indígenas; el derecho a la intimidad y derechos sexuales y reproductivos; el derecho a la garantía de audiencia al debido proceso; el derecho a un medio ambiente sano y sustentable; los derechos de participación política; el derecho a la educación; el derecho a la salud; el derecho a la seguridad y previsión social; el derecho a la vivienda; y el derecho a la cultura y a los derechos colectivos.

La efectividad de un sistema constitucional garantista, exige igualmente transformar el paradigma de la democracia puramente representativa de una participación real, permanente, pluralista y solidaria.

Necesitamos una Constitución para el México del siglo XXI, una Constitución para la sociedad de hoy, no para el poder; una Constitución que sea nuestro nuevo pacto social.

Señoras y señores:

Hace un siglo en el Teatro de la República, en la ciudad de Querétaro, el Diputado Luis Manuel Rojas, Presidente del Congreso Constituyente en la sesión solemne de clausura, dijo, refiriéndose a Venustiano Carranza: “Me cabe el honor de poner en vuestras manos la nueva Ley Suprema de esta tierra, dando a usted la seguridad de que todos nosotros, de hoy en más, donde quiera que nos encontremos y cualquiera que sea las circunstancias, seremos sus más celosos defensores, estando dispuestos a cumplirla y respetarla como el emblema sagrado a cuyas sombras gozará mañana la libertad de paz y bienestar del pueblo de México”.

Termino, ante esta cita centenaria surge una pregunta más, ¿Los hombres del poder, los gobernantes de México, habrán defendido, cumplido, y respetado a lo largo de 100 años el texto original de esta Constitución de 1917? Mi convicción es que no.

La libertad, la paz y el bienestar del pueblo de México siguen siendo asignaturas pendientes.

Muchas gracias.

(Aplausos)

La Presidenta Senadora Blanca Alcalá Ruiz: Muchas gracias, señor Senador.

Adelante, señor Senador.

Tiene el uso de la palabra el Senador Fernando Herrera Ávila, coordinador del grupo parlamentario del Partido Acción Nacional.

El Senador Fernando Herrera Ávila: Ciudadanas Senadores y ciudadanos Senadores de la República. 

Honorable Asamblea. 

Señoras y señores:

Hemos asistido a las conmemoraciones del Centenario de la Promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917.

Como Senadores de la República tenemos el privilegio y la responsabilidad de formar parte a esta hora tan importante y compleja para Nación.

Independientemente de faros ideológicos, nuestra Constitución es una guía de lo que somos y lo que queremos ser como país.

La Constitución conforma los sentimientos que como Nación poseemos.

Destacamos también la forma de un pacto entre los ciudadanos para darse una nueva forma de gobierno garante de estabilidad y democracia.

Y hemos insistido, a su vez, en que nuestra Constitución es el documento que expresa el proyecto de país que los mexicanos deseamos con sueños y con aspiraciones.

También debemos resaltar que la Constitución ha sido el instrumento que ha guiado la ruta hacia la modernización del país en los siglos XX y XXI, y que en él, se han registrado como normas generales los cambios que la voluntad popular ha dictado.

No es casual que la Constitución Mexicana promulgada en Querétaro, hace 100 años, haya cumplido ese múltiple papel en nuestro país, pues la construcción de la legalidad constitucional ha sido el hilo conductor de nuestra historia, no sólo ha sido el contrato social a la manera de Rousseau ni el pacto de reglas básicas de los modelos políticos de otros países.

Nuestra Constitución representa síntesis histórica, pacto revolucionario, diseño republicano y programa de acción del Estado mexicano.

La Carta Magna que nos dimos en 1917 se ha reconfigurado porque el país también se ha reconfigurado, y la voluntad popular ha determinado que se profundice en normas básicas, libertades, derechos e instituciones. 

Por eso fue necesario abrir paso a las grandes reformas para construir nuestra democracia electoral, también las reformas para darle claridad a la conducción de la economía y para garantizar los derechos humanos y el acceso a la justicia.

Incluso, las llamadas reformas estructurales de los últimos años se inscriben en ese proceso de profundizar y precisar el proyecto de país que los mexicanos deseamos modelo republicano, democracia política, libertades individuales, derechos humanos inalienables y derechos sociales irrenunciables.  Así, como el entramado institucional de nuestro país.

Vale la pena recordar que en muchas ocasiones nuestro país ha tenido que enfrentar agresiones, chantajes, presiones e incluso invasiones extranjeras. 

Por eso no es casual que en nuestra Constitución se hayan definido con toda claridad las instituciones que tienen la responsabilidad y el mandato de defender la independencia y la soberanía nacional. Ello no es una opción ni tampoco una decisión personal de quienes ocupan e integran los poderes de la unión, es un mandato constitucional, un imperativo del cual venturosamente nuestra historia tiene ejemplos brillantes.

Desde la obcecación patriota de Juárez, la brega de eternidad de Gómez Morín hasta los pasajes de Cárdenas y López Mateos.

México hoy vive una encrucijada de su historia tanto por las circunstancias internacionales como por los problemas internos que obligan a que nuestro país y todas sus instancias públicas tomen decisiones trascendentales. 

Tienen mucha razón las voces que nos dicen, que México no puede depender ahora de un solo hombre, y que no requerimos un salvador de la patria, y que la unidad nacional no se construye alrededor de una persona o un intento de Mesías.

La Carta Magna nos señala un principio básico para nuestra arquitectura política; la soberanía nacional radica esencial y originalmente en el pueblo; todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste.

El México del presente y del futuro depende de que los órganos depositarios de la soberanía popular actúen con responsabilidad, inteligencia y patriotismo.

En esta encrucijada de la historia la gran interrogante es, ¿de qué manera, en pleno siglo XXI,  ante un mundo globalizado se sirve mejor al interés nacional del pueblo de México?, las respuestas las encontramos  en la Constitución.

Por un parte, hay que consolidar y hacer más fuerte nuestra independencia, es decir, evitar todo aquello que pueda comprometer o debilitar la soberanía y la autodeterminación de los mexicanos en nuestro país.

Pero ello también implica que las instituciones políticas y poderes públicos deben de cumplir con su obligación de velar por el bienestar, garantizar sus derechos y trabajar por el progreso y la dignificación constante de las condiciones de vida de todos los mexicanos.

Siguiendo el mandato constitucional no debemos dudar, en el ámbito de las relaciones internacionales ante una relación que ha hecho crisis por causas ajenas a la voluntad de los mexicanos la soberanía nacional y  los intereses nacionales deben defenderse, en primer lugar, velando por los derechos inalienables de nuestros connacionales que viven, trabajan y estudian en Estados Unidos, así como en el resto del mundo.

Además, debemos  lograr que nuestro país dependa menos de voluntades unilaterales, hay que aprender la lección, y si hoy por decisión de nuestro vecino y principal socio comercial, se nos orilla a replantear nuestras políticas comerciales y relaciones internacionales, hagámoslo con inteligencia, con prudencia y con audacia. 

El reacomodo comercial en América del Norte y tal vez en el mundo, es inevitable. 

El gobierno de la República debe buscar que no se lastime a nuestra economía, pero de ninguna manera aceptar condiciones indignas, ofensivas y abusivas. 

Estamos obligados recordar lo ya dicho: “Con responsabilidad republicana hemos construido reformas constitucionales de gran calado para modernizar la economía, la educación, nuestra democracia, las telecomunicaciones, la impartición de justicia, las políticas en materia de energía, las relaciones laborales y las finanzas del país”, más ese esfuerzo de actualización legislativa hay que aceptarlo, aún no se ha reflejado en resultados concretos a favor de los mexicanos. 

Y es que debemos de ser claros y congruentes para hacer realidad los compromisos sociales de la Constitución y concretar los sueños de tener una patria soberana, libre, feliz. Hace falta lograr mejores gobiernos, eficientes y responsables. 

La gran reforma que hace falta a nuestra Constitución es la correspondiente a nuestro modelo político republicano, y seguramente será un debate público, político, legislativo de los próximos años. 

La segunda vuelta electoral no tiene por qué rehuirla el gobierno, y los que se denominan progresistas, no tienen por qué temer a los gobiernos de coalición. 

De lo que no hay duda, es que las actuales instituciones a cargo de los poderes del Estado, están obligadas a garantizar que los viejos lastres de la corrupción, la impunidad y la opacidad ya sean erradicados de la vida pública. 

Es impensable elegir un Fiscal Anticorrupción si antes no se le dota de autonomía plena, modificando la ley y garantizando autonomía constitucional. 

No se trata de tender cortinas de humo. 

No se trata sólo de aprobar una Ley de Seguridad Interior, si antes no se aprueba un nuevo modelo para nuestra policía. 

Se trata,  como bien se ha señalado,  de dar vigencia al constitucionalismo social, de que quienes menos posibilidades tienen, obtengan esas oportunidades que se le han regateado, señoras y señores, se trata de México. 

Cada acto de corrupción de parte de alguna autoridad, es un golpe a la unidad nacional. 

Cada golpe a la economía popular, es una lesión a la legitimidad de la autoridad. 

Si la unidad nacional se da en torno a los intereses nacionales, hoy por hoy no hay mayor interés nacional que hacer realidad las promesas constitucionales, y para eso se requieren instituciones de alta credibilidad y gran confianza ciudadana, que estén libres de sospecha y de señalamiento. 

Celebramos que la soberanía popular haya producido,  hace 100 años,  el documento básico del país, dinámico, innovador, visionario. 

Pero a la vez reconozcamos que el país está en deuda con su pueblo, y que falta mucho, mucho para hacer realidad el bienestar prometido en nuestra Carta Magna. 

Asumamos compromisos, construyamos integralmente el andamiaje para garantizar la total transparencia de las funciones de los órganos de la República. 

Terminemos con la impunidad, aseguremos que no haya corrupción sin castigo, demos al pueblo de México gobiernos y autoridades con estatura ética de alta credibilidad y confianza ciudadana. 

Como Senado de la República pugnemos para que nuestro país salga fortalecido de la crisis de relaciones internacionales y comerciales. 

Como país aprendamos, aprendamos la lección para ya no depender de voluntades ajenas plagadas de racismo y primitivos instintos y apetitos imperiales. 

Como representación nacional pugnemos para que ningún muro o agresión imponga sombras en el futuro del país. 

Trabajemos para derribar también los muros satánicos, que dentro de nuestro país han impedido que se haga realidad todas las libertades y derechos que el pueblo de México se merece. 

Ante quienes atentan contra la  patria, México siempre estará alerta ya que cuenta con su gente apoyada en el imperio de la ley que representa su Constitución. 

Y con la cual las Senadoras y los Senadores de Acción Nacional, estamos ciertos y seguros de que México va por delante. 

Muchas gracias.

(Aplausos)

La Presidenta Senadora Blanca Alcalá Ruiz: Muchas gracias, señor Senador. 

Tiene el uso de la palabra el Senador Emilio Gamboa Patrón, coordinador del grupo parlamentario del Partido Revolucionario Institucional. 

El Senador Emilio Gamboa Patrón: Con su permiso a la Mesa Directiva. 

Queridas compañeras y compañeros Senadores de la República: 

Es imperativo que quienes conmemoramos y conformamos el Senado de la República celebremos hoy los 100 años de nuestra Constitución. 

La Constitución es un gran pacto social, así se determinan los principios constitutivos del orden social, es el conjunto de decisiones políticas que definen a un Estado. 

Es también la expresión de los más elevados ideales de los pueblos y de las naciones, de sus mujeres y de sus hombres, principios que responden a las necesidades e intereses de generaciones enteras. 

Las aspiraciones contenidas de la Constitución de 1917 se van integrando a partir de diversos movimientos sociales en nuestro país, profundos y muy dolorosos tales como la Independencia de 1810, tales también como la guerra de Reforma de 1857, y se consolidan con la Revolución Mexicana de 1910. 

En todas estas etapas de la historia nacional, mexicanas y mexicanos valientes y decididos aportan sus ideas, sus convicciones, sus esfuerzos, y hasta ofrecieron sus vidas en aras de forjar y consolidar nuestra soberanía nacional. 

La Constitución de 1917, sin duda alguna, es resultado de la tradición constitucional del siglo XIX, es principio de libertad, igualdad de todos ante la ley, del sistema federal y de la soberanía nacional, y de grandes e importantes aportaciones jurídicas como la división de poderes, el juicio de amparo y la independencia del Poder Judicial, así como de las garantías individuales y del derecho a la propiedad. 

La Carta Magna de 1917 fue un pacto político de vanguardia que respondía a las necesidades de esa época, pero que de forma visionaria el mundo bajo el reconocimiento de todos entendió en la Revolución Mexicana y en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos el reconocimiento de los derechos sociales. 

Nuestra Constitución es todo eso, su pasado, pero fundamentalmente la primera Constitución social en el mundo. 

La Constitución de 1917 veló por los derechos sociales de acceso a la educación, derecho de los trabajadores y certeza de la tenencia de la tierra, fundamentalmente para los campesinos mexicanos. 

Somos y esta Legislatura es heredera de lo más preciado para cualquier país: la soberanía, la libertad, la justicia social, la igualdad y la democracia. 

En este Centenario de la Constitución conmemoramos no sólo el enorme legado de un texto fundacional, sino también la visión, el valor y el patriotismo de mexicanos de grandes ideas como Venustiano Carranza, que nos heredaron un auténtico Estado nacional y soberano.

Compañeras y compañeros Senadores:

De cara a los retos que nuestro país tiene, la Constitución es y será, sin duda alguna, un referente para la unidad nacional y la defensa de la soberanía.  

Por ello, hoy quiero compartir con mis compañeras y compañeros Senadores, y con todos los mexicanos, una reflexión más cotidiana, más cercana a nuestras vidas, a lo que somos, a la vigencia de nuestra Constitución y al rumbo que lleva nuestra Nación.

Mucho se ha dicho sobre las reformas que hicimos en los últimos años. Hemos tomado decisiones fundamentales, que han sido sin duda alguna, producto de la pluralidad que se vive aquí todos los días, pluralidad democrática, de la ley y los legisladores que representamos al pueblo y al deber de un principio fundamental, el pacto federal.

La Constitución mexicana ha sido hoja de ruta, y un proyecto de Nación dinámico, que se adapta, siempre se adapta a las necesidades de los mexicanos, ha sido, sin duda, el permanente proyecto para nuestra Nación.

Como lo dijo don Jesús Reyes Heroles: “Nuestra Constitución es un texto vivo, que se funda en las relaciones sociales de la Nación y permite ser modificado”. 

Como lo ha sido y lo seguiremos haciendo, a la luz de las realidades distintas y de la ampliación de las ideas, lo que ha hecho, que opere como instrumento transformador de la realidad mexicana, y susceptible de modificarse cuando la propia realidad y el progreso así lo demanden.

No tengo duda de que la vigencia de nuestra Constitución a lo largo de este siglo, se debe a su genética transformadora.

La Constitución nos impulsa todos los días a construir una gran Nación que nos merecemos todos los mexicanos, a concretar objetivos nacionales que una vez alcanzados nos hacen ir mucho más allá, sin dejar de ser lo que fuimos para llegar a ser mucho mejores.

La celebración del primer Centenario de nuestra Carga Magna coincide con el sexenio en el que se ha aprobado la mayor cantidad de reformas constitucionales, después de la del 17. Éstas son resultado de la transformación impulsada por el Gobierno de la República, y enriquecida con la participación de la sociedad y de todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso de la Unión.

Las reformas constitucionales han sido la vía para la consolidación de grandes conquistas nacionales, como la protección y el respeto de los derechos humanos; la democracia electoral; la participación política de las mujeres; el derecho de acceso a la información; las libertades religiosas; la certeza sobre el dominio de la tierra de los campesinos; la modernización del Sistema de Justicia Penal; la gran reforma al Sistema Educativo; la reforma laboral; la competencia en las telecomunicaciones; la Reforma Energética; el fortalecimiento de la transparencia y la rendición de cuentas y la creación del Sistema Nacional Anticorrupción.

Son algunos de los cambios constitucionales que han tenido impacto en las leyes, en las instituciones, en las políticas públicas y en la vida cotidiana de todos los mexicanos.  Todas estas reformas mantienen viva nuestra  Constitución, su peso político radica en su legado histórico, así como su potencial para traducirse en beneficios concretos para las próximas generaciones.

Las y los Senadores del PRI hemos asumido la responsabilidad política y el peso histórico de cada una de estas reformas. Estamos convencidos de que una acción reformadora de rango constitucional debe ser el resultado de una profunda reflexión como en esta legislatura lo ha habido, que recupere nuestro  pasado, entienda bien el presente, que nos perfile hacia un futuro mejor. 

Con el liderazgo del Presidente Enrique Peña Nieto, un hombre valiente y visionario, de ustedes, compañeras y compañeros, Senadoras y Senadores, hemos participado en uno de los procesos reformadores más grandes en la historia moderna de nuestro país, dejando a un lado las diferencias e intereses particulares, privilegiando  el diálogo para la construcción de acuerdos en beneficio de este gran país que se llama México. 

Nuestra Constitución está viva, sus principios están vigentes, tomémoslo para mantenernos unidos y fuertes, unidos frente a los retos que nos impone el nuevo contexto internacional, son tiempos complejos y muy difíciles, que exigen decisión y firmeza, no debemos permitir que nadie nos divida, este es el momento de la unidad en torno a México. 

Desde esta tribuna, les enviamos un mensaje a nuestros connacionales que habitan en los Estados Unidos de América, no están solos, desde el Senado Mexicano trabajaremos, como lo hemos hecho siempre para defender sus derechos y sus garantías. 

No tengo ninguna duda de que si en esta Asamblea tuvimos la capacidad, el talento, la seriedad de lograr transformación de gran calado para el país, hoy, hoy con más razón debemos privilegiar la unidad para garantizar nuestra soberanía y defender siempre  los intereses de México. 

La Constitución no es un instrumento para que el gobierno limite al pueblo, es un instrumento para que el pueblo limite al gobierno. 

Celebremos nuestra Constitución y celebremos a México. 

Muchísimas gracias, Presidenta. 

(Aplausos)

La Presidenta Senadora Blanca Alcalá Ruiz: En cumplimiento al acuerdo que aprobó este Pleno, haré uso de la palabra a nombre de la Mesa Directiva. 

Solicito al Senador Octavio Pedroza Gaitán, Vicepresidente de la Mesa Directiva, ocupe en este lapso el lugar del Presidente del Senado.

PRESIDENCIA DEL SENADOR

CÉSAR OCTAVIO PEDROZA GAITÁN

La Senadora Blanca Alcalá Ruiz: Señoras y señores Senadores: 

Como ha quedado manifiesto en las exposiciones que me preceden, el pluralismo democrático es uno de los valores fundamentales de nuestra Constitución, cualquier reflexión, debate o crítica que hagamos sobre el texto constitucional estará cobijado y será bien recibido por el régimen de libertades que mandata. 

En el texto constitucional nos reconocemos todos, ahí se plasman decisiones fundamentales de los mexicanos, como lo han señalado ya los coordinadores. Ahí se plasman los principios y valores que reconocemos como propios,  y la forma de estado y de gobierno que hemos adoptado en el tiempo. 

También es, sin duda, reflejo de nuestra idiosincrasia política y cultural y fuente primigenia del orden jurídico, político y económico. 

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, establece un Estado democrático que pone al centro el sistema de derechos humanos y sus garantías, como un propósito firme al que aspiramos de manera permanente para enaltecer día a día la dignidad de los mexicanos. 

Sin embargo, como nunca antes, la democracia ha entrado también en un momento en el que verdades convenientes y a modo, hechos alternos, a veces la post-verdad, pretenden llevarnos a un estado de incertidumbre, respecto de la política y de la democracia. 

Y esta incertidumbre, esta también alentada, en algunos casos y en algunos momentos por la falta de vocación democrática de actores en el momento clave del protagonismo, excluyen a sus pares, ignoran a sus representados  y desconocen, incluso, la propia pluralidad. 

Frente a ello, son los valores fundamentales, los derechos humanos y una auténtica vocación democrática, los medios para enaltecer el Estado constitucional. 

El amor a la patria no es un amor por la verdadera veracidad, la verdad, como dice Peter Haberle: “Como un objeto del dominio público”.

Esa verdad, cuyas bases están redactadas a lo largo del texto constitucional, pero cuya verdad última, no pretendemos alcanzar nunca, pues en esto, la patria no hay verdad absoluta. 

Por ello, en nuestra tradición jurídica, difícilmente llegaremos a un texto acabado o definitivo, pues eso sería tanto como imponernos un dogma.

La crónica de las modificaciones a la Constitución de 1917 da cuenta de un sistema que ha transitado de derechos reconocidos por el Estado a un sistema de derechos sustantivos, inherentes a la libertad de las personas y de los grupos sociales que esperamos sean exigibles o, en su caso, judicializables para hacerlos efectivos.

Son un conjunto amplio de derechos que hoy día materializan la relevancia que tienen para la sociedad las mujeres, los pueblos y comunidades indígenas; las personas con discapacidad o las víctimas de algún delito, entre otros grupos.

Los más de 200 decretos de reforma, de los que en algunos casos hemos sido precisamente nosotros protagonistas, deben ser también vistos como el esfuerzo permanente para darle estabilidad al Estado mexicano, lo cual no es un defecto o una virtud, sino una verdad propia de nuestra naturaleza política.

Son adiciones que han tomado forma en el tiempo del acuerdo y el contexto de nuestros retos y de nuestras exigencias; a la responsabilidad que cada uno de ustedes, que cada uno de nosotros en el desempeño legislativo también tendremos que hacer justo para dar respuesta a los reclamos de la gente, a buscar soluciones a sus problemas, a organizar a la comunidad en la que nos desenvolvemos, en la que hemos actuado y en la que también tendremos que seguir haciéndolo.

Lo que en algún tiempo figuraba como intransitable hoy se ha vuelto debatible, y salvo los derechos humanos, sus garantías o la forma del Estado nada está escrito para siempre en la Constitución.

Sin embargo, también es necesario asegurarnos de que la estabilidad de una sociedad política, basada en el reconocimiento mutuo de derechos, requiere de un texto constitucional que siempre sea estable.

Ésta es una de nuestras grandes tareas y debe ser también nuestro compromiso, a eso aspiramos, sobre todo ahora que en 2017 el texto constitucional cumplió 100 años. 

En este tiempo es evidente, compañeras y compañeros, que México ha avanzado significativamente en el mejoramiento de las condiciones de vida de sus habitantes, en la perseveración de sus recursos humanos, en el establecimiento de un orden legal a partir de la igualdad y en la definición de nuestras relaciones con el mundo.

Sin embargo, también debemos reconocer que aún enfrentamos realidades complejas, realidades dolorosas como la desigualdad social, la pobreza o la marginación; el combate a la corrupción como uno de los retos que sigue pendiente, además de la terrible violencia criminal.

Es indispensable, sin duda, elevar el nivel educativo, mejorar la infraestructura, reducir la brecha digital, aumentar la productividad, fortalecer la competitividad, incrementar el ritmo de la inversión privada y mejorar el uso de nuestros recursos fiscales.

De atrevernos también a construir una sociedad verdaderamente democrática que reconozca que a pesar de la igualdad legal entre el hombre y la mujer y de la formalización de la democracia paritaria en esta soberanía aún persisten enormes asimetrías que impiden el avance pleno de la mujer en los asuntos de interés público.

Compañeras y compañeros legisladores: 

A todo lo anterior, sin duda habría que reconocer también que hoy enfrentamos nuevos desafíos, nuevos desafíos que van más allá de nuestras fronteras, como aquellos que observaba Octavio Paz en la década de los años 90, como aquellos que tuvieron que enfrentarse cuando resurgía el fanatismo nacionalista, los fanatismos religiosos, el fortalecimiento de la xenofobia y la discriminación a lo diferente, la discriminación a lo otro.

Frente a esta compleja situación, hoy, como hace 100 años lo hicieron los Constituyentes, actuemos pues con inteligencia, insertos en ese mundo global, abramos una puerta por cada una que se nos quiera cerrar y construyamos cien puentes por cada muro que se pretenda construir.

Hoy, como hace un siglo, invoquemos nuestros principios constitucionales, seamos firmes protegiendo todos los días a los mexicanos que viven en nuestro territorio y de aquellos también que radican en el extranjero.

Hagámoslo, como aquí lo han señalado quienes me han precedido en el uso de la voz, por supuesto como lo decía el Senador Burgos, sin espejismos y también sin ingenuidades.

Hagámoslo, como también lo refería el Senador Cárdenas y la Senadora Tagle, haciendo posible la visibilidad de las mujeres y haciendo escuchar la voz plural de todos los representados.

Hagámoslo, como aquí también hacía referencia el Senador Bartlett, sin duda con diferencias, pero también apostando a las coincidencias.

Hagámoslo, como lo ha referido el Senador Puente, buscando que este sea un punto de encuentro, un punto de encuentro en un momento crucial.

Hagámoslo, como hacía referencia el Senador Barbosa hace unos minutos, siempre atentos, como seguramente lo está, sabiendo que hoy necesitamos tener una sociedad con una amplia convicción democrática.

Hagámoslo, como hacía referencia el Senador Herrera, hablando de ese país que tiene sueños y tiene aspiraciones, y en el que todas y todos también somos responsables.

Y hagámoslo, como lo decía Emilio Gamboa, sabiendo que esta fecha, este tiempo y esta circunstancia nos debe de poner de frente a lo que implica la unidad nacional.

Hoy más que nunca, señoras y señores legisladores, cuando la incertidumbre ha alcanzado a la política y a la democracia.

Los invito, pues, a que hagamos de nuestra forma fundamental de nuestra Carta Magna, sin duda alguna, el mejor medio de la defensa del Estado constitucional.

Muchas gracias.

(Aplausos)

PRESIDENCIA DE LA SENADORA

BLANCA ALCALÁ RUIZ

La Presidenta Senadora Blanca Alcalá Ruiz: Muchas gracias, señoras y señores Senadores.

Les solicito ponernos de pie a fin de entonar nuestro glorioso Himno Nacional.

(Todos de pie)

(Se entona el Himno Nacional)

Gracias, a nombre del Senado de la República, agradezco la participación de los integrantes de la Escolta y Banda de Guerra del Tercer Batallón, así como de los integrantes de la Banda de Música del Ejército Mexicano de la Secretaría de la Defensa Nacional y a nuestros distinguidos invitados.

Le solicito extender este agradecimiento al General Secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda.

(Aplausos)

Las Senadoras y los Senadores, permaneceremos en nuestros lugares para continuar con la sesión ordinaria de este día.

Se levanta la esta sesión solemne.

Muchas gracias.

Se levantó la sesión a las 14:14 horas.

 

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