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discursoPalabras del presidente del Senado, José González Morfín, durante la ceremonia del CI Aniversario del Inicio de la Revolución Mexicana y homenaje a Francisco I. Madero.

LICENCIADO FELIPE CALDERÓN HINOJOSA, PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS,

MINISTRO JUAN SILVA MEZA, PRESIDENTE DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN,

DIPUTADO EMILIO CHUAYFFET CHEMOR, PRESIDENTE DE LA MESA DIRECTIVA DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS,

SEÑORA Y SEÑORES SECRETARIOS DE ESTADO,

DISTINGUIDOS INVITADOS,

SEÑORAS Y SEÑORES:

Es un honor estar con todos ustedes en este acto en el que México recuerda al apóstol de la democracia, Don Francisco y Madero.

Hace 101 años comenzó la gesta de la Revolución bajo el liderazgo de Madero quien se convirtió en la guía moral y político de un pueblo que clamaba por romper sus cadenas y alcanzar su libertad.

El 20 de noviembre de 1910 se proclamó el Plan de San Luis, un llamado a los mexicanos para recuperar el poder ciudadano de manos de una dictadura basada en el miedo y la represión.

Madero había escrito en 1909: “Si la libertad es un don tan precioso para los pueblos, es precisamente por los grandes esfuerzos que se requieren para conquistarla”.

Él estuvo siempre dispuesto a hacer todos los esfuerzos y sacrificios que fueran necesarios para que México alcanzara esta libertad.

La lucha emprendida por Madero hace poco más de un siglo, se antojaba realmente como un afán imposible. Tenía frente a sí no sólo a un gobierno dictatorial dispuesto a usar la fuerza desmedida para aplastar cualquier signo de oposición. Tenía también frente a sí a un país profundamente dividido que en su primer siglo de vida independiente no había logrado afianzar en la práctica los ideales republicanos y democráticos.

Un país en el que las asonadas militares y los levantamientos armados eran la forma natural en la que el poder pasaba de unas manos a otras, un país dominado por la intolerancia y el autoritarismo.

Sembrar en ese árido suelo la semilla de la democracia, de las elecciones libres, del diálogo y la participación ciudadana, parecía una verdadera quimera.

Sin embargo, Madero se atrevió, dio un paso al frente y convocó a los mexicanos a luchar porque para él era claro que renunciar a la libertad significaba renunciar a lo que nos hace seres humanos. Para él era claro que no podía tolerarse la concentración del poder en manos de un solo hombre. Para él era claro que el poder absoluto corrompe a quienes lo ejercen y a quienes lo sufren.

Con el poder de las ideas, con la fuerza del ejemplo y con la convicción de que la razón y el voto son las armas más poderosas, Madero se decidió a poner a México en la vida democrática y como todos sabemos dio su vida para hacer realidad este sueño.

Su sacrificio no fue en vano. Inspirados en la gesta heroica de Madero, fueron muchos los hombres y mujeres valientes que lucharon a lo largo del siglo XX para que la democracia fuera una realidad para los mexicanos.

Sin duda el camino hacia la democracia no ha sido fácil, pero es muy claro que se trata del único camino por el que debe de transitar México.

México, no sin esfuerzos y sacrificios, ha conquistado la democracia político-electoral, las libertades de expresión y de prensa, la separación de poderes, la alternancia en el poder y por supuesto la certeza del sufragio efectivo, la seguridad de que cada voto cuenta y se cuenta bien.

Hoy el reto es hacer que México pueda avanzar en la construcción de una democracia de calidad, una democracia que garantice plenamente la protección de las libertades, la supremacía del Estado de derecho y el goce de los derechos sociales básicos; una democracia en la que todos los órganos de gobierno rindan cuentas de manera efectiva ante los ciudadanos, una democracia en la que los gobernantes y representantes respondan de manera más efectiva a la voluntad de la ciudadanía.

Creo firmemente que México requiere seguir en ese camino para así poder hablar de una democracia de calidad en los tres órdenes de gobierno y en los tres poderes de la Unión.

Ese es el legado de la lucha de Francisco I. Madero y ese es el objetivo por el que los mexicanos del siglo XXI tenemos que luchar con el mismo empeño.

Señoras y señores: El momento que vive el país es delicado y demanda de todos los actores políticos tres cualidades que Madero tenía de sobra: generosidad, altura de miras y fe en nuestro país  y en nuestro futuro.

Madero fue un hombre generoso. Aún ante la critica más malintencionada y ante la oposición más agria a sus ideales, siempre estuvo dispuesto a tender la mano, a abrir canales de negociación y de diálogo con sus adversarios y detractores.

Madero fue también un estadista con altura de miras, nunca perdió de vista que el fin último de todas sus decisiones, de todas sus acciones, era lograr que México alcanzara la libertad política, una meta que rebasaba cualquier tentación inmediata de notoriedad o de poder.

Y finalmente Madero fue un hombre con profunda fe en nuestro país y en nuestro futuro; jamás se resignó al fatalismo de quienes le decían que su lucha era imposible, que México no estaba listo para la democracia, que terminaría siendo un mártir olvidado.

Ante esos cuestionamientos Madero respondía: “Aún cuando seamos víctimas de la intolerancia o de la ambición de los demás, aún cuando sucumbamos, nuestro esfuerzo no será estéril porque habremos cumplido nuestro deber”.

Así, impulsado por la fe en que sí era posible llevar a nuestro país a un mejor futuro, Madero nos dejó ejemplo de tesón y voluntad.

Estoy convencido de que el mejor homenaje que los mexicanos de hoy podemos hacer a Madero, es precisamente actuar con esa generosidad, con esa altura de miras y con esa fe en México que él profesó hasta el final.

Muchísimas gracias.

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