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Carlos_Navarrete_RuizPalabras del coordinador de los senadores del PRD y presidente del Instituto Belisario Domínguez, Carlos Navarrete Ruiz, durante el Seminario sobre corrupción.

Carlos Navarrete Ruiz (CNR). Muy buenos días a todos ustedes.

Señor secretario de la Función Pública.

Señores senadores, senadora de la República.

Estimados invitados, funcionarios del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República.

Gracias por su presencia, en primer lugar.

Gracias por estar presente en este seminario que el Senado de la República, a través del Instituto Belisario Domínguez, ha impulsado, y valoro el esfuerzo del senador Ricardo García Cervantes, vicepresidente del Senado de la República e integrante de la Mesa Directiva del Instituto Belisario Domínguez, por convocar y organizar este seminario que nos permitirá escuchar opiniones, propuestas, balances, sugerencias de destacados especialistas e invitados nuestros en el tema de la prevención de la corrupción y el servicio profesional de carrera.

Vamos a analizar hoy el tema de los programas de profesionalización puestos en práctica por la administración pública federal, los órganos electorales autónomos, en los últimos 11 años, por lo menos lo que va de este siglo.

Pero permítanme hacer algunas reflexiones sobre el tema que vamos a tratar el día de hoy. Cuando hablamos de corrupción en la administración pública de un gobierno, en los diversos órdenes de gobierno, por cierto, federal, estatal y municipales, pero también en el aparato económico de un país, en su sociedad, estamos poniendo el dedo en una llaga que no se cierra con el paso de los años y que más bien a veces da la impresión de que la propia sociedad se acostumbra a tener esa llaga abierta.

Es una llaga de la que todos hablamos, de la que todos nos quejamos, a la que nadie nos gusta, pero que todos sabemos que existe y que está ahí.

Por cierto, hay que decir las cosas con claridad, el fenómeno de la corrupción no tiene ideología, no es de izquierda o de derecha o de centro, afecta a todos los regímenes en el mundo, a unos más, a otros menos.

Cuando los Estados nacionales han logrado construir mecanismos de prevención y de vigilancia el fenómeno se reduce; cuando hay regímenes de partidos hegemónicos o dictatoriales, en donde la impunidad campea, el fenómeno se agrava, pero ahí está.

En mi vida política he logrado recorrer todo el país y he logrado visitar alrededor de 25 países, he hablado con presidentes, con líderes parlamentarios, con empresarios, con funcionarios públicos, con medios de comunicación y periodistas destacados, y sé que el fenómeno de la corrupción es un fenómeno que está presente en todas las sociedades de los países del mundo.

Cómo no lo voy a saber si he recorrido mi país por lo menos cinco veces de lado a lado, y en cada ciudad que visito, y en cada capital de estado, y en cada lugar importante que voy, mis compañeros me señalan las propiedades de los funcionarios en turno o de los sexenios transcurridos, todo mundo lo sabe.

Los ranchos, los edificios, los negocios, las sociedades, y lo que más me preocupa es que en ciertos lugares de nuestro país, incluso, eso genera prestigio social.

Se dijo: en tal sexenio hubo desarrollo en el estado, inversión pública, hubo obra pública importante, y también hubo ricos y familias que resolvieron por generaciones el tema de la sobrevivencia, y no de manera modesta.

El fenómeno de funcionarios que entran con un modesto patrimonio y después de tres o seis años ese patrimonio se ha multiplicado inexplicablemente.

El fenómeno de funcionarios que son secretarios de finanzas, y tenemos un estado al norte de la República presente, por cierto, y que después de cuatro o cinco años tienen cuentas millonarios en dólares, edificios, constructoras, patrimonio inexplicable, ese fenómeno existe en nuestro país todavía.

Existió durante décadas, tolerado, por cierto, porque en un régimen de partido único, o casi único, o hegemónico no se rendían cuentas, nadie le pedía cuentas a nadie, y más bien en la sociedad mexicana se generó hasta un… una crítica social a la tontería de quien estando en donde podía enriquecerse no lo hacía, y entonces no tenía fama de honesto, sino de tonto por no haber aprovechado la oportunidad.

La democracia irrumpió en nuestro régimen político, empezó a haber alternancia en los municipios, luego en los estados de la República, luego en el propio gobierno de la República a partir del 2000, pero la alternancia en el municipio, en el estado o en el país no significó que automáticamente se terminaran los niveles de corrupción, eso hay que decirlo y reconocerlo, porque si no lo reconocemos no lo podemos enfrentar bien.

Y no han bastado ni las reformas ni las medidas de contención, ni la prevención, ni el servicio civil de carrera, porque la corrupción es algo tan arraigado que a veces parece que funciona como la humedad, aunque no se vea en la superficie está por abajo y corre.

Y pasan gobiernos y pasan presidentes y pasan gobernadores y pasan partidos alternados en los gobiernos municipales, estatales y en el gobierno de la República y la corrupción sigue ahí, a veces más sofisticada, a veces más cuidadosa, a veces ya no con los niveles de impunidad del pasado, quizá ya la corrupción no significa meter la mano al presupuesto y utilizar como patrimonio personal los presupuestos públicos, porque los mecanismos de vigilancia se han profundizado0 desde la Cámara de Diputados, desde las funciones públicas, desde las contralorías, pero sigue habiendo subterfugios, utilización de información privilegiada, compra-ventas acomodadas por obra pública.

Y la sociedad lo sabe, y los empresarios lo sufren y participan de ella también. Y las gestiones se sabe que hay un mar de negociaciones al respecto, y no solamente en el Ejecutivo, sería injusto decir que esto está en manos del Ejecutivo y que los demás Poderes estamos al margen de eso, no. La corrupción es general e, insisto, no tiene ideología.

He visto en el mundo caer regímenes de izquierda en las urnas por fenómenos de corrupción, he visto regímenes y a gobiernos tener a titulares de sus Poderes Ejecutivos en la cárcel, como en Perú, por la corrupción.

He visto deteriorarse fuerzas políticas gobernantes porque no resistieron el peso de la corrupción.

En España he visto cómo los socialistas fueron deteriorados por eso y los populares también.

No hay división, afecta de manera particular a todos.

Y no es un problema moral, déjenme hacer una pequeña reflexión, no considero ni tengo la convicción de que la corrupción sea un problema de carácter moral, menos religioso, porque si así fuera entonces debiéramos poner en manos de los dirigentes religiosos de todas las iglesias el combate a la corrupción, y lo resolveríamos simplemente con una oración, con un rezo o con un llamado público.

Pero cómo va a ser un problema moral si en las propias iglesias también tienen sus problemas del mismo tipo, no. Es un problema estructural de las sociedades. Es un tema de vigilancia y rendición de cuentas, es un tema de fincamiento de responsabilidades, es un tema de sanción social y política, es un tema de cambio de paradigmas, es un tema de transformación de los valores de la sociedad para que cuando un funcionario público se enriquezca haya una sanción pública contra él y no un reconocimiento de lo listo que es.

Y cuando un funcionario público de cualquier nivel y orden entre y salga con la modestia de su salario, se le reconozca como un hombre honrado y no como un hombre tonto, es también parte de eso en la sociedad.

Y es también poner orden en el sector privado y en el público, y hacer un gran acuerdo para enfrentar este tema que, además, deteriora la economía, que además evita que el presupuesto público rinda lo que debe rendir, que además deteriora aún más los rezagos que México tienen en todos los terrenos, es una pérdida de recursos, no sé si cuantificados, el secretario tal vez nos pueda dar datos más precisos de cuánto afecta la economía el tema de la corrupción.

Por eso en el Senado de la República este tema lo hemos venido tocando en diversos foros, seminarios, encuentros, intercambios.

También estoy consciente de que no solamente es un problema de leyes o de reformas, podemos tener la mejor ley anticorrupción, podemos tener la mejor reforma para atajar la corrupción, pero sólo la ley, o sólo una reforma será letra muerta en un pequeño libro, en un código, en un reglamento, en el librero de algún funcionario público, pero que no sirva de nada absolutamente si no hay una práctica, si no hay una ejecución, si no hay un combate, si no hay un compromiso general, y me temo que ese tema es un asunto de un acuerdo nacional.

Dudo que un partido o que el miembro de un partido, así gane una elección sólo con su voluntad y su decisión, pueda cambiar esto si no hay un gran acuerdo del conjunto de la sociedad, de sus organizaciones, de sus instancias de gobierno, de sus medios de comunicación, de sus líderes religiosos, de sus líderes empresariales, de todos, para decir: vamos a acotar esto entre todos, vamos a sancionar quien salga de estos límites, vamos a evitar que esto siga carcomiéndonos.

La ausencia de un acuerdo nacional puede tener muy buenas voluntades, pero pocos resultados.

Sin embargo, como senador de la República, como mexicano, me niego terminantemente a que México y los mexicanos nos dobleguemos frente a una realidad dura que lastima, pero que no podemos aceptar como el enfermo terminal que termina viviendo con la llaga en el costado. No lo aceptemos.

Aquí veo muchos jóvenes que están acompañándonos, se los digo con franqueza, no lo aceptemos, no es destino manifiesto, no es maldición, la corrupción es un fenómeno social, político, económico y por lo tanto combatible, no importa el tiempo que tardemos, lo importante es que mientras haya mexicanos que no acepten esto como normal habrá esperanza de que lo podamos corregir.

Muchas gracias  por su presencia y éxito en este seminario.

Buenos días.

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