Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Manlio_Fabio_Beltrones_RiveraPalabras del Senador Manlio Fabio Beltrones, Coordinador del Grupo Parlamentario del PRI, en el Foro: “Qué país queremos y el papel que juega el campo en ese proyecto”.

Muy buenos días a todas y todos ustedes.

Saludo con el respeto debido al señor presidente del Senado mexicano, al senador José González Morfín; también al presidente del Instituto “Belisario Domínguez”, al senador Carlos Navarrete Ruiz; como a cada una de las senadoras y los senadores de la República, las diputadas y diputados federales que hoy nos acompañan.

A los representantes de las organizaciones de productores, a través de Juan Carlos Cortés. Como también al Embajador y a todos quienes nos honran con su presencia en el presidium.

Hago lo propio también con nuestro amigo Alejandro Valenzuela, Director de BANORTE. Y algunos otros amigos del orden financiero, que hoy aquí nos acompañan para participar en esta interesante reunión, que como siempre con el talento y al sensibilidad que le acompañan, nuestro amigo el senador Heladio Ramírez ha convocado desde la Comisión que preside en el Senado de la República, que es la de Desarrollo Rural.

Al agradecer la participación en este foro, que por cierto se denomina y denomina muy bien, alrededor de “qué país queremos y el papel que juega el campo en este proyecto”, me llama la atención y me invita a reflexionar sobre algunas de las tareas en la búsqueda de este objetivo, que es necesaria una visión de un país con una perspectiva más allá de la coyuntura.

Aprovecho el momento para decir es que hay que planear el país que queremos y visualizamos para los próximos 25 años, no solamente para el próximo año o para los próximos seis años.

Estoy convencido que es posible pensar al país con un enfoque de largo plazo y que para eso son necesarios los instrumentos de la política, que nos hagan sobre todo visualizar y trabajar colectivamente hacia objetivos comunes.

Creo que así como muchos de los problemas de nuestro país, los que vive el campo mexicano están sobre diagnosticados. Difícilmente alguien no habla sobre los problemas que se tienen y se buscan soluciones al respecto.

Me atrevo a decir que sin una visión de país y sin esa decisión política de impulsar el resurgimiento del campo mexicano, difícilmente podemos visualizar y vislumbrar un mejor futuro para nuestra nación.

De esa dimensión es el reto que tenemos en el campo mexicano, pero también es la medida, el tamaño de su potencialidad.

El costo de haber entrado desde 1994 al mundo global de la competencia, sin haber previsto un diseño que volteó rápidamente cada uno de los parámetros sobre los que se negoció con la crisis financiera de 1995, ha sido sumamente elevado para el campo mexicano.

Y hablo que para 1994 la negociación se hacía mediante algunas otras coyunturas financieras económicas y sociales, que se vivían en el mundo y México en especial. Para 1995 esos parámetros habían cambiado, pero la negociación no.

Es importante que entonces, bajo esa conceptualización, pero también sabedores de la necesidad de que sigamos sobre el camino de la competencia, pero de la soberanía alimentaria, hagamos un alto y replanteemos nuevamente lo que debe ser un campo mexicano, que tenga los apoyos suficientes como para evitar buena parte de los problemas que aquí se han dicho y se han dicho bien.  

Es que sin subsidios suficientes, descapitalizado el campo con insumos caros y escasos, y con limitado acceso al crédito, el campo vive hoy en condiciones que han propiciado el abandono y la expulsión de miles de familias, que han migrado hacia las ciudades o hacia el país vecino del norte, todo ello en busca de mejores oportunidades o simplemente para poder sobrevivir.

Es que en México tenemos –y hay que decirlo—dos campos: uno, que vive y vive bien, porque ha aprovechado en buena parte su potencialidad, sobre todo aquella    que tiene como destino la exportación. Y otro, que ha permanecido no obstante sus dificultades y que ya marca una pobreza tal, que puede también ser identificada en algunos lugares hasta con hambre.

La contraparte de este abandono es la dependencia cada vez mayor del exterior en materia alimentaria, y en consecuencia la vulnerabilidad creciente de nuestra población ante el encarecimiento de los alimentos. De tal manera que hoy los problemas del campo mexicano no sólo son económicos, sino que en él confluyen múltiples factores.

En el campo también se viven las mayores condiciones de pobreza y la caída drástica en la producción de alimentos, está poniendo en riesgo nuestra soberanía alimentaria.

Ya no quiero llegar a los índices que tanto FAO, como nosotros, reconocemos como los suficientes para poder garantizar una soberanía alimentaria en nuestro país, sino aquellos índices que nos pueden a nosotros asegurar --con políticas públicas-- que podemos atender los lugares en donde hay hambre.

Nuestros inventarios de alimentos –y lo comentaba bien hace un momento nuestro amigo el senador Heladio Ramírez-- disminuyen rápidamente. Se espera, por ejemplo, que al cierre del año sean los más bajos desde la Segunda Guerra Mundial, como proporción de cantidad de alimentos por habitante.

La verdad es que no hemos podido planear con certeza el desarrollo del campo mexicano, conforme a su diversidad. Un ejemplo sirve quizá como muestra, la mitad del territorio es semidesértico (menos de 200 milímetros de lluvia al año), mientras en otras partes sufrimos por inundaciones que golpean a los habitantes más pobres y afectan la producción, como lo hemos visto recientemente en Tabasco, pero también ocurre en Chiapas, Veracruz u Oaxaca.

Recordamos --muchos de nosotros-- que venimos de algunas otras áreas que en algún momento de la historia de México fueron privilegiadas con una política pública hidráulica, que hoy los esfuerzos de éstas políticas públicas giran más sobre la construcción de presas con un destino hidroeléctrico, que con un destino de atención a las regiones para brindarles seguridad, y al mismo tiempo, el suministro del agua necesaria para garantizar la producción en esos lugares.

Por eso pensamos que la planeación de las actividades productivas en el campo mexicano debe tener un enfoque nacional, primero a nivel de regiones y llegar a las micro-regiones.

Lo fundamental es atender el problema de la pobreza en las zonas rurales, donde es muy marcada la desigualdad. Cualquiera de nosotros que sale al campo mexicano y ve esos contrastes, le llama la atención que no estemos haciendo una política diferenciada entre unos y otros. Ahí es donde debemos poner especial atención, sobre todo en donde esta diferencia se expresa con todo su dramatismo.

Necesitamos una nueva política para el campo, cuyo propósito central sea la seguridad alimentaria, basada en capacidad de generar alimentos e ingresos que le permitan a su población tener acceso a alimentos suficientes y con calidad.

Urge una política que se apoye, sobre todo en tres pilares que hemos identificado, aún cuando son muchos quienes consideramos --en buena parte de la participación que hemos escuchado en el Senado de la República  en distintos foros que se han realizado, que por cierto, son tan importantes que valdría la pena publicar por parte del Senado, y a los que tendríamos acceso por parte de la Comisión de Desarrollo Rural-- podrían ser:

1.    Una reforma del marco institucional de atención al campo y sus programas, para incorporar una visión de largo plazo y diferenciar claramente los orientados a la producción, de aquellos orientados a combatir la pobreza rural.

Es que se requiere, entre las principales acciones pasar a la multianualidad presupuestal y la redefinición del sistema de financiamiento rural para integrar los múltiples fondos dispersos.

2. Una política para elevar la productividad de las actividades agropecuarias que incorpore, entre otras acciones, un marco jurídico agrario que favorezca la compactación de superficies, promueva la integración de los productores y la generación de economías de escala; sobre ello venimos bordando desde hace mucho tiempo, pero es hora de no perder más el tiempo. Es que el futuro es hoy y tenemos que construirlo.

Hay aumentar la inversión en conservación y mantenimiento de presas y distritos de riego; aumentar el gasto en investigación y desarrollo agropecuario y agroalimentario.

3. Una política de desarrollo territorial y de eliminación de la pobreza rural que, entre otras acciones, promovería reformas al marco legal para vincular la propiedad social con el desarrollo urbano y programas de desarrollo comunitario vinculados al cuidado del medio ambiente, agroturismo, silvicultura y a las artesanías, que no pueden ser ajenos a una política sobre el campo.

Amigas y amigos:

La solución de la problemática del campo implica una concepción que incluya no sólo los aspectos productivos, sino el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de las zonas rurales.

No es admisible que tengamos, dentro de esos dos campos, uno que florezca bien para mejorar la calidad de vida de pocos y otro campo, en el que muchos sufren, no nada más de pobreza, sino de hambre.

En ello, todos nosotros, el Estado mexicano, tiene un papel fundamental como responsable de aplicar las políticas públicas y los programas destinados al campo.

El Gobierno debe empezar por ejercer con agilidad y eficiencia los presupuestos, pues no es concebible que año con año --este es un debate que sobre todo hoy en día nuestras amigos diputados están viviendo-- se presenten subejercicios, habiendo tantas necesidades y carencias en el campo mexicano.

Algo esta fallando, cuando a pesar de contar con el mayor presupuesto de su historia, cerca de 300 mil millones de pesos, no se ha logrado el ansiado despegue, que permita mitigar la carga social y canalizar adecuadamente las inversiones.

Los recursos existen, pero hay que hacer las cosas bien, de manera distinta, para recuperar la vitalidad del campo mexicano, particularmente ante la incertidumbre que se plantea en el escenario mundial de producción de alimentos, y que bien relataron aquí los senadores Carlos Navarrete, José González Morfín y Heladio Ramírez.

Estoy convencido que tenemos que emprender una nueva revolución verde en el campo mexicano, con políticas públicas del Estado mexicano, de largo plazo, para realmente darle --si es en realidad lo que queremos--  un impulso decisivo al desarrollo agropecuario de nuestro país, con verdadera justicia social.

Estoy seguro que este foro “Qué país queremos y el papel que juega el campo en ese proyecto”, el cual trata de los problemas del campo, habrá de coincidir en algunas de las ideas que hoy pongo aquí sobre la mesa.

Muchas gracias.

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