Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

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Jose_Gonzalez_MorfinPalabras de José González Morfín, presidente del Senado, durante la inauguración del foro de desarrollo rural: Qué país queremos y el papel que juega el campo.

Muchas gracias. Muy buenos días a todas, a todos; bienvenidos al Senado de la República.
Me da gusto compartir esta mesa con mis compañeros senadores, el presidente de la Junta de Coordinación Política, el senador Beltrones, el presidente del Instituto Belisario Domínguez, el senador Navarrete, con mi compañero senador Presidente de la Comisión de Desarrollo Rural, Heladio Ramírez.
Gracias Heladio por organizar un foro como este y también por nuestros distinguidos invitados; Embajador que gusto tenerlo en el Senado de la República, al Presidente del Consejo Agrupecuario, al Presidente del Instituto para la Cooperación y Agricultura; a todos los invitados especiales, es un gusto tenerlos en el Senado de la República. Compañeras y compañeros senadores, diputadas y diputados que hoy nos acompañan; señoras y señores:

Para hablar del campo y el papel que debe desempeñar en el país que anhelamos los mexicanos, primero debemos tener en claro qué entendemos por “el campo”.

Por ejemplo, para muchos, lo que inmediatamente viene a la mente cuando se habla del campo es un conjunto de lugares, más o menos homogéneos, con carencias en servicios como luz, agua y drenaje; además de importantes rezagos en la calidad de las viviendas y en infraestructura.

A ello se le añadirían insuficiencias en educación, salud, cultura y atención a grupos vulnerables como mujeres, ancianos, indígenas, niños y jóvenes.

Asimismo, no faltaría quienes señalarían la escasez de oportunidades que vayan más allá de la agricultura de subsistencia, lo que se traduciría en la incapacidad de las familias para obtener ingresos dignos.

Todo lo anterior permitiría entender por qué en el campo los trabajadores perciben ingresos 40 por ciento inferiores a la media nacional. También, por qué –teniendo el país casi una cuarta parte de su población en zonas rurales – el 60 por ciento de los mexicanos en condición de pobreza extrema viven en el campo.

Sin embargo, esta visión negativa contrasta con ciertos aspectos positivos que es justo señalar. Por ejemplo, el campo es un espacio en donde impera la integración familiar, se tiene un fuerte sentimiento de solidaridad y arraigo, y la identidad cultural se hace notar a cada instante, en la forma de costumbres, tradiciones y fiestas populares. De igual forma, es innegable que, a pesar de los rezagos, la infraestructura social y económica ha mejorado en los últimos años, lo que ha favorecido su progreso.

Hoy, México se ha convertido en una potencia productora y exportadora en cultivos como mango, caña de azúcar, sorgo, tomate verde y rojo, cebada, naranja, frijol, cebolla, aguacate, entre muchos otros.

Lo anterior se traduce en dinamismo para la economía: en 2010, el producto interno bruto agropecuario creció 5.7 por ciento, que fue superior al crecimiento del conjunto de la economía mexicana. Debe notarse que la actividad agrícola, incluso, creció 8.1 por ciento.

Lo anterior me lleva a pensar que el campo es todo menos un espacio uniforme u homogéneo.

En primer lugar, en el campo coinciden tanto actividades económicas altamente tecnificadas y competitivas a nivel internacional, como aquéllas que funcionan casi artesanalmente y con una vocación para el autoconsumo.

En segundo lugar, la atención al campo debe centrarse geográficamente, puesto que en la medida que el sur, centro y norte tienen problemas diferentes, requieren acciones propias.

También, aunque frecuentemente las referencias a lo rural surgen como contraposición a lo urbano, la realidad es mucho más compleja y así como encontramos algunas zonas rurales modernas y con disponibilidad de todos los servicios, otras se encuentran profundamente desfavorecidas.

El cuanto al papel que el campo debe tener en el desarrollo de México, es claro que la relación no puede ocurrir en el vacío, como si se trataran de dos proyectos de país diferentes.

Es decir, si en lo social aspiramos a un México incluyente y equitativo, entonces debemos buscar erradicar del campo la discriminación étnica, de género o de cualquier otro tipo; así como la pobreza.

Si en lo político queremos un México democrático y en el que se respete la dignidad de la persona, entonces debemos eliminar de la realidad del campo las prácticas del pasado, como el clientelismo y las dádivas como medios para cooptar la voluntad de los individuos y de las comunidades.

Si en lo económico queremos un México dinámico, competitivo internacionalmente y sustentable, entonces en el campo debemos promover el uso de las tecnologías más rentables, además de asignar los recursos con que disponemos a los fines más eficientes y amigables al medio ambiente.

Por supuesto, para que estos deseos tengan sentido, debemos traducirlos en políticas públicas y en leyes.

En este sentido, en el Senado de la República hemos aprobado recientemente una reforma a la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable para fomentar el aprovechamiento sustentable de nuestros bosques.

Igualmente, se han presentado y se están discutiendo reformas a ordenamientos como la Ley Agraria y la Ley de Contribución de Mejoras por Obras Públicas Federales de Infraestructura Hidráulica, a fin de modernizar el Registro Agrario Nacional, la infraestructura agraria, los procesos de tratamiento y reuso de los recursos hídricos, las alternativas de alimentación de la población, la participación social y ciudadana, la investigación científica relacionada con el campo, entre otros rubros.

A pesar de lo anterior, coincido plenamente con quienes afirman que falta mucho por hacer, que frente a nosotros tenemos un reto colosal.

Es indispensable abandonar perspectivas que en nada contribuyen a modernizar el campo; que lo perciben como un problema que debe ser solucionado con asistencialismo.

Tenemos que sustituir el enfoque tradicional por una estrategia integrada, con acciones que diversifiquen más las fuentes de ingresos y empleo, y de educación y salud.

Es decir, si bien está claro que lo fundamental en el campo es lo agropecuario y que cualquier política factible debe basarse en esto, necesariamente tiene que complementarse con otro tipo de actividades, relacionadas o no con lo agrario; que amplíen las oportunidades de los individuos, familias y comunidades para mejorar sus condiciones de vida.

Me parece que los participantes en este Foro “Qué país queremos y el papel que juega el campo en este proyecto” pueden ayudar mucho a resolver esta situación.

Por ejemplo, pienso que pueden contribuir con ideas frescas e independientes que hagan posible mejorar la intervención gubernamental y alcanzar la utilización óptima de los recursos públicos.

Con este deseo en mente, les pido se pongan de pie para declarar formalmente inaugurado el Foro “Qué país queremos y el papel que juega el campo en este proyecto”.

¡Muchas gracias y enhorabuena!

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