12 de febrero de 2013

 

PROPONE SCHULZ ACTUALIZAR ACUERDO GLOBAL DE 1997 PARA IMPULSAR EL DESARROLLO ECONÓMICO DE MÉXICO Y LA UE

 

* DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL PARLAMENTO EUROPEO MARTIN SCHULZ, DURANTE LA SESIÓN SOLEMNE QUE CON MOTIVO DE SU VISITA REALIZÓ EL SENADO DE LA REPÚBLICA

Señor Presidente Ernesto Cordero Arroyo:
Señoras senadoras y señores senadores:
Señoras diputadas y señores diputados:
Señoras y Señores:

Es un gran honor para mí intervenir hoy ante el Senado de la República.

El Senado mexicano encarna tradición y modernidad: una institución con cerca de doscientos años de historia ubicada en uno de los edificios más nuevos de la Ciudad de México, en el animado Paseo de la Reforma. El Senado es también, por lo tanto, un símbolo de México: un país que mira al futuro y es consciente de su orgullosa historia.

Señoras y Señores:

Su país se enfrenta a grandes retos. Las noticias que nos han llegado de México durante los últimos años son preocupantes. Pero, a pesar de las amenazas a la seguridad pública y de las grandes desigualdades sociales del país, México tiene buenos motivos para mirar al futuro con confianza y optimismo. A pesar de los efectos negativos de la crisis económica internacional, México experimentó un auge económico importante y rápido. Las tasas de crecimiento económico de México son un sueño para algunos Estados europeos. La revista «The Economist» parte incluso de la base de que, para 2020, México será una de las diez economías más potentes del mundo.

Señoras y Señores:

México está también a la altura de su creciente importancia económica, o la asunción de responsabilidades políticas internacionales, como se comprobó, por ejemplo, en 2010, en Cancún, en la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y, en 2012, con la eficiente Presidencia mexicana del G G20. México sabe desempeñar un constructivo papel de intermediario entre los Estados industrializados y los países en desarrollo.
 

Permítanme señalar que esto es algo que también podría esperar de otros países cuya relevancia económica en el mundo ha crecido de manera igualmente importante durante los últimos años.

Como Presidente del Parlamento Europeo lucho porque en los procesos multilaterales de toma de decisiones se incluya a los parlamentos. Así, por ejemplo, mis colegas y yo abogamos firmemente en el Parlamento Europeo porque se refuerce la dimensión parlamentaria del G20. A este respecto, deseo expresar mi agradecimiento a este Senado y a su Presidente por la invitación a asistir a la Cuarta Reunión de Presidentes de Parlamentos del G20 que se celebrará aquí, en el Senado mexicano, en abril de 2013 y en el cual el Parlamento Europeo estará representado al más alto nivel.

Señoras y Señores:

Les felicito expresamente por el «Pacto por México», la importante e impresionante agenda de reformas que ha aprobado esta Cámara. Visto desde fuera, puedo asegurarles que el consenso entre los grandes partidos políticos es una señal importante. Crea esperanza y optimismo para el futuro.  Sigan trabajando conjuntamente para llevar el Pacto a la práctica.

Señoras y Señores:

En mis distintos viajes a América Latina me ha fascinado en particular la energía y el dinamismo que emana de esta maravillosa región.

Basta con ir una vez al Zócalo, una de las plazas más importantes de la civilización humana, para percibir la vibrante atmósfera que irradia este lugar.

Aquí, las personas tienen la envidiable calidad de no deprimirse. A pesar de las a veces difíciles circunstancias de la vida y de los inmensos retos humanos, mantienen siempre un cierto optimismo. Teniendo en cuenta los retos a los que nos enfrentamos los europeos, desearía a veces contar con algo de estas cualidades en Europa.

Señoras y Señores:

Hace diez años, países de América Latina afrontaban la quiebra. Las reformas económicas neoliberales y los programas de austeridad de los años ochenta y noventa produjeron el colapso de sus economías y sistemas financieros. El desempleo subió repentinamente, el abismo entre pobres y ricos, que la política neoliberal había agravado en los años anteriores, aumentó aún más.

Quien actualmente, justo una década después, viaje por los países entonces sumidos en la crisis, percibirá poco de aquel desplome. Esos países experimentan desde 2004 un enorme auge económico que ha aportado un nuevo bienestar a amplias capas de la población y que contribuye a reducir la pobreza de forma significativa.

Naturalmente, las crisis económicas y financieras que sufrió América Latina a comienzos del milenio son, en muchos aspectos, muy diferentes de la situación en que se encuentran hoy algunos Estados miembros de la Unión Europea. No obstante, podemos beneficiarnos de la experiencia de nuestros socios, que, con razón, se sienten orgullosos de haber superado la crisis gracias a su propio esfuerzo.

Señoras y señores:

En la cumbre de la economía mundial de Davos tuve la oportunidad, hace dos semanas escasas, de hablar con destacados responsables internacionales. Muchos miran hacia Europa con preocupación. Y estoy convencido de que, también aquí, muchos se preguntan qué está pasando al otro lado del Atlántico.

En mi opinión, la Unión Europea y su modelo de democracia transnacional se enfrentan a dos desafíos:

Vivimos actualmente una crisis económica de unas dimensiones que no habíamos visto desde los años treinta. Más de veintiséis millones de personas en Europa están desempleadas.

Hace algunos días estuve en España: allí, el cincuenta y cinco por ciento de los jóvenes carece de empleo. En una conversación con jóvenes me hicieron la siguiente pregunta: Ustedes salvan a los bancos con el dinero de los contribuyentes, pero ¿qué hacen ustedes realmente por nosotros?

Gertrude Stein, la gran intelectual de París de los años veinte, dijo de los jóvenes que habían sobrevivido a la Primera Guerra Mundial que eran la generación perdida («a lost generation»).  En Europa corremos actualmente el riesgo de perder también toda una generación.

Ayer, por cierto, tuve la oportunidad de hablar con estudiantes de la UNAM. También aquí están muy comprometidos los jóvenes y quieren hacer oír su voz y una mayor representación de sus intereses. Tenemos la responsabilidad de ocuparnos en mayor medida de las inquietudes y preocupaciones de nuestra generación de jóvenes.

El segundo gran desafío, ante el que no sólo nos encontramos los europeos, tiene que ver con nuestro modelo democrático. Ante la crisis financiera internacional, vemos actualmente cómo, bajo la presión de los mercados, en todo el mundo las decisiones tendrían que tomarse con rapidez y, si es posible, sin participación parlamentaria.

Pero lo correcto es lo contrario: la democracia y el parlamentarismo requieren tiempo. Y si no nos tomamos ese tiempo tendremos una democracia sometida a las leyes del mercado, y no un mercado conforme a la democracia.

Señoras y señores:

La Unión Europea ha superado muchos reveses y crisis en sus sesenta años de historia, y también en la actualidad volvemos a dar muestras de nuestra enorme capacidad de gestión de crisis. Estoy convencido de que saldremos reforzados de la crisis.

Señoras y señores:

Los vínculos entre la Unión Europea y México son hoy más fuertes que nunca. México es un socio privilegiado de la Unión Europea. El único país de América Latina que mantiene con la Unión Europea tanto un acuerdo de asociación como una asociación estratégica.

Con la creación de la asociación estratégica en 2009 logramos un hito. Esta asociación fue, por parte de la Unión Europea, una clara expresión de reconocimiento de la importancia política y económica de México.

No obstante, aún queda en nuestra asociación potencial por explotar. Por eso propongo que nos marquemos como objetivo la actualización del Acuerdo Global de 1997. Estoy convencido de que la profundización de nuestras relaciones económicas y comerciales contribuirá a impulsar el desarrollo económico, a luchar contra la pobreza y las desigualdades sociales y a promover la protección del medio ambiente.

Además de los contactos mantenidos entre el Gobierno de México y la Comisión Europea respecto de una posible actualización del Acuerdo, el Congreso Mexicano y el Parlamento Europeo también deberían debatir cómo podemos seguir impulsando nuestras relaciones.

Señoras y señores:

Permítanme dar las gracias a los senadores y diputados mexicanos que a lo largo de los últimos seis años se han reunido regularmente con sus colegas del Parlamento Europeo y han trabajado con ellos en la Comisión Parlamentaria Mixta.

Todos han contribuido de forma decisiva a la profundización de las relaciones entre México y la Unión Europea. Pueden sentirse orgullosos de ello. La Comisión Parlamentaria Mixta (CPM) es el motor que impulsa el fortalecimiento de nuestras relaciones.

Permítanme felicitar también a los miembros mexicanos de la Comisión Parlamentaria Mixta, elegidos en el Congreso el 1 de julio de 2012. Mis colegas del Parlamento Europeo esperan con interés la cooperación futura.

Señoras y señores:

Permítanme transmitir en este punto la solidaridad del Parlamento Europeo al pueblo mexicano en su lucha contra el tráfico de drogas y la delincuencia organizada, y expresar nuestras condolencias y nuestro apoyo a los numerosos familiares y amigos de las víctimas.

La lucha del pueblo mexicano contra la delincuencia organizada ha de ser también la nuestra. Los europeos no podemos eludir nuestra responsabilidad. Ambas partes deben asumir la suya, tanto las sociedades en las que se consume la droga como los países en los que se produce o los países de tránsito.

Señoras y señores:

Al hablar en Europa de la asociación transatlántica, nos referimos con mucha frecuencia a las relaciones exclusivas entre los Estados Unidos de América y Europa. En mi opinión, se trata de un gran error. Las relaciones transatlánticas no se limitan exclusivamente a las relaciones con los Estados Unidos de América. También incluyen las relaciones con América Latina y especialmente México.

Con ninguna otra región del mundo compartimos en tan gran medida la historia, la cultura, los valores y la visión de cómo debe ser una sociedad.

Ambas regiones están comprometidas con el multilateralismo: en las Naciones Unidas, en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en el G20 y en otras instituciones multilaterales. Somos socios naturales para hacer frente a los retos del siglo XXI.

Como una vez afirmó el gran Carlos Fuentes, al que tanto extrañamos ahora: «Tenemos un pasado que debemos recordar. Tenemos un porvenir que podemos desear».

Muchas gracias.

¡Viva Europa!

¡Viva México!


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